Perpetua a 14 genocidas: Bahía, un poquito mas Blanca.

BAHIA, UN POQUITO MÁS BLANCA

Por Juan Muñoz

El Tribunal Oral Federal subrogante de Bahía Blanca condenó a cadena perpetua a 14 de los 17 imputados por crímenes de lesa humanidad cometidos desde el V Cuerpo de Ejército. Además ordenó 17 años y medios de prisión para dos de ellos y 18 para el restante. Las penas deberán ser cumplidas en cárceles del Servicio Penitenciario Federal o provinciales.

Bahía Blanca comenzó ayer a rendir cuentas con su pasado. Un tribunal integrado por jueces subrogantes, con la independencia que los titulares no garantizaban, condenó a prisión perpetua a catorce represores por delitos de lesa humanidad durante “la última dictadura cívico-militar”, enfatizó Jorge Ferro al leer la sentencia. El tribunal ordenó que se revoquen excarcelaciones y arrestos domiciliarios y que se envíe a los condenados a una cárcel común; pidió que se investigue al ex capellán Aldo Vara, a quien la Iglesia Católica escondió en Cuyo, y que se envíen a primera instancia las publicaciones del diario La Nueva Provincia, que además de comunicados para encubrir fusilamientos publicaba fotos que sólo los servicios de inteligencia tenían. Los jueces solicitaron que se investigue a los directivos del diario, hoy a cargo del apologista de la tortura Vicente Massot, por posibles “delitos de acción pública”.

Además de justa fue una condena muy valiente, que indica por qué camino hay que seguir: La Nueva Provincia y los religiosos”, señaló el fiscal Abel Córdoba en medio de mil abrazos. “No me sorprendió, confirma las hipótesis de la fiscalía: los directivos del diario no sólo deben ser investigados por los asesinatos de Heinrich y Loyola”, agregó en referencia a los delegados gremiales secuestrados, torturados y asesinados en 1976.

La celebración arrancó con un acto de agrupaciones de izquierda y familiares. “Lo importante es que estamos todos en la calle. Hay que escuchar todas las voces sin censurar ninguna expresión”, explicó Nora Cortiñas, de Madres Línea Fundadora, quien destacó la necesidad de investigar las desapariciones de Julio López y Luciano Arruga y de avanzar con los crímenes de la Triple A. Sobre el escenario un músico dedicaba un tema “a la memoria de Pepe Zamorano”, un cura con quien se formaron varios pibes que terminaron desaparecidos. Zamorano murió el domingo a los 80 años.

La lectura de la sentencia fue a sala completa: 280 personas en el aula magna de la Universidad Nacional del Sur. Veinticuatro policías y gendarmes rodearon a los imputados, a quienes acechaban las temibles Nora Cortiñas y Celia Korsunsky, Madre de Bahía Blanca. En la misma fila estuvo el intendente Gustavo Bevilacqua. A la izquierda los fiscales Córdoba, Horacio Azzolín y Félix Crous, con el equipo de la Fiscalía, y los querellantes. A la izquierda, en silla de ruedas, el ex camarista Luis Cotter, quien presidió el primer tribunal que declaró inconstitucionales la obediencia debida y los indultos.

Ferro detalló en cada caso nombres de víctimas y delitos imputados: privaciones ilegales de la libertad, tormentos agravados, homicidios calificados por alevosía, por la cantidad de asesinatos y la planificación de la impunidad, y sustracción, retención y ocultamiento de menores por los nacimientos en cautiverio de los hijos de Graciela Romero y Graciela Izurieta, que aún no recuperaron su identidad.

El tribunal afirmó por unanimidad que los delitos son “crímenes de lesa humanidad”, en tanto Ferro y Bava consideraron que “se perpetraron en el marco del genocidio sufrido durante la última dictadura cívico-militar”. La sala estalló en un aplauso cuando Ferro leyó que se ordenaba el cumplimiento de la pena en “una prisión común” del Servicio Penitenciario Federal y, de no haber cupo, del provincial más cercano a los (ex) domicilios de los condenados. El tribunal también pidió las respectivas bajas al Ejército, Policía Federal y Servicio Penitenciario, y a la presidenta de la Nación, la destitución de los militares.

El punto 34 fue el pedido de investigar a los Massot. Por los asesinatos de los ex delegados Heinrich y Loyola, sobre los que (des)informaron en veinte líneas cuando aparecieron los cadáveres y nunca volvieron a mencionar, hay ocho marinos y prefectos con procesamiento firme. El tribunal pide ahora que se investiguen posibles delitos que surgen de las publicaciones. El fiscal Córdoba pidió el año pasado que se allanara la sede del diario, pero el ex juez Alcindo Alvarez Canale se negó por temor.

Los condenados
Juan Manuel Bayón, 85 años, general, fue jefe del Departamento III Operaciones del Cuerpo V en 1976 que conducían Osvaldo Azpitarte y Adel Vilas. Condendo a prisión perpetua.

Osvaldo Bernardino Páez, 81 años, teniente coronel. Identificado como el interrogador que oficiaba de “bueno” durante las torturas en La Escuelita. Perpetua.

Hugo Jorge Delmé, 76 años, coronel. Encargado de negarles información a los familiares que iban a reclamar por los desaparecidos. Perpetua.

Jorge Enrique Mansueto Swendsen, 80 años, coronel. Fue jefe del Batallón de Comunicaciones 181, por el que pasaron varios después de sus cautiverios en La Escuelita. Perpetua.

Walter Bartolomé Tejada, 82 años, coronel. Integró el Departamento II Inteligencia. Perpetua.

Hugo Carlos Fantoni, 83 años, coronel, ex jefe del Departamento I Personal del Cuerpo V. Perpetua.

Norberto Eduardo Condal, 68 años, coronel, ex miembro del Destacamento de Inteligencia 181 y del Departamento II de Inteligencia. Perpetua.

Carlos Alberto Taffarel, 65 años, coronel. Jefe de la sección Actividades Psicológicas Secretas del Destacamento de Inteligencia 181. Perpetua.

Jorge Horacio Granada, 66 años, teniente coronel. Fue jefe de la sección Actividades Psicológicas Secretas del Destacamento de Inteligencia 181 y ayudó a escaparse a Luis Patti en 2003. Perpetua.

Jorge Aníbal Masson, 59 años, teniente coronel. Integró el “equipo de combate contra la subversión”, que se encargaba de secuestrar y trasladar víctimas a La Escuelita. Perpetua.

Mario Carlos Méndez, 59 años, teniente coronel. Integró los grupos de tareas y fue condecorado por “heroico valor en combate” en la masacre de dos militantes encerrados en su departamento. Perpetua.

Vicente Antonio Forchetti, 83 años, comisario de la Policía Federal, a cargo de la delegación Viedma, intervino personalmente en varios secuestros. Perpetua.

Héctor Arturo Goncálvez, 70 años, sargento de la PF. Perpetua.

Héctor Jorge Abelleira, 72 años, comisario de la PF. Perpetua.

Carlos Alberto Contreras, 65 años, sargento de la PF. 18 años de prisión.

Andrés Reynaldo Miraglia, 70 años, oficial del Servicio Penitenciario Federal. Fue jefe de la cárcel de Villa Floresta. 17 años y seis meses de prisión.

Héctor Luis Selaya, 71 años, abogado y oficial retirado del SPF, jefe de Villa Floresta en 1977. 17 años y seis meses de prisión.

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Eduardo Capello: A 40 años del asesinato de un Araucense en la Masacre de Trelew.

El 22 de agosto de 1972 a las 3.30 de la madrugada los 19 prisioneros de la base Almirante Zar fueron acribillados, por una patrulla a cargo del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa, y del teniente Roberto Bravo. Entre los muertos estaba el araucense Eduardo Capello. El gobierno explicó que se había tratado de un intento de fuga. Los tres sobrevivientes de la masacre lo desmintieron. El presidente Lanusse asumió, como comandante en jefe, la responsabilidad de lo actuado por la Marina. La versión oficial la difundió el jefe del Estado Mayor Conjunto, contralmirante Hermes.

