¡Sra. Justicia: me atiende por favor!

¡Sra. Justicia: me atiende por favor!

PorMario A. Higonet

Este reclamo particular aconsejo –no uso la retórica del “debe” que usan autoridades distintas- sea leído como público, a la vez deseable para quienes como yo debemos efectuar un viaje a otros horizontes, por el tema muy opacado Salud.

Hay muchos y sobrados ejemplos de personas en la categoría pobres o clase media, que no contamos con recursos económicos para efectuar consultas, terapias, tratamientos y/o intervenciones quirúrgicas alternativas a las que se ofrecen en nuestro país. Aún con el respaldo de obras sociales no logramos acciones efectivas de profesionales competentes, y solemos ser desatendidos por no “tener dinero” –lo he padecido-.

Por eso estoy actuando de esta manera –para algunas autoridades parece inadecuada-, con el propósito de obtener respuestas con respaldo político que nos protejan y atiendan mejor y rápido. Podrían edificar fondos -no me agrada subsidiarios- en carácter solidarios y preventivos, a los efectos de atender situaciones complejas en el rubro salud.

A la Sra. Justicia le exijo su intervención y actuación necesaria, para que su potestad nos haga evitar un cúmulo de tramitaciones, muchas con objetivos de negocios para empresas vinculadas con viajes al exterior. Estoy haciendo referencia a viajes por nuestra salud, no de placer u otras posibilidades deseadas y también necesarias, por eso recurro a mi arbitrio de exigencia ante esta solicitud.

Usted y sus facultades están en discusión con el gobierno nacional, quien pareciera está molesto al no poder intervenir en todos vuestros cuerpos judiciales, algunos sin respuestas eficientes a reclamos populares ante un presente vulnerable. Es cierto, debe tomar distancia para ejercitar y ejercer justicia ante distintas, muchas y a veces dramáticas situaciones –hoy casi “naturales”-, por eso algunas respuestas suenan a injustas. Pero considero su potestad le aleja de nuestro presente, eso explica lo considera extraño.

Ante lo expuesto reitero mi solicitud en carácter de exigencia, para que Ud. ejerza sus atributos y nosotros ciudadanos –en este caso enfermos- podamos realizar esos viajes a otros horizontes, con mayor prontitud y menor demora burocrática. Gracias, espero su respuesta positiva y pronta.-

 

 

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Los pecados de Favaloro

Los pecados de Favaloro

Continuando con el menú aniversario del Operativo Aráuz, iniciado ayer, aquí les ofrecemos, queridos lectores, el primer plato. ¡Esperemos no indigestarlos!

 Primer plato 

Los pecados de Favaloro

Por Guillermo Quartucci

El maniqueísmo al cual es tan inclinada la fe católica -por no hablar de las ideologías de derecha- suele dividir a la humanidad en dos categorías: santos y pecadores, sin matices que morigeren el contraste. Gusta de poner todo en blanco sobre negro. O somos santos (los que consagra la iglesia o el poder) o estamos condenados a la categoría de pecadores, en la cual estamos incluidos la mayoría de los que transitamos por este mundo a la espera del castigo divino. Para ello fue creado un Paraíso, adonde supuestamente irían a parar las almas de aquellos pocos que descollaron por su pureza sin mácula, o un Purgatorio cruel, destino natural de quienes hemos pecado a sabiendas de lo que nos espera: el dolor y la asfixiante saturación de un espacio en llamas superpoblado.

Frente a semejante profesión de fatalismo, según el cual los humanos estaríamos condenados de antemano al castigo eterno dado que la santidad sería un objetivo imposible, los humanos nos hemos ingeniado para encontrar una categoría que, sin pasar por la difícil selección de la iglesia y por la exigencias del rol a jugar, nos permita hacer más soportable este valle de lágrimas: esa categoría es la del santo laico o sea, todo aquél que por sus virtudes y entrega al prójimo merecería formar parte del panteón de los elegidos por el Señor y nos permitiera creer que la bondad existe más allá de cualquier canonización oficial. A esta última categoría pertenece un personaje de la historia reciente de Argentina al que se lo venera en el altar de la santidad, haciendo caso omiso de sus debilidades como hombre y de los muchos pecados cometidos a lo largo de su vida: el doctor René Favaloro.

Es mucho lo que se ha escrito a favor o en contra de este personaje, siempre respondiendo a ese esquema maniqueo en que nos empeñamos en clasificar a los humanos y poder así dormir tranquilos: para muchos un auténtico ángel, para unos pocos descastados, entre los que nos incluimos, un pecador cuyas culpas terminarían por aniquilarlo.[1] En general, los que destacan la supuesta santidad del médico lo hacen desde una óptica trasnochada, marcadamente cursi, y plagada de sensiblería y lugares comunes, como la nota publicada por el diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, cómplice del terrorismo de Estado, citada en el pie de página. Voces más lúcidas destacan por lo menos que la personalidad de Favaloro presentaba claroscuros muy acentuados, siendo especialmente relevante el papel que jugó durante la dictadura cívico-militar, a la cual brindó su entusiasta apoyo, y que terminó por redondear de manera implacable la ideología que profesaba.

Son muchos los análisis que acertadamente se han hecho a propósito de la forma en que murió Favaloro, en su mayoría subrayando los aspectos psicológicos, sociales, morales y hasta religiosos que lo habrían impulsado a pegarse un tiro en el corazón, pero que no lo explican todo si no se indaga el papel que la ideología de Favaloro podría haber jugado en su trágica decisión. En el 2000, año de su suicidio, las atrocidades cometidas por la dictadura cívico-militar que asoló a la Argentina entre 1976-83, a pesar de los intentos de los gobiernos democráticos posteriores por poner punto final a la cuestión, habían calado hondo en el seno de la sociedad, y las voces que clamaban por memoria y justicia provenían de todos los sectores, incluso de aquéllos que habían permanecido hasta entonces indiferentes. Es conocida la negación de Favaloro a denunciar en su momento a las juntas militares cuando grupos de derechos humanos le solicitaban su mediación en el tema de los desaparecidos a sabiendas de que el inmenso prestigio internacional del médico los pondría a salvaguarda de cualquier agresión por parte de los genocidas.

