En octubre de 1972 un avión que llevaba 45 jóvenes se estrelló en la Cordillera de los Andes.
Después de 72 días y desesperados ante la ausencia de alimentos y agotada su resistencia física, se vieron obligados a alimentarse de sus compañeros muertos para poder seguir viviendo. Finalmente, hartos de las bajísimas temperaturas y angustiados por la continua muerte de sus compañeros y la lenta espera del rescate, dos de ellos deciden cruzar las inmensas montañas para así llegar a Chile. De esta manera es como el 22 de diciembre de 1972, el mundo se entera que son 16 los sobrevivientes que vencieron a la muerte en la Cordillera de los Andes.
Ramón Sabella, conocido también como Moncho, es uno de los sobrevivientes del accidente de Los Andes. Es un exitoso empresario vinculado al sector Agroindustrial y Exportador de carnes uruguayas. Para el momento del accidente tenía 21 años, era estudiante de agronomía y si bien no pertenecía al equipo de rugby, iba en el avión por ser amigo de Roberto Francois, Carlos Páez y Rafael Echevarren. Hoy día comparte sus negocios con el oficio de conferencista, impartiendo charlas alrededor del mundo.
El “Moncho” comienza su alocución avisando que todos son libres de preguntar y que todas las preguntas van a ser contestadas, sabe que hay un tema tabú que aún hoy inspira pensamientos encontrados, pero aclara que ellos pudieron vencerlo, sin necesidad de concurrir al psicólogo, sin necesidad de ningún tipo de tratamiento ya que lo que hicieron fue debatido largamente en la cordillera, y solo cuando pudieron aceptarlo, por supervivencia, lo hicieron.
Habla de los afectos que la condición infrahumana a la que fueron sometidos fue creando. Hoy los 16 sobrevivientes son mas que hermanos, enfrentaron a la tremenda fuerza de la montaña, con temperaturas de 30 grados bajo cero, caminando enterrados en la nieve hasta la cintura con mocasines, medias y camisa. Dice que lo que mas se sintió fue la sed, ya que la nieve a esa altura es muy solida y tiene poco contenido de agua, aprendió lo que es compartir, aprendió a racionar lo poco que tenían y a valorarlo.
Cuenta como tuvieron que agudizar el ingenio, inventando artículos, como por ejemplo lentes de sol ya que el reflejo del sol en la nieve los estaba dejando ciegos. Utilizaron para ello mica de los vidrios del avión, un plástico transparente que encontraron en un libro del piloto y cables de cobre para hacer las patillas. Tuvieron que crear frazadas, trineos, máquinas para hacer agua, mantas, zapatos para la nieve, etc, todo se les fue ocurriendo en los interminables días que vivieron en la montaña.
Los sobrevivientes quedaron solos en medio de la montaña con solamente dos informaciones, la primera la dio el piloto que repetidamente indicó que habían pasado Curicó, lo que les hizo pensar que estaban en la Precordillera Chilena. Cuando estaban en realidad en la Argentina. La segunda que allí nevaba hasta el 15 de noviembre y tampoco tenía veracidad porque al menos ese año lo hizo hasta el 10 de diciembre.
Dejarse morir
Habla de los momentos en que todo parece que se termina, de la necesidad de dejarse morir ante tanta adversidad, del como y el porque se sobrevive, de las reglas no escritas que compartieron en la montaña, de valorar el derecho de cada uno, de sentir el deber de cumplir cada uno con su obligación , de ser todos líderes en una empresa de tal envergadura como la de la sobrevivencia.
Ramón Sabella vivía en su Uruguay una vida sin privaciones, trabajaba en la empresa de su familia y dos veces por año viajaba, tenía todo y de pronto se encontró enfrentando a una montaña que quería de él lo mas preciado, su vida.
Él cuenta la historia de la lucha diaria en la montaña con lujo de detalles, no escatima datos, sabe que cuanto mas cruel sea el relato mas hondo calará en quien lo escucha, y logrará su objetivo, que es que cada uno comprenda que todos tenemos que vencer nuestra “cordillera”.
Porque aún en la adversidad mas terrible hay oportunidades de salir adelante, poniendo ganas y garra.
(Reflejos)
Que gran historia de vida, lástima q no dieron propaganda de q estaba, me hubiece encantado poder ir.