Los fallecidos fueron: Alejandro Ulla, Alfredo Kohon, Ana María Villareal de Santucho, Carlos Alberto del Rey, Carlos Astudillo, Clarisa Lea Place, Eduardo Capello, Humberto Suárez, Humberto Toschi, José Ricardo Mena, María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas, Mario Emilio Delfino, Miguel Ángel Polti, Pedro Bonet y Susana Lesgart, en tanto que los heridos que lograron sobrevivir fueron Alberto Miguel Camps (Desaparecido luego en 1977), María Antonieta Berger (Desaparecida en 1979) y Ricardo René Haidar (Desaparecido en 1982).

La noche del 22, el gobierno sancionó la ley 19797 que prohibía la difusión de informaciones sobre o de organizaciones guerrilleras. En los días sucesivos, hubo manifestaciones en las principales ciudades de la Argentina. Y más de 60 bombas fueron colocadas en protesta por la matanza.

Peronistas, radicales, intransigentes, socialistas, comunistas, trotskistas y democristianos, condenaron al gobierno. Perón calificó a las muertes de “asesinatos”. La opinión pública descreyó de la versión oficial. El 25 de agosto la CGT declaró un paro activo de 14 horas. Se prohibieron los velatorios públicos de los guerrilleros ejecutados. El comisario de la Policía Federal Alberto Villar desocupó con tanquetas la sede del Partido Justicialista en la Capital Federal, donde se velaba a algunos de los “combatientes”, como los llamaban sus compañeros de lucha, que fueron enterrados luego clandestinamente. Ana Villareal fue sepultada en el cementerio de Boulogne.
Hoy, a 40 años de ese acto criminal,  se enjuicia a los responsables. El camino de la justicia empezó a ser recorrido, con memoria y con verdad.

 Eduardo Adolfo Capello

Eduardo Adolfo Capello: Nació en Jacinto Aráuz el 3 de mayo de 1948. Estudiante de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, también trabajaba en el entonces Nuevo Banco Italiano. Apenas incorporado a la Universidad sobrevino La noche de los bastones largos (el desalojo violento de alumnos y profesores de la Universidad de Buenos Aires por la guardia de infantería de la Policía Federal, el 29 de julio de 1966). Su madre, Soledad, relata cómo a la juventud se le obstruían todos los caminos legales de participación “…Estaba como presidente Onganía, que cerró los partidos políticos, y en las facultades los gobiernos tripartitos, también cerró las bibliotecas. Eso hizo que esos chicos que tenían altos ideales -Eduardo era afiliado socialista- comenzaran a agruparse y a formar otros grupos. Así fue como comenzó su nueva militancia entrando en el PRT (Partido Revolucionarios de los Trabajadores)”. Eduardo fue uno de los fusilados el 22 de agosto de 1972, en la conocida Masacre de Trelew. Era militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Sus restos fueron velados en la sede del Partido Justicialista en Capital Federal, donde fuerzas de la Policía Federal al mando del comisario Alberto Villar, sacaron los ataúdes y reprimieron a los presentes. Eduardo, tenía 24 años.

Años mas tarde los represores se ensañaron con las familias de las víctimas: asesinaron a los padres, dos hermanos y una cuñada de Pujadas; a la familia de Vaca Narvaja la diezmaron; en tanto que hicieron desaparecer al hermano de Eduardo Capello, Jorge, también nacido en Jacinto Aráuz y que fue secuestrado junto con su compañera Irma y el hijo de ella de 12 años. Aún están desaparecidos.

En oportunidad de la detención de uno de los asesinos de su hijo, Luis Emilio Sosa, Soledad Capello confesó emocionada: “Deseaba fervientemente poder saber algo antes de morirme pero no pensaba que se fuera a concretar”, aseguró la madre de Eduardo, de 86 años. Durante años junto con su marido la mujer viajó 1400 kilómetros cada semana para visitar a su hijo preso en Rawson. Para ayudarlo a combatir el frío le tejía pullóveres y medias que Eduardo repartía entre sus compañeros. “Acabo de brindar. Es un placer fuera de los límites”, describió Capello, querellante en el juicio con el patrocinio del Centro de Estudios Legales y Sociales.

Soledad Capello también habló del trágico asesinato de su hijo Eduardo. “Nunca nos comunicó que se iba a fugar. Mi hijo fue el primero en ser fusilado. Hicimos abrir el cajón para saber si era él y en qué condiciones estaba. Tenía dos tiros en la cabeza”, recordó.

También contó que en el marco del juicio que se lleva a cabo actualmente en Rawson, donde están imputados siete marinos que desempeñaban tareas en la base Almirante Zar, empieza a surgir un resquebrajamiento de la versión que desde 1972, la Marina mantiene intacta, y que ya no es unánime la mirada sobre la masacre.

Argentina – 40 años de la masacre de Trelew: Cómo fueron los hechos

Al entererarse de su traslado a Rawson, Santucho converso con Agustín Tosco la posibilidad de la fuga de Rawson.

– Che, gringo, ¿Cuántos kilómetros hay del penal de Rawson al aeropuerto mas próximo? Dijo Santucho

– Ni se te ocurra, negro. Es imposible fugarse de allí, ni con un submarino ruso, respondió Tosco.

A principios de junio de 1972, Santucho ya había aceitado suficientemente los contactos con el exterior como para poner en marcha el operativo de la fuga. Las noticias que le llegaban sobre la coyuntura política lo convencían de que no habría elecciones limpias: Lanusse había congelado los fondos sindicales y suspendido la personería gremial de la CGT por el respaldo de ésta a Perón; además, había establecido el 25 de agosto como fecha tope para que los candidatos de la futuras elecciones fijaran residencia en el país. La intención obvia era dejar fuera de carrera a Perón. Santucho también descartaba la posibilidad de un golpe de Estado que frenara el proceso electoral. En cuanto a la necesidad de que la guerrilla abandonara las armas decía que “al no darse posibilidad alguna de una elección verdaderamente limpia y al no encabezar a las masas en este terreno ninguna corriente antiimperialista (el Partido Justicialista, el radicalismo y la burocracia sindical no lo son el desarrollo del proceso electoral no obliga a la tregua, y hace posible y necesario el entrelazamiento de la lucha armada con la lucha democrática ( … )”. Sin embargo, insistía en la idea de preparar una fórmula con candidatos obreros en caso de participar en las elecciones.”) Ello era, en realidad, una respuesta a Montoneros, quienes ya habían anticipado su posición favorable a una tregua ante el inminente retorno de Perón.

Santucho seguía creyendo que una organización que se denominaba revolucionaria no debía someterse a “una dirección burguesa”. Jamás dejaría de presionar a Montoneros para que se radicalizara hacia la izquierda. Ese momento llegará, pero por la combinación de tres circunstancias: las propias concepciones de Montoneros; la presencia del ERP, disputándole el terreno político de la izquierda armada; y la futura relación traumática con Perón.

El hecho de que Lanusse estuviera realizando los últimos movimientos en el tablero para condicionar la salida electoral y la arremetida contra las organizaciones sindicales – también había sido intervenida la CGT de Córdoba y apresados u obligados a la clandestinidad sus dirigentes, proporcionaba a Santucho el principal argumento para insistir en la fuga y no confiar, como Montoneros, en que el nuevo gobierno, si lo había, dejaría en libertad a los presos políticos, y mucho menos si éstos eran guerrilleros. Las FAR coincidían con Montoneros en la necesidad de una tregua pero pensaban que había que asegurar la libertad de los presos, sin apostar todas las cartas a la bondad de un gobierno peronista. Por eso cuando el ERP decidió la fuga del penal, sólo contó con el apoyo decidido de las FAR y cierta complicidad de Montoneros.’

La idea de Santucho parecía, al principio, descabellada. Pretendía organizar la evasión de cerca de ciento diez militantes políticos de las tres fuerzas guerrilleras más importantes del país, romper una inexpugnable fortaleza del régimen ubicada en una zona semidesértica, y enfrentarse con éxito a un contingente de 70 soldados, 1000 infantes de marina, 200 gendarmes y unos cien policías, que eran la custodia del lugar.

Lo que sucedió después fue documentado en numerosas entrevistas y libros, pero hubo una historia íntima de la fuga y de los hechos de Trelew que es posible narrar tres décadas después de acuerdo a los testimonios de varios de sus protagonistas.

