Primero la certeza en cuanto a los celulares espías y ahora la TV… te ve!!!

Primero la certeza en cuanto a los celulares espías y ahora la TV… te ve!!!

La ‘caja boba’ evolucionó de tal manera que de tonta ya no le queda ni un pelo. Los televisores superinteligentes son listos, demasiado listos y ‘solitos’ recopilan gran información… sin que nos demos cuenta. Pues bien, la amenaza inteligente fue noticia esta semana y luego de descubierta fue aceptada por el fabricante de productos electrónicos.

Los televisores ‘inteligentes’ fueron integrando paulatinamente aplicaciones de todo tipo según aumentaron su número y ocurrió lo mismo que con los dispositivos móviles, señalan los expertos.

Se han hecho más que populares y al estar conectados a Internet se multiplica el riesgo de ciberataques, lo que provoca que estos dispositivos estén tan susceptibles de infecciones y virus como los móviles y ordenadores, expresó Eddy Willems, uno de los grandes expertos en seguridad informática.

Cuando Janson Huntley, consultor informático, se fijó en los anuncios que aparecían en el menú de su Smart TV LG. Decidió investigar si su televisor enviaba algún tipo de información identificativa.

Interceptando las comunicaciones de su Smart TV con su router, descubrió que la tele enviaba por Internet, sin encriptar, los canales que estaba viendo y, algo más grave: el nombre de los ficheros de las memorias o los discos duros USB conectados al televisor… con los nombres de sus hijos asociados a los videos familiares que habían guardado!!!

Tras realizar este descubrimiento decidió detallarlo en su blog (DoctorBeet)y comentar paso a paso cómo su televisor recopilaba información y la enviaba a un destino desconocido y como era de esperar, corrió la voz como reguero de pólvora por las redes sociales, y otros usuarios han realizado sus propias pruebas.

Ramblings, por ejemplo, confirma el espionaje y también asegura que registra la hora de encendido y el tiempo de uso de la tele. Además, la recopilación de ficheros no se limita sólo a las memorias USB conectadas, sino a cualquier fichero que circule por la red Wifi local.

Pero no todo quedó en el hallazgo, no, sino que para sorpresa de todos LG, (como SONY el año pasado) reconoció públicamente por medio de un comunicado que este descubrimiento hecho por Huntley: ¡¡¡era cierto!!!

Al parecer y según la escasa información brindada, ‘algunos’ Smart TV de LG hacen honor a su nombre y supuestamente ‘solitos’ recopilan los canales que se ven, durante cuánto tiempo, los ficheros que hay en las memorias USB y los discos duros que se conectan al televisor, así como en toda la red WiFi local, y envían esta información a… LG.

Pensándolo bien, se podría llegar a asociar que tras la necesidad de lograr efectos publicitarios o estadísticos LG recopile los canales sintonizados… aunque igualmente sería inaceptable, pero… ¿Cuál sería la justificación para que además espíe los ficheros de las memorias USB?

Como sea, lo más sorprendente de todo es que LG ha reconocido los hechos: En un comunicado enviado a la web Tom’s Guide, LG admite todas estas prácticas. Recopila información del usuario para que los anunciantes puedan mostrar anuncios personalizados en los menús, y esto ocurre aunque se desconecte dicha opción en el menú de configuración. Sin embargo, afirma que cuando está apagada, la información se envía pero no se almacena.

LG también reconoce que recopilan los nombres de fichero de las memorias USB pero ‘<IC>esos nombres no se almacenan, forman parte de los metadatos sobre programas para ofrecer una mejor experiencia de visionado. Es una función que nunca se llegó a implementar. Ningún dato personal se ha llegado a recolectar ni a almacenar. Esta función también se eliminará con una actualización de firmware<XC>‘.

¿Será así? ¿Cumplirá LG su promesa? No lo sabemos, pero por si acaso al sentarte frente a un televisor inteligente: Sonríe!!! Te pueden estar espiando…

Jaque de hackers al Smart

Aaron Grattafiori y Josh Yavor, expertos en seguridad de la firma ISEC Partners, presentaron un estudio sobre la seguridad de los Smart TV en la conferencia de hackers Black Hat, celebrada en Las Vegas. Ellos se propusieron hackear un Smart TV de Samsung, y reconocieron que no les costó mucho esfuerzo.

