Esta columna tiene dos miradas sobre el peronismo pampeano, distintas y complementarias. Una es la lógica de la convivencia y lo que dejó el acuerdo partidario. La otra electoral, ya que 2015 se presenta complejo.
Norberto G. Asquini
El Partido Justicialista en La Pampa cerró sus listas partidarias consensuadas, evitando las consecuencias de lo que pocos meses antes parecía una fractura definitiva. Los acuerdos provinciales, los de dirigentes, fueron negociados para no forzar el status quo conseguido. Los locales, hablamos puntualmente de Santa Rosa, la capital cruzada por la confrontación y la fragmentación del peronismo, fue una disputa de espacios casi encarnizada en las unidades básicas.
El justicialismo pampeano selló la convivencia partidaria. Después se podrá calificar como uno quiera a esa convivencia: pacífica, necesaria, forzada, posible… Pero ante el escenario nacional, tanto político como económico, actual y el que se avizora para 2015, el PJ provincial supo cerrar filas para evitar, o morigerar, las querellas internas y pacificar las pasiones. La unidad, cuando ya la verticalidad es un valor en decadencia entre sus filas, es una característica de ese peronismo tradicional que no se ha perdido cuando esa fuerza política parece atravesar zonas oscuras. La lógica del poder, otra cuestión arraigada y alimentada entre sus dirigentes, empuja a aglutinarse, como se pueda, cuando la división afecta los intereses comunes.
Pensar el partido.
El “gran acuerdo” del bloque de poder conformado por los tres principales dirigentes, el gobernador Oscar Mario Jorge, el senador Carlos Verna y el titular del PJ, Rubén Marín, es partidario, no electoral. Era en lo formal amoldar el partido a la nueva ecuación electoral que dejó 2013. Y no es solo mantener la institucionalidad de esa fuerza, sino en lo organizativo sostener el aparato y en lo político encauzar la interna de 2015 con la inclusión de todos los sectores. En ese sentido, se promovió a aquellos dirigentes conciliadores que promuevan los entendimientos, como ocurrió con el intendente Ariel Rojas del jorgismo o el diputado vernista Daniel Lovera, o Jorge Tebes en la UB de General Pico parecen marcar este perfil equilibrado. O la incorporación por parte del jorgismo de Jorge Lezcano y su línea Identidad Peronista, al que se lo había soslayado de los arreglos y tuvo que llamarlo el mismo gobernador para acordar.
Esto marca los límites que tiene cada armado. La confección de listas sirvió además para ver la potencialidad de cada sector, quién está con quién, y quienes son los protagonistas centrales de cada línea. También es, en los hechos, actualizar la distribución del poder político hacia dentro del PJ, trasladar a la conducción partidaria el nuevo mapa político del PJ. En ese sentido, además se empezó a “oxigenar” su estructura dándole espacios a voces distintas entre los congresales y autoridades, que se pueden englobar en lo que se considera la “renovación generacional” de la dirigencia peronista.
Una ciudad sin rumbo.
En Santa Rosa el armado de listas fue enmarañado. En el Consejo de Unidades Básicas se trasladó el esquema del acuerdo provincial a pesar de la resistencia de distintos sectores con el intendente Luis Larrañaga y de las diferencias que tuvo éste en su arresto autonómico con el gobernador Jorge, el que tuvo que ceder finalmente a sus pretensiones para cerrar las negociaciones. El jefe comunal preside el consejo, como ocurrió en la mayoría de las localidades, y la distribución de cargos es similar a la provincial.
Pero las negociaciones mostraron la dispersión y fragmentación que hay en las bases. Una actualidad del peronismo santarroseño que preocupa a las grandes referencias. Un terreno minado de internas y cruzado por disputas de poder, muchas de ellas pequeñas y personales. Casi un cuerpo a cuerpo. Desde que el marinismo dejó el poder en 2003, el peronismo santarroseño ha incrementado una condición proclive a la disputa. Internas, fracturas y disidencias se han sumado para dejar marcado un panorama complicado que quedó demostrado en las negociaciones.
Esta vez el intendente Larrañaga quiso competir pero se tuvieron que llegar a acuerdos parciales. Hubo varios interlocutores por listas y por barrios. En algunos, hasta se enfrentaron hasta los de una misma corriente.
