De General Campos a Canadá: María del Mar Torres Pantanetti.

María del Mar Torres Pantanetti jóven de Gral. Manuel Campos,  vivió un año en Canadá como parte del programa de Intercambio que tiene el Rotary Club.

Consultada para el programa “Cosas Nuestras por la 90” que se emite todos los Jueves de 17 a 18 hs. por La Radio del Sur Pampeano, María del Mar se dispuso muy cordial a ésta entrevista:

Néstor: ¿Cómo surge tu inquietud de ir a vivir a un país tan lejano del nuestro?:

María del Mar:Cuando me consultó mi mamá hace unos años si no me interesaba, yo me sentía muy chica, después cuando vino Marisa…-la jóven que vino del Norte en otro intercambio del Rotary-, ahí me dieron más ganas y fuí conociendo como era ésto, y entonces ahí sí le dije a mi mamá que quería, yo había elegido Estados Unidos, Canadá o México y por una vacante de una chica que íba ir a Canadá y no fué, me enviaron a mi”.

N: ¿Cómo viviste los comienzos de ésta experiencia en el país del Norte?

 MdM:Y… el comienzo fué llamando a cada rato a casa, diciendo que me quería volver, que nada me gustaba, que no me podía comunicar porque no sabía el idioma, además, allá es más normal que vayan chicos de otros países, pero pasado el tiempo me resulto al revés, me era difícil hacerme a la idea que me tenia que volver.”

N: ¿Notaste algún cambio en el estilo de vida de los Canadienses, respecto de los Argentinos?.

MdM:  “..sí…. allá tienen respeto por todo y cuidan mucho a su país y su forma de ser, yo pensé que debían ser muy fríos, pero nada que ver, son buenísimos, siempre estuvieron conmigo, la relación con la familia es como estando en tu casa o por ahí te ponen más límites por la responsabilidad que tienen sobre vos”.

N: ¿Cómo era un día de tu vida allá?.

MdM: “…dependía de la hora que te levantabas, casi siempre tipo 7,30 hs. para entrar a la escuela 8,45 hasta las 15,30; por ahí había madres que les gustaba más cocinar y si andábamos con poco tiempo tomábamos un jugo y una fruta y comíamos algo durante el viaje, ó también almorzábamos en la escuela, vos te llevabas o comprabas ahí. Cuando salía del colegio tenia actividades del Rotary, o me íba a jugar al tenis, además la ciudad es de 16 mil habitantes es decir ni grande ni chica, muy linda”.

N: ¿Te costó adaptarte al idioma?

MdM: ”..y si…,me costó seis meses poder comunicarme con fluidez”.

N: ¿Que sabe el Canadiense de la Argentina?

MdM: “…lo que conocen de Argentina cuando le decís que sos de ahí es por ahí la canción No llores por mi Argentina ó a Evita Perón; otros sin embargo pensaban que Argentina quedaba en Europa.”.

N: ¿Vos que les dirías a los chicos que se les presente una oportunidad similar?

MdM: “les diría que no lo duden, que es una experiencia única, increíble. Yo volvería a vivir otro año allá, el vínculo que formas con tu familia de allá es enorme. Si las etapas del intercambista las sufren todos, al comienzo te queres volver y después no te queres ir”.

N: Bueno, te dejo para vos las últimas palabras:

MdM:  “Quiero agradecer a la gente de Gral. Campos que se preocupó y preguntó por mi y a algunos de Guatraché. También a la gente del Rotary, muchísimo. Que el que quiera hacer el intercambio que se anime, porque vale la pena…..”.

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José Narosky: El Escritor Darreguense que vende más libros que Borges.

Trece mil seis-cientos setenta y cinco. Esa es la cantidad exacta de aforismos que lleva escritos José Narosky. Dos mil cuatrocientos de esos aforismos están en sus doce libros. Lleva vendidos, en veinte años, un millón setecientos mil de ejemplares. Con los aforismos, revela Narosky, se compró el departamento donde vive: zona paqueta, piso 16, vista al Río de la Plata. Con los aforismos ha viajado por varios países, invitado a dar charlas. Definitivamente, nadie le puede negar al aforismo la capacidad de generar placer.

Detrás de las cifras está el hombre de carne, hueso, camisa y pantalón de vestir. Ese hombre que, abstraído en su mundo de pura sensibilidad, nunca reparó en que la única planta que adorna su living es de plástico.

-No, no es de plástico -se acerca y empieza a tocar esas hojas de Taiwan-. Me parece que no -sigue tocando; no se convence-. A ver… Sí. Es de plástico.