Los televisores inteligentes disponen de un sistema operativo capaz de ejecutar apps, y un navegador para visitar páginas webs y acceder a servicios online. Así desde el propio televisor se puede leer el correo, acceder a las redes sociales, ejecutar programas, o realizar videoconferencias si hay una webcam conectada. También es posible conectar discos duros o sticks de memoria USB para ver videos o películas personales. Dispositivos de almacenamiento que a veces incluyen datos personales.

Grattafiori y Yavor descubrieron que un Smart TV de Samsung es simplemente un dispositivo Linux con un navegador basado en WebKit, en síntesis: vulnerable a los mismos ataques sufridos por los ordenadores. Ambos hackearon la aplicación Java llamada SmartHub, que controla todos los servicios de Smart TV de los televisores de Samsung y tomaron el control de la webcam conectada a la tele, para espiar los alrededores. Mediante ataques DNS y drive-by-download accedieron a robar datos privados del Smart TV (historial de navegación, cookies), así como de los dispositivos conectados al televisor, y de la propia red WiFi. También se hicieron con el ‘botín’: tomaron Skype para resetearlo y controlar las APIs de aplicaciones Java vulnerables.

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Los pampeanos dejan en el casino $ 400 millones al año

Los pampeanos dejan en el casino $ 400 millones al año

Por Juan José Reyes “La Arena”

Se calcula que hay aproximadamente nueve mil jugadores compulsivos en la provincia. El Estado se beneficia de esta situación a partir del cobro que hace a través del Instituto y de Rentas
Nuestros comprovincianos baten récords de apuestas en el casino santarroseño durante 2013. Se calcula que asisten unas tres mil personas tanto de la capital provincial como de localidades vecinas y ciudades cercanas a La Pampa (llegan entre 20 y 30 micros por fin de semana).
Según datos oficiales -como se aprecia en el cuadro anexo-, el Casino Club le abonó al Instituto de Seguridad Social (ISS) $10.876.400 en el período enero-octubre de 2013. Y si bien el canon es una suma fija, los números de la Dirección General de Rentas (DGR), donde paga una tasa del 10 por ciento, dan cuenta que la facturación de la sala de juego superaría los 400 millones de pesos anuales. Es decir, más de lo que costará la mega obra del nuevo Hospital de Alta Complejidad.
Casino Club es la cadena más grande de salas de juego de la Argentina (tiene 27 instaladas en el país) y también de Latinoamérica. La ruleta, el poker y sus torneos, los craps (dados), el black jack, el punto y banca o las máquinas tragamonedas son los principales atractivos de la mayor industria de los juegos de azar en La Pampa.
La cifra de dinero que apuestan los pampeanos parece una afrenta a la modesta sociedad en la que vivimos.

Ludópatas crónicos.
El impulso irreprimible de jugar en un casino es patológico, según determinan los especialistas, y lamentablemente cada día tiene más adeptos en La Pampa: alcanza al 3 por ciento de la población, es decir, hay aproximadamente 9 mil jugadores compulsivos en la provincia. El dinero que dejan día a día es inconmensurable. Basta pensar en el canon que le abona el Casino al ISS, que cuenta con una cláusula gatillo que no puede ser inferior a los 200 mil dólares al mes y que aumentará un 5% anual a partir del primer día del año 2015, en forma acumulativa y hasta la finalización del plazo de la concesión. Esto da cuenta de las enormidad de las cifras del juego.
La gente que cae en la irresponsabilidad del juego es preocupante más allá que, como se explicó, entre el canon al ISS y lo que se paga a la DGR, quede mucho dinero a las arcas públicas, algo que, por otra parte, lamentablemente es propiciado por el mismo Estado.
Como dice el adagio, de enero a diciembre el dinero se lo queda el banquero; en este caso, el complejo enclavado en la Avenida Arturo Illia 650, que no cierra nunca.
El Casino posee 16 mesas de ruleta, cinco de black jack, tres de punto y banca, cuatro de craps (juego de dados) y tres mesas de poker. Todo ello junto a más de 300 máquinas tragamonedas que promocionan sensacionales Jackpots (los llamados Pozos Acumulados). Toda una parafernalia.

