Romina Ragonese: “Me dieron una nueva oportunidad para ser feliz junto a mi hijo”
Desde muy chiquita, Romina Ragonese comenzó a sufrir la vida, la violencia se convirtió en algo natural, primero como testigo y después como víctima. Las drogas también dijeron presente. Seguramente sin darse cuenta perdió de vista el futuro, hasta fue madre sin proponérselo y a punto estuvo de decidir no serlo. Su madre, primero; y su hijo, después; la mantuvieron en este mundo.
El 27 de abril del 2013 la oscuridad la abrazó de tal manera que casi la dejó sin aliento; el 13 de marzo volvió a vivir y recién ahora sabe que la felicidad existe, que la va a poder disfrutar junto a su pequeño Valentín. De una entrevista mano a mano con La Reforma se desprende que lo que ocurrió hace casi un año tiene sus explicaciones. “Si mi hijo no hubiera existido yo me hubiese matado”, confesó.
“Cuando yo tenía ocho años, mis padres se separaron. Me quedé viviendo con mi mamá hasta los 15 años y me fui con mi abuela. Era como independizarme. A partir de ese momento comencé a conocer gente, a consumir drogas y a vivir una vida jodida. Así fue hasta los 18, cuando me llevaron a una iglesia, realmente estaba muy depresiva. Allí me ayudaron mucho para salir adelante, pero a los 21 tuve una recaída y me alejé de la iglesia. Empecé a fumar de nuevo, volví a las malas juntas…”; bien pueden extenderse estas expresiones como el prólogo de lo que vivió hasta la madrugada del 27 de abril del 2013 esta joven madre de 26 años, nacida en una clínica en Palermo (Capital Federal) y que prácticamente fuera obligada a residir en General Pico desde marzo del año pasado.
Marihuana, alcohol mezclado con pastillas y cocaína pasaron a ser parte de su “dieta” diaria. “Con el estado de depresión que tenía, tomaba lo que venía. Desde los 15 años anduve dando vueltas por la vida, mi abuelo me ayudó muchísimo, el quería que terminara la secundaria”, dijo casi resignada.
Aseguró que nunca tuvo que robar para poder comprar drogas, aunque muchas veces no le alcanzaba el dinero para alimentar sus adicciones: “A los quince años trabajaba, repartía volantes y me pagaban diez pesos. La plata me alcanzaba para comprar y cuando no tenía le pedía a mis amistades. Consumía mucho y comía poco, sólo lo que mi abuelo preparaba, él estaba en el rubro gastronómico. La adicción me fue destruyendo y caí en una gran depresión”.
Tras la confesión de su debilidad por las sustancias prohibidas surgió otro dato que irremediablemente ayuda a entender su historia de vida: “Desde chiquita conozco la violencia, en mi casa abundaban los golpes. Mi papá era una persona violenta. Consumía alcohol, era depresivo y tomaba pastillas; todo esto hacía que fuera muy violento y golpeaba mucho a mi mamá. Sufríamos al ver cómo le pegaba a ella, nunca nos tocó a nosotros”.
Su madre, la relación con Maximiliano Pérez y el infierno
En momentos en que se acercaba a la adolescencia apareció en su vida Maximiliano Abel Pérez, en principio de manera indirecta, pero más tarde incidiendo de manera tal que quedara marcada por el resto de sus días. “Él conoció a mi mamá cuando yo tenía 13 años; cuando cumplí 15 se juntó con ella y yo me fui a vivir con mi abuelo. Los iba a visitar algunos fines de semana. A veces la relación con ellos era buena, otra veces no tanto porque yo veía mucha agresión y mal trato a mi mamá. Me hacía mal verlos en esa situación, por eso pasaba tiempo en que no iba, para no ser testigo de todo eso”; otra vez la violencia se hacía presente y la tenía como testigo presencial. Todo parecía indicar que ese flagelo la acompañaría por siempre.
-¿Qué hizo que te fijaras en quien había sido pareja de tu madre, sabiendo que era una persona violenta?
