Guillermo Herzel, poeta pampeano, hace poco tiempo presentó en Guatraché su libro, que la Editorial “Voces” publicó y distribuyó llamado “Historias personales”, allá por el año 2011 que por cuestiones particulares le fue imposible presentar en ese momento en Guatraché.
El año pasado la misma editorial generó el CD “Canto Continente”, distribuido en estos días, entre ambos trabajo hay un espacio de tiempo de casi tres años, “Canto Continente” fue musicalizado por Alberto Acosta, músico y compositor santarroseño que es además quien protagoniza el componente musical del trabajo.
En homenaje al hombre y a la mujer (Originarios o inmigrantes) que habitaron Latinoamérica en todos los tiempos, el Domingo 25 de Mayo se presentará en el Cine Pampero de Guatraché a las 20 hs. con entrada libre y gratuita, Auspicia Municipalidad de Guatraché.
GUILLERMO HERZEL
CANTO CONTINENTE
“Pues habría que preguntarse hasta qué punto ha sido vencida una cultura que subyace en nuestra memoria colectiva y pugna tozudamente por perdurar a través de los siglos y lo consigue con la permanencia de sus ritos y creencias ancestrales, con la permanente vigilia de quienes son descendientes directos de los que alguna vez fueron dueños de estos territorios y del continente entero…”
Víctor Heredia (Prólogo a Taky Ongoy)
En la línea de los grandes poemas musicalizados, obras de envergadura, integrales, que en el ámbito nacional suponen ya un largo recorrido, y que también en La Pampa muestran exponentes notables, como la Epopeya del riego de Edgar Morisoli y José Gerardo Molina (1990), y su propia cantata, Trigo y discordia, (con Mario Figueroa, 2002), vuelve Guillermo Herzel, el poeta de Guatraché, con Canto Continente, una composición que cuenta con la música y la interpretación de Alberto Acosta.
Una primera lectura de la obra permite advertir ese gesto amplio y plural que, desde un contexto propio, localizado (la tierra de uno, el ámbito para la creación), se proyecta al país y a Latinoamérica , ya que recorre caminos de génesis y profecías, esclavitud, rebelión e independencia, origen y destino de los pueblos americanos, denuncia de un largo exterminio sistemático y manifiesto de la supervivencia de sus esencias culturales más profundas.
Esta poesía y estos temas nunca están lejos de la música desde que encuentran su anclaje más legítimo en el cancionero, en este caso un extendido itinerario que propone, a través de los versos, la expansión musical de sonidos y ritmos que abarcan la larga espina dorsal del América y traducen el paisaje, la gesta popular y la fuerza de su renacimiento con notable adecuación, como si a partir de la palabra fuera creciendo el espectro y la fuerza expresiva de las canciones que circulan en ese espacio de irradiación solar y clara dimensión continental.
De ahí que diferentes ritmos van dando vida y música a los versos, que describen momentos, situaciones, sentidos, de lo que el poeta llama “las razones corales de la vida”.
El poema se estructura en doce partes, con la guía poética de los textos, que alternan con las canciones y las referencias a las grandes voces, a veces identificadas en figuras primordiales, a veces anónimas y populares, por las que América dice su palabra, a través de los tiempos.
El texto comienza con una extensa dedicatoria, que luego irá retomándose en los distintos surcos del poema
Queremos cantar al hombre y a la mujer milenarios. A los que derramaron sus sueños y sus luchas en el espacio de todos los tiempos de este continente (…)que recorrieron los horizontes en la infinitud de las planicies (…) y poblaron esta tierra para que fuera de todos.” “Queremos cantarle al hombre que habitó cada punto cardinal. Al que cabalgó sobre el mar y sobre el viento. Al que encabezó cada rebelión y al que supo enrolarse en la justa causa de América (…) al que mezcló su sangre, fundador, y amó bajo este cielo.
El foco de la acción se va a concentrar en aquellos que nos dejaron sus mensajes en la alta cordillera de los Andes, en la profundidad de las pampas, en el sonido de sus cañas, de sus tambores, en sus primeras palabras, frágiles de olvidos y de hallazgos delirantes. Y avanzará hacia la crónica, un orden en que sube al México ancestral para escuchar el grito del volcán, en cuyo fuego “estuvieron todos los mexicas”. Y “así durante cinco siglos…Hasta que -finalmente- llegó el día en que los hombres de la Tierra, decidieron ayudarlo.”
En la centralidad temática de la obra, es el modo de comunicar el que asume la tradición y asegura la continuidad del símbolo
Hebra con hebra
se reúnen en el huso
las esquilas.
– Complicado proceso –
El telar simboliza la resistencia.
Reproduce los más antiguos
mensajes de la tierra.
Pero a continuación se pregunta cómo apurar, ahora, el lenguaje, y la repuesta viene de Purmamarca , la Tierra prestada por los que vendrán: La Tierra toda y el agua y el cielo para los que vienen, para los que vendrán al lugar de la vida. Las palabras del pueblo navajo se escuchan a modo de plegaria y preludian la Historia del cura español y la mujer wichi y el ideario de los libertadores, que soñaron con el Cuzco como capital de la patria latinoamericana. De estas líneas surge la reflexión:
“Así fue estafada nuestra inocencia de niños. Fuimos Colón, en La Pinta, La Niña y La Santa María de la escuela, Rodrigo de Triana. Así se fue construyendo el pasado. El más lejano y el reciente. La inmensidad de lo ocurrido sobre este mismo suelo (…) nos reivindica -por Latinoamérica- hermanos.”
Los sucesos poetizados llevan ahora hacia el Sur, hacia la llamada Conquista del desierto. El cronista nos pide que imaginemos el sonido el discurso de Carriqueo en 1881, antes de la llegada de Roca, en el corazón de La Pampa:
Ya me voy con el cristiano
al país de las arboledas,
Tierra amada.
Volveré a ver recobrada,
cerca de Quethré Huitrú
¡Ay, mi casa
Y esto inspira ese mandato del poema: resistir en el Sur “hasta que llegue el día de recuperar los sueños”.
Pero es la Utopía la que presta su lenguaje de futuro a los recuerdos del paraíso perdido.
“ante el suceso del agua
y la semilla y el sol…
Cuando antes que yo estábamos nosotros”
Y mientras América postergada recuerda que no suenan en vano los tambores ante la memoria de cinco siglos de humillación, el continente se une en
El abrazo de la vida que ahora se repite
en las alturas más azules de la América del Sur,
mientras hablan las palabras de futuro
Y esa intención de recuperar el futuro parece residir en la superación del individualismo y las divisiones:
Ser voz coral, ser nosotros,
vamos hermano a intentarlo.
La cantata, íntegramente musicalizada por Alberto Acosta, hace confluir, en una virtuosa trama, los ritmos del continente, ritmos puros que nacen en los paisajes y en las tremendas historias que sus pobladores han sufrido y cantan: desde la canción inicial a la canción final, crecen al conjuro de los versos y el relato de la Voz narradora, huayno, cifra y triunfo, milonga y blues, chamamé, pasillo y joropo, el retumbo pampa y el candombe rioplatense…
Una conjunción de episodios y culturas, una gran polifonía que evoca aquel primer verso de “La confinera”, otro poema continental de Edgar Morisoli América es muchos rostros…
En Santa Rosa, noviembre de 2011