Tito Oveseika: A 36 años del debut como pintor con la boca.

La iniciativa y la voluntad lo impulsaron a crear los cuadros con los que hoy realiza exposiciones y brinda charlas en todo el país. El ejemplo de quien cambió su vida al centrarse en las posibilidades en lugar de las dificultades. 

     Habla, sonríe, pinta con esmalte sintético y el pincel no se cae de su boca. Claro, está canchero. Hace 36 años que lo domina como si fuera una extensión de su cuerpo.
 Por dificultades en el parto, Tito nació privado de movimientos normales en brazos y piernas. Esto, lejos de amedrentarlo, potenció su creatividad, siempre al encuentro de elementos y prácticas que le permitieran mejorar su calidad de vida.
Hoy, tiene la mirada de quien está donde quiere y haciendo lo que quiere. Es más, el entusiasmo por contar sus experiencias, lo deja por momentos sin aire aunque, tras brevísimas pausas, retoma el relato con más energía.
–¿Cómo te sentís hoy?
–Muy feliz –dice, mientras repasa una de las manos del bebé que ya sonríe en el bastidor.
–¿Siempre sos tan detallista?
–¡Como buen virginiano soy muy detallista! Puedo estar un día entero pintando, lo único que me interesa es que me quede como yo quiero. Si no que te lo diga mi mamá.
–Ya que la nombraste… ¿Qué significa ella para vos?
–Es mi puntal. Yo siempre digo que Dios pone cada cosa en su lugar. Hay una leyenda que dice que cuando un hijo especial va a venir al mundo, ese hijo le pide al Señor qué mamá quiere tener; y yo la elegí a ella.
Entre sus cuadros, expuestos en el salón que fue garage de su casa, en Jacinto Aráuz, en su silla, aprovecha hasta el último rayo de sol que entra por la ventana y le hace honor a la frase Pinta tu aldea y pintarás el mundo –atribuida al escritor León Tolstoi.
Nadie que conozca su obra puede negar que, con paciencia y mucha tolerancia a la frustración, logró pintar su mundo.
Antes que los cuadros, el artista no perdonó botella, plato ni lata de leche o paté que le pasara por delante. Todos desfilaron ante su motivado pincel. Con el tiempo perfeccionó la técnica y pasó a la tela.
Gracias a ello hoy puede enorgullecerse de haber visitado unas 120 localidades del país y hasta de haber hecho exposiciones en el extranjero.
Expresivo y muy sociable, no siente vergüenza ni temor –o al menos los enfrenta con éxito– de exponer su vida a pesar de haber pasado por muy duros momentos.
–Hago todo esto por la gran alegría que tengo por todo lo mío y lo que conseguí. Siempre digo que si Dios te mandó así por algo será. Punto. No busquemos otra cosa.
–¿Cómo es tu relación con la gente?
–Te voy a contar algo que me pasó en Ingeniero Luiggi ¿Sabés cuánto estuvieron las maestras hablándoles de mí a los chicos? Un mes y medio, porque tenían miedo de que se rieran de mí cuando me vieran. ¡Al contrario! Me vieron entrar al salón y vinieron todos corriendo a darme besos, abrazarme y a estar conmigo. Las maestras lloraban, no lo podían creer. Fue una lección de vida increíble.
–¿Siempre te sentiste bien tratado?
–Si vos me preguntás cómo era antes y cómo es ahora, nada que ver. Antes, a la sociedad le costaba mucho aceptar a una persona especial. No lo digo sólo por mí, por los demás también. Más que nada nos aceptan los chicos.
–¿Y cómo fue durante tu niñez?
–¡Ah! Espectacular. Nunca sentí la diferencia de los chicos. Cuando iban cerca del monte a cazar pajaritos me llevaban a mí, con esta silla ¡No sabés los kilómetros que tiene! La uso porque es súper cómoda para pintar. Tengo otra, a motor, con la que salgo por el pueblo a pasear.
De toda su obra, dos retratos son sus favoritos: el del doctor René Favaloro y el de la Madre Teresa de Calcuta. Ambos parecen estar vivos en la tela.
–¿Cómo lo lograste?
–Me guió ella. Y el doctor René Favaloro. Si vos me decís: “Tito ¿te animás a pintar otro igual?”, te digo que no. Ningún pintor en el mundo puede hacer una pintura igual a otra. Es por única vez en la vida.
–¿Sos religioso?
–Soy muy creyente.
–¿Cuánto tiempo te llevó el cuadro de la Madre Teresa?
–Tardé siete meses, pero trabajaba ocho horas por día. Me dolía mucho el cuello así que tuve que aflojar, no daba más. Ahora me cuido más porque uso la computadora, chateo, tengo Facebook. Eso me abre muchas puertas en lo mío.
–¿Cómo elegís los motivos de tus cuadros?
–Cuando termino uno me tomo vacaciones. Por dos o tres meses, no pinto. En ese tiempo, cuando estoy descansando voy pensando qué quiero hacer en el futuro cuadro. La gente me manda imágenes,: paisajes, bebés, de todo.
–¿Qué sentís cuando pintás?
–Mucho placer. Cuando agarré por primera vez el pincel con la boca, el 24 de mayo de 1976, me corrió un escalofrío en todo mi cuerpo. Parecía que Dios había puesto su mano en mi cabeza y que me decía: “Tomá, te regalo esto para que te ganes el puchero”.
A sus 43 años, asegura que nunca perdió el entusiasmo y que gracias a Dios y a su voluntad llegó adonde quería. Aunque cada vez que llega a algo, va por más.
–¡Ojo! Si vos me preguntás si estoy conforme te digo que no. Quiero más, quiero mucho más. Yo me exijo mucho. Quiero perfeccionar mi obra y seguir viajando.
–¿Tenés amigas?
–¡Sí! Tengo muchas. Me llaman desde muchos lugares. Contesto los mensajes de mi celular con un palito y siempre estoy en contacto.
–¿Alguna vez te sentiste mal por tus limitaciones físicas?
–No, para mí esto es normal. Lo mío nunca me molestó, al contrario. Los amigos de mi hermano venían a jugar acá ¿Sabés lo que era? ¡Pobre mamá! ¡Aguantar a entre 12 y 14 chicos, acá en la casa! A mí me ponían de rodillas entre medio de dos plantas y me tiraban cada pelotazo para que lo ataje como arquero.
Desde chiquito y hasta los 12 años gateó por la casa, incluso por la del vecino y con un palito en la boca engañó a muchas arañas para que salieran de su tela en busca de una presa inexistente.
Después los médicos le dijeron que gatear acortaba sus tendones. Desde entonces, se moviliza en silla de ruedas.