-En realidad nunca lo vi a él como un hombre, nunca quise estar con él. Nunca elegí lo que me tocó vivir, lo veía como un padrastro. no tenía ninguna intención con él y supongo que él tampoco. Antes de que cumplir los 22, yo estaba trabajando en una joyería pero con el tema de las drogas empecé a descuidar el trabajo y mi madre me dijo que fuera a vivir con ella. Acepté para alejarme de las adicciones, mi mamá ya había tenido dos hijas con ‘Maxi’. Para ese entonces yo estaba en abstinencia y para calmarme, tomaba alcohol.
Un día él volvió a la casa (a visitar a las nenas), nos pusimos a tomar y pasó lo que no tenía que pasar. Sinceramente no me di cuenta de que habíamos tenido relaciones sexuales, él me fue llevando para que tuviéramos sexo. Al otro día me di cuenta y le dije que estaba mal lo que habíamos hecho. Le dije que nunca más quería acostarme con él y le pedí que no me molestara. Esa noche fue que quedé embarazada.
-¿Cómo reaccionó tu mamá?
-Yo no quería tener el bebé, le pedí a mi madre que me ayudara a abortarlo. Nunca estuve a favor del aborto, pero estaba viviendo una situación que no deseaba. No quería tener un hijo de él, ni tampoco convivir y mucho menos formar una familia. Conocía quién era y además había sido la pareja de mi madre. A ella le había contado toda la verdad, le costó aceptar todo esto pero me entendió. Me dijo que yo era muy chica para abortar.
-Si sabías como era, ¿por qué te fuiste a vivir con Maximiliano?
-Después de lo que había pasado él venía a ver a las hijas que había tenido con mi mamá. Cada vez que aparecía, sabiendo que yo estaba embaraza, insistía para que nos fuéramos juntos y siempre lo hacía de manera agresiva. Una vez fue a visitarme totalmente borracho, me agarró de prepo y arrastrándome por las escaleras me decía que yo era su mujer porque tenía un hijo de él. Mi mamá al ver todo, llamó a la policía; mientras tanto él me llevaba a la rastra por la calle. Cuando había hecho una cuadra llegó la policía, uno se puso hablar con mi madre; otro con él y el restante conmigo. Contamos cuál había sido la situación, en ese momento mi mamá se enojó conmigo y me echó de su casa. Quedé sola en la calle con él, y Maximiliano ante la policía se comprometió a hacerse cargo de mí. Allí mi vida cambió completamente.
-¿Querés decir que te convertiste en lo que querías ser?
-Yo era una persona buena, todos me querían pero desde ese día todo cambió. Decía que me debía quedar con él porque si no lo hacía iba a matarme. Permanentemente insistía para que estuviéramos juntos, porque era la manera de poder criar a nuestro hijo. Así fue que me terminé quedando a vivir con él, durante el embarazo sufrí mucha violencia.
A los tres meses de nacer Valentín le hice una denuncia porque un día que lo tenía alzado, me golpeó muy fuerte. Cada vez que me iba de donde vivíamos, él me encontraba y generaba problemas. Terminaba con él por miedo a que me haga algo. Mientras estuvimos en pareja él traía droga, generalmente cocaína, consumíamos los dos. El también consumía mucho alcohol, cada día que terminaba de trabajar, se tomaba dos cervezas.
-¿Por qué vinieron a vivir a General Pico, tan lejos de tus afectos?
-Nosotros vivíamos en una pensión. Un buen día, estando nosotros afuera, un amigo tuvo problemas con otros muchachos y uno de estos le tiró un cascotazo en la cara a Maximiliano. Él agarró un cuchillo y a uno lo mandó al hospital. A otros dos los golpeó a trompadas. Al día siguiente vino esa gente para tomarse revancha y desde ese momento quedamos amenazados. Decían que si nos veían afuera iban a matarnos. Justo él se había quedado sin trabajo por lo que decidió que nos viniéramos a Pico. Yo tenía muchísimo miedo de venir porque acá no conocía a nadie y además si teniendo mis seres queridos allá era capaz de hacer lo que hacía, en Pico iba a ser peor. Me decía que teníamos que estar juntos y que todo iba a cambiar. No sé si le creí o que por el miedo mismo, acepté vivir acá.
