¿Pirotecnia verbal o nueva etapa política en La Pampa?

¿Pirotecnia verbal o nueva etapa política en La Pampa?

Por Norberto G. Asquini

En la superficie del escenario político pampeano dos cruces mediáticos resaltaron en los últimos días. Por un lado el gobierno provincial, o el vernismo, con el diputado socialista Luis Solana, y por el otro el gobierno provincial, o el vernismo, con el referente de Cambiemos en La Pampa, el secretario de Deporte de Nación, Javier “Colo” Mac Allister.

Los pormenores son conocidos. El gobernador Carlos Verna cruzó a Solana por presentar un proyecto para que se le condone la deuda a Santa Rosa por adelantos de coparticipación tomados durante el anterior mandato del PJ, y después hubo enojo al reclamarle el legislador por la falta de obras de gas natural, a lo que la administración provincial respondió pidiendo la rescisión de la concesión a la empresa Camuzzi y en anunciar que se podría cooperativizar la distribución en un futuro.

Con Mac Allister sucedió cosa parecida. El funcionario nacional se quejó porque Verna luego de firmar el acuerdo en Córdoba para la devolución del 15% de la coparticipación en manos del Anses en los términos que quería el mandatario, criticó a la gestión de Mauricio Macri y hasta habló de despidos en organismos nacionales. El ex futbolista dijo que el gobernador “ya cansaba” con sus declaraciones y que encontraba soluciones a nivel nacional pero cuando llegaba a La Pampa, solo había reprobación hacia la administración macrista.

El análisis nos lleva esta vez a plantear si esos cruces fueron solo pirotecnia verbal o hay detrás una nueva etapa de la política provincial. ¿Por qué nueva etapa? Es que pasados los primeros cien días de gobierno, de la “luna de miel” con el oficialismo entrante, la relación con la oposición ha comenzado a tensarse, de ahí su transformación. Sobre todo con el PRO (o Cambiemos), sector que en los primeros meses en una suerte de “mutuo acompañamiento” entre el gobierno provincial y los representantes pampeanos del nacional, se habían apoyado iniciativas de la administración vernista.

Es cierto también que esa confrontación con el gobierno provincial no se ha dado en toda la oposición, sino solamente con el PRO y el socialismo, las dos voces discordantes con el oficialismo. La dirigencia provincial del radicalismo ha mantenido un silencio monocorde. Seguramente pueda tener que ver con no importunar al gobierno provincial por un lado para sostener la gobernabilidad de sus intendentes y por el otro ante el gesto de haber tenido cargos puntuales en organismos descentralizados del Ejecutivo. Pero no es esa la única argumentación. Como ocurre frente al gobierno de Macri, sus dirigentes han perdido la capacidad o iniciativa de ser oposición manteniendo una postura cauta y de cierta “corrección política” intentando no molestar a quien ejerce el poder. En ese escenario el único que ha sobresalido entre las principales referencias del radicalismo con un mensaje crítico, aunque en soledad, ha sido el diputado Francisco Torroba. El massismo en La Pampa, en tanto, se ha consubstanciado con un acompañamiento casi acrítico al gobierno justicialista.

Por su parte, las posturas a un lado y al otro del arco político en el PRO y el socialismo han encontrado la respuesta del gobierno provincial más en la forma de chicanas (desde el “que se ponga a trabajar” a Mac Allister al “acompañó a Macri en la boleta” a Solana) que en debatir las cuestiones de fondo (la relación con Nación y sus beneficios o la falta de inversiones). Un dirigente del peronismo analizó que, sin los fondos necesarios, la gestión se le ha dificultado a Verna y esas limitaciones llevan a realizar anuncios para suplantar la ausencia de concreciones en obras o que las críticas a determinadas acciones repercutan más en el gobierno por este motivo. Por su parte, ha sido el vernismo y sus funcionarios quienes han contestado las avanzadas opositoras, ya que no se ha visto de otros sectores internos defender la gestión provincial públicamente. Algún buen observador dirá que esto sí ocurrió en la Legislatura cuando se votó el Presupuesto, y es cierto, pero los discursos de un lado y del otro quedaron encerrados en la Cámara.