Por suerte, los chocolates, galletitas, nueces y almendras con los que invita el dueño de casa no son de insípido PVC. Narosky prefiere almendras y nueces, que come con cierta avidez. -Tuve mucha suerte con mis libros. Pero muchos libros no significan alta calidad. Son muchos, simplemente. Si Maradona o Salas escriben un libro, por ahí venden más que yo. Pero no sé si escriben mejor que yo, ¿no?

El de Narosky ha sido un éxito tan arrasador como imprevisible. Nació hace 79 años en Darregueira, límite entre las provincias de La Pampa y Buenos Aires; su madre, que era ucraniana, leía a Schopenhauer y a Nietzsche y le inculcó el gusto por los libros. Luego, ya en Adrogué, se recibió de escribano y practicó canto lírico durante cuatro años. No era bueno, para nada, y encima era uno de los seres más tímidos del planeta y alrededores. Uno de sus aforismos dice: “No le perdono a mi timidez, me robó mi juventud“. Luego venció ese obstáculo y empezó a trabajar en radio y tuvo unos micros en ATC. Con el velatorio de un amigo comenzó la historia.

Narosky ya tenía cuarenta años. Un escribano maduro. “Iba al velatorio de un amigo. Eran las tres de la mañana. Yo siempre llevaba un papelito y una lapicera en el bolsillo. Ahora también -del bolsillo saca un papelito arrugado y una lapicera-. Vi mi cara en el espejo del auto. Y escribí: El dolor es el dibujante de la fisonomía . Ese fue el primero. Ese mismo día escribí veintidós, al día siguiente otros quince, o dieciocho, y así. En tres meses hice mil trescientos. Excluí mil y se transformaron en el libro Si todos los hombres… “.

En algún momento Narosky se creyó más que Cervantes, y no porque tuviera dos brazos sino por cuestiones literarias. Era lógico: un mediodía llevó esos aforismos a una editorial chica y a las cinco de la tarde le dijeron que los iban a editar. Si todos los hombres… vendió 600.000 ejempares y va por la edición número 31.

“Meses después supe la verdad -dice Narosky-. No les había gustado tanto. El libro estaba aprobado sin abrir. Yo tenía un micro en ATC que se llamaba Si todos los hombres … y los tipos pensaron: si dura tres meses con su programa, salvamos los gastos.”

Habla como un impostor. Siente que ocupa un lugar que no le corresponde. Ni siquiera se adaptó del todo al hecho de llegar a algún país y que lo esperen los periodistas y las cámaras. Y pide que lo que dice no sea visto como falsa modestia.

-Realmente, no parece falsa modestia.

-Le agradezco, porque no lo es. Tengo vanidad, lo que pasa es que la disimulo bastante bien. Si no, no le diría que vendí un millón y medio de libros. Me lo guardaría. Yo trato de no equivocarme. Corrí el riesgo de distorsionar las cosas. Eso me pasó con el primer libro. Cada vez vendía más y más. Yo pensaba que en algún momento iban a empezar a bajar las ventas. Y no bajaban nunca.

“Yo no soy rico en dinero, pero soy riquísimo espiritualmente. Millonario”, postula Narosky. En cuanto a lo material, vive un poco de los libros y un poco de la escribanía que tiene en Lanús -a cargo de uno de sus tres hijos-, a la cual va dos o tres veces por semana. Pasa los días lánguidamente, en su casa, preparando sus columnas para la radio y leyendo los centenares de cartas que recibe. “Contesto todas: las que me elogian y las que me critican”, dice.

El hombre ha tenido muchos halagos. Su primer libro le valió una carta extensa y elogiosa de Victoria Ocampo, a la que nunca conoció. Florencio Escardó tenía, siempre, un libro suyo en la mesa de luz. Una vez le llegó una carta de un admirador de Teherán. Hubo gobiernos que lo invitaron a dar conferencias. Publicó en el Readers Digest. En un bolichón rasposo de provincia, un ayudante de cocina adolescente le recitó de memoria varios aforismos suyos. Hace poco, cuando aún vivía en Adrogué, se le apareció un hare krishna y le dijo que había leído sus aforismos traducidos al sánscrito.

-Después, otra persona más me dijo que había visto mis aforismos en sánscrito. Pero yo nunca los vi -declara.

Tanto éxito junto. Lo leen el pueblo y la academia. Según dice, lo han usado en cátedras universitarias para dar clase. Sus lectores más fieles están en América latina, España y Portugal. No tiene aspiraciones de máxima. “El Premio Nobel de Literatura no me lo van a dar. No corro ningún riesgo“, ríe. Y se define: “Soy un hombre que escribe aforismos, algunos bien, otros regular, otros mal, y que tiene una difusión enorme. Fenómeno. Estoy contento“.

