Celia Jinkis de Korsunsky: La Mujer del Pañuelo.


Nació en Bernasconi y es madre de Sergio Korsunsky, desaparecido en San Nicolás en 1976. Desde hace 35 años pide justicia y acompañó el juicio a los represores del Ejército en Bahía Blanca ya que su nuera fue una de las víctimas por las que fueron juzgados. Ella pide a las nuevas generaciones que se unan en sus luchas: “Me pasó de haberles dicho que canten una que sepan todos, y la terminaron cantando”.

Siempre conmueve hablar con una Madre de Plaza de Mayo. Porque desde el dolor más profundo, suelen transmitir paz y esperanza. Y en el caso de Celia Jinkis, además, un mensaje de unidad y “codo a codo” para las generaciones que hoy militan y se movilizan por ideales y pensamientos políticos.

Esa sensación se profundiza cuando el interlocutor sabe que ella nació, se crió y creció en un pueblo pequeño de La Pampa, Bernasconi, donde la vida cotidiana pasaba más por las tareas domésticas que por los debates ideológicos. Y casi de un día para otro tuvo que salir a buscar a su hijo Eduardo Sergio Korsunsky, desaparecido el 4 de agosto de 1976 en San Nicolás, Buenos Aires. Ello ocurrió unos años después de que la familia se trasladara a Bahía Blanca debido a que en Bernasconi los accesos a niveles superiores del sistema educativo estaban limitados.
Celia ya acumula 35 años buscando justicia no sólo para Eduardo, sino para todos los que desaparecieron o fueron asesinados en enfrentamientos fraguados en Bahía Blanca, o zonas aledañas, durante la dictadura. Por eso su alegría cuando la semana pasada escuchó, en el Aula Magna de la Universidad Nacional del Sur, la casa de estudio donde estudió su hijo, el fallo que condenó a 17 represores del V Cuerpo de Ejército. Ese día estuvo sentada en una butaca, con el pañuelo blanco que identifica a las Madres de Plazo de Mayo, como lo estuvo cada mañana y cada tarde de los quince meses que duró el proceso. Y el motivo no era menor: entre las víctimas que se trataron en el juicio, estaba su nuera, Graciela Frañol, esposa de Eduardo y desaparecida en Bahía Blanca el 22 de mayo de 1978.
Ese pañuelo fue motivo de debate en el juicio. Porque el día que debió declarar como testigo no se lo sacó, a pesar de las quejas de los defensores de los imputados, especialmente de Hernán Vidal, conocido en nuestra provincia porque representó a varios represores pampeanos en el juicio de la Subzona 14 realizado en 2010. Paradójicamente, el día de la sentencia, se vio a un par de condenados con sus uniformes oficiales y no se escuchó ninguna voz de protesta.
“Con esta sentencia se empezó a caminar en Bahía Blanca y seguramente se seguirá caminando porque hay más casos, aunque no sé si a partir de ahora todo será más rápido o no”, responde Celia cuando se le pregunta qué significado le dio a las condenas desde el corazón, y no desde lo político-jurídico.
-¿Quedó conforme?
-Sí, estuvo bueno. Pasaron 36 años, y nos agarra a todos muchos más viejos, pero es una enseñanza para lo que no se debe hacer.
¿Le llamó la atención que el tribunal ordenara investigar al diario La Nueva Provincia por su connivencia con la dictadura?
-Me pareció bárbaro. No sé cómo se hará, ni quién se atreverá, sólo espero que no tiren piedritas (sic) en el camino.

“Hermoso”.
A la mujer batalladora, pero de carne y hueso, se la ve, paradójicamente, fuerte y débil a la vez. Fuerte desde la convicción que transmite por una lucha que ha marcado su vida. Débil desde ese cuerpo frágil por el paso del tiempo. También se la escucha emocionada cuando cuenta que “fue hermoso ver a la gente que estuvo al principio” durante los actos de las organizaciones sociales y de derechos humanos.
-¿La sentencia tiene una connotación diferente para una Madre militante como ha sido usted?
-Es algo buenísimo, pero no tienen que tardar tanto. Hoy mi preocupación pasa por estar agrupaciones de jóvenes que están separadas y que no pueden estar juntas. Yo les hablo y les digo: júntense, estén juntos…
-¿Lo dice porque a raíz del juicio hubo un acto del oficialismo por un lado y de organizaciones de DD.HH. por otro?
-No, lo digo como algo general. Es mejor estar juntos. Así fueron desapareciendo los nuestros. Alguien dijo que no importan las horas, los días, los meses y los años que sean necesarios para charlar y encontrar puntos de coincidencias aunque sea en algo. Y es así. Cuando se dieron cuenta habían quedado apenas 30. ¿Por qué no pensaron desde un principio que debieron estar todos juntos?
-Ese es un mensaje de unidad.
-Por supuesto, para que a los jóvenes no les pase otra vez lo mismo. Porque si cada uno va por su lado les puede volver a pasar. Que se unan aunque sea para jugar al fútbol o para armar una bandera. Que sientan lo que es hacer algo todos juntos y no individualmente, porque así fueron cómo los agarraron. Veo a los chicos de La Cámpora, del Movimiento Evita, de la Güemes… separados. Me miran y seguramente pensarán “qué anda haciendo esta vieja”. Y cada uno canta una canción diferente. Me pasó de haberles dicho que canten una que sepan todos, y la terminaron cantando.
El recuerdo de Eduardo no escapó al momento, aunque Celia, por cuestiones de edad y distancia, remarcó que ya no viaja tan seguido a San Nicolás, aunque sabe en detalle cómo avanza la investigación. “Antes me la pasaba viajando, y ahora trato de mantenerme al día. Allá los juicios se realizan en Rosario y eligen los casos más relevantes. No sé cuánto tardarán porque hay una lista inmensa de víctimas”. Comenta que la han invitado a contar su historia y que uno de los principales sospechosos de la desaparición de su hijo es el ex jefe del cuartel, Manuel Fernando Saint Amant.
-Aunque hace mucho que vive en Bahía Blanca, ¿tiene contacto con Bernasconi?
-Sí, me vienen a visitar, aunque la relación es menor. Pero sigo teniendo gente conocida porque nací y me casé allí, hasta que nos vinimos acá con toda la familia. Quizá, si nos hubiéramos quedado allá no hubiera pasado nada de lo que pasó…
¿Qué decir después de esa frase? No más preguntas.

La espera de una mujer
Eduardo Sergio Korsunsky, conocido como “Dado”, nació el 15 de noviembre de 1951 en Bernasconi. Fue abanderado en la primaria y cursó los primeros años de la secundaria en el Instituto Mariano Moreno. En 1968, a los 17, se fue a Bahía Blanca para completar los dos últimos en la Escuela Normal. Después ingresó a Economía en la Universidad Nacional del Sur -el mismo lugar donde el Tribunal Oral Federal bahiense leyó las condenas-. Cuando se tuvo que ir de la ciudad, eligió San Nicolás. Cuando desapareció a los 24 años militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores. “Espero ver y escuchar su juicio, pero no sé si la vida me dejará”, dijo Celia, su mamá.
(La Arena)

Foto de Dado Korsunsky (Archivo de la 90.9)
 

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1 Comentario

  1. comment-avatar
    pedro18 septiembre, 2012 - 22:00

    muy bueno sigan así los felicito. un anecdota pasábamos noches enteras tomando mate en Alberti mate va mate viene con Guillermo y el negro un abraso a esos pioneros………..