“Decir `Yo no puedo’ es como lavarse las manos”
Tito sabe que es un hacedor y hace con lo que tiene. Y si no tiene, va en busca de. No se queda.
–Yo lo mío lo fui soñando, pronosticando. Por eso siempre digo que cuando uno tiene un deseo muy grande en su vida hay que desearlo con todo el corazón y luchar por esa meta, que es lo principal. Decir yo no puedo es como lavarse las manos. Siempre hay que decirse a uno mismo: ¡Yo puedo!
–Siempre tuviste iniciativa…
–Empecé pintando latitas de leche Nido como macetitas con esmalte sintético, y hasta tuve la idea de decirle a mamá “Ponéle plantas para venderlas”.
Le encanta viajar, estar con la gente y hablar con todo el mundo. Su alegría más grande es llegar a esos pueblitos que tienen entre 500 y 800 habitantes y darse cuenta de que lo reconocen.
–Me dicen “Tito ¿qué haces vos acá?”, es algo impresionante. Me conocen por mi experiencia en Susana Giménez, cuando estuve en el programa.
–¿Cómo fue eso?
–Estaba pintando el cuadro del jinete de La Pampa y le digo a mamá: “Ponéme frente la máquina, voy a escribir una carta”, pero no le dije a quién. Yo solito escribí “Me presento…”, y conté lo mío. Y le mandé la carta junto con la tarjeta del puerto de Mar del Plata.
–¿Y le pediste estar en el programa?
–Yo no le puse que quería estar en su programa. Yo más que nada le escribí para felicitarla porque ella había ganado el primer Martín Fierro, que fue en el año 95. A los seis días estaba dando los últimos repasos al cuadro y mamá me dice: “Tito, te llaman de Telefé, del programa de Susana Giménez”.
Entonces fue la primera vez que tomó un avión, junto a su mamá.
–Fueron diez minutos de programa, que para mí valieron oro y gracias a eso se me abrieron todas las puertas.

