En esta Jornada Nacional de Lucha contra la Violencia hacia las Mujeres, nos manifestamos todos con el objetivo común de expresar la necesaria visibilización del problema de la violencia de género, que siendo cultural, político y jurídico, tiene su raíz más profunda en nuestra historia de dominación machista y patriarcal, en la construcción cultural consecuente, y con sus múltiples dimensiones: institucionales, de prácticas culturales, de consumo, de estereotipos, de cosificación de la mujer, de lógica de propiedad, transferida a los cuerpos y a las relaciones.
Muchas niñas, adolescentes, mujeres jóvenes y adultas, son violentadas cotidianamente tanto psicológica, simbólica, como físicamente, llegando –en tantos casos- al femicidio como máxima expresión de la violencia.
“Ni una menos”, además de resultar entonces una interpelación a todos/as, obviamente en distintos niveles y formas de responsabilidad ciudadana, política y jurídica. Además de resultar una visibilización, una manifestación contra la violencia de género en sus distintos tipos y modalidades. Resulta ser una oportunidad pedagógica. Una oportunidad que nos interpela en la acción cotidiana, formal e informal. En el trato mismo, y en todos los vínculos con otros seres humanos. Principalmente en el trato e intención educativa hacia niños y niñas, adolescentes, jóvenes. Y, especialmente en el trato que debemos tener y reclamar respecto de quienes denuncian ser víctimas, tras avizorar una salida a la situación de opresión, de violencia sexista, y de quienes aún no se animan a expresarlo.
El compromiso de todos/as, deviene entonces en reconocer: Por un lado, las enérgicas luchas que desde hace muchos años vienen librando los movimientos de Mujeres y de Derechos Humanos en nuestro país, y de organizaciones sindicales. Y, los avances en términos de legislación, de campañas nacionales de sensibilización, de promoción de derechos, de las políticas públicas focalizadas en grupos con mayor vulnerabilidad. Por otro lado, en reconocer a la vez que la cotidianeidad nos está devolviendo situaciones de violencia de género permanentes. Que, como dijimos, nos siguen interpelando hacia el reclamo de políticas mucho más integrales y articuladas, a los poderes del Estado, especialmente al Judicial, desde la necesidad de acceso a la justicia para las víctimas de violencia y respuestas efectivas contra los violentos. Hacia el repudio a las re-victimizaciones, y también hacia las fuerzas de seguridad para que se aborde su formación ideológica en términos de derechos humanos.
No obstante, insistimos en que la fuerza cultural de la violencia de género es tan contundente y transversal, que nos atraviesa a todos/as: a las propias concepciones de funcionarios, legisladores, agentes del Estado y responsables de la Justicia, a las organizaciones sociales, a medios de comunicación irresponsables – que priorizan la venta y concentración económica – y también a medios de comunicación comprometidos con la lucha de género – pero que aún así, necesitan analizar qué mensajes fortalecen insconscientemente – ; a los; docentes, sindicatos, instituciones, padres y madres, vecinos/as – que quizás ingenuamente, no advierten o no advertían que los estereotipos dominantes suelen justificar los abusos, el sufrimiento, las burlas, la cosificación de las mujeres – .
A esta sociedad politizada, en buena hora porque confiamos en la política como herramienta de transformación permanente: le decimos y nos decimos: ¡Basta de Violencia de Género!, ¡Basta de Femicidios! ¡NI UNA MENOS!