“Llegué a creer que estaba enamorada de él”
Romina Ragonese, todavía hoy, no termina de encontrar la verdadera explicación a la relación que la unió a Maximiliano Abel Pérez, y admite que la confusión llegó a tal punto que hasta le pareció sentir amor por el hombre que la sometía una y otra vez psicológica, física y sexualmente: “Realmente él me hizo mucho daño, había veces que no entendía porqué tanta maldad. Se ensañaba de una manera que parecía que me odiaba y nunca había existido un motivo para que fuera así. A pesar de eso nunca pensé en matarlo.
No puedo explicar -creo que les pasa a todas las mujeres víctimas de las violencia- cómo pude llegar a querer a alguien que me lastimaba. Tampoco entiendo cómo después de todo lo que me hacía, yo podía quererlo. Le tenía afecto, me fue sometiendo y llegué a depender totalmente de él”.
“Llegué a creer que estaba enamorada de él -añadió-, nunca me di cuenta de que eso no era amor. Creo que me fui convenciendo de que esa era mi vida. Nunca pensé en lastimarlo, a pesar de que cada vez que se ponía violento me decía que tenía que cagarlo a palazos porque él era un h de p. Mi respuesta siempre era la misma: no puedo lastimarte porque me dolería a mí. Decía que me quería, pero me golpeaba con mucha saña”.
La noche del horror
Llegó el momento de recordar brevemente lo que había ocurrido entre la noche del 26 de abril y la madrugada del 27 de ese mes del 2013. Como podrá entender el lector se dejaron de lado detalles puntuales porque la razón principal de la entrevista era encontrarle explicaciones la vida de Romina Ragonese, la madre del pequeño Valentín. “Desde que llegamos a Pico que no consumimos drogas pero sí mucho alcohol. La noche del 26 de abril tuve que tomar vino porque había muchísimos tetra brik; yo no quería que se pusiera borracho porque sabía cuál era su reacción. Venían las palizas (N de R: además de sometimientos sexuales). Los dos terminamos alcoholizados ese día”, recordó la mujer nacida en Capital Federal, a la que se le llenaron los ojos de lágrimas cuando repasó aquel momento.
Prácticamente de inmediato reveló un dato que surgía cada vez que Maximiliano Abel Pérez se emborrachaba y daba rienda suelta a la violencia en un sentido amplio: “Recuerdo que estando en la mesa empezó a contar la historia que contaba más de una vez. A los 8 años fue abusado sexualmente por su primo, relataba eso con muchísima angustia y resentimiento. ‘‘Él también había sufrido mucha violencia y por eso es que entendía sus reacciones. Toda esa furia que él tenía, la descargaba conmigo. Siempre le decía que yo no tenía la culpa y me contestaba que esa era la manera que le habían enseñado a la hora de reaccionar”.
Al preguntarle si era cierto que ese día pensó que no había opciones, era la vida de él o la de ella, respondió: “Sí. Siempre tuve miedo de que me matara. Yo le decía que pensara lo que hacía porque Valentín iba quedar sin mamá y sin papá, él me contestaba que no le importaba. Maxi era una persona muy enferma”.
“A partir de ahora empiezo a vivir”
Al momento de realizar la entrevista, hacía casi doce horas que el fiscal Alejandro Gilardenghi había pedido su absolución ante el Tribunal integrado por los doctores Carlos Pellegrino, Alfredo Alonso y Fabricio Losi. Romina Ragonese no se ha dado cuenta todavía de ese corto transcurrir del tiempo, sí es conciente que la vida le abrió una nueva puerta: “A partir de ahora empiezo a vivir. Desde el 27 de abril del año pasado que yo estaba muerta por dentro, sólo vivía por Valentín. Si mi hijo no hubiera existido, me hubiese matado, porque tenía mucho dolor y angustia por lo que había ocurrido. He salido adelante por mi hijo, no he tenido tiempo para pensar más que en él”.
-¿Fue clave en todos estos meses poder haber ingresado la Casa ‘Juana Azurduy’?