LA FUGA 
El ERP había estado discutiendo varios planes de fuga. Uno, que Santucho consideró como alocado, incluía un rescate en un avión alquilado que aterrizara en el campo de la cárcel. Había sido diseñado por el comité militar de Buenos Aires. El otro, que finalmente se llevó a cabo, fue diseñado por Santucho, Gorriarán Merlo y Osatinsky, pero había sido resistido por el comité militar bonaerense del ERP, lo que Santucho considerará como una de las causas de las dificultades posteriores a la fuga.

La evasión debía comenzar con una señal enviada por los contingentes guerrilleros desde afuera del penal. Recibida la señal, Santucho –que ya era sin duda el jefe indiscutido de todos los grupos armados dijo: “Ahora—, y se quitó su pullover, como contraseña. Mientras, Marcos Osatinsky se dirigía hacia la puerta enfundado en un gabán de bolsillos anchos y grandes, cargado con una pistola con silenciador entrada pacientemente por las visitas en latas de dulce de batata. La sospecha de que el abogado radical Mario Amaya había colaborado en ello le costará la vida en 1976. Los guerrilleros tenían pocas armas, algunas púas, cuchillos y palos. A su vez, Roberto Quieto marchaba hacia una cita con el director del penal.

Eran, exactamente, las 18 del martes 15 de agosto de 1972.

Cuando comenzó la fuga, Osatinsky disparó sobre el guardiacárcel Juan Gregorio Valenzuela, que intentó impedir el escape, matándolo. Los guerrilleros lograron copar el penal. Los sindicalistas presos habían decidido no participar en la fuga. Los primeros en alcanzar la puerta fueron Santucho, Menna, Osatinsky, Vaca Narvaja, Gorriarán Merlo y Quieto. Los guerrilleros estaban numerados para el orden de fuga del 1 al 110. Cuando ya estaban afuera de la cárcel, Santucho y los demás no encontraron los camiones que debían estar esperándolos para llevarlos al aeropuerto de Trelew; los tiros adentro de la cárcel los habían dispersado. El primer contingente de los seis máximos jefes guerrilleros tomó el único coche que había permanecido, con el estudiante de Agronomía y Veterinaria Carlos Goldenberg (FAR) al volante. Los 19 guerrilleros restantes, que habían logrado salir, llamaron desde la guardia del penal a taxis y remises. Llegarían al aeropuerto de Trelew con un retardo fatal.

Santucho y el primer grupo entraron al aeropuerto cuando el avión de Austral -un BAC 111 con 96 personas a bordo- estaba carreteando. Santucho cruzó la pista corriendo junto a Vaca Narvaja que, disfrazado de mayor del Ejército, hizo señas al avión para que parara. De la torre de control no entendían lo que estaba sucediendo. El avión se detuvo en ese momento porque los guerrilleros que habían subido antes en Trelew -el estudiante de Medicina Alejandro Ferreyra Beltrán (ERP); la maestra Ana Wiesen (FAR) y Víctor José Fernández Palmeiro (ERP)– ocuparon la cabina y amenazaron al comandante de a bordo. Los primeros seis guerrilleros subieron, y ordenaron esperar unos minutos. Desde la torre de control del aeropuerto ya se había avisado a un avión de Aerolíneas Argentinas próximo a llegar, que no aterrizara. El piloto del BAC 111 intentó resistirse. Dijo: “No hay combustible para llegar a Puerto Montt”. Encañonándolo, Santucho respondió: “Pues habrá que llegar igual”.

LA SEMANA DE VIGILIA 
* A las once y cuarto de la noche, el 15 de agosto de 1972, los diecinueve combatientes que no habían podido evadirse de Trelew entregaron las armas en la rotonda del aeropuerto y fueron llevados en ómnibus a la base Almirante Zar. El capitán de corbeta Luis Emilio Sosa, jefe de las tropas de represión, les explicó que la medida era provisional y se tomaba porque la zona había sido declarada en estado de emergencia.

* Una hora antes había aterrizado en el aeropuerto de Pudahuel, Santiago, el avión de Austral capturado en Trelew. Las carreteras de acceso a la capital chilena estaban cerradas por los carabineros y los periodistas eran mantenidos a distancia, para evitar todo contacto con los guerrilleros fugitivos. Caía una lluvia intensa. A las once y media (hora de Buenos Aires), Santucho, Osatinsky y dos jefes policiales comenzaron a parlamentar en un salón central del aeropuerto de Santiago. La conversación duró seis horas y cinco minutos.

* En Trelew, el ómnibus militar llegó a la base poco antes de medianoche. El juez Alejandro Godoy, el director del diario Jornada, el subdirector del diario El Chubut y el abogado Mario Abel Amaya no pudieron franquear el portón de entrada y fueron invitados a marcharse.

* A las dos de la madrugada, el 16 de agosto, el comandante de la brigada de infantería, general Eduardo Ignacio Betti, llegó a Rawson desde Comodoro Rivadavia y tomó el mando de la zona de emergencia. A las cinco se reunió con el comandante del V cuerpo de ejército, general Manuel Angel Ceretti, quien acababa de viajar desde Bahía Blanca. Se movilizaron dos millares de efectivos para rastrillar el área. Se reforzó la vigilancia en la frontera entre las provincias de Chubut y Río Negro. Fueron alertados todos los puestos policiales para evitar que los guerrilleros -en cuyo poder estaba el penal todavía- y sus eventuales auxiliares externos ensayaran otra fuga. Ambos generales decidieron la suspensión de todas las ceremonias de homenaje a José de San Martín que se preparaban para el día siguiente en la zona de emergencia, por falta de garantías”. Al amanecer, el alerta militar se extendió desde la cordillera a la costa en las provincias de Chubut, Neuquén y Río Negro, norte de Santa Cruz y sur de Buenos Aires.

* A las 5.20, hora de Buenos Aires, Santucho y Osatinsky informaron a sus compañeros -aún refugiados en el avión de Austral- sobre las negociaciones en el aeropuerto, parlamentaron otra vez con los jefes policiales y regresaron al BAC III. A las 5.45, los seis fugitivos del penal y sus cuatro ayudantes -Wiessen, Goldenberg, Ferreyra, Fernández Palmeiro- bajaron a tierra. Siete minutos más tarde, los pasajeros varones retenidos a bordo se reunieron en el vestíbulo con sus esposas e hijos, liberados cinco horas antes. El avión emprendió el regreso y llegó al aeroparque de Buenos Aires a las 7.32 de la mañana, bajo una lluvia implacable.

* Las autoridades militares detuvieron a siete de los pasajeros, acusándolos de conversar con los combatientes sin ocultar su simpatía.

* A las 8.08, los detenidos que mantenían bajo control el penal de Rawson se rindieron incondicionalmente a las tropas del general Betti. La prohibición de acercarse al penal era absoluta. A las 11, el periodista Horacio Augusto Finoli, de la agencia Associated Press, fue herido por un soldado cuando intentaba tomar fotografías.

* Hacia el mediodía, los abogados González Garland, Matarollo, Ortega Peña, Duhalde y Galín, defensores de algunos de los guerrilleros, trataron de llegar a Trelew en automóviles de remise. Tropezaron con un cerco militar que les impidió acercarse a la ciudad. A la misma hora, los abogados Amaya e Hipólito Solari Yrigoyen, quienes no se habían movido de Rawson, trataron de visitar a los presos. Las autoridades militares les informaron que “ese día no era posible, y que ya no lo sería nunca”.

*.A las 18, el grupo completo de abogados entrevistó a Jorge V Quiroga, juez de la cámara federal especial, quien estaba a cargo del sumario que se inició después de la fuga.’ Quiroga declaró que él no había decidido incomunicar a los reclusos del penal, “de modo que los abogados pueden visitar a sus defendidos normalmente.

* Esa cámara, conocida como “carnarón” en la jerga de la época, fue uno de los tribunales especiales creados por el gobierno militar violando la Constitución.

“. Pero la prohibición siguió en pie sin que nadie diera explicaciones. A las 20, Amaya fue detenido y puesto a disposición del Poder Ejecutivo. No saldría de la cárcel sino después de cien días.

* A las 22, el mismo 16 de agosto, los abogados Ortega Peña, Duhalde y González Garland procuraron arrancar al juez Quiroga una orden que permitiera la asistencia de médicos y defensores cuando los diecinueve detenidos en la base aeronaval fueran interrogados. Quiroga desestimó la petición.