¿Han cambiado los términos de la relación política entre oficialismo y oposición? Para muchos, aunque incipiente y silencioso, el tiempo para la campaña de 2017 ya comenzó a desandarse. Con ese telón de fondo, el escenario político pampeano empezará a reconfigurarse lentamente para todos.

 

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El termómetro de Macri y  las subespecies radicales

El termómetro de Macri y las subespecies radicales

El presidente Mauricio Macri estuvo en La Pampa hace unos días para un acto. Más allá de la ceremonia oficial transcurrida en Ingeniero Luiggi y los intercambios con el gobernador Carlos Verna, el dato político a analizar de ese día fue lo que ocurrió detrás del escenario.

Los medios pampeanos dieron cuenta de algunos detalles, pero la trama es mucho más densa. Ese día se pudo medir con el termómetro político la relación que tienen distintos sectores con la figura del presidente y la mayor o menor cercanía con su gestión. Los apoyos y los resentimientos. En esa medición se mezclan, además, lo político y lo institucional.

Vamos a descartar en esta nota al PRO y todos sus aliados locales. En Luiggi estuvieron gustosos diputados y concejales, fueron a alentar los de la “pata peronista” Espacio 22N y saludaron desde el MID. Allí hay total respaldo político.

También separemos lo institucional y pragmático. El PJ estuvo representando en su mayoría. El oficialismo justicialista fue a pleno a rodear al presidente Macri. No solo Verna, sino que se ordenó que estuvieran funcionarios y diputados provinciales. La relación Verna-Macri navega en la mutua convivencia para sostener ambas gobernabilidades. Ambos se necesitan. Lo que no significa alineamiento ni silenciar críticas por las medidas económicas.

El debate mayor se da entre los socios electorales y políticos del PRO, el radicalismo. Macri no armó un gobierno de coalición, una decisión fundamental de arranque, y desde la UCR se presiona por una mayor participación. O sea, puestos y decisión.

En territorio pampeano, esto se complejiza por una cuestión: luego de las elecciones, los caminos de los socios electorales se fueron separando.

Hay varias ramas o subespecies radicales en función de la relación con Macri-PRO-Cambiemos: los convencidos, los que acompañan, los molestos y los que soportan. Las caras radicales entre las autoridades y el público dieron cuenta de la controversia y los dilemas que recorren sus filas. Allí estuvieron intendentes y concejales. No los diputados nacionales ni provinciales, que no fueron invitados y no se sintieron parte. Martín Berhongaray fue el único de los legisladores presente, diferenciándose con el resto. El socialista Luis Solana directamente ni lo consideró.

Entre los convencidos, que fueron, hay no solo un respaldo político, sino también se mide y calcula lo que les puede tocar de estar cerca del calor oficialista. Distingamos dos ramas aquí: están quienes ya se sumaron al macrismo y quienes como los intendentes se referencian con el gobierno de Cambiemos y resaltan la relación directa que tienen con el que maneja la “caja”. De ahí la dualidad entre pertenecer a un partido, pero tener mejor relación con el gobierno de otro. Apoyan la gestión nacional como propia, por ser socios a la distancia.

Los que acompañan son aliados y quieren tener su beneficio y espacio al calor del poder. El senador Juan Carlos Marino participó de la cumbre de dirigentes radicales que presionan al gobierno para ocupar más puestos. Tiene llegada con funcionarios, se muestra respaldando, pero su influencia es limitada. Analiza que el radicalismo debe gobernar junto al PRO, aunque tenga una mirada crítica sobre algunas decisiones.

Están los molestos, los que apoyan muy a regañadientes, y que quedaron relegados. Los que no fueron hicieron escuchar su malestar porque no hubo cargos nacionales para el partido. O por lo menos para un sector. Entre estos está Francisco Torroba. Los diputados provinciales mostraron su resentimiento: quieren participar y no son convidados. Hay un distanciamiento que lo interpone las diferencias que tienen con el PRO a nivel territorial.

Y están los que soportan esta alianza, y que se opusieron desde un principio. Piensan que hay que diferenciarse del macrismo. Concejales que en sus localidades han enfrentado al PRO o lo ven avanzar en un terreno fértil empujados por ser gobierno.