¿Por qué Favaloro se negó a alzar su voz para denunciar los crímenes, cuando, valido de su prestigio, podría haber influido en el ánimo de los asesinos?  Para responder a esta pregunta basta con repasar el libro de Favaloro, Recuerdos de un médico rural, publicado en 1980, cuando el Proceso de Reorganización Nacional no había mostrado aún las grietas que comenzaban a debilitarlo. Este libro no deja dudas acerca de la ideología de Favaloro, alineado con absoluta convicción con el pensamiento que el Estado represor difundía hasta la saciedad a través de sus lemas: el “ser nacional”, la “tradición occidental y cristiana”, “Dios, patria, familia y propiedad”, “somos derechos y humanos” como contraparte de las “ideologías ajenas a nuestro sentir”, las “ideas perniciosas que corrompen a nuestra juventud”, el “peligro de la colectivización” y un largo etcétera que Favaloro repite literalmente en su libro en absoluta consonancia con el poder asesino.

Si quedaran dudas al respecto, las últimas frases del libro serían suficientes para disiparlas. Se pregunta Favaloro: “¿Aceptaremos, sin ambages, que esta sociedad que llamamos occidental y cristiana está llegando a su fin? […] ¿O caeremos en las falsas panaceas de las dictaduras de izquierda y la filosofía marxista que tanto daño han hecho a nuestra juventud […]?”. Pronunciadas en 1980 estas cuestiones retóricas típicas de la derecha liberal argentina revelan el carácter difícil de soslayar de la ideología de Favaloro. Por otras parte, el escenario de estas memorias es nada más y nada menos que Jacinto Aráuz, población que, lejos de la armonía social con que se la presenta en el libro, está marcada por hechos ominosos que el autor pretende ignorar: la masacre de anarquistas de diciembre de 1921, ocurrida en la comisaría local, y el copamiento por fuerzas conjuntas del ejército y la policía, en julio de 1976, en el que se produjo el secuestro, detención y torturas en dos centros clandestinos del pueblo (la comisaría local y el puesto caminero junto a la Ruta 35) de profesores y personas relacionadas con el Instituto José Ingenieros, acusados por un grupo de civiles del pueblo de “subversivos que buscan corromper las mentes de nuestros hijos”, suceso éste acaecido sólo cuatro años antes de la publicación del libro de Favaloro y al que no hace la menor referencia, no sea que se estropeara la imagen idílica que pretendía presentar del pueblo.

Nunca lo sabremos porque ya no está aquí para responderla, pero cabe la pregunta: ¿No será que Favaloro, además de su desilusión por la vida,  se puede haber sentido corroído por la culpa de no haber denunciado los crímenes de lesa humanidad en momentos en que su voz habría podido torcer, aunque sea de manera mínima, los siniestros designios del Estado terrorista? Para completar el cuadro, en la polémica población de Jacinto Aráuz, en el edificio de la estación del desmantelado ferrocarril que atravesaba el pueblo, un museo está dedicado a la memoria de Favaloro. ¿Qué lectura deberíamos hacer de este hecho?

 

Favaloro y el Operativo Aráuz

El copamiento del pueblo por fuerzas conjuntas del ejército, la policía provincial y la policía federal se inició en la madrugada del 14 de julio de 1976, prolongándose dos días más, hasta el 16, a raíz de la fuga de uno de los secuestrados, lo cual significó el allanamiento ilegal de gran parte de las viviendas del tejido urbano y la zona rural circundante. La esposa de uno de los secuestrados, aconsejada por una familia que conocía a Favaloro de sus años en el medio, habló por teléfono con el médico para solicitarle su ayuda en la localización de su marido, cuyo destino hasta ese momento era incierto. El médico se negó terminantemente a tratar el tema y prosiguió con su agenda de apoyo a la represión. Justamente el día 15 de julio Favaloro se encontraba en su natal La Plata visitando el Colegio Nacional, donde había cursado sus estudios secundarios. Para disipar cualquier duda al respecto, reproducimos en su totalidad la crónica del evento al que asistió Favaloro, publicada en el diario La Nueva Provincia  de Bahía Blanca, entusiasta fogoneador de la represión ilegal y los crímenes de la entonces flamante dictadura.

 

La Nueva Provincia, 16 de julio de 1976

Favaloro

La Plata, 15 (NA) – “Se puede estar en el centro, en la izquierda o en la derecha, pero eso no justifica que vayamos a esta guerra fratricida que todo lo destruye”, dijo aquí el conocido cardiocirujano René Favaloro, en una charla dirigida a la juventud, durante la cual criticó a la insurgencia y a la guerrilla.

   “Con la violencia no se va a ningún lado; a través de la guerrilla no vamos a cambiar nada”, afirmó también Favaloro en otro momento de su expresión, que estuvo específicamente dirigida a la juventud.

   El acto en que habló el científico había sido organizado por la cooperadora del Colegio Nacional de esta ciudad, en que él cursó sus estudios secundarios, lo que dio pie al disertante para evocar el clima en que creció y se perfeccionó su generación.

   Dijo al respecto que en La Plata prácticamente  no hubo clases sociales sino una clase media alta y los hijos de los trabajadores, entre los que nunca hubo una gran diferencia, sino que se mezclaban e intercambiaban experiencias. “La única selección que había era la de las neuronas”, acotó, para agregar que convivían en ese instituto “gente de todos los colores y status, lo que nos hizo bien a todos”.

   En cuanto a la universidad, recordó que era “totalmente autónoma, autárquica e independiente del gobierno” y que “tuvimos grupos de profesores de la más diversa formación ideológica: libre-pensadores, socialistas y conservadores, pero cada uno de ellos cuidaba la enseñanza y no tuvimos nosotros una formación política definida sino que estábamos en contacto con todas las ideas políticas, porque ninguno trataba de influenciarnos”.

   “Se nos enseñaba que sin esfuerzo no se consigue nada”, prosiguió, “el acomodo no existía y todos teníamos la misma igualdad ante el esfuerzo”.

