Una hija del ex Dictador Jorge Rafael Videla reside en Tornquist.

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Mientras la comuna de Tornquist despierta de la indiferencia, María Isabel, hija del ex dictador Jorge Rafael Videla, vive la nueva etapa política en el pueblo que la alberga desde hace más de veinte años.

Un informe de la revista La Tecla señala que diez años atrás Jorge Rafael Videla podía transitar sin sobresaltos las calles de Tornquist, compartir la misa con su familia, acompañar a sus nietos a la escuela y cenar en un restaurante. A su paso era saludado con respeto por los vecinos de su hija María Isabel.

El medio publicado en la ciudad de La Plata indica que diez años después, otra es la historia. El nombre de la única joven detenida y desaparecida de la comunidad durante el gobierno de facto de Videla, Cristina Garófoli, fue puesto a la secretaría de Derechos Humanos y Desarrollo Social del Municipio, que se creó en agosto de 2010.
Por primera vez se logró conmemorar el Día Nacional de la Memoria (24 de marzo) con un video confeccionado por ex alumnos de la Escuela Nacional, en el que se recuerda a la militancia de Garófoli y se defenestra a la pasada dictadura. El trabajo había sido censurado cinco años atrás por la propia comunidad, que temía ofender a la familia y a los nietos del represor, que concurrían a dicho colegio.
Quizá por primera vez algunos de los que desconocían la desaparición de la militante de la JP miraron con atención el rostro del ex presidente de facto. María Isabel Videla tiene 53 años y construyó en Tornquist su lugar en el mundo. Algo alejada de la gente, en la Estancia Hogar Rodolfo Funke armó su hogar.
Allí, su marido, Cristian Kleine, oficia de mayordomo, es decir, administra los bienes de este espacioso complejo destinado a esparcimiento, turismo aventura y vacaciones relajadas. Allí crecieron sus hijos. Por allí pasó el abuelo Jorge cuando estaba de visita.
La estancia está situada a 15 kilómetros de la ciudad. Manejada por una fundación de origen alemán, con sede en Buenos Aires, suele alojar contingentes de turistas del país germano. Su principal atractivo es el tour para escalar el cerro Tres Picos.
“Ella es una persona muy amable, que lleva a sus hijos a la escuela, a las clases de folclore; se vincula socialmente desde esos lugares porque, como vive en la estancia, está alejada”, asegura el periodista local Marcelo Algañaraz.
Todos los consultados coinciden en destacar lo estudiosos que son los chicos y los buenos modales que muestran.
“Todos los hijos tienen promedios altos, son muy inteligentes y correctos”, expresan. María Isabel nunca dio una entrevista, ni formó parte de alguna actividad social de perfil alto, no militó en partido o movimiento político, y tampoco en alguna fundación pública o privada.
Su participación social siempre se desarrolló a partir de las actividades de sus hijos: el Colegio Nacional, la escuela de folclore, los deportes. Como no posee casa en Tornquist, el resto de la actividad la desarrolla en la estancia, al igual que sus hijos.
Nunca se la escuchó hablar de su padre, o de la época en que ejercía el mando en el país, como si esa historia le fuera ajena. El esposo de María Isabel, Cristian Kleine, es un hombre reservado, algo parco, de pocas palabras. Esta característica no le impide agradar a las personas, que, en general, destacan sus buenos modales.
Los Kleine habían logrado durante años mantenerse al margen de lo político, y de la historia del abuelo, pero llegando al 2000 trascendieron en los medios los viajes que Videla hacía a Tornquist.
El genocida había sido sentenciado a reclusión perpetua en 1985 por el asesinato y desaparición de miles de ciudadanos durante su gestión presidencial. Deambuló por algunas cárceles, hasta que en 1998 se le concedió el derecho de arresto domiciliario.
Aunque existen algunas denuncias sobre su presencia en el lugar durante esa época, todos los vecinos y autoridades de Tornquist aseguran que dejó de viajar a partir de su detención. Ese episodio, sin embargo, no pasó inadvertido para su hija, que debió sufrir el impacto de la noticia en carne propia.
Por primera vez apareció en los diarios, y su vida, confinada a ese pintoresco pueblo bonaerense, se vinculó de forma inevitable al horror de los años de la dictadura.
“Esta es una comunidad pequeña, donde nos conocemos todos, sin embargo, algunos vecinos no sabían que existía el caso de una chica detenida desaparecida. Vecinos que viven a metros desconocían ese hecho. A la propia familia le costaba hablar del tema”, expresa el jefe comunal, Gustavo Trankels.
El intendente, reelecto en los comicios de octubre, remarca que la hija de Videla es una ciudadana más, que se ha integrado a la comunidad sin inconvenientes.
“No podemos hacer cargo a alguien por lo que han hecho sus padres, sobre todo porque ella siempre ha sido muy respetuosa”, afirma el alcalde.
“Conozco a ella, a sus hijos, y jamás me dijo nada. Sabe cuál es mi función, pero no se mete”, dice, por su parte, el secretario de Derechos Humanos de la comuna, Daniel Natali.
No se muestra tan optimista Jorge Garófoli, hermano de la joven asesinada durante el proceso comandado por Videla. “Cuando se creó la comisaría se movilizó un poco todo, pero después quedó ahí”, indica.
Para Garófoli, la hija del dictador nunca quiso indagar sobre el tema, como si nunca hubiera sucedido nada. “Ella no quiere saber porque no le conviene, me da lástima”, afirma.
María Isabel es parecida físicamente a su padre: muy delgada, de nariz aguileña y rostro pálido. Religiosa, conservadora y amable en el trato, el cambio político, con un acento en la develación de lo sucedido en el proceso, generó algún retraimiento, pero en ningún caso una reacción. Tampoco un diálogo, que parece quedar aún pendiente. Su padre fue quien decidió la muerte de la hija de uno de sus vecinos, pero, hasta el momento, de estas cosas no se habla.
(La Tecla)