-En este momento no quiero olvidarme de la doctora María José Gianineto (defensora oficial) gracias a ella pude ir a la Casa ‘Juana Azurduy’. Cuando llegué estaba contenta porque Valentín estaba bien en una casa donde no había rejas y él no se daba cuenta de todo lo que estaba ocurriendo. Tanto las psicólogas como las chicas que estaban allí me dieron la contención que estaba necesitando. Ese lugar ha sido muy importante en todo este tiempo.
-¿Cuándo comenzaste a pensar que la libertad era posible?
-Desde el momento en que quedé detenida hasta hace unos días traté de no pensar en lo malo (prisión perpetua) o lo bueno (la libertad) que me podía pasar. Fui viviendo el presente y me aferré a Dios, él vio todo, sabía bien cómo ocurrieron las cosas y que yo nunca quise matar a Maximiliano. Esperaba que Dios hiciera Justicia y la hizo, demostró que soy una persona buena y que tuve una equivocación. Siempre traté de que la relación no terminara mal.
-¿Cuándo volviste a ver a tu mamá?
-La volví a ver seis meses después de aquella noche. Ella es una persona muy fuerte porque otra en su lugar no podría haber aguantado todo lo que aguantó. Mi mamá junto a mis hermanos y amigas fueron fundamentales para que no me cayera en todo este tiempo. Tuve recaídas por la depresión. De ahora en más mi vida estará dedicada a lograr la felicidad de Valentín.
“Les pido que sean valientes y busquen ayuda”
Como en buena parte del contacto con La Reforma, Romina Ragonese continuamente destacó la labor de jueces y el fiscal Alejandro Gilardenghi, como así también del abogado Armando Agüero (su defensor): “La Justicia (jueces y el fiscal) nos dio una nueva oportunidad para que mi hijo sea feliz. Por eso le agradecí a ellos ni bien escuché el fallo. Me quedo en La Pampa, voy a vivir en Santa Rosa. Quiero que Valentín crezca en un lugar tranquilo. Además, necesito conseguir un trabajo y deseo terminar la escuela secundaria”.
-¿Te volverías a enamorar?
-Hoy por hoy no puedo enamorarme de nadie, es muy difícil que pueda volver a estar con un hombre. He quedado con muchas secuelas de todo lo que me ha pasado.
-¿Todavía sentís tentación por las drogas?
-No volví a consumir drogas, desde que toqué fondo nunca más probé. Me di cuenta que no era vida estar así.
-¿Qué significa tocar fondo?
-Estar en la última, en la oscuridad y no ser conciente de nada. Me podía pasar cualquier cosa que no me daba cuenta. Nunca tuve que robar para comprar drogas. Me arreglaba con la plata de mi trabajo o pedía adelantos, a veces recurría a las juntas.
-¿Qué le dirías a una mujer que puede estar pasando por lo mismo?
-Les pido que sean valientes, que salgan de ese círculo y que principalmente, busquen ayuda. En mi caso nunca busqué ayuda y por eso pasó lo que pasó. Cuando hice aquella denuncia en La Plata directamente me “verduguearon”, me dijeron para qué me iban a tomar la denuncia y si al otro día iba a pasar de la mano con mi pareja. Me encantaría poder ayudar a las mujeres que han pasado por situaciones parecidas a la mía, quisiera trabajar contra la violencia de género.
-¿Qué pensaste cuando escuchaste las palabras “absolución” y “libertad”?
Pasaron por mi cabeza un montón de cosas, especialmente mi hijo Valentín. Me dieron una nueva oportunidad para ser feliz junto a mi hijo. Se puede creer en la Justicia, mi mamá y mis amigas me decían eso. No puedo creer lo que ha pasado. Los jueces y el Fiscal se han puesto en mi lugar, comprobaron todo el sufrimiento que he pasado. Supieron que era inocente. De acá en más será cuestión de darle para adelante, de construir para arriba y darle todo a Valentín, principalmente amor. Le agradezco a todos los que apostaron por mí, muchos sin conocerme. Gracias por darme una nueva oportunidad.
Texto: Héctor Viola.
Fotos: Alfredo Berga.
Fuente La Reforma