 

Varios de los conceptos de su velado antiperonismo vertidos por Favaloro en la charla a que se refiere la nota los habría de reiterar después en su libro de 1980, pero es su calificación del terrorismo de Estado como “guerra fratricida” lo que más llama la atención pues lo ubican muy temprano, a escasos 4 meses del Golpe, en la línea de los cultores de la “teoría de los dos demonios”, la cual surgiría con especial énfasis cuando, vuelta la democracia, integró brevemente la CONADEP convocada por el presidente Raúl Alfonsín a la que renunció porque no encontró eco a sus demandas de que se debían investigar, además de los crímenes de los militares y fuerzas afines, los crímenes de lo que él denominaba la “subversión” en un rapto inconsciente de justificación de la represión por parte del Estado. Nunca Favaloro, hasta su muerte, se desdijo públicamente de su apoyo a la dictadura cívico-militar, pese a un oscuro hecho ocurrido en plena represión que lo afectó de manera directa y podría haberlo despertado de su idilio con el terror estatal: la muerte, en circunstancias muy sospechosas, a las que la prensa de la época denominó “accidente”, de su hermano Juan José, hecho que hasta hoy permanece en el misterio. En Jacinto Aráuz, donde quedaban muchos amigos de la época en que Favaloro trabajó allí, los rumores de los más allegados a los hermanos hablaban  de que Juan José, considerado  “zurdo”, habría sido abatido en la carretera por un vehículo del ejército cuando desoyó la orden de detenerse A  pedido expreso de Favaloro ninguno de esas amigos viajó para asistir al velatorio de Juan José, que se realizó de la manera más sigilosa.

 

Favaloro, la medicina y otros temas

Dejando de lado algo que nadie discute: el merecido prestigio de Favaloro como médico cardio-vascular, en el terreno de la medicina como profesión de servicio a la comunidad son muy discutidas ciertas expresiones suyas como cuando dijo que habría que cerrar por un tiempo la carrera de medicina porque lo que sobraban eran médicos; o cuando se quejaba, como en su libro, de los médicos “flor de ceibo”, expresión despectiva para descalificar a los que se graduaban de la universidad en los años del primer peronismo.

Un reconocido médico de Buenos Aires, especialista en infectología pediátrica, al referirse a Favaloro dice lo siguiente:

 

Fue un médico magistral, un excelente cardiocirujano, un elegido como Maradona y Pelé, pero nada más que eso. El resto es un mito que él mismo alimentó y del cual sacó mucho provecho.  Favaloro hablaba hasta el cansancio del hospital público, generalmente para denigrarlo, siendo  que nunca pisó ninguno desde su graduación. Lo que quería era crear una fundación propia en lugar de crear una unidad cardio-vascular en cualquier hospital del país. Si hablaba mal de las universidades públicas, siendo que él se había graduado en una de ellas, era para promover su propia Facultad de Medicina en la Fundación que presidía, atrayendo así ingentes sumas de dinero. El currículum de esa facultad está muy lejos de la realidad sanitaria de la Argentina puesto que le da absoluta prioridad a la tecnología, la genética, la farmacología molecular, dejando totalmente de lado las enfermedades que prevalecen en nuestro país y son las causantes de altas tasas de mortandad.

 

   En otro sentido, es proverbial la xenofobia de Favaloro, sobre todo la dirigida a los hermanos pobres de los países limítrofes de Argentina que llegaban en busca de un mejor horizonte económico, los cuales constituían, según lo da a entender en su libro de memorias, una “inmigración degradada”. Tampoco simpatizaba el célebre médico con las militantes a favor de los derechos de la mujer, esas feministas hacia quienes  apuntaba sus dardos impregnados de misoginia, para no hablar de su peculiar visión acerca de la diversidad sexual. Al respecto, el viernes 29 de agosto de 1984, el Canal 13 de televisión de la Capital Federal emitió el programa Grandes Temas Médicos, dedicado a la Sexualidad. La conclusión, al cabo de una hora y media de emisión, fue formulada por el Dr. René Favaloro, de la siguiente manera:

 

Yo quisiera destacar que es el problema de las desviaciones sexuales, que constituye un verdadero problema, una verdadera tragedia en nuestro tiempo, una tragedia que no está solamente en los grandes países desarrollados, evidentemente al que le toca viajar la puede ver fundamentalmente en Estados Unidos, en Inglaterra, en Francia, en los grandes países, digamos desarrollados, donde ya se ha constituido en una verdadera plaga, a mi entender. Esto no quiere decir que no deba ser también analizada en profundidad aquí, buscar las razones y corregirla, pero yo no puedo entender todos estos movimientos sociales, en donde se hace, quizás, hasta una apología de la homosexualidad. Este incremento, debo confesarlo, para mi es aterrador, porque significa una desviación de algo, que la naturaleza nos dice que no ocurre. (Citado por Carlos Jáuregui en su libro La homosexualidad en Argentina, página 71)

 

A manera de cierre

Siempre es arriesgado referirse a las figuras del santoral argentino con la certeza de que la condena social ha de ser casi unánime. Ahí está el reciente caso del periodista Horacio Verbitsky, quien, con la publicación de su investigación acerca del papel de cómplice que el jesuita Bergoglio jugó durante el terrorismo de Estado, se granjeó no sólo el odio general, sino el silencio de hasta quienes debían haberlo apoyado, dejándolo solo. Seguramente los que idolatran al “ángel guardián de Jacinto Aráuz” han de reaccionar de la misma manera frente a esta nota. Pero los hechos ahí están. ¡Quien los quiera oír, que los oiga!

 

(Continúa mañana)

 

 

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La justicia de la dictadura, las complicidades civiles y el Operativo Aráuz

La justicia de la dictadura, las complicidades civiles y el Operativo Aráuz

A partir de hoy 14 de julio, cuando se cumplen 37años del Operativo Aráuz, que se prolongó los días 15 y 16, presentamos esta tetralogía de notas que, estableciendo un símil con un “menú”, está compuesta de un aperitivo, un primer plato, un segundo plato y el postre. Aquí va la entrada. ¡Buen apetito!

Entrada 

La justicia de la dictadura, las complicidades civiles y el Operativo Aráuz

 Por Guillermo Quartucci

 La justicia

La Causa 482/76 Samprón, Carlos; Alvarez, Angel; Pozo Grados, Víctor; Carlino, Luis s/ supuesta infracción ley 20840 y la Causa 646/76 Quartucci, Guillermo Eduardo s/ evasión, ambas abiertas en el Juzgado Federal de Santa Rosa en octubre y noviembre de 1976, respectivamente, incluyen un mismo documento firmado por el mayor del ejército Luis Enrique Baraldini, jefe de la Policía de La Pampa,  en el que comunica a su superior, coronel Fabio Carlos Iriart, comandante de la Subzona 14, detalles muy significativos acerca del operativo llevado a cabo en Jacinto Aráuz el día 14 de julio de 1976 que revelan la naturaleza ilegal del procedimiento y a los que la justicia de La Pampa no pareció prestarles mayor atención para concentrarse en las exigencias de los represores.