P ero no le gusta que tilden al aforismo de género menor. Se le recuerda que Borges afirmaba, citando a otro literato, que el único género malo era el género aburrido. Y ya que estamos con Borges: “Cuando alguien me dice que le gusta más lo mío que lo de Borges, me molesta“, confía.

-¿Y a usted? ¿Le gusta más Borges que Narosky?

-No es que me guste más Borges que yo -de golpe, como que se rectifica-. ¡Sí, por supuesto! Pero no es eso. Ocurre que yo nunca voy a ocupar el lugar que ocupa Borges.

-¿Qué le pasó íntimamente cuando vio que sus libros se vendían mejor que los de Borges? ¿Llegó a pensar que era mejor que Borges?

-Pude haber perdido el equilibrio emocional, pero no llegué a sobreestimar la calidad de mi literatura. Dice que un par de veces fue a reuniones de escritores y no se sintió bien. Es un outsider . “Sí, soy un outsider . Lo que pasa es que puedo entender la sensacion de algún escritor valioso, talentoso, que lucha, frente a mí, que vendo miles y miles y cientos de miles. Entiendo la sensación de injusticia que puede sentir”, expresa.

Come una nuez. Le cae otra miguita en el labio. Ahora responde sobre las críticas que recibe. Dice que no le molestan, salvo cuando son de tipo personal o cuando aluden a la cantidad de libros vendidos. “Si no, no me molestan. ¿Cuántos grandes no gustaron? Kafka, Chejov… Lo de ellos no le gustó a ningún editor...” La realidad es que Chejov fue en vida un ilustre escritor profesional y Kafka nunca quiso que nadie viera sus obras, por lo cual era imposible rechazarlas o aceptarlas.

A sus espaldas hay un cuadro grande, que exhibe formas vegetales. Lo ha pintado su esposa. Desde hace años, ella representa plásticamente sus aforismos. “Esa es su labor artística. Yo me imagino que hace muchos miles de aforismos que se cansó. No me lo dijo nunca, pero pienso que es así”, aventura.

Narosky nunca ve los cuadros de su esposa como realmente son: es daltónico. “El colmo de una pintora es casarse con un daltónico.” Lo dice y mira el cuadro. Lo mira con atención, como si apenas lo descubriera. Igual que con la planta de plástico.

-¿Qué es lo que, según sabe, le gusta a la gente de sus aforismos?

-Hay una frase que escuché miles de veces: Narosky escribe lo que yo hubiese escrito . Cree que el lector actual no camina, corre, y que por eso necesita una literatura breve; es decir, aforismos. Narosky expone la teoría de que Germinal , de Zola, o El Jugador , de Dostoievsy, por ejemplo, no se pueden leer en el colectivo. Y que los aforismos sí. Según él, esto también explica el éxito de su producción.

-Varios aforismos suyos, sin duda, dicen obviedades.

-Puede ser. ¿Qué certeza tengo de que no es así? Yo no sé si son obvios o si son lugares comunes. Yo escribo lo que siento. Sentiría que vendo mi dignidad si escribiera para vender. No me molesta que se vendan. Yo no escribo para ganar, pero gano escribiendo. Y no me parece mal. Y sé, además, que en el aforismo la frontera entre lo pueril y lo singular es muy difusa.

Narosky acepta que ha migrado, en algunas ocasiones, hacia lo pueril. “Leo cosas mías de otras épocas y me parecen pueriles.” Pero a nadie que viva en zona ricachona, con esa vista al Río de la Plata, puede importarle demasiado tal cuestión. Se lo ve satisfecho. No puede pedir mucho más. De yapa, y qué yapa, la editorial Planeta está reeditando todas sus obras y publicará las próximas. Un hombre así merece ser consultado sobre casi todo.

-¿A qué político aislaría en el Himalaya?

-No sé si el señor Hitler fue un político. ¿Uno que esté vivo? No sé, y no es por eludir. No se me ocurre. Es mucho castigo el Himalaya.

-Bueno, ¿y en Sierra de la Ventana?

-No, no sé. Creo que todos los hombres tienen algo bueno y algo malo adentro.

-¿Alguna vez se disfrazó de mujer?

-No. Aunque hubiese querido, la timidez me lo habría impedido.

-Dígame el título de tres libros que haya pedido prestados y que nunca devolvió.

-Jamás. Devuelvo todos los libros. Como me molesta que no me los devuelvan, los devuelvo.

-¿Cuál sería una frase infalible para conquistar a una dama?

-Amo tu cuerpo porque contiene tu corazón.

