DISCURSOS Y CAMPAÑAS
¿Peronismo, pejotismo, kirchnerismo? Identidad del PJ pampeano.
La disputa por el poder en el PJ pampeano reaviva una cuestión siempre latente: ¿quién representa mejor al peronismo? Las consecuencias de la lógica de exclusión planteada en esta interna.
Norberto G. Asquini
En las próximas elecciones, luego de doce años de gobiernos de los Kirchner, no solo estará en juego la sucesión de CFK, sino cuestiones más profundas. Lo que en verdad se pone en cuestión con el voto a presidente, y su perfil, es la continuidad de un rumbo político que tomó el país o su reversión -ya sea drástica o gradual- a partir de diciembre. Es lo que plantea el sociólogo Edgardo Mocca. La cuestión ordenadora, desde su visión, de la disputa de octubre será la permanencia o no del rumbo de gobierno de estos años.
Ejes y discursos.
En La Pampa, uno de los ejes de la campaña en el PJ es ese, adoptado por el jorgismo, aunque siempre prime la lógica provincial. Que el precandidato de Compromiso Peronista, Fabián Bruna, hable de mantener las conquistas del gobierno de Cristina Fernández y que él sea parte de esa continuidad es la complementación en su discurso, de la postura que habla de renovar al justicialismo pampeano de los “viejos” dirigentes. De ahí su apego al kirchnerismo.
Desde el otro lado, el relato tiene similitudes en sus planteos. Para el senador Carlos Verna, su regreso a la gobernación sería “volver a poner las cosas en su lugar”. Retomar políticas públicas que se “torcieron” con los ocho años de Oscar Mario Jorge, en muchos casos por su encolumnamiento con la Casa Rosada.
Para el jorgismo y el kirchnerismo, el vernismo-marinismo es una etapa del PJ pampeano que hay que superar; para los segundos, el otro sector es la implantación en la provincia de una línea “ajena” a las raíces del peronismo provincial.
Ambos discursos tienen una lógica local, pero remite también a lo nacional porque en última instancia, sus proyectos están vinculados con lo que ocurra a nivel país.
El más peronista.
Esta división en dos sectores bien definidos, que se saldará en parte en las internas del 5 de julio -aunque no se sabe en qué medida, ya que la semilla de la fragmentación está instalada en el PJ desde hace una década-, muestra también dos caras del justicialismo pampeano.
Y como siempre cuando se confronta al interior del peronismo, también está latente una cuestión en juego: quién es el más peronista, o quién representa mejor a ese movimiento. Tarea difícil de discernir, porque su labilidad da cuenta de que hay diferentes concepciones para una misma identidad.
Dos sentidos.
El jorgismo se muestra como la renovación frente al PJ “tradicional”. No es solo una pretensión generacional sino de ideas y hasta metodologías, según su concepción. Se inscribe en esto en una línea nacional que toma al kirchnerismo como una nueva etapa del peronismo, o su cara actual. De hecho, la disputa entre sus presidenciables es mostrar quién es el mejor garante del rumbo del proyecto de país, hasta para Daniel Scioli.
Es que a nivel nacional el kirchnerismo, en esta campaña, será el peronismo “realmente existente” por su condición hegemónica en el PJ nacional, según Mocca. Es el oficialismo frente a las manifestaciones disidentes -Sergio Massa, pero también otras expresiones menores como Rodríguez Saá, Duhalde o De la Sota-. El perfil que tomará el FPV como manifestación partidaria del kirchnerismo se definirá en las PASO de agosto cuando se tenga al candidato.
Por el otro lado, Verna es la manifestación provincial de ese “peronismo crítico” al kirchnerismo. Provincializa el eje del debate y contrapone modelos locales, pero también queda atrapado en la referencia nacional. Para ese peronismo, la experiencia K está en retirada. Y sus manifestaciones locales son sectores ajenos al tronco justicialista que hay que desarraigar. “Nosotros somos peronistas, ellos son kirchneristas”, afirmaba un dirigente al autor de la nota apenas terminó el acto de Bruna en el Club Estudiantes.
Profundicemos más en las dos lógicas bien encontradas: para el sector K, el vernismo-marinismo representa el capítulo local de la instauración nacional neoconservadora y en lo provincial el PJ tradicional y verticalista. Para los otros, el kirchnerismo duro es un sector periférico, que sobrevive por sus espacios institucionales y totalmente ajeno a las “raíces históricas” del peronismo pampeano.
Etapas que se cierran.
Para el jorgismo, el vernismo es una etapa superada en lo provincial, y ese sector debe confirmar esa superación con su triunfo. Es el “pejotismo” del que renegaban los Kirchner, el de los caciques del interior, más allá de que ambos presidentes hayan tenido que sostenerse en esa estructura de poder.
Para el vernismo-marinismo se viene una nueva etapa, haya o no un fin del ciclo kirchnerista. Puede ser con un presidente del arco neoconservador, como Mauricio Macri o Sergio Massa, o uno justicialista, como Scioli. Pero esa experiencia estaría cerrada.
¿Quién representa, entonces, al verdadero peronismo? La politóloga María Victoria Murillo, en una entrevista para la revista El Estadista, afirma que “el peronismo es ganar”, parafraseando a un viejo dirigente del movimiento. Por un lado, esa idea expresa que por su labilidad, el peronismo adopta el rumbo que le fija el que tiene el poder o se adapta a los cambios de orientación. En La Pampa, a partir del 5 de julio seguirá a Verna o lo hará con Bruna. Será un PJ “convencional” o uno “renovador”. Ese es uno de los puntos centrales que se juega a futuro.
Voto y exclusión.
Pero también “peronismo es ganar” da cuenta de un valor inherente a esa identidad política. El PJ tiene una estructura territorial y la sabe usar. Es un partido de gobierno y el votante peronista vota peronismo. ¿Se mantendrá esa concepción arraigada en La Pampa, pero que ha comenzado a declinar, luego de la interna de julio?
Más allá de sus fortalezas estratégicas -Verna su posicionamiento social, Jorge y Bruna su aparato estatal- cada conductor de las dos líneas en disputa no ejerce un predominio absoluto sobre el justicialismo. Sus sectores no son homogéneos y ambos necesitan aliados para confrontar. Ambos sobreentienden que de imponerse uno sobre el otro, son dos proyectos de poder que no pueden convivir a futuro en un mismo gobierno. Está presente una lógica de la exclusión que se plantea en los discursos, y que ya se está dando en los hechos en el marco de la interna en marcha. Y que no es nueva: la sufrió el marinismo en su momento.
En este marco, ya han comenzado las presiones y las purgas, aunque sean puntuales. Una cuestión totalmente natural de la “real politik”, sobre todo cuando se juega el poder, y cuando se sabe que no va a ser compartido. Habrá que observar si esa concepción se profundiza a futuro. Sus consecuencias no se medirán solo en octubre en la general, sino también en una futura administración.