Acuerdo y hotel.
La empresa tiene la concesión hasta 2026, según quedó plasmado en el acuerdo firmado el 28 de julio de 2011 entre el ISS -representado por su titular, Miguel Tavella- y el Casino Club S.A. de Santa Rosa, propiedad del empresario kirchnerista Cristóbal López. También se definieron las cifras del canon mensual ya referido, en dólares de acuerdo a la cotización de cierre del BNA. Y se incluyó el envío a la Legislatura de un proyecto de Ley para que el incremento del canon se destine íntegramente al Sempre.
Además se rubricó una addenda para levantar un hotel 4 estrellas, hoy en plena construcción, junto al cierre definitivo de la sala de máquinas tragamonedas del centro santarroseño cuando finalice la obra.
En aquel momento, la firma concesionaria se comprometió a invertir una suma de dinero no inferior a los “pesos setenta y tres millones quinientos setenta y cinco mil ($ 73.575.000), neto de IVA”
El hotel contará con 81 habitaciones y 162 plazas, un centro de convenciones para 350 personas junto con la ampliación de la playa de estacionamiento actualmente existente. La obra deberá estar completamente ejecutada y el monto comprometido totalmente invertido dentro de un plazo de ejecución de treinta y seis meses
Una vez finalizada la obra, el Casino procederá al cierre definitivo de la sala de máquinas tragamonedas que actualmente funciona en la calle Hilario Lagos 155, de la ciudad de Santa Rosa. Se previó como plazo máximo el 26 de octubre de 2014, fecha en que se cumple el tiempo estipulado para concretar la inversión, o a la fecha de habilitación del hotel y sala de convenciones, si ésta fuera anterior.
El cierre de la sala de tragamonedas del centro resolverá el cuestionamiento público que surgió en vista a que su ubicación generaría algún problema de tipo social. El compromiso de la firma es no producir despidos en el personal ya que se mantendrán los puestos de trabajo reubicando a los trabajadores en el hotel o en el casino.
Aún así es una irreverencia la cantidad de sueldos, mayormente de los que menos tienen, que descansa mes a mes en el Casino.

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Manual para entender las elecciones legislativas en La Pampa

Manual para entender las elecciones legislativas en La Pampa

El ser peronista, los eternos segundos y la gran aventura
¿Qué dejó la votación del domingo? La centralidad del PJ, ya sea marcha adelante o marcha atrás. Los peligros del voto castigo o la estrategia de la traición. La falta de lógica como elemento de la política pampeana.

Norberto G. Asquini

Hay dos miradas posibles, si simplificamos el amplio espectro de opiniones, sobre los resultados de las elecciones legislativas del domingo en La Pampa. La primera es la exitista, marcada por el fuego de las pasiones. La segunda, más reposada y de largo aliento. Vamos por este camino.

“Peronistas somos todos”.

El primer dato a tener en cuenta de estas legislativas es la centralidad del peronismo en la vida política de La Pampa. Por un lado, el PJ jorgista ganó con una mala performance -con una campaña pobre, las otras líneas en contra y un candidato insulso-, pero es tan central el peso del justicialismo que hasta los resultados de la segunda y tercera fuerza no pueden ser analizados sin su incidencia y su presencia. De hecho, la “oposición interna” en el PJ -la hubo vernista y de las otras- volcó las urnas para que el tercero, el debutante PRO, consiguiera un diputado nacional de los tres que había en juego, y ayudó a que el Frepam lograra llegar a los 69.000 votos. Pese a todo esto, el PJ jorgista ganó -aunque fuera por menos de 1.500 votos- los comicios. Y el justicialismo puede perder una elección -que no fue el caso aunque olió a derrota-, pero no el poder.

 Internismo furioso.

El resultado para el PJ no fue el mejor. La infografía que acompaña esta nota comparó las elecciones a diputados nacionales en las tres décadas de democracia y la ubican entre las tres performances más flojas del partido gobernante. Pero no estuvo detrás de la boleta todo el PJ, sino el jorgismo. Desde las otras líneas hubo quienes trabajaron y la votaron en contra.

Ese es el otro elemento: el internismo furioso que arrastra el PJ en la era posmarinista de la política pampeana después de 2003. Lo sufrió el marinismo en 2005, hubo una elección interna en 2007, tuvo que remarla el mismo Carlos Verna en 2009 y el gobernador Oscar Jorge sobrellevó una de las performances más bajas en elecciones ejecutivas en 2011 a pesar del “efecto CFK”.