-Complete la frase: la Argentina es el mejor país del mundo porque…

-No. No sé si es el mejor. Es mi país. Es el que yo prefiero.

-¿Le da plata a los chicos de la calle?

-Si el chico me inspira confianza, si su rostro demuestra buena fe, no le doy una cifra importante, pero algo le doy. Hace poco le di diez pesos a una señora. No es diez pesos mi propina habitual. Jamás le doy diez pesos a los chicos de la calle. Pero me cuesta decir que no.

-¿Se anima a confesar algo inconfesable?

-No. La Nación tiene mucha tirada.

Hombre gentil y agradable, obsequia dos libros al cronista y le dedica uno. Sobre la mesa ratona hay carpetas, fotos y recortes. Lo más valioso son las carpetas, por lejos. Guardan, numerados por orden de creación, los casi trece mil setecientos aforismos de Narosky. Y, de esa cantidad, más de once mil esperan, agazapados, inéditos, para convertirse por primera vez en libro y llenar los colectivos de América, España y Portugal y de aquellos lugares en los que se hable sánscrito.

 

 Aforismos a medida

C ualquier cosa puede ser materia poética. Con esta premisa, la Revista le lanzó a José Narosky una serie de palabras para que las definiera con aforismos propios, pues en el campo se ven los pingos. Veamos:

-Amor…

-El amor es el más hermoso de los milagros.

-Prado…

-El amanecer en un prado parece más amanecer.

-Astronauta…

-Dicen que el hombre venció al espacio, y sólo demostró su propia pequeñez.

-Ojos…

-Ojos que dicen poemas, son poemas.

-Dolor…

-Hay dolores para los que las lágrimas no alcanzan.

-Mondongo…

-No. Paso. No tengo ninguno sobre mondongo.

-Abrazo…

-Tantos siglos de civilización y no aprendimos a abrazarnos…

-Ave…

-El hombre cree canción el lamento del ave enjaulada.

-Internet…

-Prefiero el de mondongo. Pero tengo uno: Mientras la ciencia avanza, el hombre retrocede.

-Lujuria…

-Hay dolores que curan y placeres que enferman.

-Acupuntura…

-Tengo uno, pero no es específicamente de acupuntura: El médico que no entiende almas, no entenderá cuerpos.

-Ciclomotor…

-Me rindo.

 

Fuente: Diario La Nación.
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El día que Roberto Bettega se perdió de jugar en Huracán de Guatraché.

Roberto Bettega nació en Turín, Italia en 1950. Delantero exquisito, brilló en la squadra Azurra en el mundial ´78 jugado en nuestro país. Su extensa carrera, que no estuvo exenta de increíbles goles, pases mágicos, infortunios, y una olvidable derrota en 1983 ante la desconocida Rumania por 7 a 1 en su último encuentro con la selección Italiana, hizo que se escribieran cientos de historias y anécdotas sobre su paso por el fútbol. 

Pero, seguro, ninguna tan disparatada como la que encontramos webeando en la red una madrugada de éstas, y que tiene como autor a Eber Ludueña, cómico tan reconocido por el público por sus anécdotas dentro de su carrera deportiva -que incluye un paso por Olimpo de Bahía- como por su perfil de jugador sucio, agresivo y de poca profesionalidad con un récord insuperable: 111 partidos en primera, 25 tarjetas amarillas y 37 rojas; que llevó a que le otorgaran un premio único: la Asociación Argentina de Arbitros le confirió la Gran Tarjeta Roja en mérito a su condición de “el jugador más violento de la historia“.

Pero esa es otra historia, la que nos compete  y por demás desopilante la encontramos en el Diario Clarín del Sábado 25 de Abril de 2009, y la transcribimos a continuación:

El caso Davids y la memoria del Doctor Khumalo

Por: Eber Ludueña
Fuente: mail en trámite
 
A la dirigencia de River ya le van quedando pocas opciones para intentar torcer este rumbo. Ya probó de todo: “técnicos jóvenes y exitosos”, “técnicos que conocen los pasillos del club”, “jugadores-hinchas” y ahora va por la última intentona: “jugadores que no tienen nada que hacer, hace siete meses que no juegan y quieren venir a pasear a la Argentina”, que es el caso de Edgar Davids. Entiendo que el Ogro Fabbiani, que dijo siempre que era fana de River, se banque este momento. Pero me quedan dudas de que el morocho, que hasta la semana pasada no sabía si era hincha de River o de Boca, tenga ganas de venir acá y que a los tres partidos la San Martín lo putee (1).

Recuerdo que Ferro intentó algo parecido cuando trajo al mejor jugador sudafricano de todos los tiempos, Doctor Khumalo, quien marcó un gol memorable en su debut y después desapareció enteramente del mapa.

