Opinión: Tiene que ver con el Fútbol.


A escasos días del cumpleaños 50 de Diego Armando Maradona, me autorizo a introducir unos breves párrafos en referencia al ídolo emblemático, popular, crítico y criticable a la vez que legítimo representante del fútbol argentino.
Siempre recuerdo el haber escuchado en Radio El Mundo el comentario que refería al ingreso de “un jugador muy joven pero destacado y con condiciones extraordinarias”, al campo de juego en un partido entre Argentinos y Talleres de Córdoba, allá por el año1976, con sólo 16 años y que con esos rasgos destacados en su primer jugada le hizo un caño a un rival entusiasmando a sus conocidos hinchas del bicho colorado. En febrero del 77 iba a debutar en la Selección argentina dirigida por el “flaco” Menotti quien no lo convocaría con el seleccionado ganador del mundial en nuestro país, que intentaba disimular los rasgos oscuros de la dictadura militar representada por Videla.
M
uchos conocemos el trayecto del Diego en los escenarios futbolísticos argentinos y extranjeros que confirmaron aquellos antecedentes transformando aquel cabecita negra de Villa Fiorito en un genio futbolístico, de condiciones extraordinarias. No voy a incursionar en su proyección como persona, de la cual no comparto su elección de vida, aunque a modo de comprender sus actitudes consideradas negativas debemos entender esa posibilidad propia de alguien nacido en una villa miseria –tradúzcase pobres de la sociedad urbana-, y que llegara a la cúspide económica y popular.

E
l jugador que intento analizar, representó desde sus primeros pasos a una generación nueva contraria al Catenaccio instalado como modelo futbolístico por los italianos quienes habían sido rectores por esos años, aunque con escasos logros a nivel mundiales de fútbol. Mientras los nuestros no tenían mucho éxito, eran los brasileños con el gran Pelé quienes ocupaban la hegemonía en el mundo de este deporte, donde la televisión comenzaba a concentrar las miradas en las pequeñas pantallas, aún en blanco y negro.
Con Boca, el equipo de su corazón obtendría la posibilidad del salto a escenarios extranjeros, y su llegada al Barcelona opacado por el privilegio del Real Madrid. Sería en el Nápoles donde confirmaría su potencial distinto y superlativo, además quitándoles a los equipos del norte italiano la supremacía de títulos nacionales.
Y fue en el 86 cuando mostró que esas dotes peculiares no eran casualidades fugaces, y con los ingleses donde elaboraría esa obra maestra sin parangones en el pasado y posibilidades en el futuro. Además contaría para nosotros los “hinchas” argentinos el relato de Víctor Hugo, emocionante y sensitivo generador de emociones y pasiones nunca antes percibidas por quienes mirábamos el futbol en la tele. Lo digo sin tapujos, escuchaba al uruguayo y miraba la tele, terminando arrodillado y con los ojos cubiertos de lágrimas por haber podido observar como espectador único ese gran gol que catapultaba al seleccionado argentino como el mejor de ese mundial en México.

Transcurrirían otros momentos donde comenzaba su declinación deportiva y aparecerían aquellos rasgos oscuros de su vida personal, que cuestionaron aquel actor del fútbol destacado. Son exposiciones a las que personas como el pueden afrontar y deben superar en su propia elección de vida.
Su incursión al mundo del DT tampoco ha tenido un balance positivo, propio de esa sanguinidad que le caracteriza y a mi entender no le permite separar el rol del crítico entendido, que analiza a quienes juegan desde afuera como entendido y autoridad.
Estoy queriendo explicar su fracaso como técnico de la selección en el mundial último en Sudáfrica, cuyas expectativas eran mayores pero la obtención generó un gusto amargo entre las fuertes pasiones argentinas. Sabemos como terminó esa historia, porque aquel pequeño captado por los medios radiales, hoy constituye un disparador de opiniones diversas en los ámbitos televisivos, que usaron su figura para una mejor proyección cautivante de un público globalizado, a la vez que ayudaron a concluir esa página de los jugadores que el Diego representaba, con identidades nacionales y sin tanto respaldo mediático, generador de negocios transnacionales.

C
abe como argumento respaldante las vicisitudes por las que atraviesa nuestro fútbol argentino, quien ha sufrido en fuertes expresiones y resultados esa pérdida de identidad y busca –hay quienes lo intentan- volver a sus orígenes, urgido y acosado por las demandas de clubes extranjeros, quienes tienen en el frágil mercado argentino una generosa y barata oferta de talentos jóvenes.-

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2 Comentarios

  1. comment-avatar
    Felipito Miñambres10 noviembre, 2010 - 21:12

    muy bueno sigan así los felicito. un anecdota pasábamos noches enteras tomando mate en Alberti mate va mate viene con Guillermo y el negro un abraso a esos pioneros………..

  2. comment-avatar
    nestor fabian11 noviembre, 2010 - 11:07

    muy bueno sigan así los felicito. un anecdota pasábamos noches enteras tomando mate en Alberti mate va mate viene con Guillermo y el negro un abraso a esos pioneros………..