* En la mañana del 17 de agosto, el partido Justicialista envió un telegrama al ministro del interior, Arturo Mor Roig: “Reclamamos respeto derechos humanos presos políticos unidad carcelaria Rawson responsabilizándolo por su integridad física amenazada por medidas de represión”.

* El ministro, que siempre había negado la existencia de presos políticos en la Argentina y que descreía de las torturas a pesar de las evidencias, envió esta respuesta: “Requiero se sirvan precisar a qué medidas concretas de represión se hace referencia y cuáles son las amenazas a la integridad física y derechos humanos con relación a los responsables de los sucesos de la víspera en Rawson y Trelew. El poder ejecutivo nacional no acepta que mediante acción psicológica se pretenda presentar a los protagonistas del luctuoso suceso como víctimas. Firmado: Arturo Mor Roig, ministro del Interior”.

* El gobierno militar de Alejandro Agustín Lanusse reclamó en Chile la detención preventiva de los diez combatientes que habían pedido asilo, antes de que se iniciara el proceso de extradición. El canciller chileno Clodomiro Almeyda manifestó que su país consideraría el caso de acuerdo con sus leyes nacionales y con los tratados en común con la Argentina. Las agrupaciones chilenas de izquierda se movilizaron en Santiago para que Salvador Allende concediera un salvoconducto -a falta de asilo político- para que los fugitivos salieran rumbo a Cuba.

* El lunes 21, ciento cuarenta soldados de gendarmería llegaron a Rawson para reforzar la vigilancia del penal. La mitad de ellos tomó posición en los extremos de los pabellones, con armas largas; la otra mitad patrullaba el patio exterior y las salidas. Según un oficial del Ejército, “hay versiones de que se trama un nuevo intento de evasión”. Uno de los guardiacárceles explicó que los refuerzos llegaron para “prevenir posibles alteraciones del orden en el penal”.

* A las seis de la tarde de ese lunes, el comandante de la zona de emergencia, general Eduardo Ignacio Betti, difundió el bando militar N’ 1. Su texto: “El que incurra en actitudes que perturben la normal convivencia, el orden y la tranquilidad públicos, será reprimido con la sanción de arresto, salvo que el hecho constituya una infracción más grave, en cuyo caso será juzgado según corresponda. La sanción de arresto será aplicada por orden irrecurrible, y se cumplirá en el lugar que se determine, conforme con las disposiciones del caso para esta zona de emergencia. El presente bando regirá desde las 14 del día de la fecha, 21 de agosto”.

* En la edición N° 499 del semanario Primera Plana que comenzó a distribuirse la noche de ese lunes, se publicó una declaración del teniente coronel Muñoz, jefe de operaciones de las tropas regulares que actuaban en Chubut: “Estoy desilusionado -dijo en el aeropuerto de Trelew, luego de la rendición de los fugitivos-. Veníamos a liquidarlos a todos y están vivos. Si se hubieran animado a disparar un tiro, no dejábamos ni a uno. Pero se rindieron, los muy cobardes”. Otro oficial, que comandaba a un grupo de quinientos efectivos entrenados para la lucha antiguerrilla, dijo (según la versión de Primera Plana): “Esperábamos una resistencia feroz, pero son unos patoteros. No pelean, son cagones”.

* El mismo lunes 2 1, desde las 11. 10 de la mañana, la junta de comandantes que gobernaba la Argentina se reunió en la Casa Rosada. Asistieron Alejandro Agustín_Lanusse, presidente de la nación y jefe del ejército; Carlos Alberto Rey, comandante en jefe de la fuerza aérea; Guído Natal Coda, comandante en jefe de la armada; Ezequiel Martínez, secretario de la junta; Rafael Panullo, secretario general de la presidencia, y -Arturo Mor Roig, ministro de Interior, poco después del mediodía, el lenguaje de la reunión asumió una rigidez militar. Se incorporaron entonces José Rafael Herrera, jefe del estado mayor general del ejército,y Hermes Quijada, jefe del estado mayor conjunto. Antes de la una de la tarde, el canciller Eduardo McLoughlin -un brigadier- conferenció en otro salón con el general chileno Sepúlveda y con el embajador Ramón Huidobro sobre los diez fugitivos que habían pedido asilo en Santiago; allí se enteró de que el gobierno socialista, cediendo a las movilizaciones internas, les entregaría salvoconductos para viajar a La Habana o a Argel.

El domingo 27 de agosto, el diario La Nación contaría que, durante el diálogo, “McLoughlin rechazó, en nombre de Lanuse, el pedido del el presidente chileno Salvador Allende de que se lo dejara actuar en función de la situación interna de su país. McLough1in adelantó al embajador Huidobro que causaría un profundo desagrado al gobierno argentino cualquier decisión chilena que se apartara de las normas jurídicas en vigor, advirtiéndole que también el gobierno argentino tenía razones de política interna para insistir en la posición en la cual se había situado”.

Los informes periodísticos sobre la reunión militar del mediodía y el parte oficial coinciden en los nombres, en los objetivos de la conversación, en los horarios: Quijada llegó a las 13.40 para “dar cuenta de los recientes sucesos en Rawson y Trelew”; McLoughlin entró una hora más tarde y refirió los pormenores de su entrevista con Huidobro.

Según conjeturó el matutino Crónica en su edición de agosto 22, la primera parte de la asamblea fue destinada a analizar la ley de enmiendas a la Constitución, que unificaría los mandatos e impondría la elección directa de presidente y vice. El resto del tiempo se habló de la represión.

* Poco antes de la medianoche, en la sala de periodistas de la casa de gobierno, los corresponsales analizaron las decisiones que quizás había tomado la junta de comandantes en jefe. Enumeraron las confidencias que habían recogido después de las reuniones militares de la última semana (el 16 en el despacho de Lanusse, el jueves en Olivos y el 18 en la llamada Sala de Situación), evaluaron el escarmiento que jefes de las tres armas querían imponer a los guerrilleros y los diversos castigos de los que se habría hablado. Al terminar la ronda de especulaciones, un corresponsal inglés dijo en voz alta: “Esta noche los matan a todos”.

* Como contarían más tarde los sobrevivientes de la matanza, el trato que recibieron en la base fue “en parte razonable y en parte irrazonable”. Los despertaban a gritos, varias veces durante la noche, y les ordenaban quedarse cuerpo a tierra, desnudos o vestidos, en un patiecito que daba a las oficinas. Dos grados tres décimas fue la mínima del 16 de agosto; uno bajo cero hubo el 22, a las tres de la madrugada.

Comían de a uno por turno, o de a dos, apuntados por una doble hilera de soldados que tenían orden de disparar al menor movimiento inusual. “¡Si seremos boludos! -admitió durante uno de los almuerzos el teniente de corbeta Roberto Guillermo Bravo-. En lugar de matarlos estamos engordándolos.”

Iban al baño de a uno, con las manos en la nuca, atravesando también la doble hilera y con un centinela detrás que les apuntaba a la cabeza. ‘la próxima vez no va a haber negociación -los desafiaba el capitán Sosa-. Los vamos a cagar a tiros, sin tantos miramientos”.

Pero esas humillaciones -dirá después Gustavo Peralta- eran poca cosa para un grupo de guerrilleros que no había flaqueado ante la picana eléctrica, los cadenazos, los simulacros de fusilamiento, la sed y las asfixias en agua del inodoro.

Forzados al silencio, oirían al viento ir y venir por la meseta yerma, reptando entre los molles y los calafates espinosos, o el chillido de algún ratón de campo aplastado por las camionetas que pasaban. Sabían que toda fuga era imposible, que no podrían siquiera pensar en ella hasta que no los sacaran de esa guarnición con novecientos hombres en estado de alerta y dos kilómetros de campo por cubrir hasta la carretera Madryn-Trelew. Ni soñar, compañero.

Toda la historia de la semana final cabe en unos pocos planos: el de las comidas, el de los interrogatorios, el de la matanza. Se supone que los mudaron algunas veces de calabozo, que Pujadas estuvo junto a Ulla una tarde y la mitad de una noche, en la primera celda de la derecha; que María Angélica Sabelli y Susana la Gorda Lesgart compartieron durante un par de días la última celda de la izquierda. Pero esos detalles ya no importan. Sólo sirven para reconstruir la parte más opaca de la historia, los movimientos sin sentido que tan a menudo son en la vida de los seres humanos el preludio de la muerte.