Boca sacudió al mercado futbolero con la incorporación de Renato Gaúcho para jugar la final de 1991 con Newell’s. La pilcha del brasileño luego de que el Maestro Tabárez lo reemplazara en el lluvioso segundo tiempo del partido de vuelta todavía está intacta. No hubo necesidad de lavarla.

Pero el caso más memorable fue el de Huracán de Guatraché, que para definir la Liga Cultural de La Pampa frente al Deportivo Winifreda intentó contratar a Roberto Bettega, autor del gol con el que Italia le ganó a Argentina en el Mundial 78 aquel partido que salió 1 a 0 en el Monumental. Bettega tenía familiares de su esposa en Guatraché, por lo que el delantero azzuro gozaba de una bien merecida fama en esa zona, aun en 1995 cuando lo tentaron para volver a calzarse los cortos, 11 años después de su retiro.

Lamentablemente, el turinés no pudo debutar con el Globo guatrachense porque el equipo ya tenía cubierto el cupo de extranjeros con un paraguayo y un sueco de apellido Olson.

(1) Esa extraña casta es capaz de aprender holandés para exponer con total claridad su punto de vista.
 

 

 

Fuente:

http://www.clarin.com/diario/2009/04/25/deportes/d-01905489.htm

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Historias: Cuando el agua se tragó a Villa Epecuén

María de Francisco siempre pensó que no había nada peor que un incendio. Eso fué hasta el 10 de noviembre de 1985, el día que el agua venció la defensa de seis metros de altura de Villa Epecuén e inundó el pueblo. Cuatro días después todo el lugar ya había sido evacuado. Hoy se lo puede recorrer en lancha; sólo hay que ir esquivando los pocos techos y tanques de agua que aún están sobre el nivel de la laguna.

María y su marido tenían una mercería y tienda de ramos generales que estaba sobre la calle Mitre, la principal de Villa Epecuén. Sólo salvaron algunas cosas y se mudaron a Carhué. Con la indemnización que les dio la provincia, dicen que compraron una casa cinco veces más chica y de menos calidad que la que tenían.

Villa Epecuén quedaba a 8 kilómetros de Carhué. Estaba siempre a full. Todo el año recibían turistas con reuma, artritis y artrosis que usaban las aguas curativas de la laguna. Era, además, centro nocturno en la región.

En el ”85 todo el sistema hídrico de esta zona de la provincia —fundamentalmente las seis lagunas Encadenadas que están al norte de Carhué— estaba a punto de “explotar”. Entonces, dicen que Alejandro Armendariz (el gobernador de la época) dio la orden de sacar los “tapones” que paraban al agua. En un abrir y cerrar de ojos, todo ese caudal oceánico llegó a Villa Epecuén.

Dicen que salvo el intendente de Carhué —que unos días antes vació un hotel que le pertenecía, según cuentan los memoriosos— nadie imaginaba lo que iba a pasar. “Por más que veíamos que día a día elevaban la altura de la defensa éramos unos ingenuos; vivíamos en el limbo”, recuerda doña María.

Ricardo Zappia, era dueño de un hotel, junto con sus padres y sus hermanos. “¿Si era lindo? Para mí era hermoso”, dice. Aquel día que la defensa quedó superada su papá y su mamá tomaban mate en la cocina. De pronto, los invadió medio metro de agua. Aunque algunos vecinos alcanzaron a salvar hasta los sanitarios y puertas y ventanas, ellos perdieron todo. “Nos ofrecieron 100 mil australes de indemnización y había una inflación tremenda. Lo rechazamos y aún estamos en juicio”, comenta el hombre. De dueño de un hotel pasó a empleado de una pinturería de Carhué.

También el cementerio quedó bajo el agua. Los ataúdes que estaban en nichos flotaron a la deriva y después los llevaron a un nuevo cementerio en Carhué. Los que estaban bajo tierra quedaron cubiertos por la inundación.

En 1999, cerca de donde estaban la escuela primaria y la terminal de ómnibus, recordaron aquella inundación. Sobre tierra firme, los vecinos colocaron un monumento de simbología incomprensible. En una placa está esta frase: “La llama de la esperanza no se apagará jamás“. El agua de la laguna, que crece sin parar, ya le muerde la base.

 

La más triste. Una familia entera con su casa bajo el agua.

El Matadero

Más del Matadero. Hoy casi destruído.

Canales que se multiplican por la zona.

Caminos que terminaban en lagunas.

2 días después de la inundación.

La nada misma.

Pena, simplemente eso.

El agua en las puertas de las casas.

