Hoy: Homenajean a suarense adoptivo que ayudó a capturar al nazi Eichmann.

Se trata de Lothar Hermann, cuya tumba se encuentra en Coronel Suárez, donde vivió más de 20 años. El homenaje será hoy, en la sede de la DAIA en Buenos Aires.

     CORONEL SUAREZ — El 1 de julio de 1974 se apagaba en Coronel Suárez la luz enérgica de un auténtico luchador antifascista como lo fue Lothar Hermann. Lejos de su hija y su familia, vivió toda su vida en el anonimato, con temor, con el objetivo de descubrir, perseguir y llevar a la captura al criminal de guerra nazi Adolf Eichmann.
El silencio de su historia no se pudo ocultar, y su valentía será reconocida hoy por autoridades de Argentina, Israel y Alemania, quienes lo recordarán en un acto que se desarrollará en la DAIA Buenos Aires, a las 17.30.
Además, el municipio de Coronel Suárez declarará a la historia de Hermann y su tumba como Patrimonio Histórico de la ciudad.
Lothar Hermann fue un luchador. Nacido en Quirnbach (Alemania), en 1901, fue el tercero de once hermanos. En 1935 fue arrestado por espionaje por el régimen hitleriano y fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde perdió un ojo a raíz de los golpes recibidos, según consta en los documentos de la policía de Frankfurt.
Luego de lograr escaparse junto a tres hermanos –algo que no logró el resto de su familia– Lothar llegó a Argentina a fines de 1938. Después de un breve paso por Montevideo y Rosario, se instaló junto a su hija Silvia, para mudarse al tiempo a la zona norte del conurbano bonaerense, a la localidad de Olivos.
Allí, y luego de que su hija entablara casualmente una relación de amistad con Klaus, uno de los hijos de Eichmann, Hermann comenzó a enviar cartas tanto a autoridades de Alemania como de Israel informando del paradero del criminal de guerra.
Sin embargo, no obtuvo la respuesta esperada.
A fines de 1955, decidió mudarse a Coronel Suárez, a la Avenida San Martín 241, desde donde continuó enviando misivas a las autoridades europeas. Al final, tomó el caso Isser Harel, del servicio secreto israelí, el Mossad, quien envió dos agentes a Coronel Suárez para cotejar datos y no encontraron contradicciones.
Así fue, gracias a la colaboración de Hermann, como el 11 de mayo de 1960 Eichmann fue capturado y llevado a Israel, donde posteriormente sería juzgado y ejecutado.
Sin embargo, la historia no termina allí. Luego del arresto del criminal y de la solicitud de Hermann de la recompensa que ofrecía el gobierno israelí por la captura del nazi, el por entonces vecino suarense fue perseguido políticamente y hasta arrestado en marzo de 1961 al pensarse que se trataba del criminal de guerra Josef Mengele (conocido como El Angel de la Muerte).
Por esta razón, estuvo preso y fue maltratado durante 15 días, hasta que sus huellas dactiloscópicas fueron comparadas con las que había en la embajada alemana, arrojando un resultado negativo. También tuvo contacto con cinco agentes israelíes y dos alemanes que lo presionaron para que no hablara más del tema.
Por ello, durante diez años tuvo que desvincularse del caso públicamente para que le pagaran la recompensa prometida. En 1974 falleció de una enfermedad terminal, y para costear el tratamiento debió utilizar ese dinero.
Hoy, su tumba –que será declarada Monumento Histórico– figura como NN en el cementerio municipal de Coronel Suárez. Hay registros de este abandono, como una serie de fotografías tomadas por Javier Zaffora para la BBC de Londres, en las cuales se observa el estado de abandono y olvido de la sepultura de quien en vida tuvo una labor fundamental para la captura de Adolf Eichmann.

La captura
A partir de las cartas enviadas por Hermann, el servicio secreto de Israel envió a dos hombres para entrevistarlo en Coronel Suárez. Allí supieron que su hija Silvia se escribía con Klaus –uno de los hijos de Eichmann–, pero el saber que las cartas eran dejadas a un domicilio de un amigo y no el del joven, les causó impresión y sospecha que era la persona que estaban buscando.
Empezaron el rastreo en el área del Gran Buenos Aires y llegaron a la conclusión que vivía en San Fernando, en una casa de la calle Garibaldi –de ahí el nombre de Operación Garibaldi–. Se comenzó a seguir a Ricardo Klement –nombre que utilizaba en la fábrica– para conocer sus hábitos y costumbres, se estudió el mejor momento y lugar para abordarle, y se preparó la casa en la que iban a ocultarle e interrogarle.
Por los hábitos fijos que tenía, se decidió capturarlo un día laboral, cuando regresara de su trabajo en la Mercedes Benz, luego de bajar del autobús que le dejaba en una parada cercana a su casa.
Luego de un minucioso plan y de la captura del 11 de mayo, nueve días más tarde –y luego de que Eichmann firmara una declaración en la que señalaba que había salido voluntariamente del país– fue trasladado a Israel.
De propia mano redactó un texto afirmando que no le gustaba el seguir escapando y separarse de toda su familia por el hecho de ser perseguido.
Tras un largo proceso, que causó gran impacto y controversias en Jerusalén, Eichmann fue ejecutado desnudo en la horca la madrugada del 31 de mayo de 1962, acusado de crímenes contra el pueblo judío.

Quién era
El teniente coronel Karl Adolf Eichmann de las SS nazis, fue el responsable de la solución final (el genocidio sistemático de la población judía europea), principalmente en Polonia, y de los transportes de deportados a campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
(La Nueva) 

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Histórico: El Concejo Deliberante de Guatraché le pide a la Justicia Bahiense que investigue los crímenes de la Triple A.

La misiva, -que sería enviada en los próximos días-, esta dirigida al doctor Abel Córdoba, fiscal federal subrogante de Bahía Blanca a cargo de la Unidad de Asistencia para Causas por Violaciones a los Derechos Humanos.
Si bien el pedido no tiene valor jurídico, sí presenta un fuerte carácter simbólico en cuanto se solicita a la justicia que investigue el accionar de la organización paramilitar Triple A en Bahía Blanca que conduzca a conocer y juzgar los autores materiales e intelectuales del asesinato de Carlos Davit, un hijo de nuestra comunidad.
En la misma sesión, el cuerpo deliberativo resolvió por unanimidad  “declarar de  interés municipal y de este Concejo Deliberante el libro “El informe 14. La represión ilegal enLa Pampa(1975-1983)” de los autores Norberto Asquini y Juan Carlos Pumilla y el libro  “Crónicas del fuego. Luchas populares, peronismo y militancia revolucionaria en La Pampa de los 70” del periodista Norberto Asquini”, por su contribución y aporte a la memoria de nuestro pasado reciente.

