AYER SE CUMPLIERON 30 AÑOS DEL HUNDIMIENTO DEL CRUCERO ARA “GENERAL BELGRANO”
Memoria, lo que el mar no se llevó
A tres décadas del acontecimiento, ayer volvieron a escucharse los testimonios de algunos de los sobrevivientes que viven en la zona. Todos, de una forma u otra, mantienen vivo el recuerdo de los 323 argentinos que perdieron su vida en este episodio ocurrido en plena guerra por la recuperación de las Islas Malvinas.
Mientras Silvio Baridón resiste temperaturas de -20ºC en una balsa a la deriva en el Atlántico Sur, su familia, en un campo cercano a Jacinto Aráuz, lo da por muerto.
Su madre acaba de escuchar por Radio Uruguay que el crucero ARA “General Belgrano” –donde él está como conscripto– fue hundido por el submarino nuclear inglés “Conqueror” y que no hay sobrevivientes.
Cuatro días después de la errónea noticia, Baridón atraviesa a pie el portal de bienvenida del pequeño pueblo pampeano, de regreso a casa de sus abuelos. Una vez en la puerta, que –piensa– seguramente se encuentra sin llave, vacila. ¿Debe anunciarse o es mejor entrar sin hacerlo?
Todavía se ve a sí mismo rescatando medallas de cuerpos que flotan en el mar cuando decide que lo mejor es tomar el picaporte y casi al instante, golpear; tal como lo hizo siempre, en sus 18 años de vida.
La puerta se abre a una postal que no olvidará jamás: su mamá, su abuela y su tía lo esperan en torno a la mesa familiar. No hay gritos, ni llantos desesperados, solo abrazos. Baridón cree que, de tan intensas, las emociones resultan contenidas.
Tres imágenes lo asaltan entonces y lo acompañarán hasta hoy: su salida del buque a cubierta tras el impacto, las balsas balanceándose entre olas de entre seis y ocho metros y la mole de hierro en el instante en que es tragada por el agua.
La gran burbuja azul
El crucero se hunde a razón de un grado por minuto cuando el comandante Héctor Bonzo da la orden de saltar a las balsas. Son las 16.24 del 2 de mayo de 1982.
A Silvio Baridón el mar y el cielo le parecen una misma cosa; una gran burbuja azul sin promesa de tierra.
No hay pánico pero cientos de pedidos de auxilio se transforman en el testimonio sonoro de la tragedia.
Cuando el primer torpedo del buque enemigo impactó en la proa, a las 16.01, el araucense caminaba hacia su puesto de guardia como artillero de la torre 2. Gracias a ello logró salvarse, ya que sus compañeros de habitación murieron alcanzados por la onda expansiva del torpedo.
Casi al instante de la primera explosión, otro torpedo lastimó la popa e inclinó al crucero.
Ya con las balsas dispuestas a los costados, no quedó otra opción más que saltar. Si bien todos los tripulantes participaron con anterioridad en simulacros de abandono, hubo quienes no pudieron evitar caer al agua, a -10ºC.
Cuando el crucero desapareció en el mar comenzó otra lucha: la de los sobrevivientes por mantener el cuerpo caliente contra los -20ºC cero de sensación térmica, sin alimento, con poco abrigo y con el agua hasta la cintura.
En las primeras horas, casi nadie habló en la balsa. Algunos rezaron, otros bromearon y todos pensaron en salvarse y llenaron bolsas con orina para calentarse pies y manos.
Tres preceptos guiaron la estrategia de subsistencia: no dormirse, no quedarse quieto y vigilar que no le sucediese al compañero.
Tras casi un día de incertidumbre –por la mañana divisaron un avión– en pleno naufragio, finalmente Baridón junto a cientos de tripulantes de otras balsas, fue rescatado por el buque Piedra Buena. Eran las 17 del 3 de mayo de 1982.
Nuevamente a bordo recibió ropa seca y masajes, compartió una sopa, dormitó en una cama superpoblada y participó de la recepción de otros sobrevivientes, a quienes ayudó a quitarse la ropa mojada y a volver a sentir sus piernas y manos. Así funcionó la cadena de solidaridad.
Dos días después, el buque arribó a Ushuaia y el conscripto descendió –como los demás– en camiseta, ojotas y calzoncillo. Solo algunos contaron con cobijas.
Luego, desde el colimba hasta los oficiales y el comandante vistieron mamelucos verdes y zapatillas blancas proporcionados por la aeronáutica.
Ya en Ushuaia –cuenta Baridón– nadie estuvo totalmente seguro de haber sobrevivido a la tragedia. La siguiente prueba de fuego era llegar por aire hasta Puerto Belgrano.
Todo concluye al fin
Hasta el momento, el exconscripto no consigue recordar ni una de las 17 caras de quienes lo acompañaron en la balsa aquel 2 de mayo.
Sin embargo, un rostro permanece en su memoria: el de su compañero de la Escuela Nº 33, Jorge Pardou, el araucense que perdió la vida en la tragedia y quien hoy posee un monumento en el pueblo y una calle con su nombre.
“El era cabo segundo y también tenía 18 años. Era una persona muy puntillosa y no creo que haya llegado tarde a la guardia. Tenía el mismo puesto que yo, pero en otro sector del crucero. Pudo haber salido a ayudar pero no lo sabemos”, comenta Baridón, quien en la actualidad está casado con Zulema Schwindt, con quien tiene dos hijos, Alexis (hoy de 24 años) y Natali (de 19)
Además, trabaja en la Municipalidad y da charlas en las escuelas sobre su experiencia, con una muy buena respuesta por parte de gran parte de los chicos, principalmente.
Cronología
* El 16 de abril el crucero ARA “General Belgrano” partió rumbo al sur, donde realizó pruebas de guerra. Luego llegó a Ushuaia donde cargó combustible y municiones, y volvió a zarpar el 24 de abril.
* El 2 de mayo, a las 16.01, el submarino nuclear inglés “Conqueror” torpedeó al crucero.
* El cese inmediato de energía e iluminación paralizó a los 1.093 tripulantes. El primer torpedo mató a 274 tripulantes. El segundo impactó a la altura de proa de la nave y provocó el desprendimiento de 12 metros de la misma.
* A las 16.24, el comandante Héctor Bonzo dio la orden de subir a las balsas, preparadas para recepcionar entre 20 y 30 personas.
* Participaron del rescate de los sobrevivientes los buques Gurruchaga, Bahía Paraíso, Bouchard y Piedra Buena.
* En la madrugada del 5 de mayo, los buques arribaron al puerto de Ushuaia con los rescatados, quienes fueron transportados por vía aérea a Puerto Belgrano.
* La operación de rescate se extendió hasta el día 9 de mayo.
* El ataque causó la muerte de 323 argentinos –prácticamente la mitad de las bajas del país en todo el conflicto.
* El hecho generó una polémica en ambos países, al haberse producido fuera del área de exclusión establecida por el gobierno británico alrededor de las islas.
* Normalmente, en tiempos de paz, la tripulación del buque oscilaba entre 750 y 770 hombres, pero en este caso se llegó a 1.093 tripulantes.
Frase: “La primera vez que navegamos fuimos a Ushuaia, Puerto Madryn, Punta del Este y volvimos a Puerto Belgrano. La segunda vez, volvimos a Ushuaia y la tercera vez ya no volvimos”, dijo.
Frase: “Cuando me tocó ir al crucero sentí una satisfacción muy grande. Era un buque con historia porque había estado en la Segunda Guerra Mundial. Era impresionante, grandísimo. Yo solo lo había visto por fotos”.
(La Nueva)