La política “congelada”: la continuidad de los oficialismos locales
Intendentes que gobiernan más de diez años, alto índice de reelección y la falta de alternancia dan cuenta de la política en las localidades más chicas. Parte de la estructura territorial y el aparato electoral del PJ, pero que no es un fenómeno privativo del oficialismo.
Norberto G. Asquini
Si el Partido Justicialista pampeano ha mantenido su hegemonía durante treinta y dos años en la provincia, ocho períodos gubernamentales, ha sido por varias razones. Una de ellas es su poder territorial, reflejado en la red de intendentes y sobre todo en la política “congelada”, sin cambios, de los pueblos. Localidades en las que los gobiernos locales permanecen durante años sin alternancia, tanto de nombres como de partidos. Aunque esto no es una cuestión privativa del justicialismo, ya que a escala ocurre lo mismo con las gestiones radicales y los partidos vecinales. Un fenómeno que ha consolidado en buena medida un sistema poco competitivo en lo electoral y en el que se basa en parte los liderazgos y la preeminencia del peronismo en la provincia.
Sin alternancia.
Los números de la permanencia de intendentes e intendentas en el poder y del índice de reelección dan cuenta de este fenómeno en los últimos doce años. Por supuesto, hay diferencias según sea la característica de cada coyuntura electoral. Por ejemplo, en 2003 y 2007 ante la sucesión del gobernador de turno que no fue por otro período, había más inestabilidad, y en 2011 frente a la continuidad del mandatario y un escenario nacional sin cambios fortalecida la candidatura presidencial de CFK, no estaban dadas las condiciones para grandes transformaciones. Sin embargo, en el fondo, la estructura parece casi inmutable, y dificulta el ingreso de nuevas fuerzas en la competencia electoral.
En este marco, la alternancia es muy difícil en estas localidades, por no decir casi imposible. En el 65% de los pueblos, 50 sobre 78 relevados sin considerar Santa Rosa, ha gobernado el mismo partido durante los últimos doce años -tres períodos, de 2003 a 2015-. El 66% (33 poblaciones) corresponde al PJ que lleva tres períodos sin conocer la derrota a nivel local; el 26% (13 poblaciones) al FRAP-Frepam; y el 8% (cuatro poblaciones) a juntas o alianzas locales.
Los nombres de siempre.
Hilemos más fino. En 28 localidades, uno de cada tres intendentes -el 36,7% del total de comunas-, gobierna desde 2003. Si vamos más atrás, algunos son “sobrevivientes” de la década menemista, ya que once de ellos -el 40 por ciento- están al frente de sus comunas desde al menos 1999: Daniel Frencia en Sarah, Norberto Rodríguez en Hilario Lagos, Carlos Grazide en Gobernador Duval, Raúl Zurbgrik en General San Martín y Hugo Colado en La Reforma del PJ; Roberto Holgado en Anchorena, Mario Roth en General Campos, Roberto Kronemberger en Perú, Luis Orgales en Carro Quemado y Oscar Flores en Alta Italia, del radicalismo; y Aldo Fernández en Pichi Huinca de una junta vecinal.
De estos 28 intendentes reelectos al menos dos veces y con tres gestiones, el 60,7% son justicialistas, el 32,1% del FRAP-Frepam y el 7,2% de juntas vecinales.
A los nombrados, hay que sumarles con doce años en el poder a Jorge Riera en Bernasconi, Serafín Eberhardt en Colonia Santa María, Jorge Cabak en Macachín, Rubén Alisón en Monte Nievas, Julio Gerez en Puelches, César Vota en Quetrequén, Facundo Sola en Realicó, José Ferreira en Rolón, Carlos Lázaro en Rucanelo, José Luis Rodríguez en Santa Isabel y Omar Canonero en Vertiz, del Justicialismo; Raúl Weymann en Colonia Santa Teresa, Luis Bertero en Maisonnave, Néstor González en Relmo y Emilio Soncini en Villa Mirasol, del radicalismo; y Mario Vicente en Van Praet y Eduardo Pepa en Intendente Alvear de alianzas locales.
