Las dos coaliciones, la lógica de poder y el peso de la interna.
Verna y Bruna cuentan apoyos a cuatro meses de una interna que es casi una general por todo lo que está en juego y lo que moviliza. Las negociaciones de último momento y la política del pragmatismo puro instalada de cara a julio.
Norberto G. Asquini
Las dos coaliciones dentro del PJ pampeano van tomando forma para el choque interno del 5 de julio. Una en torno a la precandidatura del senador Carlos Verna y la otra a la del secretario Fabián Bruna. Por ahora, los movimientos son a nivel de dirigentes, pero pronto la interna se va a pelear cuadra por cuadra. Ambos sectores con características organizativas y programáticas distintas, parecen disputar en la provincia el cambio en la continuidad del peronismo: para Verna es con un perfil de gestión distinto al del gobernador Oscar Mario Jorge; para Bruna la renovación del peronismo tradicional. Ambos además están empujados por una cuestión: hacerse del poder, ya que el que pierde queda afuera. Y esto lo saben los precandidatos.
¿El que gana conduce?
Por ahora, tan solo por ahora en donde solo se observan movimientos tácticos, la confrontación no parece ser descarnada. Solo hubo alguna chicana entre Jorge y Verna por sus visitas cruzadas en el oeste. Las manifestaciones ofensivas, como la de una diputada vernista hablando de que el precandidato jorgista “no manda ni en su casa”, fue un caso aislado y hasta quedó desubicada. Pero cuando se disputa el poder mismo se sabe que la interna sacudirá al Estado peronista mismo, ramificado y amplificado en cada localidad, y hasta recorrerá organismos e instituciones.
En ese marco, la tradicional frase adaptada por el peronismo “el que gana conduce y el que pierde acompaña”, fue tema de debate público durante la semana pasada. En la última década, esta consigna aparece como devaluada a la luz de la experiencia práctica. Verna fue quien puso en cuestión su vigencia con sus declaraciones, y desde el jorgismo le respondieron que estaría pensando en su manera de entender la política. El marinismo defendió a través de la vicegobernadora Norma Durango esa posición políticamente correcta, con una postura que tiene mucho de verticalismo pragmático, pero también de racionalidad. El marinismo ha sido consecuente con esto, lo que se puede considerar una virtud en la política.
Fortalezas de cada uno.
Los dos bloques comienzan a tomar forma con actos y recorridas de sus postulantes. Es cuestión de perspectiva la situación en la que está parado cada uno. Verna hace sus movimientos: tiene su bastión en General Pico -al que un analista opositor considera “La Matanza” pampeana por la fidelidad del voto peronista con un piso del 35%-, ha sumado una veintena de intendentes que manifiestan su adhesión en los medios -si bien algunos ya estaban en sus filas de antemano y esperaban el momento para hacerlo público- y diputados provinciales que desembarcan como candidatos en pueblos gestionados por jorgistas. En el oeste tiene mayoría de jefes comunales. Sumó a Convergencia, sector al que le daría el lugar de vice en la lista.
Compromiso Peronista mantiene la mayoría de los intendentes, pero no en las tres principales ciudades. Relativizan el peso de los jefes comunales ahora vernistas y afirman que tendrán precandidatos competitivos en esas localidades. Observan que, en la disputa mediática por quién tiene más cuerpo para la interna, una postulación de Jorge en Santa Rosa sería volcar la balanza, pero eso está muy verde. En ese contexto, todos miran al ministro de Bienestar Social, Raúl Ortiz, o a Jorge Lezcano como posibles postulantes. La línea está negociando además con otros sectores como el lezcanismo, el robledismo y el tiernismo. Aunque en el último caso pida más de lo que puede ofrecer. Y tendrá el apoyo del kirchnerismo.
Puro aparato.
