La Pampa y el 25-O: de la lealtad peronista a la “sorpresa” opositora
El PJ y Pro-Frepam son las coaliciones electorales que confrontarán el próximo domingo en la provincia ante un electorado estable. El peronismo, fuerza central en esta historia, llega unificado por lógica de poder e identidad política. La oposición, quiere ganar la capital provincial. Las chances para el resto.
Norberto G. Asquini –
En las elecciones del 25 de octubre, después de treinta y dos años de gobiernos justicialistas, en La Pampa vuelven a enfrentarse los dos campos antagónicos en los que se estructura la competencia política provincial: el peronista y el no peronista. Son dos coaliciones electorales heterogéneas, pero con bases diferentes. Uno representado en la Lista 2, la oficialista, y su campaña de la “necesidad” de su continuidad pero bajo otro gobernante, como postula Carlos Verna; otro en la alianza Propuesta Frepam, donde se aglutinó la mayoría de la oposición, y su propuesta de “cambio”, detrás de la figura de Francisco Torroba.
Esta renovación de autoridades nos muestra un panorama similar a otras elecciones en la provincia. Un electorado estable, aunque se haya complejizado en sus preferencias donde asoma un voto crítico. Y un oficialismo que corre con ventaja, ya sea por haberse convertido en el garante de la gobernabilidad o del Estado bienestarista en la provincia, o por el empuje del aparato partidario y estatal, con sus usos y abusos -el argumento elegido queda a gusto del lector-. Y esto, mal que le pese al periodismo de opinión filo-opositor que siempre ha soñado con ver una derrota del PJ, haciendo hincapié en la denuncia basada en un purismo institucional. La tendencia histórica, según pronósticos y encuestas que escasean y no se quieren mostrar, muestran la posible continuidad del oficialismo. El cambio, como sinónimo de alternancia, es un anhelo opositor que no parece fructificar en tierras pampeanas. El domingo, las urnas dirán si es así o algo o todo ha cambiado en el escenario político local.
Lealtad y poder.
Este predominio del justicialismo es porque esta fuerza es mucho más que la suma de sus partes. Y de todas las internas feroces en su interior. En la superficie política se puede ver en la foto a una ex funcionaria enriquecida y condenada, a un legislador patotero, a un dirigente sospechado por la pérdida de fondos para la campaña o a otro que espera hacer negocios privados en la próxima gestión. Pero por debajo, el peronismo tiene raíces profundas. Es una identidad compartida que tiene entre sus características más persistentes la lealtad, según señala el antropólogo Fernando Balbi. Una cualidad personal positiva que todo peronista debería tener al entender de esa fuerza, y una virtud que se considera como propia de los auténticos peronistas. El fundamento sobre el que deberían asentarse todas las relaciones entre peronistas y la fuente de su unidad de propósitos, es decir, de su capacidad de tirar todos para el mismo lado, pase lo que pase y cueste lo que cueste, indica Balbi.
Pero también, como señala la politóloga María Esperanza Casullo, el peronismo tiene una lógica del poder, es un partido-máquina movido por el concepto de ganar elecciones detrás de un conductor que se las asegure porque es el que las puede ganar ya que ha sido legitimado por los votos.
En ese sentido, el acto de la semana pasada del candidato a intendente de Santa Rosa, Raúl Ortiz, mostró que aunque puede ser un postulante incómodo y resistido en el PJ santarroseño, entre el público se observó juntos a dirigentes de diferentes líneas, y hasta algunos “rebeldes” a las corrientes tradicionales que se sumaron al acontecimiento. La foto del abrazo de Carlos Verna con la diputada camporista María Luz Alonso, ambos rostros de un enfrentamiento sin retorno hace pocas semanas, es otra muestra.
Dos que quieren sumar.
El PJ es una coalición heterogénea pero con un conductor que capitaliza la “lealtad” partidaria y encarna esa lógica por el poder. Verna se plantea como lo “necesario” para la provincia frente a la herencia de otro gobierno justicialista, de lo que dejó la década K a nivel nacional y ante el próximo presidente. Lleva un candidato a presidente, Daniel Scioli, discutido en cierta medida en la faceta anti-K del justicialismo provincial por lo que dice representar -el kirchnerismo- y por la relación distante con la dirigencia pampeana.
En La Pampa hay predominio del PJ, aunque no llegue a ser hegemónico. Si Casullo plantea que la democracia argentina es una “democracia peronista” -por la centralidad de ese movimiento en la política nacional y su permanencia en el tiempo-, esto no es menos cierto para La Pampa.
El peronismo además está presente en otros dos partidos con su cara disidente y refractaria al PJ tradicional: en el kirchnerismo del Frente Pampeano para la Victoria y en el massismo de Pueblo Nuevo. Es una parte de esas fuerzas, aunque tengan otras identidades y sentidos en su conformación. Dos ejemplos más de la centralidad del peronismo en tierras pampeanas.
Estas dos fuerzas se presentan como la alternativa a ese justicialismo y esperan engrosar sus chances con candidatos presidenciales que traccionen votos. Aunque fuerzas minoritarias, buscan darle representación a sectores refractarios al oficialismo basados en una identidad nacional, y ser parte de la próxima Legislatura.
Pro-Frepam, el otro término.
La fuerza opositora mayoritaria está conformada por Propuesta Frepam, la alianza entre la UCR y el PRO en la provincia, junto a otros partidos. Es el otro término de la polarización política en La Pampa, alter ego del radicalismo, que encontró un candidato a gobernador competitivo y con capital político propio como Torroba. El voto opositor no peronista irá a ese sector y espera captar adhesiones desde todo el arco ideológico. La construcción de esa alternativa no ha sido por la confluencia de una identidad compartida o una lógica de poder como en el PJ, sino por un adversario común y por una lógica de cálculo electoral. La suma, también acá, parece ser mayor a la de sus partes. Habrá que verlo.
Si esa alianza se muestra atractiva para el electorado no peronista para enfrentar al PJ, eso no disimula los huecos notorios que se abren en la densidad de su construcción como opción política.
Corte y sorpresa.
En los análisis de Propuesta Frepam se espera para el próximo domingo servirse del corte de boleta, pero también sufrirlo. Sus dirigentes aguardan una “sorpresa” en la capital provincial con la candidatura del radical Leandro Altolaguirre. Advierten en sus cálculos un electorado santarroseño contrario a Verna, pero además a peronistas que no quieren a Ortiz al frente de la comuna. Esto último también es considerado por los dirigentes del PJ y hay sospechas de quienes jugarían en contra. Ortiz cuenta, como contra-argumento, con el arrastre del voto sábana. Habrá que ver -otra vez-, cuál pesa más.
El corte que puede sufrir la boleta opositora es el del interior de la provincia, de aquellos candidatos locales que sacrificarán la boleta provincial para tener más chances de ganar o mantener la intendencia. En algunas localidades, las diferencias que quedaron marcadas en el PJ lugareño luego de la interna atraen para la oposición a ese voto herido a nivel local y pretenden capitalizarlo en contra de los ganadores del 5 de julio.
Las diferencias indisimulables entre los integrantes de Pro-Frepam mostraron y muestran la heterogeneidad su armado. Y sobre todo la falta de arrastre de su candidato presidencial, Mauricio Macri. La UCR, el principal socio, no tiene postulante propio y Macri es resistido. El PRO no tuvo un candidato visible de peso en la lista provincial. El resto lo hacen las rémoras de un armado por conveniencia: actos puramente radicales, macristas haciendo campaña por su cuenta. Un panorama que igualmente no les impide soñar con el vuelco de las urnas.