OTRO IMFORME SOBRE VIDELA EN TORNQUIST 10 AÑOS ATRAS – Pagina 12

TORNQUIST, DONDE JORGE VIDELA EJERCE DE ABUELO Y TODAVIA TIENE ADMIRADORES 
El pueblo de fin de semana de un ex dictador

 
Por Luis Bruschteint.gif (862 bytes) “Yo sabía que era la hija de Videla. Y ella nunca supo que mi hermana estaba desaparecida. Un día se le quedó el auto en la esquina del taller y vino a pedirme ayuda. Pensé qué hacer y me dije que ella no tenía la culpa por lo que había hecho su padre y le empujé el coche.” Jorge Enrique Garófoli “Joli” es hermano de una maestra estudiante de arquitectura secuestrada en La Plata en 1976 y el único familiar de desaparecidos que vive en Tornquist.
A 70 kilómetros de Bahía Blanca, el pueblo es de casitas bajas, con mucho verde, casi al pie de las primeras serranías de La Ventana. Es un lugar bucólico, donde se respeta la siesta y los chicos juegan en la calle. Tiene una plaza de cuatro manzanas arboladas con su pequeña iglesia que parece salida de un cuento para niños en el centro y una laguna mansa donde nadan libremente patos y gansos.
“Aquí nadie dijo nada contra Videla, al revés, estamos juntando bronce para hacerle una estatua –afirma con un gran vozarrón Carlos Schaffner, dueño de una estación de servicio donde paraba Videla en sus visitas– porque los 30 o 40 mil estuvieron bien y tendría que haber otros 30 o 40 mil más, con los militares estábamos mejor sin tantos ladrones sueltos.”
“Este es un pueblo raro –explica Joli– no es que la gente sea de derecha o conservadora, yo creo que es tremendamente indiferente. Cuando me enteré que Videla venía de visita y que alguna gente lo saludaba como a un prócer en la iglesia, me dio mucha bronca y cuando discutía con algunos, me hablaban como si las cosas hubieran pasado en otro país.”
La familia Cassataro vivió aquí en los años 70. El padre era contador del Banco Nación, la hija más chica estudiaba en la Escuela Nacional, la misma adonde asisten ahora los nietos de Videla, y los dos hermanos mayores estudiaban en La Plata. Los dos mayores fueron secuestrados junto con sus parejas y la declaración de Juana Haydée de Cassataro, el miércoles pasado ante la Cámara Federal de La Plata, puso a Tornquist en el ojo de la tormenta. Ya no se trataba de otro país. “Videla va todos los domingos a una parroquia de Tornquist –exclamó con indignación– ¿esto es cárcel?, ¿esto es justicia?” 
Fue imposible confirmar si las visitas de Videla continuaron después de su detención por sustracción de bebés, en junio de 1998. El fiscal de Bahía Blanca, Hugo Cañón, interrogó a los vecinos pero no pudo confirmar lo dicho por Cassataro. Pero apareció la imagen de un país que avanza en forma desigual en la elaboración de su propia historia, donde quedan bolsones de un pensamiento autoritario que fue preponderante durante la dictadura.
No fue fácil para Joli Garófoli ser hermano de una desaparecida durante la dictadura en un pueblo cerrado hacia adentro. “Acá no vimos un milico durante la dictadura, una vez vinieron para hacer un operativo rastrillo, manzana por manzana y después nunca más”. El y sus tres hermanos nacieron en Tornquist, el padre era mecánico y Joli heredó el oficio y el taller frente a la vieja estación inglesa de trenes. El intendente designado por los militares fue Cacho Gamini, del MID, que era primo de los Garófoli. “Eran las contradicciones de esa época –afirma Joli– nunca discutimos, una cosa es la política y otra los asesinos.”