 “Estrategia de la traición”.

La fractura es tan profunda que hasta se legitiman prácticas que antes eran vergonzantes como el “voto castigo” -según la versión del que lo usa- o la “estrategia de la traición” -según el que lo sufre-. El problema es que la utilización habitual de esta táctica para astillar a la línea contraria dentro del mismo partido tiene efectos nocivos a futuro. El votante pierde la noción de verticalidad y lealtad interna, y todo se vuelve relativo, hasta el valor del voto. La dirigencia deberá medir los peligros de tensar esa cuerda, porque las consecuencias las van a tener que digerir tarde o temprano todos los sectores. Gérmenes autodestructivos que hacen su trabajo. Así, la identidad peronista no solo está partida en la provincia, sino en vías de desgaste producto de la feroz interna. Aunque también hay que reconocer que está en el ADN del peronismo la regeneración permanente.

 Las culpas propias también.

La infografía muestra otro punto. Durante la hegemonía marinista el porcentaje de sufragios oficialistas cuando se elegían diputados nacionales no bajaba del 40 por ciento. Ahora, con la crisis de conducción que sufre el PJ, no hay una sola visión de lo que representa el “ser peronista” y el rumbo que debe tener el justicialismo, sino tres o más versiones. Igualmente, esta tendencia no es solo local, sino que está potenciada por lo que ocurre a nivel nacional.

Igualmente no hay que confundirse. Se puede buscar un culpable externo a una victoria tan ajustada -todos apuntaron al vernismo, que tuvo su influencia-, pero las culpas también son propias. Muchos jorgistas podrían escribir el manual de lo que no se debe hacer para ganar una elección. Sintieron la falta de una construcción política más sólida -el gran problema que tiene hoy Compromiso Peronista- por la cerrazón de los que detentan el poder, una confianza desmedida en los resultados de las primarias que hizo que muchos le escaparan a la calle y la burocratización propia del funcionarato. Esto contrastó con quienes apuntalaron las elección y fueron los protagonistas del domingo: los intendentes justicialistas. Una vez más, demostraron su desarrollo territorial y por dónde pasa el poder de la línea. Ahora piden pista para 2015.

 El elemento imprevisto.

Vamos a otro elemento más, que ya lo hemos marcado anteriormente. Hay en la política tendencias históricas que se mantienen, y a las que se debe aferrar un analista político, pero la falta de lógica en muchas cuestiones políticas ha sido un ingrediente presente en el escenario pampeano de la última década. Decíamos en una columna anterior que las elecciones de medio término eran previsibles, siempre quedaban dos diputados para el oficialismo y una para la oposición. Otra regla que se rompió en los últimos años. Pero la buena elección del PRO parece ser solo una cuestión coyuntural dentro de la continuidad y estabilidad de la política pampeana.

Igualmente, hay que ver a futuro lo que ocurre con la “gran aventura” de Javier “Colo” Mac Allister: han sido incontables las terceras fuerzas sin raíces territoriales que se desvanecieron poco después. La banca para el PRO fue un “regalo del cielo” para Mac Allister. Por primera vez una tercera fuerza de derecha consigue un diputado nacional en los últimos treinta años. Una muestra más de que el peronismo obra milagros en casi todo lo que toca en política.

 Eternos segundos.

El Frepam hizo una muy buena elección en Santa Rosa y aumentaron los votos en la provincia con respecto a las primarias. Hubo aporte propio, pero no hay que engañarse. Festejaron que el PJ perdiera un diputado, pero no lo ganaron ellos. Parte del síndrome del eterno segundo.

El resultado muestra las limitaciones que tiene ese frente para ser opción de poder. El aumento en 6.700 sufragios fue producto de una parte del voto peronista que castigó a la presidenta, a Jorge y al intendente Luis Larrañaga en la capital.