La discusión está planteada. La dirigencia de la UCR observa que se torna difuso tener una línea de conducción provincial cuando muchos de los propios miran al macrismo como referencia. El poder de unos se diluye en la confusión de lealtades de otros. Rubén Marín, con ojo siempre clínico para la política, disparó que el radicalismo se está diluyendo en el PRO. Es una interpretación, pero también una advertencia. Hay diferencias de criterios muy marcadas entre legisladores provinciales e intendentes, por poner un caso. Pasó con la discusión de la ley por la libre disponibilidad de las regalías del petróleo en la que los jefes comunales se rebelaron a la idea de los diputados y torcieron su decisión. La visión sobre el gobierno de Macri genera la misma división de criterios.

Parte de la resolución de este dilema llegará en 2017. Todo depende de cómo será el segundo semestre de Macri y cómo se encamine el gobierno nacional hacia las elecciones legislativas. Hoy todos están en Cambiemos porque la gestión macrista aglutina frente al peronismo. El escenario empuja a listas compartidas entre los mismos que conformaron Cambiemos el año pasado, por el peso político del gobierno nacional. Una camisa de fuerza para aquellos radicales que quieren diferenciarse del macrismo, pero deben convivir por obligación.

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Verna, el PJ pampeano y los tiempos de la unidad

Verna, el PJ pampeano y los tiempos de la unidad

Por Norberto G. Asquini

En el escenario nacional, hay quienes ven señales de que el peronismo se dirige a un acuerdo amplio frente al gobierno de Mauricio Macri. Así lo muestran la conformación de una lista de unidad para conducir al PJ y la confluencia de las centrales sindicales. También se analiza que se está reconfigurando de cara a 2017, y que se mantendrán las disputas entre los justicialistas dialoguistas y los kirchneristas, al menos hasta que se decanten los nuevos liderazgos.

En La Pampa las fichas se acomodaron solas. Los resultados electores provinciales y nacionales terminaron de darle claridad a la conducción del gobernador Carlos Verna, claridad que se derramó hacia todo el conglomerado justicialista local. La mayoría que lo llevó al poder por convicción, la otra parte por necesidad.

Luego de casi tres años de divisiones internas en el Justicialismo de La Pampa, la victoria de Verna sobre el jorgismo y el kirchnerismo allanaron los conflictos. No es que no subsistan las diferencias, pero el panorama se fue tornando más monocorde.

Hubo un encuadramiento detrás de la centralidad adquirida por Verna. A los que compartieron el camino de la victoria se les dio lo que se ganaron o les tocaba. Hubo gestos y ofrecimientos. Rubén Marín, su principal socio político, le asegura conducción política dentro del PJ. A los que estuvieron en la vereda opuesta en la interna, se los convocó después, y también hubo algunos gestos. Quedaron afuera, por supuesto, los kirchneristas. Con un panorama nacional complejo, si bien alentados por la presencia pública de Cristina Fernández, quedaron marginados frente a un PJ casi monolítico. También los consultados por el autor dieron cuenta de algún castigo -“son las reglas del juego”, dicen todos-, pero se estuvo lejos y hay que reconocerlo, de cualquier panorama que se pintaba meses antes como cruento por parte de los perdidosos en la interna.

El panorama interno muestra una unidad política en el PJ en torno a un proyecto político, lo que no significa unificación. Los distintos ismos permanecen latentes. Lo que hubo fue unificación de criterios, algunos siendo integrados y siendo parte de las políticas públicas, otros participados para acompañarlas. Esto permitió una Legislatura ordenada.

El jorgismo, o mejor dicho Compromiso Peronista, que algunos piensan está terminado pero que aún mantiene su espacio mientras se reconfigura en su etapa pos-Jorge, dialoga y espera. Jorge Lezcano ha sabido acomodarse a los nuevos tiempos cuando el año pasado parecía estar enfrentado. Son tiempos de acompañamiento.

La estrategia de apertura o diálogo -considerada por muchos no peronistas como una trampa, por otros como parte de los “nuevos tiempos”- incluyó también a la oposición. Hasta los peronistas del massismo apoyan sus iniciativas. En la Cámara ningún proyecto avanza sin la venia del gobernador, las críticas opositoras están presentes pero por ahora sus legisladores pueden dar su parecer sobre las iniciativas gubernamentales y hasta son apoyadas con sus votos.