El jueves, la noche del pueblo fue acunada por el mugido de más de mil terneros y vaquillonas que esperaban el gran remate campestre del viernes. Tornquist depende de la producción agrícola ganadera y de una fábrica de papel. Ninguna de las dos anda bien. Además de la familia Videla, la familia Massot tiene su estancia en las cercanías y asiste a misa los domingos. Son los poderosos dueños del diario La Nueva Provincia, el más leído en la zona y de derecha pro militar. El viernes 24, algunas maestras de la escuela estaban nerviosas y buscaban la forma de eludir la ordenanzadel Ministerio de Educación que indica que deben hablar a sus alumnos sobre el golpe del 24 de marzo de 1976. La ordenanza aclara que deben explicar todos los puntos de vista, pero igual las maestras temían herir la susceptibilidad de los nietos del ex teniente general. No hubo actos en Tornquist por el 24 de marzo.
“¡Además aquí nunca nos molestaron, estábamos bien con los militares”, se exalta Schaffner y trata de buscar complicidades. “Acá no tenemos ni un desaparecido ¿adónde hubo un desaparecido en Tornquist?”, grita en el playón de su estación de servicio, a menos de una cuadra de la casa de los Garófoli. Se le recuerda ese dato y el hombre sonríe, sorprendido en su picardía, en su pequeña broma de buen vecino. Se repone y contesta: “¿Pero en qué estaba esa chica, eh, en qué andaba?”.
Fue difícil ser hermano de una desaparecida en un pueblo cerrado. Pero peor fue cuando se enteró de que la hija del principal asesino se había radicado en la zona. Hasta que un día se tropezó con Videla por casualidad. “A mis viejos los destruyó la desaparición de Cristina, mi madre murió al poco tiempo y mi viejo hace un mes. Cuando se enteró de que Videla venía al pueblo, se puso como loco. ‘¿Y si lo mato?’, me dijo, ‘total yo ya no tengo nada que perder’…diga que somos gente pacífica, no como ellos…”.
El atardecer dibuja las serranías cercanas, el silencio se desploma sobre el pueblo y el aire se pone fresco y puro como agua cristalina al tiempo que las luces empiezan a brillar en las casitas. No hay lugar para las pesadillas en este atardecer pacífico del 24 de marzo, 24 años después del golpe de Estado más sangriento de la historia argentina.
A la vuelta de la plaza está la pizzería y restaurante “Il Buon Piacere” que solía visitar Videla. Rulo, su dueño, es un hombre canoso, de ojos claros y hablar pausado. “Venía a comprar empanadas los domingos después de misa o cuando traía a sus nietos –resalta–, aquí nadie le dijo nada, después de todo aquí no hizo nada malo.”
“¿Pero, después de todo lo que se supo de los desaparecidos, del intento de guerra con Chile, de la guerra en Malvinas…?”, pregunta el visitante, azorado ante el razonamiento congelado en el tiempo de este buen hombre. “Bueno, según yo lo veo, es peor el que ponía bombas.” “Pero, ¿la tortura, el robo de bebés…?”, insiste el forastero. “Bueno –responde, ya molesto–, como le dije, cada quien tiene su punto de vista…” y se retira sin perder el gesto manso que ha mantenido mientras defiende a un criminal condenado. Frente a la plaza está la ferretería alemana, propiedad de un Von Wernich, primo del cura que fue consejero espiritual del nazi Ramón Camps. También es uno de los partidarios locales de Videla e incluso aseguran que fue a visitarlo cuando estaba detenido en Magdalena.