El proyecto de resolución, del que no se conocen antecendentes en el país, fue presentado por el bloque Nuevo Encuentro a traves de su concejal Alejandro Flatt quién en su fundamentación señaló: “porque se hace necesario terminar con el cuadro de incertidumbre e impunidad en relación a los represores, tornando imprescindible y urgente avanzar en el conocimiento de la verdad sobre nuestra historia reciente, saldando una deuda de nuestra joven democracia”. “Resaltamos además, la importancia en la solicitud de justicia para Carlos Davit en tanto y en cuanto va a servir de acompañamiento a los familiares y víctimas del terrorismo de estado, permitiéndonos involucrarnos como sociedad, y exigiendo por memoria, verdad y justicia, también en nuestra región”.

Más adelante destacó: “Porque al igual que la necesidad de reconocer y valorar el trabajo de Asquini y Pumilla, es aconsejable recurrir a nuestro propio ejercicio intelectual e imaginar cual sería el protagonismo de Carlos Davit en nuestro caso. ¿Que tratamiento daría a un pedido de investigación y justicia por el secuestro y asesinato de cualquier habitante de nuestro pueblo?. Quizás esa mínima tarea alcance para restituirle alguna de sus dignidades. Porque hasta el momento, sobre su muerte, solo se conoce, oficialmente, la versión de la dictadura en la voz de su vocero La Nueva Provincia”, y agregó, “Pero, además, la dilucidación de su caso contribuirá a completar las circunstancias, responsabilidades y modos de operar de las AAA, al tiempo de establecer un modo de operar, pues en la misma zona donde apareció su cadaver también fueron asesinados otros ciudadanos. Todo se puede saber ahora a traves del exámen del escenario. ¿Cuantas personas participaron, qué controles pasaron hasta el puente, de que calibre fueron los disparos, cómo quedó registrada la autopsia y de donde obtuvo información La Nueva Provincia?”. “Y porque también ayudará al juicio en marcha en Bahía Blanca, estableciendo la estrecha relación de civiles y militares al tiempo que robustecerá la segunda etapa del juicio de la Subzona 14 debido a que está acreditada la conexión informativa de los represores locales con la Armada Bahiense”, concluyó.

El proyecto de resolución fue aprobado por unanimidad por los tres bloques con representación legislativa en el Honorable Concejo Deliberante de Guatraché: Nuevo Encuentro, Partido Justicialista y Frepam.

Respecto a la argumentación del proyecto sobre los trabajos de Norberto Asquini y Juan Carlos Pumilla, el concejal de Nuevo Encuentro afirmó: “Deberíamos intentar el ejercicio personal de imaginar cuál sería la realidad de la Democracia en nuestra provincia sin la aplicación de la Justicia que, en buena medida, fundamentó sus sentencias en aquellos trabajos de investigación que actuaron como fuentes para el desarrollo de los fallos que intentaron al menos, equilibrar la balanza de la “Señora de los ojos vendados””, y se preguntó: “¿Cuál sería nuestra realidad si se hubiese seguido barriendo debajo de la alfombra toda la resaca producida durante la dictadura?, ¿Cómo actuaría sobre el sentimiento colectivo la presencia de responsables de delitos de lesa humanidad, conviviendo con el resto de la comunidad pampeana?, ¿Cómo resolvería esa comunidad sus controversias con semejantes antecedentes de Justicia no ejercida?”, para responderse: “Son muchas las preguntas que podemos plantearnos y seguramente buena la experiencia. Útil para medir la importancia, tanto de estos dos libros como del trabajo previo de investigación necesario para gestarlos. Entendemos que una sincera actitud de reconocimiento sería un aporte valorable y fundamental para nuestro Concejo, acompañando, de ese modo, el proceso de construir y valorar la vida en Democracia de la que intentamos ser protagonistas la gran mayoría de los argentinos”. “Es por eso que solicitamos el debido reconocimiento para los autores en el seno de este Honorable Concejo Deliberante”, pidió.

Carlos Alberto Davit
Nació en Guatraché el 11 de abril de 1949. Cursó el secundario en el Instituto Alberdi de nuestra localidad. Continuó sus estudios universitarios en la ciudad de Bahía Blanca, donde se inscribió en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Sur, para seguir la carrera de Contador Público Nacional. También trabajó como visitador médico.
En 1975 se destacó como uno de los organizadores del Partido Peronista Auténtico, que expresaba a la tendencia revolucionaria peronista. El “Pelado”, así lo llamaban sus compañeros, fue secuestrado la noche del 18 de noviembre de 1975, en la pensión donde vivía de Yrigoyen 228, por un grupo para-policial de derecha y luego asesinado. Su cuerpo fue hallado al día siguiente acribillado a balazos, y colgado con su propio cinturón del “puente ferroviario sobre la Ruta Nacional 3, frente a Villa Rosario Sur”. Fue sepultado en su localidad natal. Un monumento erigido en Guatraché, en el año 2005, reivindica su lucha y preserva su memoria. Carlos, tenía 26 años.

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Una hija del ex Dictador Jorge Rafael Videla reside en Tornquist.

Mientras la comuna de Tornquist despierta de la indiferencia, María Isabel, hija del ex dictador Jorge Rafael Videla, vive la nueva etapa política en el pueblo que la alberga desde hace más de veinte años.

Un informe de la revista La Tecla señala que diez años atrás Jorge Rafael Videla podía transitar sin sobresaltos las calles de Tornquist, compartir la misa con su familia, acompañar a sus nietos a la escuela y cenar en un restaurante. A su paso era saludado con respeto por los vecinos de su hija María Isabel.

