Falleció abogado que ejerció en Guatraché

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Falleció abogado que ejerció en Guatraché

Fue hallado sin vida el abogado Eduardo Fernández Borzzone, querellante en representación de la Asociación de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas durante la última dictadura militar en el primer juicio a los represores pampeanos que actuaron en el marco de la Subzona 1.4.

Eduardo, “el Eduardo”, “el doc”, murió entre la noche del domingo y la madrugada del lunes en la vivienda que habitaba en el barrio Malvinas Argentinas de Santa Rosa. Quiso Dios, el destino, o en quien usted crea, que se fuera también el último día de vida de quien  fue su última pareja.

Había cumplido 60 años el 16 de septiembre de 2018. Estuvo donde todo abogado tiene que estar, del lado de las causas justas, necesarias y que muchos, suelen considerar perdidas. Era radical hasta la médula, de los históricos. Alfonsinista.

Había nacido en la ciudad de Santa Fe y decidió estudiar abogacía. Se graduó en la Universidad Nacional del Litoral. Desde los años ’90 se mudó a La Pampa. Primero a Guatraché y años después, a Santa Rosa.

Fue uno de los presos por militar en el colegio secundario durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón.“Una vez los milicos se metieron a la escuela y tiraron gases lacrimógenos. Yo hice le que nadie, me tiré al piso porque el humo se va para arriba. Eso fue percatado por el que estaba a cargo y mandó a uno de sus dirigidos a detenerme por subversivo. Después me enteré que por haberme tirado al suelo para que no me afecte el humo, pensaron que estaba en la guerrilla”, me contó una de las tantas veces que hablamos.

La primera vez fue en una de las tantas movidas que hicieron desde la Asociación en Defensa de la Vivienda Única para evitar que remataran viviendas familiares en tiempos de la salida de la crisis de 2001, el inicio del interinato de Eduardo Duhalde y el Código de Estabilización de Referencia (CER), un método de cálculo que hacía impagable las hipotecas.

Supe después que también estuvo acompañando a las mujeres que se cargaron sobre sus espaldas la defensa de los campos, más o menos por la misma época.

“Cuando veo a una persona que está siendo perseguida, no  lo dudo. Me acerco para ofrecerle la representación legal.  Como sabrás, he ganado muchos amigos y poca plata”, contó otra vez en un ámbito social.

También defendió a víctimas de siniestros viales y se vinculó con las referentes de lo que hoy se conoce como la Fundación Estrellas Amarillas. Eduardo estaba donde había pibes o pibas víctimas de los abusos policiales, personas mayores que tenían cosas para defender del abuso estatal o privado.

No faltará quien lo recuerde en las marchas contra Juan Carlos Tierno. Incluso, aquel 1 de marzo de la represión, algunos militantes fueron representados por Eduardo.

Cada tanto, cuando una persona pobre, vulnerable, llamaba a la prensa para contar lo que le había ocurrido, era común que apareciera junto a Eduardo Fernández Borzzone.

En 2010, cuando comenzó el histórico primer juicio contra los represores pampeanos que actuaron durante la última dictadura militar, impulsó la querella de la Asociación de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas.

Ya en esos tiempos aseguraba que más que justicia se buscaba la verdad. “Por la edad de los autores de los delitos de Lesa Humanidad, son más juicios por la verdad que de otra cosa” repetía. Y no lo hacía porque no quisiera que los responsables fueran a la cárcel, lo decía para simbolizar con esa frase la impunidad iniciada con el punto final, la obediencia debida de Alfonsín, coronada con los indultos de Carlos Menem.

Cuando en 2003, durante el gobierno de Néstor Kirchner, se anulan las leyes de impunidad, volvieron los juicios. Pero ya habían pasado casi 30 años del inicio del terrorismo de estado. La mayoría de los responsables estaban vivos pero eran muy grandes, con lo cual podían acceder a prisión domiciliaria.

Esa causa le valió el vínculo con los referentes pampeanos de las distintas organizaciones que defienden y luchan por los derechos humanos.  Eduardo siguió teniendo  una vida austera, casi de pobreza franciscana.

Su empecinamiento en estar del lado del que hay que estar, le significó el repudio de sus pares, quienes difundieron críticas infundadas y se metieron con su vida personal, esa que hacía puertas adentro, y que para la Constitución Nacional son “las acciones privadas de los hombres, que de ningún modo ofendan al orden y la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados”.

 

Fuente Plan B Noticias

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