Pirucha, la mujer que nunca bajó los brazos
“Nunca quise que la vida de él fuera de estar sentado sin hacer nada. Todo lo que estuvo a mi alcance se lo expliqué”, dice Mercedes Adela Plaza, alias Pirucha, mamá de Tito.
Ella cree que si la familia hubiese tenido dinero probablemente las cosas no se hubieran dado así y agradece haber tenido la idea de no cobrar cada vez que Tito realiza una exposición.
En 2007, fue distinguida como Mujer del año por el Consejo Provincial de la Mujer.
Todo reconocimiento parece poco para esta mujer que, con amor y creatividad, combatió la enfermedad, la escasez de recursos materiales y removió cada obstáculo que intentó detener el avance de Tito, su primer hijo.
Fruto de su matrimonio con Héctor Oveseika, tiene otros dos hijos: Carlos (42) y Ariel (40).

El libro de las mil y una hazañas
Tito Oveseika dice que el 24 de mayo de 1976 cambió su vida. Fue cuando descubrió, gracias a su iniciativa, que podía sostener un pincel con la boca y pintó un trencito.
Al ver su pintura los médicos descubrieron que aquel niño que no tenía estabilidad en brazos y piernas sí la tenía en el cuello. A sus ocho años, ya daba lecciones. “Uno mismo tiene que ser el médico”, sintetiza el artista.
“Todo lo que Tito no puede hacer con los brazos, desde hoy lo va a hacer con la boca”, dijo uno de los profesionales de IREL, el centro de rehabilitación de Bahía Blanca, donde realizaba ejercicios de estimulación motriz.
El niño, y más tarde el adolescente, y luego el adulto, como siempre, irían más allá del diagnóstico. Tito no pararía hasta convertir sus sueños en cuadros, viajes, amigos y hasta en páginas de un libro.
Este trencito me cambió la vida es el nombre de su biografía, escrita por la araucense Mirta Bertinat.
–¿Cómo surgió el libro?
–Siempre le decía a mamá: “Yo quiero hacer mi libro” y le proponía que escribiéramos uno o dos renglones por día. Y ella me decía: “Mirá Tito, a mí me hace mal recordar tantas cosas…”. Y yo decía: “Ya voy a tener la oportunidad de conocer a una persona”. Siempre hablaba solo y sigo hablando.
–Y ese día llegó…
–Sí, un día conozco a la señora Mirta Bertinat, que vive en Necochea y le propongo mi idea. Y ella me dijo: “Con qué gusto voy a hacer tu libro, Tito”. Y ahí le comenté a mamá: Prepará la grabadora que en dos días empezamos”.
–¿Qué respuesta tuviste de los lectores?
–Espectacular. Me escriben siempre y me da mucha risa. El otro día me escribió una señora que me dijo: “Tito, por leer tu libro se me quemó la torta”. Aquí, y en General San Martín, les están dando clase de lengua a los alumnos de los colegios, con mi libro. Es una alegría muy grande; me da una fuerza increíble.

Datos.
Para comprar las tarjetas de Tito Oveseika, invitarlo a realizar exposiciones de sus obras o a brindar conferencias en colegios e instituciones, los interesados pueden comunicarse al (0291) 156 459941, escribirle a tito_oveseika@cooparauz.com.ar, buscarlo en Facebook como Tito Oveseika o visitar su página www.titopintaconlaboca.com.ar
Anahí González – La Nueva

Deje su comentario en Facebook