El medio publicado en la ciudad de La Plata indica que diez años después, otra es la historia. El nombre de la única joven detenida y desaparecida de la comunidad durante el gobierno de facto de Videla, Cristina Garófoli, fue puesto a la secretaría de Derechos Humanos y Desarrollo Social del Municipio, que se creó en agosto de 2010.
Por primera vez se logró conmemorar el Día Nacional de la Memoria (24 de marzo) con un video confeccionado por ex alumnos de la Escuela Nacional, en el que se recuerda a la militancia de Garófoli y se defenestra a la pasada dictadura. El trabajo había sido censurado cinco años atrás por la propia comunidad, que temía ofender a la familia y a los nietos del represor, que concurrían a dicho colegio.
Quizá por primera vez algunos de los que desconocían la desaparición de la militante de la JP miraron con atención el rostro del ex presidente de facto. María Isabel Videla tiene 53 años y construyó en Tornquist su lugar en el mundo. Algo alejada de la gente, en la Estancia Hogar Rodolfo Funke armó su hogar.
Allí, su marido, Cristian Kleine, oficia de mayordomo, es decir, administra los bienes de este espacioso complejo destinado a esparcimiento, turismo aventura y vacaciones relajadas. Allí crecieron sus hijos. Por allí pasó el abuelo Jorge cuando estaba de visita.
La estancia está situada a 15 kilómetros de la ciudad. Manejada por una fundación de origen alemán, con sede en Buenos Aires, suele alojar contingentes de turistas del país germano. Su principal atractivo es el tour para escalar el cerro Tres Picos.
“Ella es una persona muy amable, que lleva a sus hijos a la escuela, a las clases de folclore; se vincula socialmente desde esos lugares porque, como vive en la estancia, está alejada”, asegura el periodista local Marcelo Algañaraz.
Todos los consultados coinciden en destacar lo estudiosos que son los chicos y los buenos modales que muestran.
“Todos los hijos tienen promedios altos, son muy inteligentes y correctos”, expresan. María Isabel nunca dio una entrevista, ni formó parte de alguna actividad social de perfil alto, no militó en partido o movimiento político, y tampoco en alguna fundación pública o privada.
Su participación social siempre se desarrolló a partir de las actividades de sus hijos: el Colegio Nacional, la escuela de folclore, los deportes. Como no posee casa en Tornquist, el resto de la actividad la desarrolla en la estancia, al igual que sus hijos.
Nunca se la escuchó hablar de su padre, o de la época en que ejercía el mando en el país, como si esa historia le fuera ajena. El esposo de María Isabel, Cristian Kleine, es un hombre reservado, algo parco, de pocas palabras. Esta característica no le impide agradar a las personas, que, en general, destacan sus buenos modales.
Los Kleine habían logrado durante años mantenerse al margen de lo político, y de la historia del abuelo, pero llegando al 2000 trascendieron en los medios los viajes que Videla hacía a Tornquist.
El genocida había sido sentenciado a reclusión perpetua en 1985 por el asesinato y desaparición de miles de ciudadanos durante su gestión presidencial. Deambuló por algunas cárceles, hasta que en 1998 se le concedió el derecho de arresto domiciliario.
Aunque existen algunas denuncias sobre su presencia en el lugar durante esa época, todos los vecinos y autoridades de Tornquist aseguran que dejó de viajar a partir de su detención. Ese episodio, sin embargo, no pasó inadvertido para su hija, que debió sufrir el impacto de la noticia en carne propia.
Por primera vez apareció en los diarios, y su vida, confinada a ese pintoresco pueblo bonaerense, se vinculó de forma inevitable al horror de los años de la dictadura.
“Esta es una comunidad pequeña, donde nos conocemos todos, sin embargo, algunos vecinos no sabían que existía el caso de una chica detenida desaparecida. Vecinos que viven a metros desconocían ese hecho. A la propia familia le costaba hablar del tema”, expresa el jefe comunal, Gustavo Trankels.
El intendente, reelecto en los comicios de octubre, remarca que la hija de Videla es una ciudadana más, que se ha integrado a la comunidad sin inconvenientes.
“No podemos hacer cargo a alguien por lo que han hecho sus padres, sobre todo porque ella siempre ha sido muy respetuosa”, afirma el alcalde.
“Conozco a ella, a sus hijos, y jamás me dijo nada. Sabe cuál es mi función, pero no se mete”, dice, por su parte, el secretario de Derechos Humanos de la comuna, Daniel Natali.
No se muestra tan optimista Jorge Garófoli, hermano de la joven asesinada durante el proceso comandado por Videla. “Cuando se creó la comisaría se movilizó un poco todo, pero después quedó ahí”, indica.
Para Garófoli, la hija del dictador nunca quiso indagar sobre el tema, como si nunca hubiera sucedido nada. “Ella no quiere saber porque no le conviene, me da lástima”, afirma.
María Isabel es parecida físicamente a su padre: muy delgada, de nariz aguileña y rostro pálido. Religiosa, conservadora y amable en el trato, el cambio político, con un acento en la develación de lo sucedido en el proceso, generó algún retraimiento, pero en ningún caso una reacción. Tampoco un diálogo, que parece quedar aún pendiente. Su padre fue quien decidió la muerte de la hija de uno de sus vecinos, pero, hasta el momento, de estas cosas no se habla.
(La Tecla)

OTRO IMFORME SOBRE VIDELA EN TORNQUIST 10 AÑOS ATRAS – Pagina 12

TORNQUIST, DONDE JORGE VIDELA EJERCE DE ABUELO Y TODAVIA TIENE ADMIRADORES 
El pueblo de fin de semana de un ex dictador

