La etapa de los abrazos en el PJ


Mito y realidad sobre la imbatibilidad del peronismo pampeano.
La maquinaria electoral, la administración del conflicto y la centralidad del peronismo como cambio en la continuidad son sostenes de la vigencia del peronismo pampeano. Los retos de la oposición en ese escenario.

Norberto G. Asquini

Comienza la campaña final de cara a las elecciones del 25 de octubre. Estos días encontraron al candidato del PJ, el senador Carlos Verna, cerrando filas al interior del peronismo, buscando mejorar sus chances y consolidado en su postulación. Todo un desafío para una oposición que se unió para forzar una alternancia que ha sido imposible de doblegar en 32 años de democracia en La Pampa.

Este escenario lleva a preguntarse por la “imbatibilidad” del peronismo pampeano en más de tres décadas. ¿Es posible ganarle? Podemos contestar este interrogante utilizando un argumento: el PJ pampeano desde hace más de una década que no obtiene más del 50% de los votos emitidos para gobernador. En 2007 consiguió el 47,1% (90.527) y en 2011 el 39,6% (81.892). O sea, hay una franja entre el 52 y el 60 por ciento de los votantes pampeanos, ya sea que adhieran a otro postulante o lo hagan en blanco, que no votaría al candidato del oficialismo. Una posibilidad para la oposición.

La mitad, no.

Pero hay un contra-argumento: la mitad no vota al PJ, pero tampoco eligen a otro. Nadie obtiene más votos que el PJ, ni siquiera en una elección en la que se presenta dividido y fracturado, como las legislativas del 2013, en la que sacó el 34% de los sufragios emitidos. El radicalismo (en sus distintas alianzas) alcanzó entre el 26,9% (2011) y el 32,2% (2007) para gobernador, con un pico en las legislativas nacionales del 33,6% en 2009 y 33,3% en 2013. Ahora, con un candidato más competitivo y en alianza con la tercera fuerza, el PRO, quiere disputarle la gobernación al PJ. ¿Podrá romper el radicalismo y sus aliados el techo del “tercio irreductible” electoral? Si el PJ se ha perpetuado en el poder, se pueden buscar las causas en datos objetivos -el uso partidario de los recursos y los mecanismos del Estado provincial- pero también en la falta de vocación de poder y la falta de eficacia de la oposición para convertirse en alternativa real. Si se puede observar a un PJ fragmentado hacia su interior, la oposición no está en mejores condiciones. Y no solo entre los socios de un mismo frente, sino al interior mismo de la UCR.

La máquina a toda marcha.

La foto de Verna abrazando en el congreso del PJ de Eduardo Castex a su competidor de las internas del 5 de julio, Fabián Bruna, fue una muestra de por qué se afirma en cada votación el sistema político de partido predominante en La Pampa, más que el de un bipartidismo.

En el peronismo se asegura por un lado que pasadas hoy las internas, se tiende a la “unidad” detrás de un candidato, un partido o un proyecto. “Como siempre”, se asegura. Son discursos de campaña para convocar a los consensos. Pero la realidad se impone al relato. La disputa interna subsiste y se mantendrá, ya sea explícita o solapada. Se busca, por ejemplo, cerrar filas detrás de Raúl Ortiz como postulante a la intendencia de Santa Rosa, y se va logrando, por convicción, por conveniencia o a la fuerza, pero no todos están a gusto. Ocurre en muchos lados. Los candidatos a intendente que en la interna lograron buena ventaja, están cómodos en la campaña, pero los que se impusieron con escaso margen sobre la otra línea sospechan que los contrarios podrían votarles en contra en octubre.

Sin embargo, el peronismo pampeano ha logrado ser una “maquinaria electoral” que se aglomera en torno a la lógica y la vocación de poder cuando hay comicios. Verna no tuvo todos los consensos detrás de su postulación (su línea fue una coalición de varios “ismos” y le ganó con el 56% al jorgismo), pero el peronismo sostiene, reproduce y permanece en el poder.

