Conflicto Jorge-gremios: de la estrategia de confrontación al desgaste.
Desde 2008 la relación laboral entre el gobierno y los sindicatos en La Pampa ha sido conflictiva. En este año, en el marco de una economía en problemas, hay posturas casi irreductibles. La escalada en la confrontación gremial contra la estrategia oficial del desgaste.
Norberto G. Asquini
En 2014 el conflicto laboral entre los sindicatos de empleados de la administración pública pampeana y el gobierno de Oscar Mario Jorge estalló con toda su fuerza. Desde marzo, se han planteado paros y movilizaciones porque los gremios pretenden una mejora de la oferta del 28 por ciento de aumento en la pauta, que haya una renegociación en el segundo semestre y, ahora, para que se reabra la paritaria.
Si en 2013 había bajado el nivel de conflictividad (ver gráfico) producto de haberse conseguido en diciembre de 2012 las paritarias, este año volvió a darse la confrontación. Después de cuatro meses de conflicto y de diez días de paros de la Mesa Intersindical –hubo otros sectoriales–, la situación entre ambas partes parece haber quedado empantanada en posturas que parecen irreductibles. Y ha escalado a niveles de difícil resolución. Por el lado de los sindicatos, la profundización de la lucha llevó a paros de 72 horas, el corte de una ruta nacional y colocar durante dos semanas una carpa en la rotonda frente al Centro Cívico. Por el del gobierno, luego de otorgado lo que considera suficiente, se juega al desgaste de la protesta, sobre todo a pocos días de comenzar las vacaciones de invierno. En esta situación, se sabe que no puede haber un empate. Y esto se visibiliza casi en la disputa cuerpo a cuerpo: mientras los funcionarios del gobierno comenzaron a disciplinar a los empleados que adhieren al paro con listas y descuentos, del lado de los gremios saben que los trabajadores ya no pueden afrontar una medida tan larga y que la carpa es solo una cuestión momentánea, por lo que piensan en medidas más virulentas. Y cuando no hay margen, la bronca deja paso a lo irracional.
En tanto, hay consecuencias de esta escalada en las posiciones. La sociedad se enfrenta a la suspensión de la cadena de pagos durante varios días por los paros, una Justicia frenada, los descuentos a los empleados que impactan en la economía local y el malestar por la afectación de servicios.
Factores que ayudan a entender.
¿Por qué se llegó a esta situación límite? Jorge tuvo que afrontar fuertes conflictos laborales desde que asumió el cargo. Por ejemplo, en 2008, se dio el pico de paros en un escenario de fuerte movilización –hubo desde nacionales como el conflicto con las entidades rurales por las retenciones hasta locales con las marchas de repudio al intendente santarroseño Juan Carlos Tierno–.
Esa relación con los sindicatos estuvo signada por algunos factores que influyeron en su marcha. Uno los tiempos electorales y otro las coyunturas críticas para la economía nacional. En un año con votaciones, los acuerdos se dieron más pronto. En un año de crisis, como ocurre en la actualidad luego de la fuerte devaluación del peso y una importante inflación a comienzos de año, recrudeció el reclamo.
Perfiles distintos.
Pero además, el estilo de negociación del gobierno reforzó los reclamos. Esta cuestión tiene que ver mucho con el estilo del mandatario y de su gestión. Jorge dejó avanzar los conflictos y fue otorgando aumentos según consideraba cuando ya estaba disparada la protesta. Los canales de comunicación tampoco fueron los óptimos y hubo mucho de suficiencia en los procederes. En muchos casos, los arreglos llegaron como medidas espasmódicas cuando la situación se le había escapado de las manos.
También lo consideró más una cuestión eminentemente económica que política. De hecho, otorgó las paritarias a los sectores estatales, un avance histórico en la provincia, pero en las mesas sectoriales pautadas en 2012 no hubo progresos y las discusiones quedaron estancadas y sin sentido –salvo algunos acuerdos puntuales en viales y judiciales–, lo que molestó a los gremialistas. La “calidad” de las paritarias es lo que se está reclamando ahora con más fuerza.
Hay que tener en cuenta que no es el mismo sindicalismo actual que el de otras épocas. Desde 2003 a la fecha, los gremios de empleados estatales han hecho un aprendizaje en la lucha y el reclamo. Hoy hay una mayor unidad de acción de la Mesa Intersindical, cuando en 2008, por ejemplo, las estrategias eran más específicas de cada gremio que del conjunto. También están más “aceitados” los métodos de presión. Solo hay que recordar los últimos meses de 2012, cuando se cortó la ruta 5, se quemaron cubiertas ante Casa de Gobierno y hasta se amenazó con hacer una manifestación en el Autódromo provincial durante su inauguración, lo que desembocó en el otorgamiento de las paritarias.