 
Por Luis Bruschteint.gif (862 bytes) “Yo sabía que era la hija de Videla. Y ella nunca supo que mi hermana estaba desaparecida. Un día se le quedó el auto en la esquina del taller y vino a pedirme ayuda. Pensé qué hacer y me dije que ella no tenía la culpa por lo que había hecho su padre y le empujé el coche.” Jorge Enrique Garófoli “Joli” es hermano de una maestra estudiante de arquitectura secuestrada en La Plata en 1976 y el único familiar de desaparecidos que vive en Tornquist.
A 70 kilómetros de Bahía Blanca, el pueblo es de casitas bajas, con mucho verde, casi al pie de las primeras serranías de La Ventana. Es un lugar bucólico, donde se respeta la siesta y los chicos juegan en la calle. Tiene una plaza de cuatro manzanas arboladas con su pequeña iglesia que parece salida de un cuento para niños en el centro y una laguna mansa donde nadan libremente patos y gansos.
“Aquí nadie dijo nada contra Videla, al revés, estamos juntando bronce para hacerle una estatua –afirma con un gran vozarrón Carlos Schaffner, dueño de una estación de servicio donde paraba Videla en sus visitas– porque los 30 o 40 mil estuvieron bien y tendría que haber otros 30 o 40 mil más, con los militares estábamos mejor sin tantos ladrones sueltos.”
“Este es un pueblo raro –explica Joli– no es que la gente sea de derecha o conservadora, yo creo que es tremendamente indiferente. Cuando me enteré que Videla venía de visita y que alguna gente lo saludaba como a un prócer en la iglesia, me dio mucha bronca y cuando discutía con algunos, me hablaban como si las cosas hubieran pasado en otro país.”
La familia Cassataro vivió aquí en los años 70. El padre era contador del Banco Nación, la hija más chica estudiaba en la Escuela Nacional, la misma adonde asisten ahora los nietos de Videla, y los dos hermanos mayores estudiaban en La Plata. Los dos mayores fueron secuestrados junto con sus parejas y la declaración de Juana Haydée de Cassataro, el miércoles pasado ante la Cámara Federal de La Plata, puso a Tornquist en el ojo de la tormenta. Ya no se trataba de otro país. “Videla va todos los domingos a una parroquia de Tornquist –exclamó con indignación– ¿esto es cárcel?, ¿esto es justicia?” 
Fue imposible confirmar si las visitas de Videla continuaron después de su detención por sustracción de bebés, en junio de 1998. El fiscal de Bahía Blanca, Hugo Cañón, interrogó a los vecinos pero no pudo confirmar lo dicho por Cassataro. Pero apareció la imagen de un país que avanza en forma desigual en la elaboración de su propia historia, donde quedan bolsones de un pensamiento autoritario que fue preponderante durante la dictadura.
No fue fácil para Joli Garófoli ser hermano de una desaparecida durante la dictadura en un pueblo cerrado hacia adentro. “Acá no vimos un milico durante la dictadura, una vez vinieron para hacer un operativo rastrillo, manzana por manzana y después nunca más”. El y sus tres hermanos nacieron en Tornquist, el padre era mecánico y Joli heredó el oficio y el taller frente a la vieja estación inglesa de trenes. El intendente designado por los militares fue Cacho Gamini, del MID, que era primo de los Garófoli. “Eran las contradicciones de esa época –afirma Joli– nunca discutimos, una cosa es la política y otra los asesinos.”
El jueves, la noche del pueblo fue acunada por el mugido de más de mil terneros y vaquillonas que esperaban el gran remate campestre del viernes. Tornquist depende de la producción agrícola ganadera y de una fábrica de papel. Ninguna de las dos anda bien. Además de la familia Videla, la familia Massot tiene su estancia en las cercanías y asiste a misa los domingos. Son los poderosos dueños del diario La Nueva Provincia, el más leído en la zona y de derecha pro militar. El viernes 24, algunas maestras de la escuela estaban nerviosas y buscaban la forma de eludir la ordenanzadel Ministerio de Educación que indica que deben hablar a sus alumnos sobre el golpe del 24 de marzo de 1976. La ordenanza aclara que deben explicar todos los puntos de vista, pero igual las maestras temían herir la susceptibilidad de los nietos del ex teniente general. No hubo actos en Tornquist por el 24 de marzo.
“¡Además aquí nunca nos molestaron, estábamos bien con los militares”, se exalta Schaffner y trata de buscar complicidades. “Acá no tenemos ni un desaparecido ¿adónde hubo un desaparecido en Tornquist?”, grita en el playón de su estación de servicio, a menos de una cuadra de la casa de los Garófoli. Se le recuerda ese dato y el hombre sonríe, sorprendido en su picardía, en su pequeña broma de buen vecino. Se repone y contesta: “¿Pero en qué estaba esa chica, eh, en qué andaba?”.
Fue difícil ser hermano de una desaparecida en un pueblo cerrado. Pero peor fue cuando se enteró de que la hija del principal asesino se había radicado en la zona. Hasta que un día se tropezó con Videla por casualidad. “A mis viejos los destruyó la desaparición de Cristina, mi madre murió al poco tiempo y mi viejo hace un mes. Cuando se enteró de que Videla venía al pueblo, se puso como loco. ‘¿Y si lo mato?’, me dijo, ‘total yo ya no tengo nada que perder’…diga que somos gente pacífica, no como ellos…”.
El atardecer dibuja las serranías cercanas, el silencio se desploma sobre el pueblo y el aire se pone fresco y puro como agua cristalina al tiempo que las luces empiezan a brillar en las casitas. No hay lugar para las pesadillas en este atardecer pacífico del 24 de marzo, 24 años después del golpe de Estado más sangriento de la historia argentina.
A la vuelta de la plaza está la pizzería y restaurante “Il Buon Piacere” que solía visitar Videla. Rulo, su dueño, es un hombre canoso, de ojos claros y hablar pausado. “Venía a comprar empanadas los domingos después de misa o cuando traía a sus nietos –resalta–, aquí nadie le dijo nada, después de todo aquí no hizo nada malo.”
“¿Pero, después de todo lo que se supo de los desaparecidos, del intento de guerra con Chile, de la guerra en Malvinas…?”, pregunta el visitante, azorado ante el razonamiento congelado en el tiempo de este buen hombre. “Bueno, según yo lo veo, es peor el que ponía bombas.” “Pero, ¿la tortura, el robo de bebés…?”, insiste el forastero. “Bueno –responde, ya molesto–, como le dije, cada quien tiene su punto de vista…” y se retira sin perder el gesto manso que ha mantenido mientras defiende a un criminal condenado. Frente a la plaza está la ferretería alemana, propiedad de un Von Wernich, primo del cura que fue consejero espiritual del nazi Ramón Camps. También es uno de los partidarios locales de Videla e incluso aseguran que fue a visitarlo cuando estaba detenido en Magdalena.
Así como Joli tenía su primo intendente, el apellido de Rulo es Kugler y es primo de Marisa Kugler, ex intendenta radical de Tornquist y actual diputada provincial. Fue la primera intendenta mujer de la provincia elegida democráticamente y con posiciones opuestas a las de Rulo. En 1995, cuando Videla empezó a aparecer por el pueblo y se corrió el rumor de que estaba interesado en comprar una casa, varios vecinos reunieron firmas para que el Concejo Deliberante lo declarara persona no grata. El Concejo tenía siete concejales justicialistas y cinco radicales, dos de ellos de una línea progresista. La iniciativa fue rechazada.
Se supone que en Tornquist no hay derecha, son todos normales, la gente vota más o menos igual que en el resto del país y el radicalismo y el justicialismo tienen resultados bastante parejos. El actual intendente, Gerardo Rattero, justicialista de origen sindical (ver aparte), acaba de ganar las elecciones para su tercera reelección. 
“Mi hermana vivía en La Plata –recuerda Joli– y venía por lo menos cada tres meses de visita y tenía muchas amigas. Nunca me dijeron nada. En1984, cuando recuperamos sus restos, la trajimos aquí en una urna. En el cruce de la ruta había unos veinte autos con amigos que nos esperaban, pero la mayoría era gente mayor, amigos de mi padre, del Rotary.”
En la esquina de su casa, el vozarrón de Schaffer atruena la paz bucólica del pueblo. “¡Y tendría que haber otros 30 mil más porque ahora estamos peor que antes, te asaltan, te roban, te matan, violan sin que nadie haga nada, que vuelvan los milicos, vamos a estar mejor!”.
 