Pragmático y práctico, el bloque de poder en el PJ ha hecho buen uso de la “administración del conflicto” luego de estar al borde de la fractura en varias oportunidades. Mantener los pies en el plato a pesar de todas las diferencias manifiestas. Es la fuerza de la necesidad: Verna abraza a Bruna para convocar a los “descarriados”, Bruna lo hace para no quedar como el rupturista.

Y como se cierran filas entre quienes estaban enfrentados y poco es lo que los une, también se busca afrontar en lo externo una elección sin fisuras. Aún con maniobras poco democráticas, como el pedido al candidato presidencial Daniel Scioli para que no “enganche” su boleta a la del FpV pampeano (Encuentro + humanistas) o de máxima para que baje esa lista.

Empuje provincial.

La campaña, como siempre y más que nunca, se provincializará. No será como en 2011 cuando en su mejor momento Cristina Fernández logró la reelección en La Pampa con el 50,7% de los votos emitidos (104 mil) sobre los de Jorge con el 39,6% (81 mil). En esas votaciones lo nacional apuntaló lo local. Las próximas serán como las del 2007, la primera de Jorge, cuando los peronismos provinciales fueron quienes arrastraron votos hacia la boleta presidencial. En ese momento, Jorge obtuvo 90.527 votos (el 47,1% de los emitidos) sobre la de CFK que logró apenas 76.283. Las primarias del 9 de agosto adelantaron ese panorama.

Verna solo necesita a Scioli para que le retire el apoyo al FpV para mejorar en parte sus chances. Para Scioli, desechar la lista kirchnerista es una cuestión política, pero en lo electoral mejoraría su performance con una colectora K, sobre todo cuando quiere llegar al 45%.

Proyectos en disputa.

La centralidad del peronismo en la política nacional y provincial es otro dato de esa imbatibilidad. Lo que logra el PJ es convertirse en el cambio dentro de la continuidad, aunque éste sea más aparente que real. Transforma su estilo de gestión, más que políticas de fondo. En ese sentido, es difícil para la oposición mostrar y hacer competitivo un “proyecto de provincia” novedoso o alternativo al presente. El PJ ha sabido convertirse y mostrarse como su propia alternativa. Si el proyecto “clásico” del marinismo de los 80 y 90 está agotado, si el del jorgismo está terminado, el de Verna es presentado como el que quedó “inconcluso”. Así, más allá de todas las críticas que se le puedan hacer, el peronismo construye su permanencia. La muestra rural de General Pico es un ejemplo: ya no hay atisbos de conflicto entre los ruralistas con el oficialismo provincial, y políticos y productores aplauden en la misma tribuna en contra de las políticas del proyecto nacional del kirchnerismo.

Otros argumentos.

Vamos al extremo para confrontar lo que se está planteando. En la capital provincial, el candidato Ortiz no las tiene todas consigo: llegó a esa postulación porque renunció el titular, el gobernador Jorge, por lo que su figura no es tan competitiva, enfrenta su primera elección y tiene resistencias tanto dentro del jorgismo como en otras líneas. Y se suma que Santa Rosa no ha sido fácil en los últimos tiempos al PJ y el peronismo sale de una gestión con muchas deudas y problemas.

Sin embargo, se indica que el “peronismo siempre vota peronismo”. Luis Larrañaga, otro desconocido y sin base en las líneas mayoritarias en 2011, le ganó al oficialismo del radical Francisco Torroba que llegaba a esos comicios como intendente en su mejor momento y con una gestión aceptada.

En este contexto, como lo demostró en Santa Rosa en 2008, la única posibilidad para la oposición de lograr la alternancia -frente a la gobernabilidad que ha garantizado el peronismo-, es que solo puede aspirar a vencer al PJ en el marco de una crisis -económica o institucional- que ponga en discusión la hegemonía y la necesidad del peronismo en La Pampa. En ese sentido, una de las deudas que tiene el arco opositor hacia sus votantes, es no haber encontrado la fórmula para disputarle el poder en las urnas al oficialismo. Un radicalismo conservador en sus prácticas no ha sabido construir un rumbo distinto que pueda enfrentar con chances al peronismo pampeano. Lo que se llama tener vocación de poder.

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