El 22 de agosto a las 3.30 de la madrugada los 19 prisioneros de la base Almirante Zar fueron acribillados, por una patrulla a cargo del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa, y del teniente Roberto Bravo Entre los muertos estaban la mujer de Santucho y Clarisa Lea Place. El gobierno explicó que se había tratado de un intento de fuga. Los tres sobrevivientes de la masacre lo desmintieron. El presidente Lanusse asumió, como comandante en jefe, la responsabilidad de lo actuado por la Marina. La versión oficial la difundió el jefe del Estado Mayor Conjunto, contralmirante Hermes.

La noche del 22, el gobierno sancionó la ley 19797 que prohibía la difusión de informaciones sobre o de organizaciones guerrilleras. En los días sucesivos, hubo manifestaciones en las principales ciudades de la Argentina. Y más de 60 bombas fueron colocadas en protesta por la matanza.

Peronistas, radicales, intransigentes, socialistas, comunistas, trotskistas y democristianos, condenaron al gobierno. Perón calificó a las muertes de “asesinatos”. La opinión pública descreyó de la versión oficial. El 25 de agosto la CGT declaró un paro activo de 14 horas. Se prohibieron los velatorios públicos de los guerrilleros ejecutados. El comisario de la Policía Federal Alberto Villar desocupó con tanquetas la sede del Partido Justicialista en la Capital Federal, donde se velaba a algunos de los “combatientes”, como los llamaban sus compañeros de lucha, que fueron enterrados luego clandestinamente. Ana Villareal fue sepultada en el cementerio de Boulogne.

Lanusse envió emisarios a Chile para solicitar la extradición de los guerrilleros prófugos. Intentaba juzgarlos como delincuentes comunes. Allende tenía dos opciones:
poner a los evadidos a disposición de lajusticia chilena por el delito de piratería aérea, en cuyo caso la Corte Suprema debía ocuparse del pedido de extradición del gobierno argentino, o concederles el asilo y un salvoconducto para viajar a Cuba como solicitaban los guerrilleros. Allende, en principio, no descartaba la primera alternativa porque estaba convencido de que la Corte de ninguna manera podía considerarlos delincuentes comunes. De todos modos, encomendó al asesor jurídico de la presidencia, Juan Bustos, que les comunicara que él nunca los devolvería a las autoridades argentinas. En las principales ciudades de Chile se realizaron manifestaciones populares convocadas por el Partido Socialista y el MIR para exigir al gobierno de Allende que se les otorgara a los prisioneros el salvoconducto a Cuba.04)

El abogado Duhalde y su colega Gustavo Roca fueron testigos privilegiados de lo sucedido en Chile y de la decisión final de Allende de permitir la salida de los guerrilleros hacia Cuba. En l990, Duhalde revelará detalles inéditos del episodio:

“El mismo día 15 de agosto, al enterarnos de la fuga, dieciséis abogados viajamos a Rawson. Fuimos, entre otros, Raúl Radizani Goñi, Rodolfo Mattarollo, Carlos González Garland, Rodolfo Ortega Peña y Pedro Galín. No pudimos tomar el avión porque los pasajes estaban reservados para el gobierno. Alquilamos dos remises para que nos llevaran. Nos pararon en todos los puestos policiales desde Bahía Blanca. Cuando llegamos la muerte se respiraba en el ambiente, estaba muy pesado. En seguida nos hospedamos en el mismo hotel que el juez Jorge Quiroga, quien intervenía en los hechos e integraba la Cámara Federal conocida como el Camarón, algunos de cuyos jueces tenían denuncias entre otros, de presenciar las torturas a los detenidos y tomarles declaración en esas condiciones. Pero él se negó a vernos. Esa misma madrugada presentamos un habeas corpus tirándoselo por debajo de la puerta de su habitación. El 16 de agosto Rawson era como un territorio ocupado. Tampoco pudimos entrar a la base naval Almirante Zar. Se nos unieron Mario Amaya e Hipólito Solar¡ Yrigoyen, radicales y abogados del lugar. No pudimos trabajar. Tuve el presentimiento de que la muerte rondaba sobre los prisioneros. Mario Amaya es detenido; intentamos realizar u na conferencia de prensa en su estudio de Trelew pero media hora antes de la hora convenida lo volaron de un bombazo.

“Regresamos a Buenos Aires Con la certeza de que debíamos denunciar lo que después, trágicamente, sucedería. La situación de los presos en Chile, además, era muy difícil, así que nos dividimos las tareas. Ortega Peña permaneció en Buenos Aires para ocuparse de las defensas; Jorge Yampar, que años después será asesor del ministro del Interior Julio Mera Figueroa durante la presidencia de Carlos Menem, le envía un telegrama al ministro del Interior de Lanusse, Arturo Mor Roig, diciéndole que ante el peligro que corrían las vidas de los prisioneros en la base de la Marina, lo responsabilizaba de lo que pudiera pasarles. Un telegrama histórico, porque no es que la muerte fue casual sino que se advirtió que se mataría a los prisioneros. Vuela de otro bombazo, en Buenos Aires, la gremial de abogados donde Ortega Peña debía dar una conferencia de prensa.

“En la mañana del 22 de agosto partimos hacia Chile Mario Amaya, Gustavo Roca y yo. El que nunca supo por qué venía y después se arrepintió toda su vidafue Andrés López Acoto, del Partido Socialista. Los abogados del Partido Comunista argentino se negaron a ir. En Ezeiza nos enteramos, pero muy confusamente, de lo que estaba pasando en Trelew. Recién en Chile, mientras íbamos en un taxi al Palacio de La Moneda, supimos de la masacre de los prisioneros, y los nombres de los muertos. Nosotros llegábamos para ir a ver a unos prisioneros y, en cambio, más que en defensores nos convertimos en portadores de la noticia del asesinato de la mujer de Santucho y de la compañera de Vaca Narvaja. Al resto de losfugados debíamos comunicarles el asesinato de sus mejores amigos.

“Antes de verlos, marchamos a dejar nuestros equipajes en un hotel, hondamente preocupados por la situación y por tener que darles noticias tan tremendas. Cuando bajamos al hall del hotel nos estaba esperando un personaje singular, que en esos años estaba por la Argentina:
Raymond Molinier, conocido en la IV Internacional como ‘Marcos’, hijo de un banquero francés que un buen día se había llevado los dineros de su padre y se había incorporado al trotskismo. Molinier llegó a ser secretario de Trotsky y estaba casado con la alemana Elizabeth Kesselman, con quien vivía en Monte Grande. Ella fue asesinada por las FFAA en 1976. El viejo, que toda su vida fue un gran conspirador, acercándose con disimulo nos dice: ‘ustedes están sentados sobre un polvorín, es algo muy peligroso lo que hacen. Por eso me alojé en una habitación al lado de la de ustedes.

Cualquier cosa me llaman. Pero necesito urgentemente una entrevista con Robi. Partimos para la cárcel, Gustavo Roca y yo. Encontramos a los Presos hechos casi una jauría. Aparte de que les resultaba difícil entender que los tuvieran presos dado el régimen socialista, estaban exasperados porque les habían sacado la radio y porque alguien les había dicho algo de lo que había sucedido.

“Estaban en un gran salón del primer piso, con rejas en las ventanas y una larga mesa. Algunos estaban parados. Me acuerdo de que Robi estaba sentado a la cabecera de esa mesa. Yo les digo que había habido una masacre de presos y termino diciendo los nombres de los muertos. Ahí cada uno reaccionó de manera diferente. Los más impulsivos, como Fernández Palmeiro o Gorriarán, gritaban, maldecían. Robi puso sus brazos cruzados sobre la mesa, apoyó la cara y quedó así por más de dos horas. No pronunció una sola palabra. Quedó como petrificado mientras a su alrededor los gritos llenaban el cuarto. Fue una escena desgarradora y aún hoy no sé qué fue más conmovedor: si el llanto y los gritos, o el silencio petrificado de Santucho.