Se venía el Fín.

Imágen aérea. Todo terminaba.

El Cristo.

El Matadero. Lo que quedó.

Huellas de la Inundación.

(Clarín – Carhué).

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Un guatrachense desde Chile: “Cuando te mueven el piso”

Cuando te mueven el piso

Típica frase que describe la acción de un individuo que busca ocupar tu lugar o desbancarte porque se le ocurre. Generalmente uno se entera después.

Esta frase logra alcanzar ribetes insólitos cuando en realidad el piso se te mueve y te das cuenta simultáneamente que es así. Como pampeano y guatrachense estoy acostumbrado que el piso se mueva cuando pasa alguna tropilla chúcara al galope cerca de uno o una motoqueada pase en exhibición por la zeballos haciendo temblar los vidrios y las puertas.

Vivir la experiencia de un terremoto puede ser interesante si vivís para contarlo y afortunadamente, gracias a Dios, fue el caso de mi familia y de todos los amigos, colegas y miembros de la Iglesia Luterana en Chile.

Estábamos viviendo la época del festival de Viña y la noche del viernes era la mejor, incluso fue la que con mayor rapidez se agotaron las entradas. Es que actuaba Arjona. Durante el día hubo una pequeña discusión de Arjona con los organizadores en relación al horario de actuación. A él lo habían puesto para actuar más o menos como a la una y media de la madrugada lo que significaba terminar bien entrada la idem. El no quería esto por el tipo de espectáculo que presentaba, el armado de la escenografía y porque era demasiado tarde. Así que, siendo el artista top en este festival lo consiguió. La noche estaba preciosa porque había una luna llena espectacular y el espectáculo fue maravilloso. ¿Por qué cuento esto? Porque si hubiera actuado en el horario original estaríamos lamentando miles de víctimas producto de una avalancha. El festival esa noche terminó antes y justo cuando salió el último espectador vino el terremoto. Eso fue a las 3.36 de la madrugada. De hecho, los animadores del festival  aún estaban en camarines.

 

Mi familia ese día estaba desparramada. Yo en casa con mi hijo menor Carlos Jr., mi esposa Nori en un paseo con los profesores del colegio en unas cabañas de la costa y mi hijo mayor en casa de su tía porque había “trabajado” según él, de promotor esa noche. Vimos la presentación de Arjona que terminó como a la una de la mañana y nos fuimos a dormir.

A las 3.36 de la mañana (la hora te enterás cuando te la dicen los encargados del sismógrafo) la tierra comenzó a temblar. Chile es un país sísmico por lo que es normal que la tierra tiemble. Uno está más o menos acostumbrado a eso entonces no salís corriendo sino que abrís un ojo y lo empezás a calibrar. La mayoría de las veces comienza con un ruido subterráneo, se mueve de a poco, dura unos segundos y se queda piola. Cerrás el ojo que abriste y seguís durmiendo.

En este caso comenzó fuerte por lo que me levanté, ridículamente me puse los pantalones por si había que salir picando de casa y fui caminado hacia una posición segura, es decir, debajo del marco de una puerta. Puedo decir que es bastante complicado ponerse los pantalones cuando hay un terremoto. Resultaba difícil caminar y no paraba el sismo. Carlos Jr. Bajó de su pieza y asomó por la escalera. Como primera frase hago una pregunta retórica: Che, ¿parece que esto es terremoto no? Mi hijo chileno respondió como tal ¡Yo cacho! Lacónica respuesta que significa en español “me parece que sí”. Acto seguido nos seguimos agarrando del marco de la puerta y mirando como se movían las paredes. Podíamos ver gracias a la luz de la luna porque se cortó la corriente. Bueno, además no habíamos prendido las luces porque no se te ocurre hacer eso cuando tiembla de la manera que temblaba. Yo esperaba que la casa se empezara a partir en pedacitos aunque estaba seguro que no se iba a caer. Se podía romper y trizar pero no caer. Aunque pasando los segundos me había entrado la duda. Duró como tres minutos que parecen horas. Terminado el terremoto nos miramos con mi hijo y dijimos “parece que zafamos”.

Realmente no pensás mucho en ese instante sino mas bien mirás y vivís con la adrenalina a full el momento. Todos tus sentidos están alertas para tomar las decisiones que te permitan sobrevivir. En mi caso fue agarrarme de algo y mantenerme en pie lo que era bastante difícil.

Uno se pone a pensar después que te estás agarrando de cosas que también se están moviendo. No hay nada quieto o firme. En realidad te agarrás para seguir el ritmo. Salimos de la casa para ver como había quedado el barrio. Toda la gente hizo lo mismo. Allí nos cercioramos de que todos estaban bien. La estructura de nuestra casa resistió bien. Realmente era antisísmica.

