El PJ bicéfalo y los peligros del asalto a la institucionalidad .
Jorgistas y vernistas no parecen dar marcha atrás con su disputa por el poder. En ese marco el uso y abuso de las instituciones es parte del vale todo y las presiones de los segundos, más allá de quien tenga razón. Las consecuencias de llevar una confrontación al extremo.
Norberto G. Asquini
Si se repasan las columnas publicadas durante los últimos años en esta página la interna del justicialismo pampeano ha sido calificada de diferentes maneras: descarnada, canibalizada, una disputa a todo o nada, una situación de coalición cogobernante o de políticas destituyentes.
Es que en los últimos tres años, la confrontación ocurrida en el PJ no tiene antecedentes desde la recuperación de la democracia en 1983. Sus dirigentes y las instituciones quedaron atrapados bajo la lógica de una profunda confrontación entre el gobernador Oscar Jorge y el senador Carlos Verna y sus representantes, situación que tuvo mayor o menor intensidad, entre algunas treguas circunstanciales -el acuerdo partidario de comienzos de año- hasta momentos verdaderamente críticos y virulentos -la imposición de leyes al Ejecutivo y su consecuente veto-.
A pocos meses de las grandes decisiones de cara a la sucesión de 2015, este dramático escenario se confirma y profundiza. El ministro de Obras Públicas, Jorge Varela, esta semana renunció acorralado por el juicio político que tuvo que afrontar por el freno en la obra del Megaestadio. La lectura política es que fue un golpe asestado contra el jorgismo por parte del vernismo.
Los dos poderes.
El juicio político y sus consecuencias no hubieran sido posibles sin la interna del PJ. Es una de las consecuencias de la lógica en la que se desenvuelve el poder bifronte que tiene la provincia y el peronismo desde hace varios años. De un lado un gobernador que tiene el máximo cargo institucional y el respaldo de los intendentes, y del otro el senador y ex mandatario -y de hecho precandidato en las sombras y quien debía haber sido el postulante en 2011- que confronta con su gestión a través de la Legislatura y un grupo de jefes comunales.
Un escenario sometido al juego de las presiones y bajo la dinámica del no entendimiento, que tejieron una grieta, ya sea política o personal, que separa a ambos dirigentes. Y en medio, una situación de empate en la que todo vale para intentar forzar al otro a tomar un rumbo o golpearlo. Pero por ahora no hay ventajas comparativas: el poder de Jorge se mantiene a pesar de todo y Verna sigue siendo una amenaza presente.
Institucionalidad en peligro.
En ese marco, el vernismo enfrentado al gobernador ha utilizado los resortes constitucionales y forzado la institucionalidad como mecanismos para disputar la interna. De hecho, a la situación puntual de Varela le sobrevolaron cuestiones políticas ajenas a lo que se juzgaba: entre los funcionarios jorgistas se afirma que los vernistas habían sugerido que el tema del Megaestadio fuera prenda de cambio para que se desdoblasen las elecciones como ellos pretendían; desde otros sectores que Jorge no le cumplió a Verna con algunas cuestiones planteadas en su charla en Buenos Aires como parte del acuerdo partidario, como modificaciones en la Ley de Hidrocarburos o adelantar los comicios.
Desde el jorgismo van mucho más allá y analizan que hay un abuso en la puesta en marcha de estos mecanismos como fue el caso del jury al juez Guillermo Salas, que no prosperó porque los abogados de la matrícula votaron en contra de seguirlo y los legisladores querían promoverlo a toda costa. Los jorgistas no están desacertados cuando ven el uso que se hace de los espacios institucionales para atacar la gestión: solo hay que observar el caso de las trabas a la aprobación de los excedentes presupuestarios por 760 millones de pesos y los ataques verbales sufridos por los ministros Ariel Rauschenberger y Sergio Violo en la Legislatura cuando fueron a dar su informe. Un diputado vernista llamó “cachivache” al primer funcionario, cuando éste fue parte del gobierno de Verna en su momento y tenía su consideración. Todo queda envuelto por la interna.