 

La hija de Videla, una vecina destacada

Por lo menos antes de ser detenido por la apropiación de decenas de niños durante su gobierno, Jorge Videla era asiduo visitante de Tornquist, donde residen sus nietos. La hija de Videla lleva sus hijos a la escuela 28 de Tornquist. Está casada con Cristian Kleine, administrador del Hogar y la Estancia Rodolfo Funke, un lugar paradisíaco a unos 15 kilómetros del pueblo, donde suelen alojarse jubilados alemanes. Hace algunos años circuló la versión en el pueblo de que el lugar podría haber funcionado como refugio para viejos criminales de guerra nazis, y que “no sería raro que allí aparezca otro del tipo de Erich Priebke”, afirman. Las versiones de este tipo en Tornquist, que tiene un importante porcentaje de la población de origen alemán, no son raras. En las cercanías se encuentra el viejo hotel donde fueron alojados los sobrevivientes del Graf Spee hasta el final de la Segunda Guerra Mundial y en los años ‘60 algunos vecinos, muchos de ellos también alemanes, tejían historias sobre la presencia de espías y agentes alemanes.

Foto de Arriba: Joli Garófoli, hermano de una desaparecida durante la dictadura. “Algunos hablan como si las cosas hubieran pasado en otro país.”

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Opinión: Las (des)memorias de Favaloro.

En oportunidad de la realización del 26º Encuentro de Letras Pampeanas en Jacinto Arauz, este 3 de diciembre último, el prestigioso académico y escritor argentino Guillermo Quartucci  en su ponencia, desmenuza la “otra historia” del médico René Favaloro y la entrelaza con “su relación con siniestros personajes de la dictadura militar”.                                

 Las (des)memorias de Favaloro

 Todo sigue igual en Jacinto Aráuz,
 que así muestra al mundo que la hermandad es  posible.
(René G. Favaloro, Recuerdos de un médico rural, p.69)

Por Guillermo Quartucci*

El libro

René Gerónimo Favaloro (1923-2000) publicó en 1980 el libro de memorias titulado Recuerdos de un médico rural,[1] en el que narra con detenimiento su experiencia como médico en Jacinto Aráuz, que se extendió por espacio de 12 años, desde mediados de 1950 hasta 1962, cuando viaja a los Estados Unidos para incorporarse ala Cleveland Clinic. En apariencia un texto de carácter narrativo, en el que sitúa geográficamente y en el tiempo el escenario y sus habitantes, pleno de anécdotas que como médico le tocó vivir, no por escasas llaman sin embargo poderosamente la atención las reflexiones ideológicas que de tanto en tanto condimentan la narración, la cual, de otra manera, se habría reducido a una mera descripción naturalista de los avatares de una profesión ejercida en una zona por entonces bastante apartada del mundo, como lo era el Jacinto Aráuz  de los años ’50 del siglo pasado.

   Para empezar, en la Introducción, nos confiesa el autor:

             Pertenezco a lo que se ha dado en llamar la generación del ’45. Como estudiante participé de los movimientos universitarios que lucharon por mantener en nuestro país una línea democrática, de libertad y justicia contra todo extremismo. Por ello soporté la cárcel por algunos días en dos oportunidades. La mayoría de los estudiantes de esa época éramos profundamente idealistas. No podíamos entender que la dádiva, la demagogia y el acomodo se convirtieran en un estilo de vida. ¡Cómo nos dolían aquellos actos públicos donde estudiantes recibían bicicletas, motonetas y hasta automóviles como pago a su obsecuencia! (p. 19, las negritas son mías) 

    A esta consideración, muy en la línea del estereotipo de la clase media de entonces acerca del primer peronismo, se suma la irritación que provoca en Favaloro la figura de Evita, en especial en los días posteriores a su fallecimiento:

    A la muerte de Eva Perón, nos tocó vivir los días de luto obligatorio. En nuestras recorridas por el hospital nos encontrábamos con médicos y profesores  que lo llevaban en su inmensa mayoría, por obligación. El temor de perder lo obtenido a través de tantos años era la explicación que escuchábamos con dolor. (p. 20)

    Ya graduado, cuando Favaloro decide presentar su solicitud para ingresar como médico interno auxiliar al hospital deLa Platase encuentra con la siguiente novedad:

 […] me llamaron desde la administración. Me explicaron, mostrándome una tarjeta, que de un lado debía llenar los espacios en blanco con mis datos personales y en el renglón final debía firmar que aceptaba la doctrina del gobierno. Del otro lado debía figurar el aval de algún miembro del partido peronista, quizá algún diputado o senador que corroborara mi declaración. (p. 20)

     Favaloro cuenta que no cede a la presión, por lo que debe cambiar de planes y es así como surge la posibilidad de irse a trabajar a Jacinto Aráuz, donde el único médico es Dardo Rachou, que ya estaba enfermo y pronto habría de morir. En una ocasión, Favaloro reflexiona junto con el doctor Rachou acerca del gobierno peronista, sin mencionarlo por su nombre:

   Ya dije que Rachou era un gran demócrata y le dolía ver cómo la demagogia y el populismo barato, insertos en el régimen de turno, iban deteriorando todo, sin prisa pero sin pausa. Teníamos grandes coincidencias y quizá desde el pequeño escenario de Jacinto Aráuz se podía apreciar con mayor profundidad y nitidez el panorama nacional y el futuro incierto del país en las horas difíciles que nos tocaba vivir. (p. 107)

    Favaloro denomina “revolución del ‘55” (p. 179) al golpe de estado que derrocó al régimen peronista, mostrando su alivio al ver que a partir de ese evento “la Marinacomandaba en nuestra zona y procedía con mano firme para mantener el orden” (p. 179). Sin duda, se trataba de un partidario de la mano dura de la primera hora.

   Esta profesión estereotipada de antiperonismo, nada aguda en una persona de la inteligencia de Favaloro, quedaría como anecdótica de no ser por el año en que se publicó la primera versión del libro, nada menos que 1980, cuando la junta militar que todavía encabezaba el genocida Rafael Videla seguía cometiendo crímenes aberrantes ante la mirada impávida de la “derecha y humana” clase media argentina. El sustantivo extremismo (usado de manera anacrónica puesto que no estaba en el vocabulario de los años ‘40), enfatizado en la primera de las citas, quizá sea un regalo inconsciente de Favaloro para los que, a sangre y fuego, habían logrado instalar esta palabra siniestra en el discurso de los medios y de la sociedad.