La interna es puro aparato: gana el que tiene mayor capacidad de movilización y hasta de recursos y la estructura partidaria. Es además casi una general: en la mayor interna que hubo en 2007 entre Jorge y Marín participaron 75 mil votantes, que representaron el 31,8% de los empadronados totales de la provincia, el 39,1% de los votos emitidos en la general de octubre y el 44,3% de los votos positivos de ese mismo día.
Votan los independientes, pero no es obligatorio. Ajenos al peronismo, por ejemplo, hay productores rurales que apoyarán a Verna en contra de la presidenta, y docentes universitarios que lo harán por Bruna como manera de sostener el proyecto K. Pero en la interna, la organización y la plata, pesan.
¿Logrará descontar el jorgismo la diferencia que marcan las encuestas con Verna? ¿Será el aparato oficial determinante el 5 de julio? Compromiso Peronista parece condicionado por los tiempos de su conductor, el gobernador Jorge. A diferencia de Verna, no se ha destacado por la construcción política. Muchos achacan que haya dejado pasar los meses para afrontar la interna y mantenga su tozudez en la falta de diálogo o que no sumara otros sectores. Algunos dudan de que haya recursos suficientes por su apego a “cuidar” la plata, sobre todo en una interna en la que se juega todo. Sus decisiones son espasmódicas, parece tomarlas con los problemas encima.
Argumentos.
Hay una lógica del poder, un pragmatismo en el peronismo que hace que los apoyos se aglutinen en torno a la carta ganadora. Para algunos es claramente Verna, para otros hay que esperar la evolución de Bruna. La apelación del vernismo y el marinismo al “voto útil” es parte de esa razón instrumental: un argumento central y sin apelaciones es que Verna es el único que podría garantizar el triunfo en octubre, o que ya tendría ganada la interna. Los primeros agitan el temor a perder la Provincia por primera vez, los segundos advierten que no se puede dejar pasar el carro de la historia.
Pero del otro lado también hay argumentos: un intendente afirmó que Bruna garantiza una sucesión ordenada o no “traumática”, otro que de cambiar el rumbo podría haber represalias o revanchismo, y un tercero que sostendrá lo conseguido por el gobierno nacional.
Pases y convicción.
El pragmatismo es norma -aunque no es monopolio solo del peronismo sino que también es compartido por la oposición-. Su apelación ha provocado que se tengan que realizar piruetas ideológicas para acomodarse a los cambios de bando. La adhesión del intendente santarroseño Luis Larrañaga a Verna ha sido el ejemplo más acabado. Luego de proclamarse K y hasta considerarse la superación del peronismo tradicional, denostando al senador y a Marín, parece haber arreglado con Verna para intentar lograr la reelección. Una muestra de descarnado oportunismo político. Más consecuente con sus convicciones, el kirchnerista secretario de Cultura Miguel García ya dijo que no votará a Verna. Hasta algún vernista de la primera hora, el “puro”, también observa este movimiento como una falta de códigos del dirigente santarroseño, pero lo tolera si es que así lo decidió su jefe político.
Marín terminó de definir su alianza con Verna, proponiendo una encuesta -que hoy le da ganador por diferencia al senador- y volcándose en apoyo por el que considera que ganará la interna. No hay cuestiones de convicción política, sino de supervivencia en su lógica. Pero también argumentos basados en la experiencia con Jorge: el mandatario no respetó el acuerdo firmado en 2011 y nunca respondió al diálogo interno.
Lo importante es la suma. El vernismo parece haber convocado a Larrañaga porque a pesar de su imagen negativa en las encuestas, es el que mejor parece medir porque está al frente del municipio. Pero no dejó de lado a los precandidatos y subgrupos vernistas capitalinos que nunca pudieron hacer pie. En esas extrañas volteretas de la política, marinistas y vernistas y Larrañaga, que chocaron cuanto pudieron, terminarán en el mismo bando.
El jorgismo no parece irle en saga. Las conversaciones con la tiernista Comunidad Organizada para que pueda tener un precandidato a intendente con cierto peso en General Pico, muestra que el sentido práctico no tiene dueño.
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