La elección realizada no fue mejor que otras que tuvo en los últimos años el Frepam, como se observa en la infografía. Se cumplió y mejoró con el piso, y a pesar de eso, no ganaron la provincia. De hecho, la mayoría de los votos que se fugaron del peronismo fueron hacia el PRO y no hacia el Frepam, mostrando una debilidad de origen en sus pretensiones. Deberían preguntarse por qué no se los elige más allá de los votantes propios. Por lo pronto, ya se lanzaron posibles candidatos al calor del resultado de una elección puntual. El mismo exitismo recorrió sus filas por los resultados de 2005 y dos años después las expectativas chocaron con las urnas. De la ilusión a la realidad de competirle al PJ en una ejecutiva, hay un paso muy grande.

¿Unidos o desorganizados?

El PJ pampeano no tiene hoy posibilidad de resolver el antagonismo que lo recorre. Las visiones entre las líneas son contrapuestas y enfrentadas. Prima la lógica binaria del amigo-enemigo. Las contradicciones internas galopan su presente. La división Santa Rosa-General Pico parece haber renacido. La confrontación final parece que se dará en 2015 y seguramente una interna podría reencauzar a la unidad la división actual. Igualmente, lo que demostraron estas elecciones es que el PJ es fuerte hasta cuando está golpeado.

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Los valdenses de Jacinto Aráuz

Los valdenses de Jacinto Aráuz

Al final de todo menú, llega el postre, en este caso un postre de sabor agridulce, pero que complementa muy bien los platos anteriores. Con él concluye esta serie de notas sobre el Operativo Aráuz, del que se acaban de cumplir 37 años sin que aún TODOS los responsables (incluidos los civiles) de aquel delirante, aunque doloroso hecho, hayan rendido cuentas ante  la justicia.

 Postre

Los valdenses de Jacinto Aráuz

Por Guillermo Quartucci

 

En un reciente viaje a Italia, tuve la oportunidad de visitar, entre otras ciudades, Roma y Turín, urbes plenas de sugestión y poseedoras de una larga historia que se remonta a los siglos anteriores a nuestra era, cuando los romanos empezaban a construir lo que más tarde sería el todopoderoso Imperio. Pero no es ésta una crónica que pretenda referirse a las maravillas culturales que a cada paso jalonan ambas ciudades. Más bien, lo que intenta es centrarse en algunos “descubrimientos” casuales, efectuados en largas caminatas sin un objetivo determinado, de aspectos que difícilmente figurarían en una guía turística. Concretamente, dos fueron los descubrimientos que me hicieron reflexionar sobre hechos insoslayables de reciente data (exactamente hace 37 años) acaecidos en una latitud tan alejada como la de una población de la provincia de La Pampa, en Argentina, relacionados con la fe valdense.

Mi primer contacto con esta derivación temprana del cristianismo se produjo hace casi cuatro décadas, cuando tuve la oportunidad de trabajar como docente en el Instituto José Ingenieros de la localidad pampeana de Jacinto Aráuz, a partir de marzo de 1976. Como es bien sabido, en Jacinto Aráuz existe una muy extensa colonia valdense asentada allí desde los albores del siglo XX. Surgidos en la Europa medieval como una derivación crítica de las políticas y el dogma de lo Iglesia romana, los valdenses, no obstante su fervor cristiano, muy pronto fueron puestos en la mira de las autoridades católicas que los consideraban un peligro para su futuro desarrollo. Propugnando la vuelta a los valores primitivos del cristianismo, sobre todo el rescate de valores como la pobreza y el culto sin intermediarios de la figura del Jesucristo de los humildes que se presenta en el Nuevo Testamento, los valdenses fueron muy pronto tildados por la jerarquía eclesiástica de “herejes” a los que había que borrar de la faz de la tierra. A lo largo del prolongado medioevo europeo, las persecuciones a sus inquebrantables seguidores se fueron haciendo cada vez más feroces, al punto de ser  obligados a emigrar de las tierras que los habían visto nacer –el Mediodía francés- hacia otras regiones de Europa donde eventualmente se encontrarían más protegidos. Uno de estos destinos fueron los famosos valles valdenses, enclavados en las inhóspitas alturas de los Alpes, a ambos lados de lo que hoy constituye la frontera entre Francia e Italia. En Italia, esos valles se encuentran situados a escasa distancia de la ciudad de Turín, en la región del Piemonte, otrora reino de los Saboya.