Unidad no significa, decimos nuevamente, unificación. Muchos intentan posicionarse para tomar cuerpo frente a este panorama de consensos, según analiza un dirigente oficialista. Es que en una coalición política, como es el PJ en su interior, los socios del sector dominante fluctúan entre la cooperación y la diferenciación. En ese marco, el marinismo quiere mantener su identidad, autonomía que algunos miran con recelo. Tiene su bastión en la Legislatura y se muestra públicamente con iniciativa propia. Para algunos, los más desconfiados, es un atrevimiento. Para los propios, parte de la política misma.

Verna no ha comenzado como quería su segundo mandato, hubo promesas que tuvieron que postergarse y justificaciones por un contexto económico que le ha atado las manos. Las concreciones se hacen esperar. Lejos de cualquier crítica que pudiera resquebrajar su frente interno, las filas se han cerrado en torno a su figura. Un consenso político detrás de un conductor que, más allá de las diferencias que en el  justicialismo pudieran tener con su persona o su gestión, era impensable hace un año.

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Seguridad: la negra insignia y la política de “populismo punitivo”

Seguridad: la negra insignia y la política de “populismo punitivo”

Por Norberto Asquini

Quienes han transitado por la avenida Spinetto de Santa Rosa han podido observar sobre el edificio que pertenece a Vialidad Provincial el gran cartel que anuncia que ahí se comparten oficinas con el Ministerio de Seguridad, creación del gobierno de Carlos Verna. La particularidad de ese gran letrero es que rompe con los colores y símbolos institucionales, el logo y el isotipo, de la gestión vernista. El gran cartel negro adornado solamente por un escudo pampeano contradice cualquier manual de estilo gubernamental, que utiliza el verde, naranja y amarillo, repartido en lo que semeja un mapa pampeano.

Estamos, desde lo simbólico, ante la representación de un ministerio que se mueve de forma autónoma y con sus propias reglas, aunque dependa del Ejecutivo. Y de una política encarada en materia de seguridad que es parte de una visión personal de la problemática, más allá de los límites que se le impongan a nivel gubernamental.

La presencia del ministro Juan Carlos Tierno en la cartera de Seguridad no fue solamente para pagarle un apoyo político en la interna, lo que es una mirada reduccionista del tema, sino que se inscribe en la transición de gobiernos y de paradigmas que se ha dado a partir de diciembre.

La política “proactiva”, como la denominan oficialmente, de seguridad, es autocrática, pero también se inscribe en una lógica del “populismo punitivo” –haciendo la salvedad de que no se acomoda acabadamente a la definición-. El control de la calle, de lo público, la imposición de un orden, las respuestas “rápidas y eficaces” es su línea directriz. De allí la profusión de controles nocturnos y de patrullas que abordan cualquier situación o persona consideradas “peligrosas” en la calle para esa visión. Un paradigma basado en la capacidad operativa por sobre cualquier política de cercanía hacia la ciudadanía.

Esta columna no entrará en consideraciones personales sobre el ministro Tierno. Ya se ha difundido mucho sobre las causas judiciales que lo han involucrado y su vida privada. Tampoco sobre sus manejos como autoridad. Los abruptos cambios de funcionarios en tan breve tiempo de gestión, los únicos en todo el gabinete, y algunos de sus controvertidos perfiles, marcan cuál es su impronta de trabajo y de conducción personalista.

La cuestión es el fondo y las consecuencias de la política de seguridad actual. De hecho, quienes hacen sus diferencias un tema personal o atacan sus metodologías en base a casos particulares no están teniendo en cuenta que esas políticas gozan de legitimación. Y doble: están avaladas por buena parte de la sociedad en el marco de un contexto nacional en el que las acciones del gobierno macrista en la materia gozan según las encuestas de aprobación –uno de los pocos puntos, y frente a su política económica–; y en el respaldo de Verna no solo como gobernador sino como actor político –lo ha defendido públicamente– y del partido gobernante en su conjunto, como ha ocurrido a nivel legislativo. Es la cristalización de un llamado “consenso social”, en el que salvo la manifestación pública de un sector militante, el resto de la sociedad se ha desentendido, cuando no ha aprobado,  de esta política.