Así como Joli tenía su primo intendente, el apellido de Rulo es Kugler y es primo de Marisa Kugler, ex intendenta radical de Tornquist y actual diputada provincial. Fue la primera intendenta mujer de la provincia elegida democráticamente y con posiciones opuestas a las de Rulo. En 1995, cuando Videla empezó a aparecer por el pueblo y se corrió el rumor de que estaba interesado en comprar una casa, varios vecinos reunieron firmas para que el Concejo Deliberante lo declarara persona no grata. El Concejo tenía siete concejales justicialistas y cinco radicales, dos de ellos de una línea progresista. La iniciativa fue rechazada.
Se supone que en Tornquist no hay derecha, son todos normales, la gente vota más o menos igual que en el resto del país y el radicalismo y el justicialismo tienen resultados bastante parejos. El actual intendente, Gerardo Rattero, justicialista de origen sindical (ver aparte), acaba de ganar las elecciones para su tercera reelección. 
“Mi hermana vivía en La Plata –recuerda Joli– y venía por lo menos cada tres meses de visita y tenía muchas amigas. Nunca me dijeron nada. En1984, cuando recuperamos sus restos, la trajimos aquí en una urna. En el cruce de la ruta había unos veinte autos con amigos que nos esperaban, pero la mayoría era gente mayor, amigos de mi padre, del Rotary.”
En la esquina de su casa, el vozarrón de Schaffer atruena la paz bucólica del pueblo. “¡Y tendría que haber otros 30 mil más porque ahora estamos peor que antes, te asaltan, te roban, te matan, violan sin que nadie haga nada, que vuelvan los milicos, vamos a estar mejor!”.
 

 

La hija de Videla, una vecina destacada

Por lo menos antes de ser detenido por la apropiación de decenas de niños durante su gobierno, Jorge Videla era asiduo visitante de Tornquist, donde residen sus nietos. La hija de Videla lleva sus hijos a la escuela 28 de Tornquist. Está casada con Cristian Kleine, administrador del Hogar y la Estancia Rodolfo Funke, un lugar paradisíaco a unos 15 kilómetros del pueblo, donde suelen alojarse jubilados alemanes. Hace algunos años circuló la versión en el pueblo de que el lugar podría haber funcionado como refugio para viejos criminales de guerra nazis, y que “no sería raro que allí aparezca otro del tipo de Erich Priebke”, afirman. Las versiones de este tipo en Tornquist, que tiene un importante porcentaje de la población de origen alemán, no son raras. En las cercanías se encuentra el viejo hotel donde fueron alojados los sobrevivientes del Graf Spee hasta el final de la Segunda Guerra Mundial y en los años ‘60 algunos vecinos, muchos de ellos también alemanes, tejían historias sobre la presencia de espías y agentes alemanes.

Foto de Arriba: Joli Garófoli, hermano de una desaparecida durante la dictadura. “Algunos hablan como si las cosas hubieran pasado en otro país.”

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