El documento mecanografiado de marras, con la firma de Baraldini, está fechado al día siguiente del operativo, es decir, el 15 de julio de 1976. En la Causa 482/76 este documento se encuentra en fojas 11-13 y en la Causa 646/76, reproducido, en fojas 1 (anverso y reverso) –o sea, abriendo la Causa-, en una hoja membretada donde se lee Poder Judicial de la Nación. Uso Oficial. Esta última Causa, además de solicitar la captura del evadido, fue abierta a Athos Reta, oficial auxiliar; Roberto Oscar Fiorucci, subcomisario; Carlos Roberto Reinhart, oficial ayudante, y Néstor Bonifacio Cenizo, oficial subayudante, integrantes, entre otros, del grupo de tareas de la policía pampeana que se encontraban en el puesto caminero de Jacinto Aráuz, junto a la Ruta 35 en el momento de la evasión de Quartucci, por una supuesta “negligencia en el servicio de deber de funcionario público” (artículo 281, tercera parte del Código Penal) por no haber impedido que uno de los secuestrados en ese centro clandestino de detención se fugara.

La Causa 646/76 se abrió el 25 de noviembre de 1976 en el Juzgado Federal de Santa Rosa, en el cual los doctores Carlos Walter Lema desempañaba el cargo de juez federal; Eduardo Páez de la Torre, el de secretario; Jorge Francisco Suter, el de procurador fiscal federal, y Raúl Pedro Perotti, el de juez federal subrogante, todos ellos intervinientes en las distintas etapas de su desarrollo, que se prolongaron hasta el 17 de mayo de 1977, cuando el procurador fiscal Suter recomendó “sobreseer” a los imputados y el juez Lema declararlos “sobreseídos provisionalmente”. Como jefe del Departamento Judicial  aparecen en ocasiones la firma y sello de Mario Rufo Torres, comisario inspector, así como la firma y sello de Mario Domingo Balduini, oficial sub-ayudante de la Unidad Regional Capital de la policía pampeana.

 

El documento firmado por Baraldini

Vale la pena reproducir literalmente los párrafos más significativos del documento firmado por Baraldini con el que se abre la Causa 646/76:

 

SANTA ROSA, 15 de julio de 1976

 SEÑOR COMANDANTE:

Acorde a lo ordenado por Ud. oportunamente en el día de ayer, miércoles 14, se llevó a cabo un operativo conjunto en la localidad de Jacinto Arauz, obteniéndose el siguiente resultado con las novedades que se consignan a continuación: 1º) Fueron indagadas 8 personas. De ello,  previo análisis del suscripto, surgen como sospechosos 4 de los indagados. 2º) Consecuente al punto anterior, se procedió a la detención de Samuel Bertón, Guillermo Eduardo Quartucci, Carlos José Samprón y Angel Julián Alvarez. 3º) Por orden del suscripto, a las 19:00 horas se levanta el apoyo de las fuerzas Militares y de la Policía Federal. 4º) Entre las 19.30 y 20.00 horas, se produce la fuga del detenido GUILLERMO EDUARDO QUARTUCCI, de una habitación donde se encontraba junto a los restantes nombrados, en el Puesto Caminero de Jacinto Arauz, lugar donde estaban siendo interrogados. Al momento de darse a la fuga, se encontraba esposado, con las manos atrás, sentado en el piso y ojos vendados, presumiéndose que puede haber fallado el mecanismo de la esposa. […] 5º) Se dispusieron las siguientes medidas: a) Búsqueda del fugitivo, b) Bloqueo de Rutas, c) Circular interprovincial solicitando su detención, d) Circular general red interna, e) Circular de la Policía Federal y f) Circular a la Policía de la Provincia de Bs. As a través de  la Delegación Unidad Regional de Bahía Blanca. 6º) Se dispuso vigilancia en el domicilio de Quartucci […], donde fuerzas conjuntas de la Policía de aquélla y de la Subzona 51 realizarán una irrupción militar. 7º) Los rastros dejados por el nombrado van en dirección al pueblo de J. Arauz, donde es probable que reciba alojamiento en alguna vivienda ya que cuenta con simpatizantes en el medio que podrían brindarle ayuda, entre ellos la familia NEGRIN. 8º) Atento a lo expresado en el punto anterior se dispuso un minucioso rastrillaje en Jacinto Arauz, tanto en la zona urbana, sub-urbana y alrededores.

   Saludo a Ud. muy atentamente.

Fdo. LUIS ENRIQUE BARALDINI –Mayor del Ejército, Jefe de Policía de la Provincia- AL SEÑOR COMANDANTE DE LA SUB ZONA 14 CORONEL D.  FABIO CARLOS IRIART, TOAY, LA PAMPA.

 

La causa podría dividirse en dos partes que pueden resultar contradictorias, como lo expresa en el documento que se reproduce abajo redactado por el procurador fiscal federal Suter: la primera parte (fojas 2-16) se inicia el 6 de diciembre de 1976 con la instrucción del sumario ordenada por el juez Lema,  a cargo del inspector mayor-jefe de la Unidad Regional Capital, Roberto Esteban Constantino, a los policías implicados en la fuga  de un secuestrado (Reta, Fiorucci, Reinhart y Cenizo) a fin de determinar el delito cometido por el evadido y solicitar su captura (fojas 5, 6, 7 y 8), así como la responsabilidad de estos cuatro policías en la evasión, mientras que la segunda parte (fojas 17-38) se refiere a la indagatoria iniciada el 22 de marzo de 1977 por el juez subrogante Raúl Pedro Perotti  tendiente a determinar  la comisión del delito de “negligencia” por parte de los policías. Haciendo de bisagra entre ambas, se encuentra el documento firmado por el procurador fiscal federal Jorge Francisco Suter, a cuyo cargo se encontraba la instrucción del caso, quien escribe de puño y letra (fojas 16, reverso):

 

Sr. Juez:

            Entiendo que hay elementos para recibirles declaración indagatoria a los deponentes de fs. 5, 6, 7 y 8 [Reta, Fiorucci, Reinhart y Cenizo] por la posible comisión del delito previsto en el Art. 281, 3ª. p. del C. Penal [negligencia].-

           Por lo demás entiendo que la orden de captura del evadido se dispuso en el principal, por lo cual es innecesario [sic] la misma.

