Opinión: A 30 años de Malvinas, Héroes de mi plaza.

A 30 años de Malvinas

Héroes de mi plaza

El mensaje que recibí hace unos días vía facebook dice así:
“Hola Lautaro. Soy la persona que en el mes de agosto del año 2.001 les envió la carta de agradecimiento por haber realizado en Guatraché el monumento a nuestros HEROES MALVINEROS. Tengo todavía y la guardo con mucha estima, aquella carta que ustedes me enviaron como agradecimiento. Espero que sigamos en contacto”.
El que la escribió se llama Rubén. No entiendo porqué se acuerda de aquellos días y porqué me envía un mensaje. El gesto no deja de sorprenderme y gustarme al mismo tiempo. Qué bueno que se acuerde de nosotros. Yo no recuerdo su rostro. Tampoco aquella carta que nos envió en 2001. Sin embargo puedo recordar todo lo que ocurrió antes. Todo lo que hicimos para armar esa placita.

Fue unas semanas antes del 2 de abril. Estábamos terminando el octavo o noveno año y cargábamos con la fiaca de todo estudiante secundario. La profesora Ana nos exigía cerca del mediodía, que hiciéramos algo para conmemorar. Las chicas de la primera fila pensaban en monografías, en láminas con recortes, en repetir historias de manual. Nosotros, los varones, pensábamos solamente en ellas. Solamente en esas púberes de guardapolvo blanco y sus cumpleaños por venir.
Los más quilomberos estábamos al fondo, cerca de la ventana, en las aulas de arriba. Facundo, Sebastián, Emiliano, y yo. También estaba Javier que había repetido y lo incorporamos al grupo. A esa hora no queríamos pensar en nada más que no sea almuerzo. No queríamos pensar en Malvinas y mucho menos en tarea sobre Malvinas. Se nos ocurrió que el pueblo tampoco había pensado mucho en eso. Que no había por entonces nada que recordara a la soberanía, a los héroes, al horror. Ni una placa, ni un cartel, ni siquiera un excombatiente para ir a rendirle honores en abril.
– Ahí está, dijo uno.
Quizás el que lo dije fui yo, ahora no lo recuerdo. La profesora su puso contenta, creyó en nuestra preocupación y nos dijo que enviáramos una carta al intendente, que quizás nos daba bola. La carta la hice en casa con mi madre. Después la firmamos todos.
La municipalidad tenía por entonces algunos problemitas financieros pero el intendente nos dijo que igual podíamos hacer algo. Algo austero.
En diciembre 2001 el país iba a explotar, pero en marzo, ocho meses antes del “que se vayan todos”, en Guatraché, pueblo recóndito del sur pampeano, quedaban por suerte, algunos morlacos para homenajear a los caídos de Malvinas.

El mensaje -muy gentil- que envió Rubén termina diciendo que el no es veterano de guerra, pero que hace poco, estuvo en Guatraché dando una charla con otros que sí lo son. La pasaron hermoso, dice. Estuvieron en la Unidad 21 y después en el cine del club Pampero. Se nota que Rubén tampoco recuerda mi cara porque, ahora que lo veo en su perfil de Facebook, aquella noche estuve hablando él. La charla con los sobrevivientes del Crucero Belgrano estuvo bien.
Ese día Rubén estaba vestido con una camisa verde oliva, como de soldado. El es policía o lo fue. Frecuentemente -por lo que se ve en su muro- viste color verde. Tiene 52 años y por sus publicaciones en la red social podría decirse que es partidario de un nacionalismo apasionado, signado por un fuerte arraigo militar. A todos los que comparten su pasión les llama “Malvineros”. En algunas fotos hay armas de guerra, en otras militares y policías, y en las demás muchas, pero muchas, Islas Malvinas. Ha compartido también algún enlace despotricando contra la Cámpora y los “Desmalvinizadores”. Uno de sus amigos en facebook dice que le encantaría hacer una “limpieza étnica”. Otro que la única manera de recuperar Malvinas es “darles -a los ingleses- su Vietnam”.
Rubén no se anima a decir tanto.

