Piden reconstruir Escuela del Oeste Pampeano que demolió la dictadura
En el sitio donde funcionó la Escuela Albergue nº 286 de Paso de los Algarrobos, en el oeste provincial, hoy reina el desierto y la soledad. Allí, en 1978, durante la dictadura militar, se secuestró y torturó a una maestra. El establecimiento educativo fue clausurado y, al año siguiente, demolido.
El diputado provincial del ARI, Juan Carlos Scovenna, propuso declarar el lugar como sitio histórico erigiendo un monumento recordatorio. Además, anunció que el próximo 24 de marzo se realizará un acto en ese paraje para contribuir a la memoria del pasado histórico. Levantarán un mástil e izarán la bandera.
El legislador también manifestó, a través de un proyecto de ley, la necesidad de que la provincia reconstruya el edificio de la escuela olvidada. En conferencia de prensa mostró una serie de fotografías de las escasas ruinas de la escuela que quedan en pie, y pidió que ex docentes y empleados de la escuela acerquen documentación y testimonios para aportar más datos. El jefe del operativo está en la lista de acusados que afrontarán este año el juicio a los responsables de la represión en la denominada Subzona 14.
La maestra María Zulema Arizo tenía 30 años de edad cuando fue secuestrada, el 21 de mayo de 1978. El grupo de tareas de la Subzona 14 realizó el operativo a la una de la madrugada, cuando ella, el resto de los maestros y los niños, dormían. Lo comandaba un hermano de la directora de la escuela, el comisario Roberto Fiorucci.
La levantaron y encapucharon, esposada con las manos en la espalda. Emprendieron un viaje en camioneta y a los pocos kilómetros se detuvieron para interrogarla y golpearla. Luego retomaron el viaje y terminaron alojándola en una celda de la Brigada de Investigaciones de la Policía, la cual funcionaba como centro clandestino de detención. De allí la trasladaron a la Seccional 1º.
Una enfermera de la Policía, Hermelinda Gándara, declaró que dialogó con la maestra cuando la entregaron para su custodia. Contó que estaba desfalleciente, con un embarazo de seis meses de gestación, sucia de orina y materia fecal. La maestra le contó que había permanecido en un sótano atada en una silla durante quince días. La habían golpeado y torturado con picana eléctrica, sin comer y sin beber. Cuando la enfermera la bañó comprobó que tenía hematomas y quemaduras en todo el cuerpo y principalmente en los senos.
Arizo fue liberada sin cargos después de un tiempo. Scovenna comentó ayer que se entrevistó con la ex directora de la escuela, que aún vive y se encuentra en el Asilo de Ancianos de Santa Rosa. “Todavía escucho los gritos desgarradores de la maestra cuando era secuestrada a la una de la madrugada”, contó Scovenna que recordó la anciana.
El 14 de marzo de 1979 el ex director general de Educación, Aníbal Marcelo Zamudio, ordenó que la maestra a cargo de la dirección, Lidia Fiorucci, fuera reintegrada a su cargo titular en la Escuela nº 418 de La Humada. La escuela de Paso de los Algarrobos quedó entonces sin directora y sin docentes. “El sumario instruido, más allá de los detalles, deja al descubierto la naturalidad de la detención y posterior tortura de la maestra”, explicó Scovenna.
Al poco tiempo, la escuela fue demolida. “No abrigamos dudas de que la destrucción de la escuela tuvo por principal objetivo el hacer desaparecer de la memoria histórica aquel hecho aberrante, creyéndose que así se lograría ocultar el mismo y consagrar la impunidad”, conjeturó el legislador.
La escuela contaba con aulas, sala de estudio, dormitorios para niñas y niños, cocina, despensa, bajos, aljibe y molino. También trabajaba una cocinera, una lavandera y el portero. En 1977 tenía 30 alumnos pertenecientes a familias de Paso de los Algarrobos, Paso Maroma, Árbol de la Esperanza, y Limay Mahuida. Casi no hay noticia de los ex alumnos, los ex docentes y las personas que donaron el edificio de la escuela.
“El olvido llegó debido a la escasa densidad poblacional, las dificultades para llegar al lugar en ésa época y el escaso o nulo conocimiento que tenían el resto de los ciudadanos de la provincia sobre aquel paraje, sobre la escuela y sobre estos hechos. Jugaron también su papel la lejanía, el proceso de desertificación, el despoblamiento que se acentuó y la pacífica aceptación de una comunidad condenada al olvido”, reflexionó Scovenna.
“Y así ocurrió: las ruinas que aún perduran de aquella escuela arrasada son elocuentes. Lo único que sabemos es que allí se cometió un crimen de lesa humanidad contra una servidora pública. La maestra fue la víctima propiciatoria que el desierto entregó a los demonios. La destrucción de la escuela, a los fines de la memoria histórica ha sido tan aberrante como la consumación de aquel delito de lesa humanidad contra una docente. Si la democracia no reconstruye esta historia para construir memoria, estará parcialmente asentada sobre olvidos. Un trágico olvido y una injusticia atroz. Es el deber de la democracia dar certezas sobre el pasado para construir la historia sobre la memoria. Sin memoria no habrá justicia”.
“Es deber reparar el daño perpetrado a los paisanos del oeste. Identificar el lugar, investigar, difundir la historia y reconstruir la escuela ayudará a la reconstrucción de la memoria y la identidad de los paisanos del oeste, víctimas perpetuas de un proceso histórico de cercenamiento de sus derechos”, concluyó.