Diciembre 28 de 1976

Dr. Jorge Francisco Suter

Procurador Fiscal Federal

 

 La indagatoria

    Es así como a partir de fojas 17, con fecha 1º de febrero de 1977, el juez federal Carlos Walter Lema ordena comparecer ante la justicia a los cuatro policías acusados de “negligencia”, señalando el día 17 de febrero de 1977 como fecha para las audiencias, a “las nueve, diez, once y doce horas, respectivamente, a las que deberán concurrir bajo apercibimiento de Ley”. Los policías, sin embargo, no acuden a la citación, por lo que el juez, con fecha 21 de febrero, vuelve a convocarlos para el día 22 de marzo de 1977 “a partir de las nueve horas”. Esta vez se harán presentes y el encargado de tomar la declaración a los imputados será Raúl Pedro Perotti, juez federal subrogante.

El 6 de diciembre de 1976, en la primera indagatoria a cargo de Constantino, los cuatro policías citados se habían referido a los hechos en términos prácticamente idénticos: tanto Reta, como Fiorucci, Reinhart y Cenizo declararon que

 

… el día 14 de julio del corriente año, el dicente, juntamente con personal policial y efectivos militares integraron una comisión de seguridad, con la finalidad de proceder a la detención de varios elementos sindicados como de extrema izquierda, conforme lo ordenado por el Señor Comandante Militar de Subzona 14 de la localidad de Toay. Tal procedimiento se debía realizar en la localidad de Jacinto Arauz. Realizadas las detenciones de los imputados, por razones de seguridad fueron trasladados hasta el Puesto Caminero de esa localidad.

 

También los cuatro policías coincidieron en la descripción de las condiciones en que se encontraban los cuatro secuestrados en el puesto caminero:

 

Los detenidos en cuestión se encontraban debidamente esposados, con sus brazos atrás, y colocados horizontalmente en el piso de una de las oficinas de la Dependencia mencionada, a la espera de la llegada del Camión Celular para trasportarlos hasta esta capital

 

lo cual es parcialmente verdadero ya que los secuestrados se encontraban sentados en el piso, excepto uno que sí estaba acostado, pero además con los ojos vendados, como lo expresa Baraldini, detalle que los cuatro policías omiten.

A continuación se refirieron al momento en que se percataron de que faltaba uno de los detenidos cuando éstos iban a ser trasbordados al camión celular que había llegado desde el pueblo de Jacinto Aráuz,

 

[…] inexplicablemente se advierte la falta de uno de los detenidos. […] A tal circunstancia se adoptaron las medidas que el caso requería, a los efectos de localizar al evadido. […] Tiene conocimiento el declarante que las averiguaciones en esa localidad prosiguieron varios días después de haberse producido el hecho.

 

Habría que aclarar que de las “averiguaciones” en Jacinto Aráuz  de los días 15 y 16 de julio fueron víctima prácticamente todos los habitantes del pueblo y su zona rural, cuyas casas fueron allanadas sistemáticamente sin ninguna orden emanada de la justicia.

El subcomisario Roberto Oscar Fiorucci, que se ha caracterizado siempre por sus comentarios fuera del libreto,  a veces con resultados que no lo favorecen,  declaró:

 

Que entiende el dicente que no hay responsabilidad criminal por ninguno de los nombrados, ya que en todo momento se trató de cubrir con los medios necesarios y a su alcance las medidas de seguridad que el caso requería y que entendían eran suficientes; además porque en los interrogatorios  de los que fuera objeto el evadido demostraba poco carácter de iniciativa, como así pretendía cooperar en las indagaciones que prestaba.

 

No dice Fiorucci que los “interrogatorios” fueron hechos en realidad bajo tortura, con armas de fuego percutidas en la cabeza, amenazas de muerte y golpes de puños con guantes de boxeador certeramente colocados, todo esto en la Comisaría de Jacinto Arauz a cargo de cuya jefatura se encontraba el oficial principal Miguel Gauna. Por otra parte, ¿cómo sabía Fiorucci que el “detenido” había cooperado mientras lo estaban “interrogando” si, como asegura, él no se movió en todo el día del puesto caminero?

El 22 de marzo de 1977 los cuatro -Fiorucci, Reinhart, Cenizo y Reta-, ya formalmente encausados, comparecen ante el juez federal subrogante Raúl Pedro Perotti para prestar declaración indagatoria. También en esta ocasión los policías brindarán una versión de los hechos muy similar:

 

Que no recuerda quién les colocó las esposas a los detenidos, aunque, como ya lo dijera, fueron verificadas por Reinhart en presencia de Reta, Cenizo y el declarante [Fiorucci], aproximadamente cinco minutos antes de que se notara la desaparición. […] En cuanto a los interrogatorios, la mayoría fueron tomados en la comisaría de Jacinto Arauz, aunque es posible que alguno de los detenidos haya sido interrogado en el puesto caminero, circunstancia esta que no puede certificar dado el tiempo transcurrido. […] Que no había luz en la oficina del encargado donde estaban los detenidos.; sin embargo, en la oficina de guardia [donde estaban los policías] había un farol a gas de kerosene que, al estar la puerta abierta, permitía visibilidad también en la oficina contigua [donde estaban los detenidos]. […] Que no se consideró en ningún momento peligrosos a los detenidos, circunstancia esta que queda demostrada con el hecho de que la comisión de la policía federal y la comisión militar se retiraron antes, dejando sólo a la policía de la provincia, por entender que no se merecía tantas medidas de seguridad, pues el carácter de los detenidos no hacía suponer ningún tipo de peligrosidad.

 

Reta, en la declaración indagatoria ante Perotti, dice que

 

 venía de la comisaría de Jacinto Arauz en el automóvil de la Regional, juntamente con el Comisario Principal AGUILERA y el Inspector Mayor Constantino, trayendo las actuaciones realizadas en la comisaría; venía también el camión que trasladaría a los detenidos a Santa Rosa. […] Aguilera echó un vistazo en la oficina donde estaban los detenidos, advirtiendo que faltaba uno.

 

A raíz de la mención que Reta hace del comisario principal Aguilera, la justicia cita a este último a fin de que preste declaración ante el juez federal Lema, lo cual ocurre el 9 de mayo de 1977 a las 9 de la mañana. Aguilera confirma lo que había dicho Reta:

 

Que juntamente con el Oficial Principal Reta y en Inspector Mayor Constantino llegaron al destacamento policial ubicado a la vera de la ruta nacional no. 35, procedentes de la Comisaría de Jacinto Arauz, trayendo las actuaciones que se habían realizado en el coche. […] Que el dicente echó un vistazo a la oficina del encargado, donde estaban los presos, advirtiendo que faltaba uno. […] Que inmediatamente  se dispuso un rastrillaje por la inmediaciones, sin resultado alguno […] estimando el compareciente que se trata de un hecho accidental que no se debe a la negligencia de nadie.