Ahora, y antes.
La estrategia jorgista discrepa con la de los anteriores mandatarios, aunque también han cambiado las épocas. Durante el marinismo, en el marco de la debilidad sindical y el disciplinamiento a través del desempleo y la recesión, la cooptación, desmovilización y hasta la coacción –solo recordar cuando ATE quiso colocar una carpa en Casa de Gobierno y fueron sacados con el uso de la fuerza pública– fueron parte de las estrategias gubernamentales en tiempos de salarios sin indexar. Se acostumbró a que las decisiones las tomaba el Ejecutivo, cuando quería y cómo quería, como en el caso del aguinaldo en cuotas o las sumas en enero.
El congelamiento del pago de la antigüedad o el cambio en la ley de jubilación que sigue siendo un reclamo en el presente, por ejemplo, fueron parte de los ajustes impuestos que apenas tuvieron resistencia o bien los reclamos no lograron unificarse porque eran demasiadas las demandas y cada una afectaba algún gremio, mientras paralelamente no pocos sectores obtuvieron amplios beneficios. Por supuesto, las paritarias desaparecieron.
Con Verna el reclamo había llegado a la calle y hasta se hizo a través de canales institucionales, como los proyectos de Jorge Lezcano como diputado provincial de paritarias para todos los estatales, que no tuvo suerte. Para entonces, la movilización se daba desde los Estatales de Pie hasta las marchas de miles de docentes. En ese sentido el mandatario intentó aplacar con concesiones de aumentos de algunos puntos cada determinado tiempo para ponerse adelante del reclamo y debió habilitar canales de diálogo con los sindicalistas. Pero también afrontó el descontento con políticas concretas como el pase de parte del presentismo al básico y concedió la paritaria a los docentes en 2006. Aunque no avanzó en la misma medida para los estatales.
Comparaciones con Utelpa.
Hay otra cuestión anexa y que explica la escalada en el conflicto. Y es el contenido del reclamo. Los pedidos de los sindicatos estatales son tan generales y heterogéneos –más allá del pedido general de paritarias– que abren una amplia brecha entre las partes. También están los intereses políticos de la dirigencia sindical que empañan las posturas.
En ese sentido, se debe comparar esta situación con la de los docentes de Utelpa. Ese gremio está en otra situación porque desde hace años tiene su propia paritaria con la que canalizar sus reclamos. En ese ámbito, sus pedidos han sido siempre más específicos y concretos, por lo que el diálogo ha sido más posible, lo que no significa que haya sido fácil. De ambos lados de la mesa, siempre hubo propuestas y contrapropuestas. También la estrategia ha sido otra. Como Ctera a nivel nacional, Utelpa apoya muchas de las políticas del gobierno de los Kirchner y esto posibilita posturas no confrontativas con la gestión provincial.
Esto ha llevado a que algunos gremios estatales plantean fuertes discrepancias con la conducción docente, teñidas de diferencias político-gremiales. Aquí ha jugado la interna en la CTA pampeana. ATE y Luz y Fuerza La Pampa –alineados a la CTA anti-kirchnerista– han considerado que Utelpa ha claudicado ante el gobierno y sostienen que debería apoyar sus reclamos. No deja de ser esta también una consideración retórica. Utelpa tiene su paritaria abierta y se podrá discutir su postura con respecto al gobierno nacional y hasta plantear que debería tener una posición más “dura” con el provincial, sin embargo los logros en las negociaciones han sido importantes.
La cara política.
El conflicto, además, ya no es solo laboral, sino ha pasado a ser considerado político. Otro ingrediente que torna compleja su solución, aunque no imposible. Su magnitud ha llevado a que ingresen actores institucionales y partidarios en la discusión. Desde los bloques de la Cámara de Diputados y la misma Legislatura reclamando diálogo hasta los diputados nacionales de la oposición.
Los intendentes, por su parte, han respaldado al gobierno provincial porque también los afecta en sus presupuestos. Pero también en respaldo de la gobernabilidad. El ex gobernador Rubén Marín fue uno de los que públicamente pidió diálogo. El, como otros dirigentes del PJ, observan que un conflicto semejante puede afectar al justicialismo en su conjunto, representado en el Estado, y que los costos políticos no se circunscriben al gobernador Jorge. Postura contradictoria del ex mandatario, que cuando estuvo en el poder se negó sistemáticamente al diálogo con los gremios.