   Tampoco faltan en el texto alusiones al comunismo, como cuando el autor describe su manera peculiar de concebir la “reforma agraria” (p. 57), no como expropiación del latifundio, bajo el lema “la tierra es para el que la trabaja”, sino como lo explica a continuación:

   Para dividir la tierra no hace falta volcarse al comunismo, hace falta el valor de realizarlo dentro de la democracia para que la tierra improductiva, la tierra fiscal y las enormes extensiones pasibles de riego se desarrollen y atraigan inclusive la buena inmigración extranjera. (p. 58, las negritas son mías)

    Para redondear la idea, Favaloro se interroga, en concordancia con la dictadura cívico- militar que se ha enseñoreado del poder:

   ¿[…] caeremos en las falsas panaceas de las dictaduras de izquierda y la filosofía marxista que tanto daño han hecho a nuestra juventud, olvidando que sin libertad, justicia y respeto por el hombre no hay teoría socioeconómica que pueda fructificar en beneficio de la humanidad? (p. 190)

     El autor no se cansa, a lo largo de la obra, de invocar al Señor, insistiendo acerca de su vocación de “humanista” en el marco de la doctrina católica y de la esfera de la tan mentada (por la dictadura) civilización “occidental y cristiana”  en la que ubica ala Argentina, idea que remata en una de los últimos párrafos con su alusión a Juan Pablo II:

   Al adelanto tecnológico habrá que agregar el humanismo basado en los reales principios cristianos que nuestro Papa ha sabido revitalizar. (p. 190)

   En ocasiones, se despierta en Favaloro su vocación no confesada de sociólogo, como cuando afirma de manera un tanto peculiar, recurriendo a una expresión muy popular en aquellos años (“ideas foráneas”), que habría que erradicar las villas-miseria porque

   De allí saldrán los resentidos sociales y el caldo de cultivo para doctrinas foráneas tan perjudiciales. (p. 144)

   Ante una población de origen tan diverso y singular como la de la zona de Jacinto Aráuz (alemanes del Volga, judíos, valdenses, calvinistas, algún turco, algún ruso) Favaloro no puede menos que reflexionar sobre razas y creencias, y como buen discípulo no confeso de Sarmiento, apuesta a la teoría de la buena inmigración, considerándose a sí mismo en esa categoría por ser descendiente de un abuelo siciliano honesto, humilde, trabajador, consciente del lugar que la educación y la familia ocupan en la vida del hombre, y de una abuela materna gallega, Cesárea,  que le había enseñado a amar la naturaleza. En ese sentido, la población de Aráuz sería el mejor ejemplo de lo que una buena inmigración puede lograr con sus esfuerzos. Se filtran, sin embargo, algunos prejuicios, como cuando afirma acerca de los judíos de la zona:

   Estos judíos muy poco tenían que ver con los que nosotros vemos en las grandes ciudades, dedicados fundamentalmente al comercio. En Jacinto Aráuz solamente un almacén de ramos generales, una tienda y un acopiador de sal mantenían la tradición; los demás vivían afincados a la tierra como auténticos chacareros. (p. 67)

    Parece ignorar Favaloro, afecto como es a los estereotipos, que los judíos dedicados a la ciencia, las artes, las leyes, las finanzas y hasta a su propia profesión, la medicina, hacen de esta colectividad una de las más variadas en cuanto a actividades dentro de la sociedad argentina.

   De los trabajadores temporales, que llegan a Aráuz a trabajar en las dos cosechas y en la recolección de la sal, no tiene Favaloro, en general, buena opinión, si se exceptúan

 […] los que sabían aprovechar las diversas tareas anuales y que, durante las cosechas, incluso llegaban a ahorrar suficiente cantidad de dinero; eran los menos. […] Vivían en casas modestas, pero limpias y ordenadas, con familias bien constituidas e hijos bien alimentados. Los otros, lamentablemente la mayoría, vivían al día. Durante la cosecha despilfarraban el dinero, casi siempre en boliches cerca de la estación, bebiendo más de la cuenta y jugando sus jornales en partidas de naipes. Casi todos vivían en ranchos de mala muerte, en medio de la promiscuidad: una sola habitación, hecha de adobe y techo de paja, servía para todos. (p. 87)

    Igual suerte que estos desafortunados “otros” corrían los trabajadores temporales chilenos en la apreciación de Favaloro:

   Desde el sur aparecían los chilenos y debo confesar con dolor que eran de inferior calidad, no sólo para el trabajo, sino porque la mayoría dejaba su dinero en los boliches, consumidos por el alcohol. Algunos eran agresivos y pendencieros, y así, en ese tiempo, las disputas y heridas de arma blanca solían alterar la vida extremadamente pacífica de Jacinto Aráuz. (p. 125, las negritas son mías)

    Ante la presencia de familias numerosas como las “ruso-alemanas” que integran la sociedad de Aráuz, Favaloro no puede dejar de resaltar el papel fundamental que juega la madre como sostenedora de la unidad y proveedora de un trabajo doméstico sin el cual la prole no podría alcanzar un sano nivel de desarrollo, físico y moral. Al igual que su abuela Cesárea, mujer sacrificada y de total dedicación a las tareas del hogar, estas mujeres provocan en el autor las siguientes reflexiones de género que no eluden la crítica a la mujer moderna que lucha por su independencia:

   ¡Qué dirían las mujeres de hoy, especialmente aquellas conectadas con los movimientos feministas, de esas ruso-alemanas! Evidentemente alzarían sus voces de crítica y seguirían hablando de la independencia de la mujer, de la igualdad de derechos y condenarían a los hombres de semejante degradación. Cuando yo escucho a alguna ama de casa moderna […] hablar de la tremenda tarea que desarrolla, de la esclavitud y el cansancio que experimenta, en el fondo de mi alma recuerdo a mi abuela y a todas las abuelas y madres que conocí en ese lugar de mi patria que, sin quejas y en forma primitiva quizá, sin darse cuenta, fueron inmensamente felices. (p. 65)

    Por último, Favaloro se vuelve juez y fiscal de sus pares jóvenes, de esos médicos recién graduados que, como él, tratan de abrirse camino en la profesión, pero sin contar, según él, con los conocimientos necesarios para ejercer con dignidad ese casi apostolado. Formados en la misma época (el primer peronismo) y en las mismas universidades, el autor, por supuesto, exceptuándose, denomina a estos médicos  “flor de ceibo”, expresión muy en boga entre la clase media que denigraba sistemáticamente cualquier producto proveniente de la “fábrica peronista”. Escuchemos la voz de Favaloro:

   Las facultades de medicina se han ido deteriorando con el tiempo y no son más que fábricas de títulos. (p. 168)

   No sé quién había bautizado, en forma peyorativa, a los estudiantes de esos años “flor de ceibo”, queriendo significar que con poco esfuerzo y sin experiencia suficiente habían obtenido sus títulos. El deterioro en que iba cayendo el país había llegado también ala Universidad.(p. 166)

      Como se ve, los ejemplos que demuestran la profunda ideología conservadora de Favaloro hablan por sí mismos. En el contexto en que se publica el libro –la Argentinade 1980- podría buscarse la explicación de la razón por la que el autor haya recurrido a  semejante acervo de ideas retrógradas. Sin embargo, sus constantes alusiones, a lo largo del libro, a la patria y al patriotismo a que se deben todos los argentinos, lo hacen, por lo menos, sospechoso de que comulgaba plenamente con el régimen genocida. Por alfo ahí estaban su almuerzo con Videla, en 1976; su viaje acompañando al dictador en la visita a Venezuela, en el mismo año; la excursión al Canal de Beagle, para apoyar a las tropas en una eventual guerra con Chile, en 1978, o la colocación de la primera piedra del Instituto de Cardiología por parte del almirante Armando Lambruschini, flamante miembro dela Junta, en diciembre de 1979.