 

Con estas últimas palabras parece haberse quedado la justicia ya que el 16 de mayo de 1977 el juez Lema, siguiendo la recomendación del fiscal Suter, declara, entre otras cosas:

 

Que no era previsible que, encontrándose el evadido esposado, con las manos atrás, sentado en el piso y ojos vendados [como escribe Baraldini a Iriart], el mismo pudiese darse a la fuga. […] Que por lo antedicho no se acredita semi plena prueba -momentáneamente- por carencia de otros elementos de juicio, que la conducta de los imputados encuadre en alguno de los supuestos delictivos contemplados por el art. 281 del C.P.

RESUELVO: SOBRESEER PROVISIONALMENTE esta causa. […] Regístrese y notifíquese.-

Dr. CARLOS WALTER LEMA

Juez Federal

 

El mundo del  revés

La Causa 646/76 viene muy a cuento para mostrar el modo en que el aparato de  justicia civil actuaba durante la dictadura, en este caso en La Pampa, pero que podría generalizarse a todo el país. Por empezar, el secretario del Juzgado Federal de Primera Instancia de Santa Rosa, Eduardo Páez de la Torre, inicia la Causa incluyendo el  documento del jefe de policía de la Provincia, Luis Enrique Baraldini, arriba reproducido, en el cual informa a su jefe Iriart del operativo llevado a cabo en Jacinto Aráuz, sin siquiera tomarse la molestia de encuadrar los hechos en la Ley 20840 de represión al terrorismo. Baraldini se refiere simplemente a un “operativo conjunto”, sin especificar cuál es la naturaleza de dicho operativo. Más grave aun, Baraldini afirma sin eufemismos que al momento de darse a la fuga, [el detenido] se encontraba esposado con las manos atrás, sentado en el piso y ojos vendados, presumiéndose que pudo haber fallado el mecanismo de la esposa. ¿Dónde quedaban los derechos más elementales de cualquier ciudadano, aun estando detenido, siendo además que todo el operativo había sido ilegal?

De esta manera, el juez federal Carlos Walter Lema da el puntapié inicial a una acción judicial que, en lugar de apuntar a quienes estaban violando de manera flagrante el estado de derecho, base fundamental de todo sistema de justicia civilizado, criminaliza a alguien que había huido para salvar su vida y la de los otros secuestrados, a la vez que pone en entredicho la capacidad represora de cuatro policías, sospechados de que hubo “negligencia en el servicio de su deber de funcionarios públicos”. ¡La justicia, en lugar de condenar la violación flagrante al estado de derecho, pretende enjuiciar a los policías por haber actuado con negligencia en la represión!

Conviene aquí recordar, porque viene muy al caso, que la fiscal Marta Odasso, en su requerimiento de procesamiento a Baraldini después de su detención, a fines de 2011, apuntó, ratificando poco después sus palabras el juez Pedro Zabala, que:

 

Las consideraciones acerca de la legalidad o ilegalidad de los motivos que sustentaron las detenciones resultan irrelevantes pues ante condiciones inhumanas de detención como las descriptas la privación de la libertad siempre será ilegal.

   Las personas eran puestas a disposición del juez varios días después de las detenciones –en algunos casos,  meses después- y luego de haber obtenido sus declaraciones, que en muchos casos eran elevadas sin firmas ni mención de la autoridad policial que había intervenido, obviamente para eludir toda responsabilidad en el asunto.

 

Ni Lema ni quienes lo secundaban en la administración de la justicia en La Pampa parecen haber opinado así, por lo cual no es para nada descabellado considerarlos cómplices del terrorismo de Estado. Las 38 fojas que conforman la Causa 646/76 constituyen el ejemplo más claro, sin necesidad de mayores elucubraciones abstractas, de la manera en que la justicia civil actuó durante la dictadura, poniéndose totalmente al servicio de los militares. Para rematar, el juez Lema, en el documento final por el cual declara absueltos a los policías, vuelve a citar, muy suelto de cuerpo, las palabras de Baraldini: “Que no era previsible que, encontrándose el evadido esposado, con las manos atrás, sentado en el piso y ojos vendados, el mismo pudiese darse a la fuga”. ¡Bella manera de administrar justicia! Lema, Páez de la Torre y Perotti no han sido hasta ahora indagados por mal desempeño en el cargo de  funcionarios públicos y cómplices del terrorismo de Estado.

Las complicidades civiles

Otro caso emblemático de lo que fue el terrorismo de Estado en La Pampa es la Causa 482/76 por la cual fueron condenados a distintos lapsos de cárcel cuatro víctimas del Operativo Aráuz (Samprón, Álvarez, Pozo Grados y Carlino). El caso de la quinta víctima, Samuel Bertón, ni siquiera llegó a los tribunales, a pesar de haber sido mantenido en prisión durante dos meses para ser liberado sin ningún tipo de explicación y sin que la justicia haya tenido la menor intervención.

Más allá de lo perverso del aparato de justicia civil imperante en La Pampa durante el terrorismo de Estado, el mismo que intervino en la Causa 646/76 arriba analizada, con los mismos magistrados en los roles protagónicos, la Causa 482/76 es muy explícita en cuanto al papel que jugaron algunos habitantes de Jacinto Aráuz denunciando a un grupo de vecinos a los que tildaban de subversivos y que querían sacarse de encima para conservar privilegios consuetudinarios en la pirámide social del pueblo.

Los nombres de los denunciantes no constituyen ningún secreto pues están registrados en los documentos de la justicia que, como estas dos causas, se salvaron de ser destruidos al final de la dictadura: a la cabeza de estos auténticos cazadores de brujas araucenses se encontraba el valdense Ricardo Rostán -barón rural de gran ascendencia entre los conservadores del pueblo-, a quien secundaban Irma ‘Chiquita’ Rodríguez de Matir, directora de le escuela primaria No. 33 Manuel Belgrano; su esposo, Gregorio ‘Goyo’ Matir; Omar Munuce, farmacéutico; Adelmo Goy, en algún momento juez de paz del pueblo; Rubén Garciandía, veterinario; Adolfo Forestier, intendente de facto a partir del golpe del 24 de marzo, que tenía contacto en Santa Rosa con el subsecretario de gobierno provincial, el coronel Olascoaga, y otros soplones cuyos nombres están registrados en testimonios posteriores de las víctimas (véase la declaración ante escribano que dejó Samuel Bertón pocos días antes de morir), pero no aparecen en la Causa 482/76.