La desobediencia cala entre los molestos con el status quo partidario oficial. Pero no dejan de ser expresiones periféricas en el peronismo. Son los que en los aprestos de cada elección comienzan a mostrarse. Los Matzkin trayendo a De la Sota cuando poco antes soñaban con Massa, agrupamientos por demás pretenciosos tratando de hacerse con el sello massista, algunos que se acercan al PRO, otros soñando con el tiernismo. En las elecciones, la realidad les marca los límites a sus sueños.
El laberinto del candidato.
Hacia 2015 el acuerdo partidario puede amortiguar las consecuencias de una interna furiosa. Pero eso no significa que haya arreglo electoral. Por ahora, las aguas están bien divididas entre Compromiso Peronista y el vernismo-marinismo. Más adelante, tal vez este acuerdo sirva como ejemplo para unificar posturas. Algunos, sobre todo Marín, promueve desde ahora -y otros están tomando conciencia- de que un acuerdo de estas características entre todas las líneas internas es la única solución para retener la gobernación en el próximo período. La división va en contra de las posibilidades.
Verna ya es precandidato y afrontará una interna con el jorgismo. Desde su entorno indican que las encuestas le dan muy bien. Pero hay algunos nubarrones en el horizonte. El senador parece enfrentarse a una elección “sucia” para el PJ, muy diferente a otros tiempos menos complejos.
Por un lado, todo indica que habrá interna. Si la tendencia a nivel nacional es evitar las votaciones internas para elegir postulantes y a proliferar los acuerdos de cúpulas para sortear esas instancias, en La Pampa la tendencia desde 2003 es otra. Dos internas para gobernador (2003 y 2007) y dos muy duras en la capital provincial para intendente (2008 y 2011) dan cuenta de cómo los tiempos han cambiado. Verna nunca quiso afrontar uno de estos comicios, evitó riesgos y fue sobre seguro, pero esta vez parece que lo hará.
Capital complicada.
Le preocupa Santa Rosa. La dispersión y la fragmentación afectan sus chances porque no mide como en el resto de la provincia. Sus decisiones equivocadas sobre la capital fueron parte de las causas de este presente. Nunca pudo hacer pie. Eligió mal algunos candidatos, como el destituido Juan Carlos Tierno, y sus referentes nunca pudieron construir un apoyo real en la capital. Ya está desencantado con algunos como Garay, al que dejó afuera del Consejo Provincial, y ha manifestado en reuniones que no tiene candidato, ya que los dos lanzados no miden en las encuestas, y que tampoco le ha dado su aval como afirman.
Un tema central.
Otra cuestión es el marco nacional. Desde esta columna adelantamos hace dos semanas que un tema de importancia -algunos dirigentes del PJ indican que “es central”- es el desdoblamiento de las elecciones. Un peronismo dividido a nivel nacional, con un candidato oficialista que puede ser Scioli y Massa por afuera, puede dividir el voto peronista en la provincia al dispersarse en diferentes boletas. Verna no quiere esa interferencia. Si la candidatura presidencial ayudó a arrastrar votos en otras oportunidades, como en 2011 con Cristina Fernández, ahora es muy diferente y parece que dividirá aguas.
Proliferan en este escenario los desencantados con el PJ oficialista en La Pampa que agitan las banderas massistas. Por ahora, hay un desdoblamiento de hecho, ya que si bien las generales pueden ser el mismo día, las boletas nacionales y las provinciales no irían juntas porque los padrones son diferentes al incluir los primeros los votos de los menores de 18 años. Pero el vernismo quiere que directamente no coincidan las fechas. La “provincialización” de las elecciones, algo que procuró siempre Verna, sería lo mejor.
Pensar en garantías.
El senador entiende que además en este escenario, de llegar otra vez a Casa de Gobierno, no tendría las garantías suficientes para gobernar. La aparición de partidos que tengan el respaldo de las boletas nacionales de Massa o Macri podría fragmentar con mayor número de bancadas la Legislatura, y hasta sacarle la mayoría. Y un PJ dividido puede incidir en el proceso parlamentario.
Igualmente el marco nacional no se observa tan negativo. Si en 2007 Verna se bajó de su candidatura a gobernador molesto por la injerencia de la presidenta Cristina Fernández y en la posibilidad de una gestión condicionada, esta vez con los dos que más posibilidades tienen -por ahora- Massa y Scioli tiene buena llegada y relación.