   La recompensa a semejante obsecuencia no se hace esperar: en 1980 la dictadura  le otorgó a Favaloro un subsidio de casi siete mil millones de pesos ley (varios millones de dólares en términos actuales). Mientras, los apoyos “simbólicos” del médico continuaron, como el viaje a las Malvinas, en 1982, para la asunción como gobernador del archipiélago de Mario Benjamín Menéndez, integrando una comitiva en la que también estaba Videla. En abril de 1982, en una entrevista efectuada por Roberto Maidana, para el noticiero Telenoche de Canal 13, Favaloro expresó la frase que lo marcaría de manera definitiva: “Detrás dela JuntaMilitarestán todos los argentinos”.

 El operativo Aráuz
   Recuerdos de un médico rural, además de pintar de cuerpo entero la constelación  de ideas por la que circulaba Favaloro con absoluta soltura y convicción, ilustradas por un  vasto repertorio de anécdotas que constituyen la mayor riqueza del relato, no deja en ningún momento de exaltar la bondad y nobleza de los habitantes de Aráuz. La única fricción que enturbiaba, según él, la armonía del pueblo, era la rivalidad existente entre las dos partes en que se dividía: el adelante y el atrás de la vía, con sus respectivas iglesias (la católica y la valdense) y sus respectivos clubes: el Villa Mengelle y el Independiente, el más “aristocrático” y el “popular”.

   Omite, sin embargo, Favaloro, y de manera por demás evidente, que Jacinto Aráuz había sido escenario de dos hechos históricos de violencia institucional que desmienten su supuesto carácter de Arcadia del oeste pampeano y que marcarían por décadas a sus habitantes, aun hasta nuestros días: la masacre de bolseros anarquistas, en diciembre de 1921, de la que en estos días se celebra el 90 aniversario, y el Operativo Aráuz, del 14 de julio de 1976.

   Sobre el primer hecho, en enero de1971, Osvaldo Bayer había publicado en la revista Todo es Historia (No. 45) la primera versión de la masacre de que fueron víctimas obreros rurales anarquistas a quienes se tendió una trampa mortal en la comisaría de Aráuz con el objetivo de destruir por la fuerza de las armas su organización sindical y la prédica social que los caracterizaba. Sin embargo, como son pocas las posibilidades de que Favaloro conociera el trabajo de Bayer, después prohibido por la dictadura, otorguémosle el beneficio de la duda. Sin embargo, en lo que se refiere al Operativo Aráuz del 14 de julio de 1976, ocurrido a menos de 4 años de la publicación de Recuerdos, hay un hecho que confirma que estaba al tanto de lo ocurrido: el 21 de septiembre de 2010, en su declaración testimonial en el juicio oral a nueve represores de la Subzona 14, llevado a cabo en Santa Rosa, María Antonieta Lebed, profesora del Instituto José Ingenieros y una de las víctimas del Operativo, contó cómo había acudido a Favaloro por intercesión de unos amigos de Jacinto Aráuz, para solicitarle que intercediera por su esposo, el rector del Instituto, a la sazón desaparecido, y cómo Favaloro, de manera desdeñosa, le negó cualquier tipo de apoyo. En Recuerdos, escrito poco después de ocurrido este operativo demencial, no se hace la menor alusión al mismo, no sea que cualquier mención perjudicara la intención del autor de presentar a la comunidad de Jacinto Aráuz como idílica y pastoril. Favaloro sabía de lo ocurrido en julio de 1976, y calló. Para entender la magnitud esta historia, es necesario repasar lo ocurrido hace más de 35 años en esas infames jornadas que mantuvieron en vilo al pueblo.

   El miércoles 21 de julio de 1976, La NuevaProvincia, el periódico más importante de Bahía Blanca, estrechamente ligado ala BaseNavalde Puerto Belgrano y al almirante Emilio Massera, reportaba la siguiente noticia:

 LA PAMPA: SEIS MAESTROS DETENIDOS

Santa Rosa, 20 (Télam)
  Seis maestros que impartían enseñanzas “de acuerdo con patrones marxistas, buscando la deformación intelectual y espiritual de la adolescencia”, fueron detenidos durante un operativo antisubversivo  realizado en la localidad de Jacinto Aráuz, […], informó hoy el comando de la subzona militar 14.
  Los detenidos, junto a otros docentes que se encuentran prófugos, se desempeñaban en el Instituto Privado  José Ingenieros, al que algunas denuncias sindicaron como “antro de la actividad subversiva de un grupo de personas vinculadas al quehacer docente en general”.
  […] Los días 15 y 16 del corriente, efectivos del Ejército y la policía realizaron diversas operaciones en la localidad de Jacinto Aráuz como consecuencia  de una investigación motiva (sic) por denuncias y hechos que señalaban a esa localidad como centro de actividad subversiva de un grupo de personas […] (que)  habían cambiado hacía largo tiempo la orientación y programática de la enseñanza, llevando su accionar de acuerdo con patrones marxistas […]. (La Nueva Provincia, miércoles 21 de julio de 1976, p. 3, las negritas son mías)[2]

    La noticia, si bien una semana después de los hechos, reporta con notable fidelidad los objetivos, realización y consecuencias del Operativo Aráuz, llevado a cabo el 14 de julio, y en el que más de 150 efectivos uniformados, entre miembros dela Policía Federaly dela PolicíadeLa Pampa, además de soldados y oficiales de distintos reparticiones militares dela Subzona14, coparon el pueblo desde horas muy tempranas de la mañana. El objetivo: la escuela secundaria local y los docentes que la integraban, en especial los provenientes de Bahía Blanca. El motivo: las denuncias de vecinos que desde la llegada del nuevo rector de la escuela, desde hacía más de un año, habían empezado a seguir muy de cerca, con ojos de sospecha, su trabajo y el de los colaboradores que identificaron como más cercanos a él. En esas denuncias no estaban ausentes los elementos xenofóbicos: los finalmente secuestrados, excepto uno, provenían de fuera del pueblo.

