Diario Sur Digital

Guatrachenses por el Mundo: Martín Garrais desde San Miguel de Tucumán.

¿Hay viento allá?, arranca preguntando Martín. “Mucho y con tierra”, le respondemos como para que no queden dudas. Es que hace ya cuatro años que se mudó a tierras tucumanas donde el viento casi ni se conoce, “acá el viento no mueve ni una hoja,… y se extraña”, confiesa.
Nacido en Guatraché hace 27 años y 10 meses, Martín Garrais lleva uno de los apellidos más tradicionales de nuestra aldea. Y es acá donde hizo la primaria y parte del secundario, “en la 60 y en el Agro, pero hasta segundo año”, se ríe. 
“¡Si no estudio, tendré que trabajar!”, pensó Martín a los quince años mientras sus amigos seguían peleándose en sus pupitres con las matemáticas, la tabla periódica de los elementos y los nombres de los zares de la antigua Rusia. “Es ahí donde no dudé en agarrar el pincel para ayudarle a mi padre en cualquier changa de pintura que saliera”, afirma. “También trabajé de chico en un Lubricentro del pueblo, y en varios lugares más de allí”, completa.
Madre, hermana, cuñado, sobrinos, hermano menor y “un montón” de primos y tíos, son el motivo suficiente para que “de vez en cuando” se pegue una vueltita. “El finde pasado anduve por allá”, se entusiasma, “es que no iba desde Mayo, y el terruño tiraba….”.

“Tengo muy lindos recuerdos de mi infancia jugando al futbol en pampero o en las canchitas del barrio, las macanas a los vecinos, las salidas con mis amigos a Kitova y Latino, el campo!, el viento!!, el viento!!!”, insiste y menciona alguno de sus mejores amigos, “Lucas y Gonzalo Clemente, Fermín Palacio, Eladio Weinberger”.
Dicen que las travesuras no tienen edad, pero si son de la infancia están justificadas, “Recuerdo una con Lucas Clemente cuando éramos chicos, en la carnicería del padre, le robábamos carne ´pura grasa´ y la vendíamos afuera de la carnicería para juntarnos unas monedas, o cuando atábamos un billete con tanza y nos escondíamos detrás del portón y cuando alguien se acercaba le tirábamos de la tanza!”, ¿Y eso se puede contar?, le consultamos. Se ríe y exclama, “¡teníamos 7 años!”.

El Jardín de la República
B
ella como pocas, deslumbrante como ninguna, seductora, imponente y mística, en el NOE Argentino se destaca Tucumán, la provincia más pequeña de la Argentina. Solo 22.524 km para una breve geografía que contiene casi toda la gama de paisajes posibles: alta montaña, llanura deprimida, bosque, selva, llanos fértiles y hasta zonas desérticas.

Hasta allí se trasladó Martín Garrais en el año 2006 cuando la empresa Techint para la cual trabajaba se lo llevó desde el acueducto del Río Colorado hasta Santiago del Estero, Salta y finalmente Tucumán. “El día que llegué había salido de Guatraché con una helada terrible. Llegué acá y lo primero que hice fue prender el ventilador”, recuerda, “Es que acá son normales las temperaturas de 40 grados y un ejemplo es cuando te toca viajar en un colectivo lleno de gente y van todos transpirados. ¡No se aguanta!”, se ríe.
“Igualmente, a pesar de ser muy caluroso, es muy bonito, y al ser una provincia pequeña tiene muchos lugares cercanos para visitar como El Cadillal, Tafí del Valle, Tafí Viejo, con unos cerros muy lindos”, nos explica y agrega, “la provincia es chica para la cantidad de personas que hay, casi un millón y medio de habitantes”.
E
n la primavera tucumana las flores aparecen por doquier en los jardines, plazas, balcones y calles, transformándose y dándole justificación al nombre con el que se la ha bautizado: El Jardín de la República.
Martín hoy es comerciante del rubro ropa y calzado, y convive con María Luján, una Tucumana de 25 años. Fanático de Pampero de Guatraché “¡a muerte!”, exclama, aunque en el norte dice ser hincha del “Atelético”, “fui a la cancha cuando jugaron con Boca”, recuerda.
Fan de los redondos, las pelotas, héroes del silencio, bob marley, y el rock y reggae en general, entre las comidas confiesa que ya se familiarizó con la gastronomía del lugar: “hay muy buenas comidas típicas de la zona, como los tamales, la humita y las empanadas que son excelentes”, asegura.
-¿Y qué hace un Rockero viviendo entre tucumanos que sienten y viven el Folklore como pocos y donde hay peñas diseminadas por toda la provincia?, se le pregunta. “Me siento como un extraterrestre”, se ríe, “pero igualmente hay algunos bares donde según la noche hay recitales de Rock en vivo o Jazz. Y también un montón de bailantas!. Encontré varios amigos aquí que hacen muchas fiestas. Los Tucumanos son mas fiesteros”, concluye. 

