Cotita, una sombra ya pronto serás


Un periodista santafesino llamado Claudio Cherep,  emprende allá por 2005 una experiencia inédita, recorrer el País a bordo de su coche, acompañado de su grabador, una filmadora y una cámara de fotos.

La idea era recorrer la geografía, y construir un DIARIO DE VIAJE periodístico que le permitiera conocer a fondo cada una de las provincias argentinas, a través de sus historias; sus personajes y sus paisajes.
Es así que comienza la aventura periodística, y es allí donde en su paso por la ruta nacional 35, nos interesa rescatar sus vivencias de un desolado lugar, al que nuestros padres o abuelos conocieron como “Cotita”.

A continuación su relato:

En la ruta 35, en el imaginario límite entre la pampa húmeda y la pampa seca, hubo un pueblo al que –paradójicamente- fue el progreso el que le jugó una mala pasada. Se llamaba Cotita. Hoy no hay vestigios de su existencia. La ruta 35 es un sinónimo de La Pampa. Nace en Río Cuarto, en la provincia de Córdoba, y llega hasta Bahía Blanca, después de atravesar todo el desierto pampeano. A la vera de esta ruta, kilómetros más, kilómetros menos, hacia el este o el oeste, se edificaron la mayoría de las ciudades de la provincia que se concibió con la Conquista del Desierto. Y los camioneros saben que hay que estar atentos en “la 35”, porque es una recta tan aburrida que invita a dormitarse. El paisaje, al sur de la 35, es una secuencia repetida y anodina que incluye arbustos resecos, campos vírgenes, caminos laterales polvorientos y algunos caranchos a la espera de que los camiones vuelquen su furia sobre algún animal del campo para luego comer. Así, lo que queda cerca, parece más lejos en esta ruta nacional. Y, si los que la recorremos, venimos del frío del sur, sufrimos el doble un sol ardiente que se parece más al que dejamos en Santa Fe. Lo cierto es que cuando se construyó esta ruta, algunos pueblos quedaron al margen. Aunque sea un kilómetro al margen, pero se les pasó el tren del progreso por un costado y no pudieron sobreponerse. Uno de esos fue Cotita. Típico pueblo de gringos llegados a laborar las tierras cedidas por el roquismo conquistador, Cotita fue próspero una vez. O, al menos, insinuó con progresar. Tuvo su estación de trenes, su escuela, sus suburbios camperos, sus sueños de jóvenes hijos de los pioneros de construir un país que también incluyera al interior. Pero un día, pasó el asfalto disfrazado de progreso y, lo que en otros lugares implica un avance providencial, en Cotita significó el principio del fin. Primeros se fueron los estudiantes, después cerró el ferrocarril y, de ahí a la desaparición, un solo paso. Paso que se cumplió inexorablemente. Algunos de los más antiguos pobladores se murieron y otros se marcharon obligados por la nada a la que los sometió el destino. Cuando apenas quedaba el edificio de una escuela que ya no funcionaba, un campesino adinerado compró el lote y acabó con el último vestigio de que allí existió Cotita. Lo derrumbó para ampliar sus plantaciones de trigo o maíz, y ya nadie más supo que antes hubo ahí una historia tan común como la de los otros pueblos de la zona. Ahora, cuando uno pasa por ese lugar que alguna vez se llamó Cotita, ya ni siquiera queda el cartel del ferrocarril que lo identificaba. Apenas la nostalgia de una pobladora que encontramos unos kilómetros más adelante nos permitió saber que allí hubo una localidad. Hoy es la ruta 35, o sea, desierto, desolación, calor, caranchos esperando animales víctimas de los camioneros. Quizás una señal de un futuro bien nuestro, en tanto sigamos entendiendo el progreso como hasta ahora.

claudio_cherep@yahoo.com.ar – 22/12/05

COTITA: Apodo familiar de la señora Mariana Cambaceres, esposa de R.M.Blanco, quién donó el terreno para la construcción de la estación.

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