Anotaciones a los resultados del domingo

Elecciones 2015: de La Pampa peronista a la sorpresa capital
La continuidad del PJ pampeano es un hecho con la victoria provincial, para prolongar por 36 años su predominio en La Pampa. Pero hubo sorpresa: el peronismo perdió la capital en elecciones generales, producto de la fragmentación del justicialismo santarroseño.

Norberto G. Asquini

Terminó el largo año electoral de 2015. Los resultados del domingo 25 de octubre para La Pampa mostraron que el sistema político pampeano es previsible, aunque no estático. El próximo gobernador será nuevamente un justicialista, Carlos Verna, con lo que prolongará los gobiernos peronistas en la provincia: desde 1983, con la recuperación de la democracia, hasta 2019, se sucederán nueve gobiernos del PJ, y ninguno de la oposición. Treinta y seis años, casi cuatro décadas, de predominio justicialista al frente de Casa de Gobierno. La alternancia en la provincia es una quimera.

Este escenario representa, como lo que hemos catalogado en esta columna, “La Pampa peronista” o el peronismo de la “normalidad”. Un escenario político sin cambios de signo en la superficie provincial.

Pero algo ha cambiado en estos últimos años en la política provincial, y esto golpeó directamente sobre Santa Rosa, un campo minado para el PJ, tanto por la feroz interna desatada en su interior y que ha fragmentado esa fuerza como por la desastrosa gestión de Luis Larrañaga. La oposición ganó, por segunda vez en treinta y dos años, la intendencia, aunque esta vez a diferencia de 2008, fue en una elección general. El votante santarroseño es complejo y crítico, y eso se hizo notar esta vez. Y pesó otra cuestión: la feroz interna peronista, que tiñe todo y deja heridas, y así se hizo sentir en varias localidades.

La continuidad.

El ex gobernador Rubén Marín, en una charla con su entorno en los últimos días, afirmó sentado en el sillón de cabecera de su living al hacer un pronóstico de las elecciones pampeanas que “no es que nosotros seamos buenos, es que los otros son peores”. Palabra más, palabra menos. Se podría aclarar la frase: no es que el PJ haga las cosas tan bien para ganar elecciones y mantenerse al frente de la provincia, es que la oposición hace todo mal para imponerse.

Esta vez, nuevamente, en la provincia fue lo que sucedió. El PJ gana por el uso y abuso del Estado, llegando a situaciones directamente patoteriles como lo ocurrido en La Maruja, un lugar donde, como en 25 de Mayo, la política se juega a fondo en los márgenes geográficos de la provincia. El justicialismo tiene sobre todo poder territorial, como lo demostraron los triunfos en las diferentes localidades y es garantía de gobernabilidad. Como resume Gabriel Díaz Zolorzalo de Cippec en su cuenta de twitter, “el partido importa en La Pampa, muchos incentivos atraen a la inmensa mayoría peronista, máxime si el conductor da continuidad a sus política”.

Propuesta Frepam le peleó la gobernación pero adoleció de males que han perseguido a la oposición desde hace décadas. La UCR conforma frentes para disputar elecciones, pero malas decisiones estratégicas de sus dirigentes no le permiten lograr una mayor competitividad.

El PJ triunfa por ser una máquina de ganar elecciones y por las ventajas de ser oficialismo. Pero la oposición la ayuda. El internismo, las diferencias entre los dos principales aliados -el radicalismo y el PRO- o la tibieza de los planteos, hizo el resto. Una sociedad electoral de circunstancia unida por el beneficio y no por la construcción. Las autocríticas no existen, solo las acusaciones que tratan de encontrar un culpable de la derrota que tiene a todos como culpables. El triunfo en Santa Rosa, al menos, licuó el mal sabor de la derrota provincial.

Las otras fuerzas sacaron su rédito. El massista Pueblo Nuevo y el kirchnerista Frente Pampeano para la Victoria lograron ingresar diputados provinciales en la Legislatura -el primero ya los tenía y los conservó-. No pudieron romper la polarización, a pesar del optimismo de sus dirigentes, entusiasmados por los apoyos a sus presidenciales, Sergio Massa y Daniel Scioli respectivamente, o utilizando para su beneficio las diferencias al interior del justicialismo luego de sus internas.

El corte.

Decíamos más arriba que el sistema político pampeano es previsible, pero no estático. Como hay continuidades, hay también rupturas en los últimos años. En Santa Rosa repercutió la interna peronista para darle el triunfo a la oposición por primera vez en elecciones generales. No se sabía qué opción iba a prevalecer, si la lista “sábana” que favorece al oficialismo o el corte, que beneficia en los papeles a la oposición. Y ganó el corte.

El votante es además más complejo. Diferencia en sus demandas, expectativas y reclamos entre la instancia nacional, la provincial y la local. Esto pasó en el corte entre las boletas presidenciales y las provinciales. En eso hay una larga tradición, en la que el ciudadano o ciudadana pampeanos tienen diferente lógica en sus adhesiones nacionales y provinciales. Ocurrió en 1983 cuando ganó Raúl Alfonsín y Rubén Marín, cuando votaron en la interna del PJ a Carlos Menem por sobre Antonio Cafiero en 1988 o en 1999 cuando ganó la Alianza con Fernando de la Rúa y Rubén Marín en el orden provincial. Se sigue la tendencia nacional de los candidatos, pero esto no significa que no se piense el voto. Esta vez, en la presidencial sucedió algo similar. El corte estuvo a la orden del día.

Capital díscola.

Y en esto, la pagó el candidato del PJ Raúl Ortiz. El radical Leandro Altolaguirre será el nuevo intendente. Ortiz pagó las internas entre los distintos sectores del PJ que han fragmentado esa fuerza, sufrió el voto castigo a la gestión larrañaguista y también las resistencias a su persona cosechadas durante su gestión como funcionario provincial. La apelación a la lealtad como característica del peronismo, en la capital provincial, está muy devaluado, y el “voto desobediente”, el que han sufrido todos los postulantes del PJ, en mayor o menor medida, en la última década, se volcó contra Ortiz de manera determinante.

Altolaguirre no la tendrá fácil después de los festejos: se tendrá que hacer cargo al frente de la comuna de las demandas atrasadas que han quedado después de la desastrosa experiencia larrañaguista y de las deudas que le quedan a la comuna y las urgencias. Los cien días de gracias, parece se acortarán. Y también tendrá que lidiar con la convivencia con el gobernador justicialista que no siempre ha sido fácil para otros jefes comunales, ni para los propios.

Lo que vendrá.

¿Qué pasará con La Pampa? Verna ya anunció que asumirá con la idea de “no pasar desapercibido”. Seguramente lo convocará Scioli, ante la necesidad de sumar apoyos, y sabe que le costará caro su adhesión. La estrategia de Verna es ser “duro”, golpear y luego abrazarse, y venderá caro su respaldo al futuro presidente. En lo interno, hay muchas expectativas después de sus anuncios de qué pasará y si cumplirá. Y también los sectores peronistas que integraron la coalición que lo acompañó en su pelea con el jorgismo presionarán para ser parte de la nueva gestión.

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