“A partir de ese momento iniciamos una delicada gestión en dos direcciones: por un lado los cubanos, y por otro el gobierno de Allende. Luego de dos días, en la mañana del 25 de agosto, la secretaria de Allende nos llamó a Roca y a mí para invitarnos a almorzar. Cuando llegamos a La Moneda nos sorprendimos porque el almuerzo era con todo el gabinete. Era una mesa larga y solemne, como todas en esas ocasiones. Allende presidía la reunión. Nos dice que quiere que asistamos porque cada uno de sus ministros expondrá sobre la tesis de extradición o de encarcelamiento en Chile. La ronda la comenzó Clodomiro Almeyda explicando las dificultades serias que planteaba la situación para las relaciones bilaterales con Argentina, y aun con el resto de los gobiernos vecinos como Bolivia y Brasil. A suposición se sumaron todos los ministros, unos veinte, con una tibia diferenciación de Tomic y una decidida defensa en favor de la libertad de los guerrilleros, la única, del secretario del Tesoro, Antonio Novoa Montreal.

“La comida ya había terminado y pensamos que las cartas estaban echadas. Tomó ¡apalabra Allende, y dijo: ‘Chile no es un portaviones para que se lo use como base de operaciones. Chile es un país capitalista con un gobierno socialista y nuestra situación es realmente dificil Repitió, haciéndolos propios, todos los argumentos de sus ministros. Nosotros nos hundíamos cada vez más en las sillas. De pronto, Allende dijo: ‘La disyuntiva es entre devolverlos o dejarlos presos…’. Hubo un segundo de silencio que Allende rompió con un puñetazo sobre la mesa: ‘Pero éste es un gobierno socialista, mierda, así que esta noche se van para La Habana’. No podíamos creer lo que escuchábamos; corrimos a realizar las gestiones con Cuba para que volaran esa misma noche. Una vez tomada la decisión, Allende nos solicitó tres cosas: que consiguiéramos una declaración de Perón condenando la masacre de Trelew y a favor de la liberación; también una declaración de condena a la masacre de los partidos políticos argentinos y de la CGT. La tercera, que nos costó bastante conseguir, era que Vaca Narvaja se quitara el uniforme del Ejército argentino que aún tenía puesto. Cumplimos con todo. Ellos viajaron esa noche a Cuba, dejaron las armas y el uniforme que llevaba Vaca Narvaja para que fueran devueltos al gobierno argentino. Lo único que se llevaron fue una enorme llave, del penal de Rawson, que luego le regalaron a Fidel Castro. Esa fue la historia íntima de Trelew. Santucho nunca creyó que el gobierno peronista podía liberar a los presos. Decía: Nosotros somos enemigos estratégicos, nosotros cuestionamos el sistema, el poder. No nos van a largar’. Era como una obstinada cuestión de principios que no le dejaba ver los matices. Sentía que si los dejaban en libertad les rebajaban la categoría de enemigos fatales.”

Antes de partir para La Habana, Santucho recibió la visita de Beatriz Allende, hija mayor del presidente chileno, quien se había iniciado en las lides políticas en la Juventud Socialista y se sentía orgullosa de haber sido una de las primeras integrantes de las redes de apoyo al Che en Chile, entre 1966 y 1967.

-Mi padre te envía su pistola, pa’ que te defendai. Lamenta mucho lo de tu compañera. Dice que no comparte el camino que elegiste para Chile, pero que jamás te olvides de ser fiel a tus ideas. Y que te abraza. Beatriz.

-Gracias. Dile a tu padre que lo respeto por su honestidad, su valentía. Y que deseo que el pueblo chileno pueda derrotar a los momios y al imperialismo. Defenderemos a Chile donde quiera que estemos -contestó Santucho.

La misma noche del 25, dos horas antes de embarcarse en el avión de línea de Cubana que lo llevaría en vuelo directo a La Habana, Santucho habló con sus tres hijas, sus padres y su hermano Julio, que esperaban la llamada en un departamento de la calle Cangallo al 4000 en Buenos Aires. Quería explicarles personalmente a cada una de sus hijas la muerte de su madre. Estaba desesperado por la pérdida, pero con la tozudez del dolor volcada sobre la obsesión de continuar la lucha. La matanza, interpretaba, era la mayor muestra de agonía de la dictadura. Había que apretar el acelerador para terminar de voltearla.

Los diez guerrilleros aterrizaron en el aeropuerto José Martí en la madrugada del 26 de agosto. Los esperaban honores protocolares del Partido Comunista de Cuba y manifestaciones populares en su homenaje.

En una improvisada conferencia de prensa, Santucho, Osatinsky y Vaca Narvaja dieron, por primera vez desde la fuga, su opinión sobre la masacre de Trelew. La consideraban una “salvaje y desesperada respuesta de la dictadura” a los reclamos populares. Reafirmaban, con la consigna “la sangre derramada no será negociada” que seguirían en la lucha “hasta la victoria final” y que “la unidad de los revolucionarios, sellada con sangre en Trelew” sería el legado a conservar por las organizaciones armadas. Santucho agregó: “El ERP, las FAR y Montoneros han demostrado que los muros de ninguna prisión, ni ningún asesinato salvaje del régimen,pueden detener el deseo de los revolucionarios de reunirse nuevamente con su pueblo, de volver a la lucha contra la dictadura y el imperialismo por una patria libre y socialista-.

El grupo permaneció en Cuba hasta la primera semana de noviembre de 1972, partió de allí escalonadamente hacia distintos destinos en Europa y retornó después a la Argentina. En el curso de los dos meses, según las crónicas públicas de la prensa cubana, los guerrilleros visitaron la isla y participaron en las brigadas de trabajos voluntarios habituales en la Cuba revolucionaria. Durante el verano de 1991 en La Habana, el periodista de Radio Reloj, Amable Amador, SO, barbero antes de la revolución socialista, periodista de la revista Juventud Rebelde y dirigente sindical, recordaría así al contingente guerrillero:

“Yo estaba al firente de la microbrigada de trabajo voluntario de la revista Juventud Rebelde, en Alamar, un barrio de La Habana donde estábamos construyendo un edificio para los trabajadores de la revista. De repente llegó una guagüita con un contingente de argentinos. Me habían avisado de que era un grupo muy especial. Si mal no recuerdo, se habían fugado recientemente de una cárcel y no podíamos hacerles preguntas impertinentes ni permitir a los periodistas que les tomaran fotos, porque ellos pensaban continuar la lucha en su país. Esos días, principios de setiembre de 1972, había estado Silvio Rodríguez trabajando con nosotros y cantándonos, y recuerdo que Santucho y Osatinsky se habían aprendido de memoria esa canción de Silvio que se llama ‘Si tengo un hermano’.

” Santucho tenía un humor estupendo, y no me equivoco cuando digo que se distinguía de los otros argentinos. A pesar de que yo quería darle trabajos suaves, él insistía en cargar bloques de cemento, o ser el primero en descargar camiones con materiales de construcción. Ibamos al comedor y no quería ser el primero: le cedía el puesto a otro. En el grupo era como un imán. La atracción se centraba en él, era sin duda el principal dirigente, aunque también Marcos Osatinsky se le parecía. Trabajábamos de siete de la mañana a siete de la tarde. En las siestas, que desde que ellos estaban no dormíamos, Santucho parloteaba con nosotros. Era un devoto del Che, y sentía cierto orgullo infantil de que hubiera sido argentino. Era un americanista convencido, y soñaba mucho con una latinoamérica como Cuba, y nos ilustraba mucho sobre la situación de la Argentina, que nosotros conocíamos poco entonces. Tenía, también, una curiosidad desmesurada por todo. Quería aprovechar su estadía con nosotros, que no duró más de veinte días, para aprender lo que pudiera del oficio de albañil y de electricista. Su complexión era robusta y estaba sano, a diferencia de Fernando Vaca Narvaja que tenía una pierna fracturada – si mal no recuerdo- y lo teníamos enderezando clavos. Han pasado dieciocho años y se han borrado muchos detalles, pero sí recuerdo que era tan discreto que se hablaba de su mujer, asesinada en Trelew, y se sumía en un silencio doloroso. Su muerte nos conmovió. Era el hombre noble del grupo. Y aunque en su vida de revolucionario haya hecho cosas dolorosas – cuántos de nosotros hemos tenido que tomar el fusil en nuestra vida nos parecía injusto que un ser tan generoso tuviera que morir.”

