UNA HISTORIA QUE MERECE SER CONTADA
El Viernes 13 de Julio se cumplen 50 años de un accidente ferroviario, en el que Oscar Suarez perdió un brazo y una pierna.
El joven que ese Viernes 13 de Julio de 1962 contaba con apenas 26 años, y a …pocos meses de convertirse en padre, realizaba las habituales tareas diarias en Lopez Lecube, mientras el tren maniobraba para cambiar un vagón.
Casualmente era un Viernes 13. Cosas del destino o no. En un momento, mientras Oscar estaba “colgado” al costado de vagón, vio que un compañero había cruzado la vía y se preocupó por si le podría pasar algo, pero no se percató de la presencia de una columna utilizada para abastecer de agua a la formación.
El fuerte impacto lo recibió principalmente en la cabeza, aunque perdió el equilibrio y cayó inconsciente. Un vagón le pasó por encima provocándole graves heridas. Ya en el hospital debieron amputarle su brazo y su pierna, ambos del lado izquierdo.
“No me di cuenta que estaba la columna y me pegué un golpe muy fuerte, terminando en el piso. Cuando reaccioné no entendía nada, pero un compañero me alcanzó un pedazo de mi brazo que me había arrancado. Con toda la bronca, lo agarré y lo revoleé por el aire”, cuenta Oscar, provocando las mas diversas sensaciones en cualquier persona que escuche su historia.
Tras ello, y a pesar del accidente ocurrido, recordó que en aquel brazo llevaba un anillo y el reloj, y entonces le dijo al compañero que le recupere ambos objetos.
Luego comenzaron las primeras asistencias por parte de sus compañeros, quienes improvisaron unos torniquetes para detener el sangrado, y luego de no encontrar ni médicos ni medios de movilidad disponibles, decidieron cargarlo en la locomotora y a toda velocidad emprendieron un interminable viaje a Bahía Blanca.
Allí lo esperaba una ambulancia y fue llevado al Hospital Ferroviario, donde lo ingresaron a la habitación.
“Yo no daba más de dolor. El viaje se me hizo interminable. Cuando me llevaron al hospital y los médicos vieron las consecuencias del accidente, me daban pocas esperanzas de vida. La verdad es que esa noche me dejaron para que muriera en la habitación”, estremece Oscar con el relato.
Su esposa “Lili”, embarazada de meses no se despegó un instante de él, aunque cuando llegó todavía no tenía noción de la gravedad del accidente. Allí estuvieron unos cuatro meses que incluyeron intervenciones, curaciones, tratamientos para combatir los fuertes dolores, y los mejores cuidados, para una persona que en principio no quería ver a nadie. Los únicos que eran permitidos por Oscar eran su mamá Pilar y su esposa Lili, inseparable compañera.
Luego comenzaron viajes a Buenos Aires, aunque solo, porque su esposa se instaló en General San Martín con su hijo recién nacido, y Oscar viajaba regularmente a realizar la rehabilitación y allí permanecía unos meses.
El intercambio de información era por carta. Lili agrega: “No es como ahora que todos tienen teléfono. Nos escribíamos cartas y yo le mandaba fotos de Horacio –el hijo- para mostrarle como iba creciendo”.
Luego de colocadas las prótesis comenzó el tratamiento para empezar a caminar.
“Cuando volvía a San Martín mi hijo “Lacho” estaba empezando a caminar, y curiosamente yo también estaba aprendiendo nuevamente a caminar”.
La vida cambió en un abrir y cerrar de ojos, pero esa desgracia, que según el propio Oscar fue muy grave, no pudo contra la voluntad de un joven que quiso darle batalla a la vida.
Al tiempo volvió a trabajar en las oficinas ferroviarias, hasta que le anunciaron que lo jubilarían, cuando apenas pasaba los 30 años.
Inquieto como pocos se propuso hacer algo para no quedarse ocioso, y se dirigió a la Municipalidad con la idea de poner un kiosco en la plaza.
El intendente Vaschetti lo acompañó en la iniciativa y pudo dar una nueva batalla contra esos obstáculos que la vida suele poner en el camino de las personas, cuando uno menos se lo imagina.
Hoy, con 76 años, no reniega de lo que le pasó, y aunque dice no concurrir demasiado a la iglesia, se define como creyente, y agrega que nunca se enojó con Dios por lo que le ocurrió.
Pasaron 50 años, Oscar hoy tiene 76, y aunque siempre necesitó de la ayuda de su esposa para algunas tareas, con el tiempo fue sorteando obstáculos y se maneja muy bien.
Sus días incluyen largas jornadas de trabajo atendiendo su agencia de quiniela, -siempre junto a Lili-, y demostrando que a las situaciones adversas hay que ofrecerles resistencia.
Tiene un inmenso agradecimiento a los compañeros de aquellos años que le brindaron los primeros auxilios y siempre lo acompañaron, y a los médicos que hicieron un gran trabajo para salvarle la vida.
Así también nutre de elogios a la población de General San Martín por el incondicional apoyo de todos estos años.
Oscar destaca sobremanera el apoyo de su familia, y un párrafo aparte para el eterno acompañamiento de su inseparable esposa.
Su familia la completan su hijo Horacio, 3 nietos –Juano, Estefanía y Julián-, su mamá Pilar que es la persona de mayor edad del pueblo, y que este año cumplió 100 años, y sus hermanas Carmen, Doris, Lita, Kelly y China, y un hermano Néstor ya fallecido.
(FM Comunitaria)