La confrontación descarnada y la permanente intriga tiñen además de sospechas a otras instituciones, como son los organismos de control. La labor del fiscal de Investigaciones Administrativas y del titular del Tribunal de Cuentas ha despertado la desconfianza en el jorgismo no solo por algunas resoluciones que tomaron sino también por sus salidas públicas. Sin embargo, son dos funcionarios que llegaron durante la gestión de Jorge y han sostenido posturas independientes en sus criterios.
Más argumentos.
El mecanismo del juicio político está previsto en la Constitución y todo funcionario sabe al asumir un cargo que está sometido a él. Y los diputados cumplieron con su función, como cabía ante una resolución de la FIA. Pero esto no significa que haya habido un uso político de este instrumento. Las presiones institucionales del vernismo, y con muchos menos argumentos que en el caso de Varela, han sido una constante: la consideración de un juicio político anterior al ministro de Gobierno, los jury a funcionarios judiciales o la no aprobación del pliego de otros funcionarios en el Banco de La Pampa fueron parte de la confrontación partidaria.
En tiempos de un PJ monolítico como era el marinismo, no se hubiera avanzado tan fácilmente con el juicio, para bien o para mal. Pero también la cuestión del Megaestadio, una situación en la que el vernismo tiene gran parte de responsabilidad, no hubiera avanzado en la Legislatura si no estuviera la interna de por medio.
Sin lugar para los moderados.
Veamos la postura del marinismo ante esta situación, para dar cuenta de una posición moderada y en cierta medida racional de la interna. La llamada unidad que pontifica Rubén Marín parece un valor obsoleto en esta realidad de lógica binaria en la que quedaron envueltos Verna y Jorge.
En tanto, la vicegobernadora Norma Durango intentó ser la voz de la responsabilidad institucional al decir que no contaran con ella para profundizar la disputa. Una posición dialoguista que parece quedar aislada entre tantos cruces.
Cualquier postura que pretenda ser ecuánime en medio de esta lucha de poder parece sentenciada al fracaso: para unos Jorge fuerza la interna por su soberbia y cerrazón, para otros Verna en las sombras opera con todo lo posible para entorpecer la gestión. Para unos Jorge en su estrategia llevó al extremo la permanencia del ministro Varela y puso el cuerpo con sus salidas públicas en defensa del funcionario; para otros los diputados vernistas ya habían juzgado de antemano -más allá de los argumentos que hubiera a favor o en contra- al titular de la cartera de Obras Públicas. Desplantes y presiones son las dos caras de la falta de entendimiento. En esta tierra de nadie entre ambos dirigentes, y sus líneas, nadie parece poder sembrar un poco de juicio.
Peligros futuros.
El PJ, en este marco de fractura y disputa descarnada, no solo debe afrontar una elección en 2015. A diferencia de otros momentos, hay cuestiones de fondo que no se están analizando hacia adelante. Una es ver qué repercusiones tendrá este uso y abuso de las instituciones para dirimir una lucha de poder. La utilización de estos resortes constitucionales ha sido avalada para pelear una interna cuyas reglas de juego parecen forzar los límites sin importarle los costos. La institucionalidad, de a poco, es degradada por estas prácticas.
Otra es qué repercusión tendrá en el votante toda esta disputa. El Justicialismo siempre fue garante de gobernabilidad en la provincia, que hoy parece quedar de alguna manera afectada.
En el PJ, esta fractura, este desacuerdo, no parece que vaya a cerrarse sino a profundizarse. No hay posibilidad de un acuerdo a 2015 si un sector analiza que el otro va a excluirlo, no solo de las listas para las elecciones sino de un futuro gobierno. Y cómo harán para lograr acuerdos mínimos cuando las heridas todavía sangran.
Por supuesto, está siempre presente la lógica del poder y la permanente reinvención del peronismo como llave para destrabar cualquier interna.