Por el secreto que rodeó la permanencia del grupo en la isla –quedan apenas algunas fotos y reportajes que fueron reproducidos por la revista Bohemia- sólo se sabe que Santucho se entrevistó esa vez -la única con Fidel Castro. Que escuchó una vastísima exposición sobre la historia de la revolución cubana, y que habló en escasas oportunidades, como era su costumbre, para explicar su estrategia y tácticas políticas. Ya entonces Castro no simpatizaba con el cerrado antiperonismo del PRT, aunque respetaba las convicciones de Santucho y, sobre todo, su indomable visión guevarista. Esta tesitura de Fidel—que signará la historia de las relaciones con Santucho- pudo tener varias explicaciones: una, que los cubanos imaginaban semejanzas entre el Movimiento 26 de Julio y el movimiento peronista; otra, que Cuba y Argentina no mantenían relaciones diplomáticas desde el derrocamiento de Frondizi, cuando el gobierno argentino se había sumado al bloqueo dispuesto por la OEA a petición de EEUU, y Castro tenía la promesa de Perón de que, en caso de volver al poder, se normalizarían las relaciones bilaterales.
Fuente: La Fogata
 

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Ecuador: El Periodista Julio Santarelli sigue de cerca el caso Assange.

El gobierno Argentino expresó este sábado su respaldo al gobierno de Ecuador y rechazó las amenazas del Reino Unido de ingresar a la embajada ecuatoriana en Londres para arrestar al australiano Julian Assange, fundador de Wikileaks, asilado en esa sede diplomática.

Hace pocos días el ex juez español Baltasar Garzón se reunió en Quito, capital de Ecuador, con Christine Assange, madre de Julian Assange. El ex magistrado confirmó que participará en la defensa del fundador de WikiLeaks, refugiado en la embajada de Ecuador en Londres desde el 19 de junio.

La conferencia de prensa fue cubierta por el periodista guatrachense Julio Santarelli, acreditado como periodista internacional por la cadena Contacto Sur.

En la rueda de prensa conjunta con Christine Assange, Garzón señaló que fue contactado por el fundador de WikiLeaks y que se hará cargo “de la coordinación de su defensa a partir del 19 de julio pasado”.

Julian Assange, de 41 años, está refugiado en la Embajada ecuatoriana de Londres desde el 19 de junio, después de que una corte británica ordenara que podía ser extraditado a Suecia para responder de acusaciones de “violación” y “agresión sexual” que él niega firmemente.

El fundador de WikiLeaks teme que Suecia no sea más que una etapa antes de un traslado a Estados Unidos para responder por eventuales acusaciones de espionaje, tras la publicación en 2010 de cientos de miles de cables diplomáticos y documentos de Washington sobre las guerras de Irak y Afganistán.

Christine Assange, que viajó a Quito para reunirse con el presidente ecuatoriano Rafael Correa, dijo no obstante que sigue inquieta por la amenaza del gobierno británico de entrar en la Embajada del país sudamericano para capturar a su hijo y extraditarlo a Suecia.

Ante la consulta de los periodistas, Chiristine aseguró “ko que el gobierno británico está proponiendo es una desgracia absoluta, y seguro que él (Julian) está ocupado pensando qué hacer a partir de este momento”, agregó.

Para la australiana, “EE UU ha declarado la guerra a la libertad de prensa y a los ‘filtradores’ del mundo” y ha conseguido que otros países occidentales le rindan pleitesía con una actitud que califica de “totalitaria”.

Para ella, el Reino Unido es “hipócrita” por acatar la decisión de su Tribunal Supremo para extraditar al pirata informático, requerido en Suecia por supuestos delitos sexuales. Pero la madre de Julian Assange y su defensa –ahora liderada por el exjuez Baltasar Garzón– insisten en que la motivación es otra: WikiLeaks filtró cientos de miles de documentos comprometedores para EE UU sobre las guerras de Afganistán, Irak y la diplomacia estadounidense.

“No es un pirata, ni es un terrorista” dijo al referirse a Julián Assange y recordó que lo que ha hecho es “difundir información con elementos muy graves que nadie se ha ocupado de investigar en Estados Unidos.”

“Un pedido de extradición está claramente definido como una persecución política contra Assange. Si se concede la extradición lo que se está haciendo es una entrega a Estados Unidos, que no se ha puesto de manifiesto”, dijo.

“Hay versiones de fiscales y de personas que han tenido acceso a la información de Estados Unidos de que existe un proceso para acusar a Assange en el momento que sea políticamente oportuno para Estados Unidos. Se lo considera como un enemigo no combatiente”, cerró.

Julio César Santarelli, habitual colaborador de este portal se encuentra realizando una pasantía en Ecuador para ALER (Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica) que tiene sede en Quito y es una red que trabaja con radios comunitarias de toda América Latina, desde México hasta la Patagonia.
“Yuli”,
periodista de FM Raíces de La Plata fue seleccionado entre muchas radios de la Argentina para corresponsal 2012, y en el país latinoamericano, además de seguir la situación de Assange se ocupa del Foro social Paraguay Resiste, originado luego del golpe de estado a Lugo y del conflicto mapuche en el sur de Chile.

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Cartas de Lectores: Querido Néstor Grill, un cumpleaños más sin vos.

Como Haensel y Gretel, tus compañeros y compañeras fueron dejando un rastro de miguitas en el camino de su calvario. Agudizando los sentidos disponibles al extremo, guardaron en la memoria, en los oídos, en todo el cuerpo cada bache de la ruta que transitaron cuando los trasladaban, la sirena de un tren, el sonido del mar, las vacas que mugían, los perros que ladraban, los olores que percibían y las voces de los verdugos.

Más de 30 años después de sucedidos los hechos, se dieron cita frente a un Tribunal para dar testimonio de su paso por los círculos dantescos de los sótanos del horror. Fue un desfile de historias vivientes que arrojaron luz sobre distintas maneras de proceder y organizarse de los esbirros de la muerte. Con la voz entrecortada por la emoción y el dolor contenidos durante tantísimos años, dieron cuenta de experiencias propias y ajenas, pedacitos de un rompecabezas enorme al que todavía le faltan muchísimas piezas, pero que de a poco se va completando.

Y son ellos y ellas quienes también están ayudando a reconstruir la senda que te tocó transitar a vos. Recabando y uniendo datos –un apellido susurrado, un detalle que se filtró debajo de la venda, un apretón de manos furtivo que le robaron al terror… todos y cada uno de los recuerdos es de vital importancia al momento de darle forma a algo que nos lleve a vos, que nos de una pauta, un atisbo del destino que te tocó vivir para, de esa manera, sacarte de este NO-SER/ NO-ESTAR que nos apabulla con su crueldad, que no nos deja retroceder pero tampoco avanzar, que no nos termina de cerrar jamás.

Mucho es el camino andado, impresionante es lo que se ha logrado. Conceptos como Genocidio, Plan sistemático de robo de bebés, Imprescriptibilidad de los Delitos de Lesa Humanidad y otros ya están firmemente anclados en la jurisprudencia de nuestro país. Y se expresan y esgrimen con fundamento y excelencia profesional hasta en la Oscura Bahía, aunque te parezca mentira. Muy a pesar de gran parte de la población y, por supuesto, muy a pesar del pasquín mayor, que hasta el día de hoy no deja de poner palos en la rueda si de hacer justicia por ustedes se trata. Porque a pesar de los logros, todavía hay mucho escepticismo, que duele. El “en algo raro habrá andado” se da cita hasta en los círculos familiares, lo que duele aún más.

Nos falta muchísimo todavía para llegar a saber todo lo que pasó y, por sobre todas las cosas, DONDE están todos y todas ustedes, los y las que nos siguen faltando y forman parte de ese limbo sin nombre, sin referencia concreta y sin espacio tangible que quienes llevaron adelante el plan macabro de la dictadura cívico-militar dieron en llamar “los desaparecidos”. Quienes concibieron ese plan y también quienes lo ejecutaron manchando sus manos de sangre inocente -según se está viendo- se van a llevar esa información a la tumba. El pacto de silencio que los une es monolítico.

Sin embargo, una y otra vez la verdad se abre camino a través de las sombras. Como el agua, que cuando empezó a correr nadie la puede detener, la verdad se hace presente aprovechando cada oportunidad que le dan de revelarse. Esa es nuestra esperanza y por eso no resignamos y seguimos reclamando por vos.

Mi mayor deseo en este día, el de tu cumpleaños, es que desde donde estés te manifiestes y nos des una pista para poder brindarte la paz que desde hace tanto tiempo estás esperando. Que así sea.

