(Foto de Arriba: Crónicas de Fuego)
La infamia y la traición se nutren del rumor y se condimentan con la envidia y la impunidad.
por Graciela Berton
Uno puso el huevito, el otro lo juntó, uno más le puso la sal, otra lo cocinó… y este pícaro gordito…
Similar a este juego infantil se sucedieron los hechos preliminares a ese 14 de julio de 1976 en mi pueblo natal de La Pampa, Jacinto Arauz, cuando un ridículamente exagerado despliegue de armas, “efectivos”, móviles y “especialistas en tareas especiales” vino a romper la paz pueblerina e irrumpió violentamente en la vida de unas cuantas familias, entre ellas la mía.
Mucho se ha escrito y hablado acerca del terrorismo de Estado, y en este caso concreto puedo decir con orgullo que –gracias a la incansable labor de compañeros/as que nunca bajaron los brazos- se ha logrado que la Justicia caiga sobre algunas de las personas que participaron de esa orgía del horror. Es un principio y un gran avance.
Sin embargo, a mi entender, muy poco se ha profundizado sobre el fenómeno del denunciante local, esas personas que -hoy todavía impunes- comenzaron una campaña de rumores y acusaciones que les sirvieron en bandeja a los servicios de inteligencia de la provincia de La Pampa y también de Bahía Blanca los “argumentos” necesarios para llevar adelante las atrocidades cometidas.
Porque ahí está -para mí- la clave del “Nunca más!”, ya que siempre han existido y seguirán existiendo grupos que están dispuestos a ensangrentar sus manos atacando un “objetivo” que le han dicho que hay que eliminar, mano de obra a disposición del mal. Y de esa horda se sirven los mentores, los que nunca tocaron la picana que le ponían en las encías a quien era el rector de mi colegio, Carlos Samprón; ni jamás vieron como mi padre, Samuel Ezel Berton, se debatía en sus últimos estertores bajo la aplicación del submarino seco… pero que fueron la herramienta imprescindible para que eso ocurriera.
Esta gente no tuvo que comparecer (todavía) frente a ningún Tribunal, nadie (hasta ahora) los fue a molestar con preguntas incómodas, su cuenta aún no está saldada. Estas personas no tienen rasgos especiales ni aspecto monstruoso, eran y son vecinos del pequeño pueblo de Jacinto Arauz, que en ese momento no llegaba a los 1000 habitantes y que se cruzaban diariamente con nosotros. Algunos fallecieron, otros siguen ocupando cargos respetables dentro de la comunidad. Entre ellos, hay hermanos de la Iglesia Evangélica Valdense, fe que profesamos con toda mi familia.
La hipocresía de esas personas no tiene límite. Todos y cada uno de ellos/as son culpables de las atrocidades que cometieron las fuerzas combinadas que actuaron ese 14 de julio de 1976, culpables de que bebés hayan tenido que crecer lejos de sus padres y la causa (indirecta, por llamarlo de alguna forma) del cáncer fulminante que se llevó a mi padre con tan sólo 54 años, a principios de 1984, cuando el sol de la democracia empezaba a calentar de a poco los corazones.
A partir del 2003, las víctimas de la dictadura y sus familiares comenzamos a andar un nuevo camino de esperanza, y se ha recorrido un buen trecho. Sin embargo hoy, a 35 años de aquella nefasta fecha, reitero el reclamo de juicio y castigo para todos los involucrados y responsables, incluidos los civiles que hicieron posible que la dignidad de personas absolutamente inocentes y de altos ideales de vida fuera pisoteada y su vida, destruida.
En memoria y en solidaridad con tantos/as compañeros/as que quedaron en el camino y otros/as que aun avanzan: ¡que se haga justicia!
Publicado en Diario El Fisgón. http://diariofisgon.blogspot.com/
Justicia y castigo a los culpables civiles que fueron tan responsables como los propios artifices de los macabros sucesos en la epoca mas nefasta de los argentinos. Señora Berton: Muchas Gracias por su aporte, es necesario Levantar la Voz por Aquellos que dieron Su vida tratando de que este Pais sea Mas Justo, es necesario aprovechar este buen momento de la democracia para comprometernos, como tan necesario es leventar la Bandera del NUNCA MAS!
Honrar la memoria de quienes fueron victimas del terrorismo de estado es demostrarles a Los Buchones que la lucha no termino. Hay que seguir en este camino, sepamos que a cada chancho le llega su San Martin. FUERZA!
Saludo desde aquí a Graciela Bertón, a quien sólo conozco por haber escuchado su estremecedor testimonio en el Juicio Oral de la Subzona 14 llevado a cabo en Santa Rosa en 2010. No me extenderé demasiado sobre el incalculable valor y valentía de esta nota, la primera proveniente de una de las víctimas indirectas de los nefastos acontecimientos que han marcado de manera indeleble la historia de Jacinto Aráuz, junto con la masacre de los anarquistas en huelga de 1921, ambos teniendo como escenario principal la comisaría local. Es en esa misma comisaría, no me cansaré de decirlo, donde personalmente fui torturado, hecho que generalmente no se menciona en las crónicas. El Puesto Caminero es el que se cita como escenario de los tormentos físicos a que fueron sometidas las víctimas, pero también en la comisaría se torturó y hubo testigos: empleadas que preparaban café en la cocina (donde se mantenía a los secuestrados) mientras se burlaban de ellos, como una tal Negra Arellano que había llevado ese día a su nieto o nieta (Claudio o Claudia), testigo temprano del horror desatado por los genocidas. ¿Dónde está esa gente? ¿Dónde están los empleados de la comisaría que fueron testigos de estos aberrantes hechos? ¿Ha pasado algo con el comisario Gauna , René ‘Chaleco’ Giménez y otros que participaron en la represión?
Graciela tiene, como es entendible, el pudor de no dar nombres cuando se refiere a los “buchones” del pueblo que desencadenaron esta pesadilla y se siguen paseando ufanos por el pueblo, protegidos por la impunidad.
Los archivos judiciales del Operativo Aráuz, sin embargo, mencionan con claridad el nombre de esos buchones, pero extrañamente ninguno de ellos fue citado a declarar en el juicio, habiendo sido su colaboración con los represores fundamental en los hechos. ¿Se los llamará alguna vez a rendir cuentas? Al día siguiente de mi declaración ante el tribunal, el Diario La Arena de Santa Rosa reprodujo en un párrafo lo siguiente (mis palabras son las que están entre comillas):
El testigo [Quartucci] dio seis apellidos: “El que empezó con toda esta historia y la campaña de desprestigio fue Ricardo Rostán”, un productor agropecuario que falleció y que era el padre del ex senador radical Néstor Rostán. También mencionó al “matrimonio de Irma ‘Chiquita’ Rodríguez, que era la directora de la Escuela 33 (primaria), y Gregorio Matir. Ellos veían ‘rojo’ en todos los rincones del colegio”. Ambos viven. Quartucci citó además a un tal Goi, que sería Adelmo, ex juez de paz, al “farmaceútico (Omar) Munuce” y al “veterinario (Rubens) Garciandía”. Los dos primeros están muertos. (La Arena, 29/09/2010)
¡No permitamos que la verdad sólo se conozca a medias!