Villa Chicligasta
Chicligasta es un pueblo perdido de casas de chapa y caña, construidas a la orilla de un río de aguas tormentosas en los meses de lluvia. Sus habitantes caminan a paso perezoso. No hay por qué apurarse puesto que nadie tiene trabajo fijo. En ese rincón de sequedad y de silencio donde parece que el mundo se vuelve triste para siempre, todos son desocupados. Los hombres se alejan del pueblo, arrastrados por la necesidad. Viajan como golondrinas en busca de otros destinos. Otros, los menos, sobreviven gracias a las ferias de ropa y comida que funcionan todos los sábados. “Una vez me tocó trabajar con la empresa en este poblado donde viven menos de 90 personas y son todos muy pero muy pobres”, recuerda Martín, “y una vez a la semana hacen una feria de ropa y comida”.  En cada feria los paisanos vienen con las gallinas, los chivos y las chanchas atadas con una piola como si fueran una mascota y se los cambian a los ferieros por ropa y por mercadería. Es el día donde aprovechan y toman vino como si el tiempo no existiera. “todo arranca desde las siete de la mañana hasta el mediodía. ¡Pero para el mediodía todo el pueblo está borracho!, paseando la chancha o tirados desparramados por todos lados!”, explica Martín sobre una realidad al que la gracia de verlos se convierte en tristeza al pensar en que para ellos el futuro es una palabra esquiva. 

El Mañana
H
ablar del futuro es una costumbre muy arraigada de las personas, que necesitan soñar, discutir, hacer planes, construirse una esperanza. Y en esa ilusión van quedándose impresas las fotografías, los buenos deseos, los rencores, las lealtades.
“¿volver algún día a Guatraché?”, se autopregunta Martín, “nunca digo nunca.. pero por ahora estoy bien acá”, reconoce, “hay más oportunidades laborales, mucha variedad de cosas para hacer, cine, teatro, bares, boliches, lugares turísticos”, aunque aclara, ”la virtud de Guatraché es que la gente es más tranquila, son limpios en el sentido de cuidar la ciudad, y lo más importante que rescato es la confianza entre las personas y los amigos, si necesitas una mano en algo o tenes un problema, allá hay mucha gente que te ofrece ayuda”.
Martín también es aficionado a los deportes extremos, como el puenting, que consiste en tirarse al vacío desde un puente al que se está sujeto por una cuerda elástica, “cuando me fuí de vacaciones a Salta, en el Dique Cabra Corral, fué espectacular, aunque se te frunce todo”, sonríe, “el tema es no mirar hacia abajo, largarse y disfrutarlo”, recomienda, quién tiene en su mente también la práctica de otro deporte de riesgo, el Parapente.

Hablar en Tucumano
S
in dudas, Tucumán es una provincia que cuenta con un dialecto enriquecido y muy complicado de entender. Se trata de un “idioma” muy particular, donde muchas veces sus habitantes no se dan cuenta de la manera que se expresan, hasta que, de repente se escuchan en la televisión o en la radio y ahí distinguen su particular dialéctica, “¡los mismos tucumanos se ríen de como hablan!”, afirma Martín, “hay un grupo de teatro acá que tienen un programa en la tele donde se refieren a la forma de hablar del tucumano, Manyines se llama, son muy graciosos”.
Por ejemplo, en el  Tucumano Básico Ilustrado la forma verbal “he” (“He ganado”, “He sido”, es reemplazado por la letra “i”: “I’ ganao el Prode”, “Me i’ comprao un auto”). También, utilizan las ‘r’ arrrrastradas como símbolo de la tucumanidad,  y un sinnúmero de palabras que conforman el lunfardo provincial, “mamila, papilo, unito y varias más que no te puedo contar”, se ríe Martín.
MASINYER en lugar de Messenger, NÁSTA en lugar de Nafta, LORA en lugar de “La hora”, NOTÁ en lugar de Ausente, EPETÁCULO en lugar de Espectáculo, CAISÉN en lugar de Callensé, SE VAMUÍ en lugar de “Nos vamos a ir”, son otras de las cientos de formas y acepciones que componen el gracioso y disparatado léxico Tucumano.
Por lo pronto, si va de visita a la “República de Tucumán”, y de golpe le “pica el bagre”, le recomendamos el exquisito locro o las empanadas autóctonas. Ahora, si usted es bien carnívoro, que mejor que la otra comida popular tucumana, el “sanguche de milanesa” acompañado por un Tubo (botella de vino común) o una Pési (Pepsi). Eso sí, ni se le ocurra pedirlo completo, porque lo que le van a vender es un “chegusan de milagato” con todo tipo de aderezos cuyo costo no supera los 75 centavos el cual muy probablemente este hecho a base de carne gatuna y no vacuna, ¡y con bigote incluído!.

Deje su comentario en Facebook