Un factor que desvelaba a la pirámide facho-corporativa capitalista local de Jacinto Aráuz era el Instituto José Ingenieros (la escuela secundaria local) el cual, con la incorporación de Carlos Samprón como director, conjuntamente con los vecinos que apoyaban su gestión, comenzó a echar a andar modestos proyectos de procesamiento de la producción agrícola, con miras a evitar que en el futuro los jóvenes no vinculados a la propiedad de la tierra siguieran emigrando en busca de mejores horizontes, impulsando de esta manera la diversificación de la economía regional. Así, para el poder establecido del pueblo, el colegio secundario se transformó en un factor de irritación ante lo que consideraba una amenaza  para sus añejos privilegios. Poco antes de fallecer, Samuel Bertón recordaría: “Nunca nos perdonaron que quisiéramos hacer posible que todo el mundo estudiara y progresara”, a lo que Rostán habría replicado: “Si todos van a estudiar, ¿quien va a trabajar?”. Rostán odiaba al colegio secundario.

Mediante la intercesión de una persona de Aráuz que tenía vínculos familiares en Bahía Blanca relacionados con la Marina, Ricardo Rostán –a quien los informes de inteligencia de la Subzona 14 que recogen sus denuncias denominan “persona de reconocida solvencia y hombre de bien”-, dirigió su mirada hacia la ciudad portuaria de Bahía Blanca, distante 130 kilómetros de Aráuz, para buscar que se investigara a los que provenían de afuera, particularmente de Bahía Blanca y Punta Alta, al tiempo que se instrumentaran los medios para  acabar con los problemas planteados  por estos forasteros, que muy bien podrían incluir la represión sin miramientos.  Es así como el aparato de inteligencia de la Armada, el poderoso SIN (Servicio de Inteligencia Naval), comenzó a reunir información sobre los denunciados a los efectos de elaborar una lista que eventualmente, una vez producido el golpe, se usaría para reprimirlos, de lo cual se encargaría la Subzona 14 fogoneada por el SIN. También la Marina, en cuyas manos estaba el Ministerio de Cultura y Educación, del cual formaba parte la Superintendencia Nacional de Enseñanza Privada (SNEP), pocos días antes del Operativo, envió al Instituto José Ingenieros un par de espías, disfrazados de inspectores, quienes corroboraron que, en efecto, el colegio secundario constituía una base de adoctrinamiento marxista. Uno de estos inspectores era Francisco Pablo Olmedo.

Una vez abierta la Causa 482/76, el procurador fiscal federal Jorge Francisco Suter, instructor de la misma, enviaba esta comunicación el juez Federal Carlos Walter Lema:

 

Sr.  Juez:

          Solicito se cite a prestar declaración testimonial al superior del Ministerio de Educaión Sr. Francisco Pablo Olmedo a fin de ampliar sus manifestaciones en fs. 26.

   Asimismo solicito se cite como testigos al Sr. Gregorio Matir y su esposa y al padre del alumno Pablo Goy (fs. 8 y 9); igualmente deberá citarse al Sr. Ricardo Rostán (fs. 9).

Proc. Fiscal, febrero 21 de 1977

Dr. Jorge Francisco Suter

Procurador Fiscal Federal

[firma y sello]

   En momentos en que se está instruyendo la segunda parte del juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos en la Subzona 14, el actual fiscal federal, en un mínimo gesto de reparación de las injusticias padecidas por las víctimas del terrorismo de Estado, debería citar a declarar a los mismos “testigos” mencionados por Suter.

    Como observación final, viene muy a cuento citar las palabras del represor Roberto Esteban Constantino durante la declaración indagatoria en su defensa en el juicio oral  Subzona 14-I, Santa Rosa, 18/10/2010. Dijo Constantino, refiriéndose obviamente a Jacinto Aráuz:

 

Al final del Operativo, el intendente de la localidad invitó al personal militar a un asado, a pedido de la mayoría de los vecinos, en agradecimiento porque habían hecho retornar la tranquilidad al pueblo.

 

¿Queda alguna duda acerca de la entusiasta colaboración en el terrorismo de Estado de un puñado de vecinos de la pequeña población pampeana de Jacinto Aráuz, la cual, dicho sea de paso, sumida en un ominoso silencio, a 37 años del Operativo, se niega a recuperar para la Memoria, la Verdad y la Justicia este vergonzoso episodio de su historia? Esperemos que en el próximo juicio oral Subzona 14-II se avance en el juzgamiento de los colaboradores civiles en el terrorismo de Estado, y más específicamente en su capítulo judicial.

 

(Continúa mañana)

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Una Independencia distinta y soberana

Una Independencia distinta y soberana

Cuando accedemos al 9 de julio, recordamos y/o vinculamos esta fecha registrada en nuestro calendario histórico argentino como el Día de la Independencia.

Hago uso de mis archivos memorísticos además de recurrir a lecturas historiográficas, para elaborar un párrafo con esos caracteres, queda impresa mi lectura respectiva de ese festejo patrio, donde se incluía la identidad nacional. Con la promulgación de la Ley de Educación Pública en el año 1884, además de la obligatoriedad, gratuidad y gradualidad se incorporarían algunos símbolos: bandera, escarapela, próceres y fechas relacionadas con una Historia Oficial, donde este 9 de julio se caracterizaba como destacado.

Ese Congreso convocado a Tucumán en marzo de 18l6, estaba integrado por un número de 33 diputados de varias de las Provincias –no tan- Unidas del Sur. Algunas no pudieron estar presentes, por la recuperación del ejército realista de algunos territorios  llamados por los hispanos Virreinato del Río de La Plata, propiedad de Fernando VII. Otros identificados con la Liga Federal en un estado de guerra civil, tampoco estuvieron presentes a excepción de Córdoba.

La Casa de Tucumán construida en 1760,  era propiedad del comerciante Diego Bazán y Figueroa, aunque estaba en manos del matrimonio de su hija Francisca Bazán. Era un edificio de estilo señorial, cómodo y espacioso, aunque carecía de ornamentos y se ubicaba sobre la calle  “del Rey” –hoy Congreso-. No hay registros de cuando fue alquilada por el Estado para las sesiones del Congreso, utilizada desde marzo de 1816 hasta enero de 1817, fue derrumbada una pared interior para tener un salón de sesiones más cómodo.