Frente a esto, se despliega un accionar que se llama “proactivo” y que pivotea sobre la necesidad y las urgencias de la seguridad. Nos encontramos con una metodología eficientista y efectista del control de la autoridad política en Seguridad y de la policía sobre el espacio público.

La problemática de fondo, en sí, es la delgada línea, el equilibrio, siempre a punto de quebrarse, que se genera en la calle con una policía activada bajo esos discursos de la cero tolerancia. Estos parecen abrirse paso en muchos uniformados y provocar que el celo policial se convierta en excesos y abordajes arbitrarios. Ya sea por convicción u obligación por la obediencia debida.

Frente al “consenso social” hacia esta política, pocos reparan en las implicancias presentes y futuras de liberar las fuerzas de una institución para actuar con esta metodología.

La suma de casos puntuales de denuncias de acciones arbitrarias en ese sentido ha generado alarmas en algunos sectores. Desde el gobierno provincial se ha defendido por ahora la gestión de Tierno, pero esto no significa que no se impongan límites desde la misma institución o se analice su desarrollo desde el Ejecutivo.

Esta política de seguridad “proactiva” o de “populismo punitivo” puede ser discutida por parte de la sociedad, pero está legitimada por el poder y por quienes lo votaron. Mientras sus consecuencias no afecten esa relación, hay pocas posibilidades de contenerla.

Volvamos a la avenida Spinetto. La incorporación de las oficinas de Seguridad en el edificio de Vialidad Provincial es la mejor y más precisa analogía de lo que este Ministro es al gobierno actual. Una especie de astilla molesta que muchos miran ya sea con bronca o miedo, que puede tener consecuencias profundas pero que podría ser extraída sin más trámite, en el momento que sea necesario. Aunque sea difícil que esto último pase.

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Presupuesto 2016: cuáles serán las prioridades de Verna

Presupuesto 2016: cuáles serán las prioridades de Verna

Norberto G. Asquini

En los primeros días de la próxima semana estaría ingresando a la Legislatura el esperado Presupuesto 2016, necesario para que la gestión del gobernador Carlos Verna cuente con los números para ponerse en marcha. Todos los ministerios y secretarías están esperando esa proyección para saber con qué contarán para su funcionamiento en una Provincia cuyas cuentas son críticas.

Fuentes de Casa de Gobierno indicaron que el incremento de lo presupuestado con respecto al año pasado, en la gestión de Oscar Mario Jorge, rondará el 33 por ciento, según proyectan, pero todavía el ministro de Hacienda, Ernesto Franco, debía analizar con su equipo económico las últimas cifras durante el fin de semana. También se esperan definiciones sobre la confirmación de la llegada de fondos nacionales, ya sea de la Coparticipación como resultado de las negociaciones que se están llevando a cabo, como los afectados a fondos específicos.

Habrá ejes prioritarios en los que el presupuesto hará hincapié y que muestran cuáles son las políticas sensibles para Verna: por un lado la incorporación de cargos en los servicios básicos del Estado (salud, educación, seguridad); por otro las obras básicas de infraestructura (obras en escuelas y viales); también se prestará especial atención en la cuestión social en momentos de inflación y despidos; y por último se pondrá énfasis en los créditos de promoción económica a través del Ministerio de Desarrollo Territorial y del Ministerio de la Producción, cuyas partidas que se destinaran a este ítem se esperan que sean significativas.

Para hacerse una idea del Presupuesto, y a partir de estimaciones de lo que ha ingresado en el primer trimestre del ejercicio, Verna contará con aproximadamente 14 mil millones de pesos que ingresarán por Coparticipación y rentas generales, cuando el año pasado fueron 11 mil millones de pesos. Esto representará cerca del 75 por ciento de los recursos (proyectando lo que representó en el año 2015), a los que se le deben agregar los fondos específicos que llegan a la Provincia desde Nación.

Entre las cifras que afina el equipo económico de Hacienda para tratar de cerrar el Presupuesto están las destinados a gastos de capital, ya sea en equipamiento para Seguridad, Salud, etcétera, como lo destinado a la obra pública.

Una cuestión importante es el peso de los salarios de la administración pública dentro de los gastos de funcionamiento. Se estiman en unos 9 mil millones de pesos, el 61,5 por ciento de los recursos de libre disponibilidad del Estado pampeano.

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