Luego entramos y tratamos de conseguir velas o algo para ver. Mi hijo usó la luz del celular para verificar daños internos. Ahí nos enteramos que se habían roto unos adornos y nada más. La heladera había iniciado un viaje por la cocina aunque bastante corto. Chequeamos los servicios básicos para ver que había gas, cosa muy extraña porque debería cortarse automáticamente por seguridad, no había luz, teléfono ni agua. Luego encendimos las velas y nos quedamos un rato despiertos tratando de encontrar una de las tres radios a pilas que tengo y que misteriosamente no aparecían. Tampoco linternas. Así que nos fuimos a acostar ya que no nos podíamos comunicar ni escuchar radio para ver qué había pasado. Sabíamos y esperábamos que hubiera más temblores porque eso sucede siempre. Son menores al primero pero no dejan de ser fuertes. Y efectivamente hubo como tres o cuatro réplicas más en el transcurso de dos horas. Igual nos fuimos a dormir y esperar que amaneciera. A las seis y media de la mañana recibo el primer llamado de un colega de Santiago para decirme que estaban todos bien aunque asustados. Luego llama mi señora avisando que estaba bien y mi hijo que también había sobrevivido. El estaba en un edificio de departamentos aunque en el segundo piso.

A las 7 de las mañana encontramos una radio para informarnos y comenzamos a darnos cuenta de a poco que había pasado. Nos enteramos de la magnitud del terremoto en las distintas partes del país: 8,8 en la escala de Richter en Concepción y 7,5 en Viña y Valparaíso donde vivo. No teníamos televisión por lo que no vimos imágenes de nada hasta mas o menos la 7 de la tarde.

No había noticias del lugar del epicentro. No se podía comunicar nadie. Nos fuimos enterando de a poco y ni siquiera sabíamos que había habido un maremoto en la costa.

Yo fui a verificar que las cosas en el colegio e iglesia donde trabajo estuvieran bien. No pasó nada. Todos estaba como si no hubiera habido un terremoto. Yo creía que en todo Viña había sido así aunque sabía que en Valparaíso podrían haber mayores daños debido al tipo de construcción mucho mas antiguas que en Viña.

Una vez reunida la familia dimos gracias a Dios porque todos habíamos sido protegidos de manera increíble. No se nos cayó ni un pelo. Estuvimos en medio de una catástrofe y pasamos como si hubiéramos estado en un día de campo.

Durante el día fui recibiendo reportes de los pastores de la iglesia luterana de los distintos lugares confirmando que no había habido heridos ni pérdidas materiales entre los miembros de la iglesia en ningún lugar. Durante el día traté de comunicarme infructuosamente con Guatraché para avisar que estábamos bien. Sólo lo pude hablar unos 15 segundos antes de que ser cortara y alcancé a decir estamos todos bie, eso fue como a las 16,00 hrs.. Después sólo via skype pude comunicarme a las 7 de la tarde ya que los teléfonos estaban totalmente colapsados. Cuando tuve internet comenzaron a aparecer los correos de todas partes del mundo solicitando información y ofreciendo ayuda para los damnificados. Por lo tanto convoqué a una reunión de emergencia para el lunes donde elaboramos una estrategia para por un lado coordinar la ayuda del exterior y por otro para hacerla efectiva. Hemos buscado familiares o personas conocidas para establecer contacto en la zona del epicentro con la finalidad de viajar hasta allí y conocer en terreno qué tipo de ayuda brindaremos tanto en el plazo inmediato como en el proceso de reconstrucción.

La zona del epicentro corresponde a la región del Bio Bio, se llama así por el río del mismo nombre y la zona del Maule. Allí se concentran la mayor cantidad de víctimas y daño estructural en carreteras, edificios y casas.

Esa zona había sido visitada por mi señora y mi hijo menor hacía dos semanas atrás. Habían ido de paseo y fueron a Concepción, luego a una localidad de 10.000 habitantes llamada Tirua y más tarde a una pequeña isla llamada Mocha a la que se llega por avioneta en un viaje de 15 minutos. Isla Mocha tiene 500 habitantes. Precisamente Tirua e isla mocha fueron arrasadas por el maremoto. Tirua prácticamente fue borrada del mapa. En Isla mocha la gente perdió todo pero conservó su vida. Nosotros tenemos las fotos de esa gente compartiendo su casa  y sus historias. Tenemos videos de momentos compartidos hace dos semanas atrás. Esas casas, animales, etc. Se los llevó el mar. El desastre cobra una dimensión distinta cuando detrás hay rostros e historias cercanas.

