Historias: César Goldín, de un campo en Guatraché al Alto Valle.


Sus abuelos, inmigrantes de Rusia y Rumania, cultivaron trigo en Bernasconi, La Pampa. Sus padres tuvieron tierras en Guatraché y él es productor de ganadería ovina desde 1984.

César Goldín se ha vinculado con el mundo ganadero desde su cuna. Nació y se crió en Guatraché, La Pampa. Allí sus padres adquirieron un campo para siembra y ganadería que era parte de la estancia “Mará”, donde se hacían las grandes hachadas de madera de caldén que se usaba para reemplazar el carbón Cardiff que usaba el ferrocarril.

La vida de César Goldín transcurrió en otra geografía y en distintas actividades, pero su pasión por el campo permanece intacta. “En La Pampa nació mi amor por el campo; me sacaron de Guatraché a los tirones, tenía 11, 12 años cuando nos vinimos para Río Negro. Fue muy duro para mí, tanto, que siempre pensé en volver a Guatraché. En 2008 fuí para la celebración de los 100 años del pueblo. Hacía 50 años que no iba; fui con mis hijos, que no conocían. Visitamos la casa donde me crié, estaba igual. Fue muy emocionante”.

Es que en La Pampa están sus raíces. Los padres de César nacieron en esa provincia pero no sus abuelos, inmigrantes provenientes de Rusia y de Rumania. “Mis abuelos vinieron como colonos, primero a Buenos Aires y de allí a Bahía Blanca. Mi abuelo paterno era recibidor de granos de la firma Bunge y Born y después, cuando el Barón de Hirsch promovió la creación de colonias en la Argentina para inmigrantes de origen judío, se fundó una colonia en Bernasconi, La Pampa. Mis abuelos recibieron 400 hectáreas. Como eran vecinos, ahí se conocieron mis padres: vivían uno al lado del otro”.
“Trabajaban duro… me da pena decirlo, pero eran explotados. Me contaba mi abuela (Berta Goldín) que trabajaban bajo el mando de un administrador. Sembraban y al final del año entregaban las bolsas de trigo y se cobraban con bolsas que usaban para alimentarse durante un año. La verdad era que no les alcanzaba. Ella (su abuela) contaba que escondía bolsas de trigo debajo de la cama grande para poder alimentar a las gallinas. La situación fue así hasta que Perón dijo ‘La tierra es para quien la trabaja’ y los colonos pudieron hacerse propietarios”.

Pese a eso el padre de César no se hizo peronista; fue radical, situación que le devuelve a César una anécdota de su infancia: “En la escuela a la que asistí en Guatraché había una directora muy peronista casada con un Fieg, pariente de los Fieg de Roca. La primera camioneta que sacó Perón, esas bajitas con motor de moto a las que llamaban ‘La Justicialista’, la compró él, el ‘Negro’ Fieg, el esposo de la directora, que nos adoctrinaba en la escuela, razón por la cual yo tenía nueve años y me sentía peronista, era un fanático de Perón. En mi habitación tenía colgadas fotos suyas por todas partes. En 1955, cuando el golpe, salí a la calle a gritar ‘¡La vida por Perón!, ¡La vida por Perón!’. Bueno, con los años, como mi viejo, me afilié a la UCR”.

Los padres de César, Alejandro Goldín y Rebeca Colodner, crecieron en Bernasconi y cuando se casaron fueron a trabajar a General Campos, un pueblo cercano a Guatraché. El padre de César era recibidor de granos de firmas grandes. “Mi viejo recibía los granos en el ferrocarril, las bolsas se apilaban en la estación y se mandaban de allí al puerto de Buenos Aires”, cuenta.

Estuvieron en ese pueblo una temporada, luego se mudaron a Guatraché. Alejandro Goldín comenzó a trabajar en una casa de ramos generales, casa de la que terminó siendo socio, la Novick & Insausti.

Los abuelos de César continuaron en Bernasconi, donde vivieron el resto de sus vidas. “Mi padre, ya en Guatraché, ayudó mucho a mis abuelos. Me acuerdo de que les regaló la primera radio a acumulador, que se cargaba con un molino de viento. Ésa fue la primera radio que llegó a la colonia; la usaban para tener luz en la casa y los fines de semana se juntaban los vecinos a escuchar noticias y música”.

César y su hermana Alicia nacieron en Guatraché. Vivían en una casa del pueblo pero eran parte del mundo rural. El campo de la infancia de César se conserva, en su recuerdo, intacto: “Se trabajaba con cosechadoras a caballo. Si estaba lindo el tiempo las bolsas de trigo se dejaban tiradas en el campo, porque no había silos; se cosechaba y se ponía el trigo en bolsas. Yo tendría 8 años y manejaba un carro de cuatro caballos, salía con un peón y mi viejo a buscar las bolsas para llevarlas al galpón si el tiempo desmejoraba y pintaba que iba a llover…”.