   Jacinto Aráuz, desde siempre, más que a Santa Rosa, pertenece a la órbita gravitacional de Bahía Blanca. No por nada está ubicado a muy pocos kilómetros del meridiano que separa la provincia de Buenos Aires de la deLa Pampay a menor distancia de Bahía Blanca que de la capital provincial. En Aráuz, las cuestiones serias se arreglan en Bahía Blanca. Al igual que los chacareros de 1921 recurrieran a Bahía Blanca  a levantar sus denuncias por considerar un peligro social a aquellos obreros rurales foráneos que reclamaban mejores condiciones de trabajo, en 1975 y 1976, con el golpe de estado en ciernes, algunos notables del pueblo viajaron a la ciudad portuaria a pedir a las autoridades navales que investigaran a los profesores provenientes de allí. Es así como el SIN (Servicio de Inteligencia Naval) comenzó a reunir información que, supuestamente, corroboraba las sospechas de los vecinos: se trataba, sin lugar a dudas, de una poderosa infiltración marxista la que se agazapaba en la escuela, cuyo objetivo era ganar adeptos para engrosar los cuadros guerrilleros entre la juventud de la zona, empezando por los alumnos.

   Hubo varias comisiones de inteligencia enviadas porla Subzona14 a solicitud del SIN, en las cuales se entrevistó a padres de alumnos que con entusiasmo se prestaron  a aportar comentarios malévolos y paranoicos al currículum de los “subversivos”. Las reuniones se llevaban a cabo en la casa de un conocido farmacéutico del pueblo del mismo apellido que el que menciona Favaloro.

   También hubo un par de inspecciones a la escuela realizadas por sendos funcionarios, el segundo obvio integrante de los servicios, enviados a Aráuz porla Superintendenciade Enseñanza Privada (SNEP) del Ministerio de Cultura dela Nación,  que a la sazón comandaba un marino. Estas inspecciones reportaban como elementos de indudable prédica marxista que los alumnos y los profesores se tutearan; que se hubieran encontrado inscripciones soeces en los pupitres; que el aseo de alumnos y profesores dejara que desear; que las chicas no usaran vincha y los varones dejaran crecer el pelo más allá del cuello de la camisa; que ninguno usara corbata; que la profesora de literatura hiciera leer textos de Cortázar; que no se encontraran discursos escritos alusivos a las fiestas patrias, y así una serie más de “razones” que, a juzgar por el desenlace, todos se tomaron muy en serio. Se trataba, obviamente, de un antro de guerrilleros.

   La mañana del 14 de julio algunos de los profesores fueron secuestrados en el salón de clase, frente a los alumnos, en momentos en que se disponían a iniciar la  lección; a otros los sacaron de sus domicilios; un miembro de la ComisiónAdministrativadel Instituto fue interceptado mientras se dirigía a la casa de un colega para consultarlo acerca de la acción a seguir ante tamaño atropello. Todos ellos fueron esposados con las manos atrás, al principio de manera rudimentaria, con trapos o bufandas. También se les vendaban los ojos o se les cubría la cabeza con una capucha, se los cargaba en un vehículo oficial de la provincia de La Pampay en esas condiciones eran conducidos a la comisaría local.[3]

   En la comisaría se los mantenía por separado en diferentes habitaciones, incluida la cocina, donde empleadas de servicio hacían café o lavaban vajilla, con total indiferencia. Después venía el interrogatorio, acompañado de golpes o pistolas que eran percutidas en la cabeza de los secuestrados. A la única profesora mujer que se llevaron, la que hacía leer a Cortázar, la manosearon en sus partes íntimas.

   Terminado el interrogatorio, que incluía preguntas absurdas que no tenían respuesta y cuyo único objetivo era confundir la mente, el secuestrado era obligado a firmar una “declaración” escrita a máquina que incluía nombres y detalles que habían sido preparados de antemano. Meses más tarde, cuando la causa de los secuestrados pasó a la justicia ordinaria, el juez de Santa Rosa designado convocaba a éstos, en una parodia de justicia, y esas declaraciones eran utilizadas para incriminar o absolver, de acuerdo con las instrucciones que el magistrado recibiera de la cúpula militar pampeana. Jamás existió el más mínimo nivel  de seriedad en estos procedimientos de la justicia civil pampeana.

   En Jacinto Aráuz, mientras tanto, la comunidad de notables volvía a respirar tranquila. En el juicio oral Subzona 14, del año 2010, uno de los imputados por delitos de lesa humanidad, el comisario Roberto Constantino, que había participado en el Operativo Aráuz, contó cómo ese grupo de notables ofreció a los máximos capos dela Subzona14, Iriart y Baraldini, un asado en agradecimiento por haber librado al pueblo de los indeseables. Iriart no ha sido juzgado por encontrarse enfermo y Baraldini, devenido después “carapintada”, brazo derecho de Mohamed Alí Seineldín, se encuentra prófugo. La comunidad de notables de Aráuz  aún no ha rendido cuenta de sus actos.

 Epílogo

Recuerdos de un médico rural constituye un buen ejemplo de cómo un texto literario con alguna pretensión  testimonial evita referirse a hechos de conflictividad social que podrían enturbiar la imagen, en este caso, de una sana comunidad pastoril como la que se quiere mostrar, a la vez que poner en flagrante contradicción ideológica a su autor.  

   Por su parte, el  Operativo Aráuz de 1976, como antesla Masacrede Aráuz de 1921, muestran de manera fehaciente la connivencia entre el poder militar-policial, la comunidad informativa y la participación civil. La mecánica de ambos hechos es muy similar, a pesar de los años que los separan, lo que demostraría que las estructuras conservadoras de una comunidad se perpetúan en el tiempo. 

   Por último, cabría plantearse qué habría respondido  Favaloro, un defensor a ultranza de la educación como la base del progreso humano –concepto que repite hasta el cansancio en su texto- de habérsele preguntado sobre un operativo como el de Aráuz  que colocó en el centro de la violencia represiva a una comunidad educativa que aspiraba a abandonar el autoritarismo y a volverse más moderna y democrática.

 *Guillermo Quartucci. Académico, crítico cultural y escritor. Trabajó como profesor del Instituto José Ingeniero de Jacinto Aráuz desde abril de 1976 hasta el 14 de julio del mismo año. En la actualidad reside en México.



[1] René G. Favaloro, Recuerdos de un médico rural, Buenos Aires, Delbolsillo, 2008, 1ª. edición, 191 pp. La p. y el numeral entre paréntesis después de la cita corresponden al número de página de esta edición.

[2] En las negritas de la nota está la clave: en efecto, hubo una investigación de los servicios de inteligencia de la Base de Puerto Belgrano solicitada por padres y vecinos de Aráuz  que denunciaron la infiltración marxista en el Instituto José Ingenieros.

[3] Una vez más, la comisaría de Jacinto Aráuz sería testigo de la violencia institucional, ahora siendo usada como Centro Clandestino de Detención (al que se sumaría el Puesto Caminero junto ala Ruta 35), en 1921 como escenario de una masacre de obreros.

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