Hoy martes 2 de marzo recorrí Viña del Mar. No un sector pobre sino ese que está cerca de la playa con edificios de departamentos caros. Es increíble el daño que sufrieron esos edificios. Hay 12 de ellos que hay que derrumbar. Algunos se inclinaron demasiado, otros se doblaron los fierros de los pilares, etc. Muchos de ellos son nuevos.

El terremoto se vive distinto en una casa que en un edificio. Cuánto más alto estás más se mueve. Hay un sistema de construcción que coloca la base de los edificios sobre rodillos de acero. Cuando tiembla el edificio se mueve bastante pero no se quiebra ni cae. Por eso los que más susto pasaron son los que viven en departamentos. Esos no quieren subir más.

Durante todos estos días hemos tenido réplicas. Temblores suaves. Esto sucede dos o tres veces por día y seguirá un tiempo más tal vez durante un mes.

El pueblo chileno está sufriendo mucho esta catástrofe. Es un pueblo acostumbrado a los terremotos. El más grande del mundo fue en el año 1960 y en Valdivia, un poco más al sur de donde ocurrió ahora. Ese fue de 9,5 grados. Ese es un nivel de cataclismo. El nivel de cataclismo significa que no queda nada en pié. Hubo un maremoto asociado que colocó a un barco arriba de un cerro hasta el día de hoy. En el colegio que administro trabaja una persona que estuvo en ese terremoto cuando niña. Este de 8,8 grados es el séptimo más violento. Sin embargo estas son heridas que demoran en sanarse desde lo físico, sicológico y material. Al principio, con la poca información que se tenía se pensaba que no iba a ser necesaria la ayuda mundial. Hoy, con lo que se puede ver y se sabe, sin ayuda será imposible levantarse. Esto fue un mazazo que abarcó mucho y si bien las víctimas podrían considerarse “pocas” comparando con Haití, hay un millón y medio de viviendas muy dañadas, tres millones de damnificados y un daño en carreteras e infraestructura en general que dándole con todo no alcanzarán cuatro años para recuperarse.

Después de juntar los pedazos y barrer hay que reconstruir a todo nivel en lo personal y material.

Eso es un proceso que lleva tiempo. Hay dolor pero también hay esperanza.

 

Algunos datos interesante para destacar sobre este terremoto:

Cubrió una extensión de 1,600 kilómetros.

No se anunció oportunamente y hasta se negó el peligro de maremoto lo que les costó la vida a muchas personas.

Es notorio el cambio social que puso de manifiesto este terremoto. En el año 1985 hubo con epicentro en Valparaíso, allí, cuentan los que lo vivieron, la gente se ayudaba mutuamente y hubo una solidaridad destacadísima. 25 años después nos toca presenciar saqueos a supermercados y tiendas, asaltos a los vehículos de ayuda, robos a casas dañadas. La calidad humana se deterioró de manera muy significativa y la sociedad en su actitud tuvo un retroceso muy fuerte. Todos en Chile están sorprendidos y no lo pueden creer. Esto ha pasado en Santiago, en Viña y en el lugar más afectado. Los vecinos se arman para proteger sus propiedades.

Una de las cosas que la gente pedía a gritos era que la presidenta llamara a las fuerzas armadas para que hubiera seguridad y no hubiera saqueos. Se demoró demasiado en hacerlo y eso permitió la escalada de la anarquía en esos lugares. A esto se lo está llamando el segundo terremoto. La gente está padeciendo más por esta inseguridad y violencia que por el terremoto. Las familias van a rescatar a sus familiares para sacarlos de la zona.

Hay racionamiento de nafta. Mucha gente que estaba de vacaciones allí y que nos les pasó nada no puede volver porque no tiene nafta.

El maremoto causó más daño que el terremoto.

 

Para terminar. Chile es un país próspero pero esforzado. Hay mucha gente que sin el terremoto vive mal. Los sueldos son bajos, la educación tiene muchos problemas y el costo de la vida es alto. La gente está muy esperanzada por el cambio de gobierno aunque seguramente esto representará un desafío enorme para quienes vengan. Chile ha ido madurando muy bien en lo político y se piensa más en un proyecto de país que en el partidismo, esto último, sin volverse locos. El tiempo social que se interpretaba iba a vivirse era de la llamada segunda transición. La primera: del gobierno militar a la democracia y la segunda: del subdesarrollo al desarrollo. Este país intentaba con mucho fundamento dar pasos seguros en esa dirección del desarrollo. La naturaleza dio su palabra y como siempre….Dios dirá la última.

 

Carlos Schumann

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