En Guatraché vivieron hasta 1958. Por esa fecha el campo no estaba bien: “Si no era el pulgón era el carbón en el trigo; si no, los bajos precios o la sequía, así que después de una seguidilla de años malos mi papá decidió vender”.

Otro de los motivos por los cuales muchas familias con hijos migraban de ese lugar era que sólo había escuela primaria. “Eso pesó también para que dejáramos el lugar. Mi hermana se fue a los 13 años a estudiar a Bahía Blanca, vivía con otras chicas en un pensionado, y mis padres querían que la familia estuviese unida. Ella terminó la secundaria en Bahía, se recibió de profesora de francés y de música y se mudó con nosotros; después se radicó en Bahía Blanca”.

El matrimonio Goldín eligió la provincia de Río Negro porque un hermano de Rebeca, Marcos Colodner, vivía en Allen y también tenía un primo en Roca, Samuel Colodner.

“Mi papá vendió el campo y se compró un comercio de ramos generales donde trabajaron muchos años con mi mamá, vendían desde bicicletas hasta artículos de librería. Ya sexto grado lo hice en Cipolletti; luego, la secundaria, en el ‘Manuel Belgrano’. Igual hace poco me fui a festejar los 50 años de egresados de la Escuela 60 con mis antiguos compañeros de Guatraché. Después de que terminé la secundaria me fui a hacer la colimba a Bariloche. Cuando terminé el servicio militar, en 1967, me fui un año a trabajar con un tío que tenía una fábrica de muebles en Necochea. Con él aprendí el oficio de carpintero. Después me vine a trabajar a Roca; me trajo Vicente Parrilli, el papá de Oscar, que tenía una estación de servicios”.

“Con los años Vicente vendió la estación de servicios y yo compré un local en Roca, en Italia y San Martín. Allí puse una carnicería, me hice matarife: faenaba en el matadero que en aquella época estaba al lado de la cárcel. Cuando cerraron el matadero faenábamos en Fricader, cuando Fricader era una potencia. Compraba en las ferias de Choele Choel y Río Colorado… ¡cómo me gustaba ir! De algún modo con esta actividad recuperé mi conexión con el campo. Estuve en ese comercio unos tres años, hasta que vendí el negocio y pasé a la actividad vitivinícola con mi suegro, Samuel Glanz; la bodega era Millantú”.

“Samuel Glanz tenía la bodega en sociedad con su hermano David. Yo me quería ir al campo, pero mi suegro me convenció de ir a trabajar con él y estuve en la actividad vitivinícola durante 28 años. La bodega tenía la planta fraccionadora donde ahora funciona La Anónima grande y el resto se hacía en Cervantes. Allá la sociedad tenía algunas hectáreas de fruta, además de las de viñas. Por ese tiempo fui integrante del Consorcio de Riego de Cervantes y participé en el Centro de Bodegueros hasta que se cerró la bodega, en 1999”.

“En medio me casé con Diana Glanz, hermana de Iacob, y tuvimos dos hijos: Flavia, que ya es abogada, y Alejandro, que es diseñador gráfico”.

En 1982 César Goldín concretó un sueño muy acariciado. Compró un campo a 35 kilómetros de Roca, al sur del río Negro. “Compré las mejoras, era un campo fiscal -cuenta-. Lo alambré y mensuré. Era un campo para vacas y, como opté por la ganadería ovina, lo vendí y compré otro, a 180 kilómetros de Roca. Lo armé completo. Mientras tanto trabajaba en la actividad vitivinícola. Durante años mi trabajo en la bodega me permitió ir armando ese campo. Comencé con la ganadería ovina en 1984. Eso fue aprender todo otra vez. Aprendí primero de otros y después, capacitándome. Ahora vendo la lana y los corderos. Saco lana de 20 micrones con 57, 58 de rinde. Exploto 15.000 hectáreas y el resto del tiempo estoy abocado a la Sociedad Rural del Alto Valle”.

Entre sus funciones, Goldín participó en el Consejo de Banco Nación en representación de la CRA para ayudar a resolver la situación de productores ganaderos del Alto Valle con problemas de endeudamiento. También fue parte del Consejo Regional del INTA.

“Cuando empecé con el tema lanero me sumé a Cambio Rural, armamos un grupo de productores. Allí me capacité verdaderamente, en el INTA Bariloche. El INTA fue fundamental para muchos de los que veníamos de otras actividades. Realmente aprendimos, y con el tiempo empezamos a hacer capacitaciones en la delegación de Roca”.

Por: SUSANA YAPPERT (sy@fruticulturasur.com). Diario Río Negro.

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