El cuerpo de legisladores, dieciocho abogados, nueve sacerdotes, dos frailes y cuatro militares se abocaron a considerar el reglamento interno del Congreso y las cuestiones políticas internas. En cuanto a lo primero, nombraron un presidente que debía ser rotativo, durando cada uno un mes en ese cargo. También eligieron dos secretarios, cayendo la designación en Juan José Paso y José Mariano Serrano. A diferencia de la Asamblea de 1813, se declararon “Diputados del pueblo” y no de la Nación, porque se reconocían representantes del lugar donde procedían y podían ser relevados.

En mayo luego de la renuncia de Rondeau, fue elegido como nuevo Director Supremo el general Juan Martín de Pueyrredón, quien designaba como comandante del Ejército del Norte a Belgrano, en esos momentos embajador ante Gran Bretaña. Belgrano aconsejaba establecer una monarquía temperada para las Provincias Unidas del Sur, ubicar su capital en Cuzco para incorporar al Perú, y con un Rey descendiente de los incas.

Mientras tanto, el general San Martín gobernador de Cuyo, organizando el Ejército de los Andes para ingresar a Chile, le exigía al diputado Godoy Cruz una rápida decisión de soberanía, para romper los vínculos de vasallos del rey de España, intentando recuperar sus territorios en las “Indias occidentales”. Recordemos, San Martín había diseñado con el General Bolívar, un plan estratégico para independizar todos los territorios en el continente del Sur americano; por eso exigía una respuesta urgente.

Finalmente el 9 de Julio de ese año 1816, bajo la presidencia del diputado Laprida, el congreso resolvió declarar a las Provincias Unidas en Sud América –se alteraba el nombre común- una nación libre e independiente, y romper todos los vínculos con el rey Fernando VII. Se redactó un acta en español y quechua, enviando una invitación en carácter de aceptación de la independencia a muchos países, aunque ninguno la aceptó.

 

 

 

Luego se continuaría la discusión en torno al tipo de gobierno –no se resolvió-, y a principios de 1817 el Congreso se trasladaba a Buenos Aires por la presión del ejército realista sobre la frágil frontera al norte. Es cierto, hay que destacar la acción del salteño Guemes, quien repelió las fuerzas del general de la Serna.

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Hecha esta reseña y a modo de epílogo redacto una breve conclusión sobre este recordatorio destacado, de nuestra historia argentina. Constituye un hecho estratégico y necesario para quienes en esa época inicial, tenían un compromiso en la constitución y/o “armado” de un país que necesitaba romper los vínculos coloniales con un imperio en decadencia. Al cobijo y amenazas del creciente gigante imperio británico, esas provincias tendrían duros enfrentamientos entre unitarios y federales, hasta llegar a la etapa de organización bajo el lema Orden y Progreso en los mediados del siglo XIX.

Un sustento ideológico liberal respaldaba la independencia política a la vez que generaba espacios comerciales; nuestro país tenía muchos campos de producción primaria para abastecer la nueva potencia industrial británica. Por eso apoyaban nuestra soberanía, aunque se apropiaban de territorios como las Islas Malvinas por “razones estratégicas”, dado su espíritu colonial expandido en tierras africanas y asiáticas.

Somos un país independiente cuyo cometido debe ser mantener su identidad Argentina, por eso la educación suena a vital y prioritaria. Además desde las esferas de poder se tienen que ejecutar prácticas democráticas, para nuestro resguardo cotidiano. Y en la dimensión internacional estas tareas regulares nos permitirán aquel titulado: Soberanía e Independencia, o sea “Luchamos por la Patria”.-

 

Mario A. Higonet

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Con violencia la pelota no rueda
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Con violencia la pelota no rueda

Por  Mario A. Higonet

Como una extensión natural de los sucesos cotidianos y generales, la oscura Violencia se ha instalado en la mayoría de los escenarios futbolísticos, generando zozobra e inseguridad a quienes se identifican con distintas instituciones: los “hinchas”.

Cuando recurro a ese término, me estoy refiriendo al grueso del componente aficionado e identificado con “los colores del club”,  quienes acompañan como locales o visitantes al equipo cuyas posibilidades son las de ganar, empatar o perder. Cualquiera sea el resultado, estarán presentes en la cancha alentando al equipo, gozando o sufriendo de las posibilidades del juego; con su aporte además sosteniendo la continuidad institucional y de este juego con fuerte Identidad Argentina.

Pero hay un porcentaje minúsculo, oscuro y peligroso, reconocido en el vulgo popular como “barras bravas”, con algunos líderes identificados como jefes de esos personajes, y son quienes han llevado a ese elemento la Violencia a las canchas. Muchos de ellos extienden el poder político de algunos dirigentes y están conectados con espacios comerciales ilegales, como la venta de armas y drogas. Eso explica los altos tenores y escenas de violencia que solemos ver en las distintas y regulares coberturas periodísticas –a veces generando diversas polémicas-, finalizando varias veces con muertes de inocentes hinchas.

Este último fin de semana futbolístico, estuvo interrumpido y suspendido por varios sucesos con estas características, algunos justificados por el presente inestable de clubes históricos como Independiente. Pero los sucesos más violentos tuvieron que ver con manifestaciones de esos personajes que tienen luchas intestinas, por querer mostrarse como los mejores del club, mientras ponen en riesgo la vida de los hinchas verdaderos y la continuidad institucional.

Siempre propongo además de exponer: si hay decisión política se puede cambiar y terminar con esta situación lamentable; también doy el ejemplo de una situación parecida en el futbol inglés con los “hooligans” quienes fueron identificados prohibiendo su acceso a los estadios donde eran habituales. Se ha decidido en la provincia de Bs. As. prohibir el ingreso de los visitantes, una determinación algo apurada y que trata de bajar los niveles de tensión. A mi entender sigue perjudicando a la gente buena, porque aquellos personajes podrán seguir “haciendo de las suyas”.

Para finalizar y coincidiendo con ese factor de la decisión política, quienes tienen el poder en esos ámbitos deben romper esas redes de delincuencia –es cierto, involucra a  algunos dirigentes- para que podamos volver a las canchas y a disfrutar del “fútbol nuestro de cada día”.-

 

 

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