El termómetro de Macri y las subespecies radicales


El termómetro de Macri y  las subespecies radicales

El presidente Mauricio Macri estuvo en La Pampa hace unos días para un acto. Más allá de la ceremonia oficial transcurrida en Ingeniero Luiggi y los intercambios con el gobernador Carlos Verna, el dato político a analizar de ese día fue lo que ocurrió detrás del escenario.

Los medios pampeanos dieron cuenta de algunos detalles, pero la trama es mucho más densa. Ese día se pudo medir con el termómetro político la relación que tienen distintos sectores con la figura del presidente y la mayor o menor cercanía con su gestión. Los apoyos y los resentimientos. En esa medición se mezclan, además, lo político y lo institucional.

Vamos a descartar en esta nota al PRO y todos sus aliados locales. En Luiggi estuvieron gustosos diputados y concejales, fueron a alentar los de la “pata peronista” Espacio 22N y saludaron desde el MID. Allí hay total respaldo político.

También separemos lo institucional y pragmático. El PJ estuvo representando en su mayoría. El oficialismo justicialista fue a pleno a rodear al presidente Macri. No solo Verna, sino que se ordenó que estuvieran funcionarios y diputados provinciales. La relación Verna-Macri navega en la mutua convivencia para sostener ambas gobernabilidades. Ambos se necesitan. Lo que no significa alineamiento ni silenciar críticas por las medidas económicas.

El debate mayor se da entre los socios electorales y políticos del PRO, el radicalismo. Macri no armó un gobierno de coalición, una decisión fundamental de arranque, y desde la UCR se presiona por una mayor participación. O sea, puestos y decisión.

En territorio pampeano, esto se complejiza por una cuestión: luego de las elecciones, los caminos de los socios electorales se fueron separando.

Hay varias ramas o subespecies radicales en función de la relación con Macri-PRO-Cambiemos: los convencidos, los que acompañan, los molestos y los que soportan. Las caras radicales entre las autoridades y el público dieron cuenta de la controversia y los dilemas que recorren sus filas. Allí estuvieron intendentes y concejales. No los diputados nacionales ni provinciales, que no fueron invitados y no se sintieron parte. Martín Berhongaray fue el único de los legisladores presente, diferenciándose con el resto. El socialista Luis Solana directamente ni lo consideró.

Entre los convencidos, que fueron, hay no solo un respaldo político, sino también se mide y calcula lo que les puede tocar de estar cerca del calor oficialista. Distingamos dos ramas aquí: están quienes ya se sumaron al macrismo y quienes como los intendentes se referencian con el gobierno de Cambiemos y resaltan la relación directa que tienen con el que maneja la “caja”. De ahí la dualidad entre pertenecer a un partido, pero tener mejor relación con el gobierno de otro. Apoyan la gestión nacional como propia, por ser socios a la distancia.

Los que acompañan son aliados y quieren tener su beneficio y espacio al calor del poder. El senador Juan Carlos Marino participó de la cumbre de dirigentes radicales que presionan al gobierno para ocupar más puestos. Tiene llegada con funcionarios, se muestra respaldando, pero su influencia es limitada. Analiza que el radicalismo debe gobernar junto al PRO, aunque tenga una mirada crítica sobre algunas decisiones.

Están los molestos, los que apoyan muy a regañadientes, y que quedaron relegados. Los que no fueron hicieron escuchar su malestar porque no hubo cargos nacionales para el partido. O por lo menos para un sector. Entre estos está Francisco Torroba. Los diputados provinciales mostraron su resentimiento: quieren participar y no son convidados. Hay un distanciamiento que lo interpone las diferencias que tienen con el PRO a nivel territorial.

Y están los que soportan esta alianza, y que se opusieron desde un principio. Piensan que hay que diferenciarse del macrismo. Concejales que en sus localidades han enfrentado al PRO o lo ven avanzar en un terreno fértil empujados por ser gobierno.

La discusión está planteada. La dirigencia de la UCR observa que se torna difuso tener una línea de conducción provincial cuando muchos de los propios miran al macrismo como referencia. El poder de unos se diluye en la confusión de lealtades de otros. Rubén Marín, con ojo siempre clínico para la política, disparó que el radicalismo se está diluyendo en el PRO. Es una interpretación, pero también una advertencia. Hay diferencias de criterios muy marcadas entre legisladores provinciales e intendentes, por poner un caso. Pasó con la discusión de la ley por la libre disponibilidad de las regalías del petróleo en la que los jefes comunales se rebelaron a la idea de los diputados y torcieron su decisión. La visión sobre el gobierno de Macri genera la misma división de criterios.

Parte de la resolución de este dilema llegará en 2017. Todo depende de cómo será el segundo semestre de Macri y cómo se encamine el gobierno nacional hacia las elecciones legislativas. Hoy todos están en Cambiemos porque la gestión macrista aglutina frente al peronismo. El escenario empuja a listas compartidas entre los mismos que conformaron Cambiemos el año pasado, por el peso político del gobierno nacional. Una camisa de fuerza para aquellos radicales que quieren diferenciarse del macrismo, pero deben convivir por obligación.

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