Indice de reelección.
En ese sentido, también el índice de reelección entre votaciones es alto en la provincia. Y depende de cada coyuntura, como indicamos más arriba. En 2007 este índice fue del 45,5%, o sea en 35 localidades sobre 77 relevadas casi la mitad votó a jefe comunal por el candidato que estaba en el poder. El 62,9% correspondió al PJ (22 pueblos), el 31,4% al Frepam (11) y en dos localidades volvió a imponerse el postulante de una alianza local.
Este índice creció considerablemente en 2011, cuando la Plural mantuvo el poder -antes de la fractura entre Jorge y Verna-, cuando en el 74% de las localidades se reeligió a sus jefes comunales: 57 casos sobre 77. Estos representaron el 68,4% del PJ (en 39 localidades); el 21% del Frepam (12 casos); y el 10,6% de alianzas o partidos locales.
Por supuesto, este índice de reelección aumentaría si algunos jefes comunales no hubieran pasado a integrar las listas de diputados provinciales o legisladores nacionales que los aleja de la política local, como ocurrió en 2007 con varios intendentes que respondían al vernismo.
El poder de los intendentes.
Esas localidades, por si solas, no desbalancean los comicios generales en la provincia. Pero son parte importante de las redes territoriales, de la estructura de poder y del aparato electoral del PJ. De hecho, en la última década esa estructura se ha vuelto un pilar importante de las grandes líneas. Frente a la disputa y la fragmentación interna en el justicialismo -en 2007 entre la Plural y Convergencia, en 2012 entre el jorgismo y el vernismo- los mandatarios provinciales han encontrado en su respaldo una manera de generar una nueva forma de organicidad y respaldo partidario dentro de un PJ, dividido por la confrontación. En esta dependencia de los líderes también basan hoy su presencia los intendentes como estructura de poder casi corporativa. De hecho, casi parecen definir la próxima sucesión.
“Cotos” y explicaciones.
¿Por qué se da este fenómeno? Estos “cotos” locales tienen varias causas para no cambiar a su jefe comunal o su signo político. El primero con peso para el PJ son los recursos provinciales del oficialismo y su nivel de adhesión electoral. Pero no es el único o el preponderante. Las administraciones “ordenadas” o el nivel de confianza frente a otros en las relaciones personales -un factor de peso a la hora de definir el voto local- hacen que el electorado local adhiera a un intendente local aunque vote en lo provincial en otro sentido. Hay que considerar, además, que ese tipo de respaldo refuerza en buena medida en las urnas el componente conservador del voto en La Pampa.
También tiene que ver por supuesto con cuestiones personales, como la de retener el poder y sus beneficios. Para algunos el cargo puede representar además, una vez que cumplieron con la gestión para lograr un salto a la política provincial, aunque se les niegue en su momento, como ocurrió con los intendentes de Realicó (PJ) o Anchorena (UCR), por lo que se mantienen en la comuna.
La personalización de la política y los liderazgos personalistas son otra variable de este fenómeno, y hacen a la falta de competitividad electoral, no solo entre partidos sino en una misma fuerza política. Más allá de las “redes clientelares” que pueda haber tejido entre los vecinos o el poder más o menos autoritario o democrático de un jefe comunal, muchos vecinos consideran que la permanencia de una persona al frente de la comuna garantiza la “buena administración” de la localidad.
También está relacionado con los problemas que acarrea una sucesión. Intendentes que no encuentran un sucesor calificado para sostener sus gestiones o ganar elecciones es una. Otra es el control personal sobre el poder, ya que el día después de que asume un jefe comunal, el saliente pierde su lealtad y la de muchos si no ha sabido construir un liderazgo fuerte, ya que el nuevo comienza a tejer su propia red de poder.