Nota:
Néstor Ruben Grill nació en Jacinto Aráuz (La Pampa) el 8 de agosto de 1953. Años más tarde la familia se mudó a la ciudad de Bahía Blanca. Fue secuestrado el 4 de noviembre de 1976 en su domicilio, en presencia de su padre y hermano. El grupo de tareas que participó del operativo amenazó al padre diciéndole que no hiciera la denuncia, porque si lo hacía no volvería a ver a su hijo. Tiempo después la familia Grill denunció el caso. Su hermano Norberto donó una muestra de sangre al Equipo Argentino de Antropología Forense, para ayudar a identificar sus restos. Al momento se su secuestro, Néstor tenía 23 años, era activo participante de las tareas que llevaba adelante Cáritas en la ciudad de Bahía Blanca y estudiaba Ingeniería Civil en la Universidad Tecnológica Nacional.

Por Graciela Bertón

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Jacinto Aráuz o El Reino del Revés.

Toda mi infancia y adolescencia transcurrieron en un pueblito del sur de La Pampa, Jacinto Aráuz. Allí pasaban cosas sorprendentes: vivíamos en El Reino del Revés.

Por ejemplo:
– El diario había que leerlo “a la inversa”. Se trataba de La Nueva Provincia, que venía desde Bahía Blanca y monopolizaba el acceso a la información. Cuando tuve edad de leerlo, mi padre me dio las instrucciones del caso, que eran muy simples: todo lo que ahí se consideraba bueno, era malo y viceversa. ¡Practiquísimo!

– Normalmente, en nuestro país se ensalza a la gente que “viene de afuera”. Pues en mi pueblo no: si alguien venía de otro lugar –y peor si era de una ciudad- despertaba la desconfianza y el resquemor de los lugareños. ¡Y peor aún si esa persona había estado, por dar un ejemplo, en un país tan alejado a nuestras costumbres como la India y compartía su experiencia! En ese preciso instante pasaba a engrosar una lista negra que, por esos días, se estaba confeccionando de manera secreta.

– Las personas que se preocupaban por el bienestar común y por la cultura eran tildadas de “comunistas” y por más que nunca hubieran estado en Rusia y fueran empresarios (ergo=capitalistas), se sospechaba que deseaban instaurar “ideologías foráneas” en el medio, lo que también los hacía formar parte de la lista antes mencionada.

– Y a personas que se pasaban gran parte de su vida útil tomando y jugando a las cartas en el club del pueblo se los veía como salvadores de la moral y las buenas costumbres…

¡No me digas que no era raro lo que sucedía en mi pueblo, perdido en la llanura pampeana! Ahí “nunca pasaba nada”, todos nos conocíamos y, gran parte de nosotros/as, estábamos emparentados, ya que proveníamos de una congregación protestante muy antigua, la Iglesia Evangélica Valdense, cuyos miembros habían mantenido las familias unidas por generaciones, pasando por exilios y persecuciones.

Un día de invierno, el 14 de julio de 1976, me desperté como siempre para ir al colegio y, al llegar a clase, me vi inmersa en la película de terror del Reino del Revés: donde normalmente circulaban los profesores, había soldados que nos apuntaban con armas largas; donde se bregaba por la buena convivencia y el respeto mutuo, los docentes eran arrancados de las aulas, esposados, encapuchados y arrastrados a vehículos que estaban apostados afuera; en vez de cultivarnos para ser personas de bien, estábamos siendo catapultados a la más feroz de las barbaries.

Y la historia no terminó ahí: mi padre -una de las personas más pacíficas y respetuosas que haya conocido en mi vida- fue secuestrado, bestialmente torturado y trasladado con destino incierto, junto a docentes del colegio. Los días subsiguientes fueron apresadas dos personas más. Esto ocurría con total impunidad, frente a los ojos de todos, desde el poder que da la prepotencia y siguiendo un plan ideado por un grupo de vecinos del mismo pueblo, quienes habían confeccionado la susodicha lista. “Tienen una lista y ahí figura tu padre”, me adelantó un compañero que, evidentemente, estaba al tanto de lo que les iba a pasar a los “enlistados”.

Las cosas siguieron patas arriba:
– Normalmente, cuando se habla de “la complicidad de la Iglesia con la dictadura” se piensa automáticamente en la Iglesia Católica y que los protestantes tuvieron otra actitud respecto de los militares y las atrocidades cometidas por ellos. Pues en mi pueblo, siguiendo el leit motiv de este texto, fue al revés: la única persona del ámbito eclesiástico que nos visitó en esos terribles momentos y fue personalmente a la comisaría a reclamar por la libertad de los secuestrados fue el cura párroco, el Padre Valentín Bosch. Nadie de nuestra iglesia se hizo presente para dar una palabra de aliento, ni siquiera alguien fue exigir la libertad del propio pastor, que también fue detenido y golpeado… y hay quien dice que, entre los autores de la lista negra, también había apellidos valdenses. El Padre Valentín tuvo que exiliarse días más tarde…

– Para colmo de males: quien aún hoy es el prócer máximo del pueblo, aquella persona que es tomada como ejemplo de rectitud y honestidad hasta su último aliento y que, además, integrara años más tarde nada menos que la prestigiosa CONADEP -estoy hablando del Dr. René Favaloro- frente al pedido desesperado de intercesión por parte de los familiares de las víctimas, dada su cercanía a las altas cúpulas militares, responde que “con esa historia no quiere tener nada que ver”.

– Y si faltaba una frutilla para el postre, aquí va: el sentido común asocia un brindis con los deseos de vida, la amistad, la prosperidad y la bienaventuranza. Pero en mi pueblo, después del operativo militar, se brindó por “el restablecimiento de la tranquilidad”, lo que traducido a la realidad significó que dicho evento festivo transcurría mientras mi padre y sus compañeros de infortunio se debatían en su último aliento dentro de una bolsa de plástico o les colocaban la picana en las partes más sensibles del cuerpo. Uno de ellos, que por milagro había logrado escapar, trataba de sobrevivir huyendo a través de los campos. Invitados de honor de ese asado festivo: los genocidas más perversos que han circulado por nuestra provincia, hoy imputados por delitos de lesa humanidad.

¿Qué es lo que pasa en ese lugar? ¿O es -como mi padre decía, parafraseando a León Tolstoi: “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”- que el pueblo es una maqueta del mundo entero?

¿Dónde está el arriba, qué es lo que está abajo? ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos? ¿Cómo puede ser que en una comunidad tan pequeña hayan sucedido cosas tan terribles por las que nadie –todavía- tuvo que asumir las consecuencias? ¿Cómo puede ser que el mismo lugar geográfico –la comisaría del pueblo- haya sido escenario de dos hechos de increíble violencia, acerca de los que allí nadie quiere hablar?(1) ¿Cómo es posible que, de los seis Centros Clandestinos de Detención y Tortura (hoy oficialmente señalizados) dos de ellos se encuentren en esa pequeña comunidad, que no llega a los dos mil habitantes?

Por eso reitero, al cumplirse el 36 aniversario de ese día terrible: contra la impunidad y por la justicia, esgrimiendo la verdad, rompamos el círculo nefasto del Reino del Revés y que quienes actuaron en complicidad con la dictadura se hagan cargo de sus acciones.

En memoria de mi padre.

Graciela Berton

Nota: (1) En 1921, la comisaría del pueblo fue escenario de lo que Osvaldo Bayer llamó: “La masacre de Jacinto Aráuz”. El 9 de diciembre de 1921, al mando del comisario Basualdo, se inicia la represión en una encerrona en el patio de la comisaría de Jacinto Aráuz, donde habían concurrido estibadores a declarar -a requerimiento del mencionado comisario- por un conflicto laboral. Basualdo, con un Winchester, comienza la masacre matando de un tiro al delegado Carmen Quinteros y a los gritos de ¡Agentes, métanles balas, no dejen ni un anarquista vivo! Los bolseros no se acobardaron y los enfrentaron. Sacaron sus cuchillos y revólveres e hicieron retroceder a los policías y luego de 20 minutos tomaron la comisaría, pero se les acabaron las balas y tuvieron que dejarla. Antes, había llegado desde Bahía Blanca gente de la Liga Patriótica al mando de un tal Cataldi. Así comenzó la cacería de obreros a campo traviesa. 

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