El plano del monumento lo hizo el profesor Fantini. Constaba de un cantero que imitaba la forma del crucero General Belgrano y, más atrás, una pared con el contorno de las islas. Cuando los albañiles terminaron el cantero a mí me parecía una flecha de ladrillos. No podía ver ahí un crucero hundido. Después le pusieron flores y mejoró. La pared quedó hermosa. Habían hecho un mar en degradé como se ve en los mapas. La habían pintado compañeros de otros cursos que -por lo visto- tenían más dotes de artistas que los del noveno A. La inscripción “A los héroes de Malvinas” y el contorno de las islas, las hizo algún herrero.
Cuando la inauguramos estuvieron todos los vecinos. Hacía frió pero eso no importó. Me acuerdo de los Portada y el viejo Adán dándonos una mano con la organización. Todos los del noveno año hicimos algo. Algunos leyeron, otros entregaron presentes y los varones más rústicos se encargaron de los pozos para instalar las plantas. Años más tarde, las fotos de aquel día formaron parte de una muestra fotográfica en la Unidad Educativa.

“Si te puedo ser útil en algo, aquí estoy contá conmigo. Las Malvinas son argentinas, volveremos. Viva la Patria”. Así termina el mensaje de Rubén. La palabra “volveremos” me asusta un poco. No puedo dejar de relacionar esa palabra con sus fotos de armas y desfiles militares. No termina de quedarme claro su fanatismo. No sé si es un fanático por recuperar la soberanía sobre el archipiélago, un fanático de la guerra, de las armas, de la doctrina militar, o todo eso junto. En sus comentarios de Facebook, Rubén deja expreso que la guerra no fue en vano, que 649 vidas tuvieron un sentido para la patria y para la historia. Yo no estoy de acuerdo. Para mí no existe un sinsentido más grande que la guerra. Comparto sí su idea sobre el heroísmo: hay que tener mucho valor para matar, para dejarse matar.
Es difícil entender cómo a veces podemos compartir homenajes y espacios estando -con los demás- tan alejados.

Todos los actos del 2 de abril se celebraron, desde entonces, en nuestra plazoleta. Todos los años se sembró un nuevo árbol. Alguna vez de paseo, volví a estar en un acto y escuché buenas historias. La que más recuerdo es la de Carina. Su reencuentro con el soldado al que le escribía cartas cuando era una niña me emocionó. El veterano dijo que durante toda la guerra había guardado su cartita y que siempre la buscó. Me llenó de orgullo saber que después de 25 años se encontraban allí.
Pero no todos los actos fueron iguales. El año pasado la placita se convirtió en un territorio de disputa. Celebro que así haya sido porque la historia es eso: una constante tensión. Muchos se fueron ofendidos. Me lastimó que los partidarios de otra historia –de otra versión de la historia- hayan agraviado a los que hicimos ese lugar.

No dejo de agradecerle a Rubén el gesto de acordarse de nosotros, los chicos de noveno A, promoción 2001, de la Unidad Educativa N°21. Por suerte hemos crecido y queda claro que no pensamos igual. Es raro. Rubén y yo, honramos y honraremos cada 2 de abril a los mismos héroes. Ahora sé que lo hacemos distinto.
Dentro de cuatro días se cumplirán 30 años de nuestra guerra más absurda. 30 años del último manotazo que nos dio el Estado genocida. Se cumplirán también 11 años del mediodía en que, sin querer, transformábamos un cartel que anunciaba “Guatraché, Capital Provincial del Turismo”, en un sitio para la memoria.
Facundo y Sebastián fueron padres. A los demás me los cruzo siempre que vuelvo. El viejo Quito Portada nos dejó hace poco. Yo vivo en Córdoba y paso mis horas aprendiendo a contar historias. Cuando llega esta fecha no puedo dejar de pensar en aquellos días. Cuando nos jugábamos la poca niñez que nos quedaba y soñábamos con chicas sin guardapolvo. Cuando el tiempo nos parecía eterno y ni siquiera nos animábamos a discutir la historia.

Por Lautaro Bentivegna.

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