La “gran alianza” de la oposición: ¿ilusión, entelequia o posibilidad?
Por ahora la idea de un “gran frente” son apenas charlas y estrategias publicitarias que sirven a la táctica personal de Torroba. Los límites internos y externos a una alianza impuesta por el dirigente.
Norberto G. Asquini
Los discursos de quienes promueven la “gran alianza” de la oposición al PJ pampeano hablan de “apertura”, “superación” o “sentido común”. Su principal promotor es el radical Francisco Torroba, y de esa idea hace uso y abuso. De hecho, su concreción sería la defunción del Frepam, una creación de otra línea interna del radicalismo que hoy parece quedarle chica al precandidato a gobernador. Este es un frente electoral que no llegó a ser programático, y cuya verdadero campo de acción estuvo circunscripto a la Legislatura y Santa Rosa.
La ilusión de la “gran alianza”, que sumaría otros partidos menores, sectores peronistas y de ser posible a la tercera fuerza electoral, Propuesta Federal, del diputado Javier “Colo” Mac Allister, tiene dos sentidos: por un lado darle legitimidad política, ya que la legitimidad electoral la tiene, para encolumnar a la UCR detrás de su conducción y para seducir a otros sectores a incorporarse. Una manera de forzar consensos y valorizarse a nivel nacional con algún precandidato presidencial. Esto cobró más fuerzas desde que llegó a la presidencia del radicalismo. Y, por supuesto, estas conversaciones o acercamientos son parte de una táctica persona que que tiene, sino resistencias, muchas reservas.
Detrás del humo.
Torroba habla con unos y con otros. Pero su estrategia va de la posibilidad a la entelequia. No hay ningún hecho concreto. Afirma tener partidos “chicos” que se sumarán, se reúne con algunos seguidores de Massa en la provincia y aseguró públicamente que podía asociarse al peronista Jorge Lezcano. Es la “pata peronista” que le faltó siempre a la oposición en La Pampa. Con este dirigente habían conversado en varias oportunidades durante el año, pero en diciembre iban a empezar a hablar concretamente de las elecciones. La reunión se postergó, pero Torroba igual salió en los medios a exponer el acercamiento como estrategia publicitaria cuando todavía se está lejos de cualquier acuerdo. A Torroba esas cortinas de humo mediáticas le sirven para intentar posicionarse como la cabeza de un acuerdo.
Sin embargo, llegan a ser contraproducentes. Por un lado, como ocurrió con Mac Allister, porque sin haber negociaciones serias comenzadas, el macrista se cansó del manoseo previo y decidió continuar su propio camino. Por otro, porque la estrategia de proponer estas alianzas por ahora ficticias terminan por posicionar a los otros espacios -al PRO como indispensable para ganarle al PJ, y a Lezcano le subieron las acciones dentro del PJ- y dejar en claro que Torroba necesita un aliado fuerte porque con lo que tiene no llega a ganarle al oficialismo.
Ganancias.
Torroba tiene consenso social para ser precandidato. Las encuestas y las muestras en los actos como el realizado en el comité capital hace algunos días dan cuenta de esa situación. Eso hace que los dirigentes de su partido se allanen a su conducción, esperando que les otorgue un lugar destacado en 2015. Así se reúne con un dirigente de una línea y hay alguna promesa, y por separado con otro del mismo sector. Por ahora parece estar más pendiente en sumar poder personal que en la construcción colectiva. La idea, indican sus colaboradores, es poner los candidatos a intendente que traccionen votos y, en el nuevo escenario político interno de la UCR surgido en 2013, la mayor cantidad de diputados propios.
Sin embargo, hay algunos límites a su voluntad que van asomando. Hay una dificultad para sumar a peronistas. Lo puede hacer con algunos de Pueblo Nuevo y hasta idear frentes locales con ellos. Pero con los que están en el PJ es más difícil. Lezcano tiene su capital político en Santa Rosa y grupos armados en el interior. Pero primero se debe dar el debate interno en su línea, Identidad Peronista, de abandonar o no el PJ. Después ver qué “ganancia” tiene una alianza opositora, si Torroba lo subordinará a su estrategia o le dará un trato de igual. Y, sobre todo, los costos de dejar el justicialismo y perder parte de su respaldo electoral. El candidato a presidente es otra cuestión que también condiciona.
Los límites.
Pero hay otros límites. Torroba subestima cualquier opositor, y sobre todo cualquier resistencia interna. El otro precandidato a gobernador lanzado, el diputado provincial Juan Carlos Olivero, no le ganaría hoy en un mano a mano si hay interna. Pero obligaría a jugarla, sumando a los descontentos con la lista armada por Torroba, y desarmándola si logra la minoría.
Después hay otros liderazgos en la UCR que de quedar afuera de sus planes podrían lanzar candidaturas alternativas y puntuales. El diputado Martín Berhongaray perdió en 2013 una interna, pero a la vez demostró que tiene su peso para disputar poder. Muchos aspiran a que encabece la intendencia de Santa Rosa o salte al Congreso. Votos no le faltarían.
Y finalmente, los otros partidos. Torroba ya había querido sumar cuando era intendente de la capital provincial fuerzas menores y sin peso electoral. Una estrategia de agregar “por abajo” más que “por arriba”, como es con el peronismo. La cuestión es qué pasará con los aliados actuales, que pueden llegar a volcarse a Propuesta Federal, como ocurrió con Eduardo Pepa, si les deciden cerrar las puertas.
Esta idea de “gran alianza” puede ser una ilusión -imagen que surge por la imaginación-, una entelequia -una “cosa irreal que solamente existe en la mente de la persona que la imagina”- o una posibilidad para 2015. La realidad marca los límites a cualquier voluntad.
¿Un perfil que se impone?
También esa idea del “frente de todos” es una cuestión ideológica, aunque la dirigencia del Frepam trate de licuar esa cuestión para seducir a los indecisos e imponerla como sentido común. El tiempo dirá si ese perfil torrobista encaja, en ese sentido, en lo que José Natanson, director de Le Monde, llama los dirigentes de las “políticas commodities”. El periodista acuñó esa categoría al referirse a las políticas genéricas y susceptibles de ser utilizadas indistintamente por diversos candidatos, y que se han incorporado de manera más o menos explícita al programa de los líderes con posibilidades ciertas de llegar al poder. El “sentido común” es la ideología suprema.
La imagen de la generación de “políticos commodities” le queda bien, por ejemplo, a Scioli, Massa e Insaurralde en un primer plano, pero se derrama en otros menores. Los define las apelaciones a la conciliación, la invocación al diálogo, el fin de las ideologías y el reinado absoluto de la gestión o de las temáticas que indican las encuestas con la inseguridad como lugar común y central. Pueden proponer tanto eliminar las retenciones como, del mismo modo, defender la Asignación Universal por Hijo, aunque nunca se les hubiera ocurrido implementarla. Y se tratan de diferenciar de la presidenta, por ejemplo, en que no son “politizados”.
En ese perímetro, con la atracción que ejerce en el electorado medio y por las consecuencias que tiene para los proyectos políticos, es que navegan muchos precandidatos, de todos los partidos.