Después de tres siglos de relativa paz, con la creación del feroz Tribunal del Santo Oficio –más conocido como Inquisición-, diseñado especialmente para perseguir y acabar con las nuevas corrientes cristianas (lo que se conoció como Protestantismo) que se enfrentaban al papado de Roma y a las monarquías aliadas que en esos momentos controlaban Europa, la relativa paz de que los valdenses habían gozado en los casi inaccesibles valles de la cadena alpina, se vio interrumpida por una nueva serie de embates provenientes esta vez de la Santa Inquisición. Los siglos XVI y XVII, en ese sentido, significaron la época más trágica para la fe valdense, después de la despiadada persecución en sus tierras de origen, en la cual miles de seguidores fueron masacrados, arrojados a las terribles prisiones de la época o ejecutados sin miramientos  en lugares públicos para que sirvieran de escarmiento a los que osaran enfrentarse al poder de la Roma pontificia.

Italia fue uno de los países europeos que más tarde alcanzó su unidad política, ya bien avanzado el siglo XIX (1870). Hasta ese momento, la nación estaba fragmentada en pequeños, pero poderosos reinos, controlados por potencias extranjeras, familias aristocráticas locales de largo arraigo, o el inefable Papado romano. En el norte, el ducado de Saboya, con capital en Turín, estaba gobernado por la poderosa familia que le daba nombre. Roma, como capital de los Estados Pontificios, se encontraba directamente bajo el control del papado, cuyo brazo más prominente y ominoso lo constituía la Inquisición, encargada, entre muchos otros “santos oficios”, de perseguir y aniquilar a todos aquéllos que se opusieran a los designios de la Iglesia, en especial los que refutaban su autoridad como únicos representantes de Cristo, es decir, los “herejes”.

 

Roma

En la calle Via del Banco di Santo Spirito No. 3 de la capital italiana, a escasos metros del bello puente flanqueado por los famosos ángeles de Bernini que atraviesa al río Tiber, uniendo la ribera izquierda con la imponente mole del Castel Sant’Angelo, me topé por casualidad, adosada a la pared de un casa antigua sin ninguna pretensión, con una placa de mármol en la que una inscripción en italiano en letras rojas (la traducción al español es mía) reza lo siguiente:

 

EN MEMORIA DE

GIOVAN LUIGI PASCALE

(1525-1560)

PASTOR VALDENSE

AJUSTICIADO EN ESTE LUGAR POR LA INQUISICIÓN

A 450 AÑOS

LAS IGLESIAS VALDENSE Y METODISTA DE ROMA DECLARAN

 

“AUN CUANDO CAMINASE POR EL VALLE DE LA SOMBRA Y

DE LA MUERTE  NO TEMERÉ MAL ALGUNO

PORQUE TÚ ESTÁS CONMIGO”

                                                                               SALMO, 23, 4

 

   La primera pregunta obligada que me vino a la cabeza en cuanto leí la inscripción de  esta placa fue: ¿Quién habría sido este pastor valdense del siglo XVI de nombre Giovan Luigi Pascale? Y a continuación, si bien los imaginaba: ¿Cuáles habrían sido los motivos por los cuales fue ajusticiado por la Santa Inquisición?

El valdense Giovan Luigi Pascale había nacido alrededor de 1525 en Cuneo, Piemonte, en el entonces ducado de Saboya, y por sus simpatías con el movimiento protestante encabezado por Calvino se trasladó a la vecina Ginebra. Calvino mismo, simpatizante de la causa valdense, envió al treintañero Giovan a la región de Calabria, con la misión de que predicara las teorías de la Reforma a los valdenses estacionados allí desde su salida del Sur de Francia, tres siglos antes. En la localidad de La Gàrdia, que en la lengua occitana hablada por los valdenses equivalía a La Guardia (hoy Guardia Piemontese), Giovan Pascale predicó la doctrina que negaba el Purgatorio, el culto a los santos, mortificaciones como el ayuno, el celibato de los sacerdotes, las riquezas de la Iglesia, la connivencia entre las monarquías temporales y las jerarquías católicas, entre otras cosas. Puesto en la mira de la Inquisición fue arrestado y, después de peregrinar por varias cárceles, trasladado a Nápoles, donde fue juzgado por el Tribunal del Santo Oficio y condenado a la hoguera. El patíbulo se levantó en Roma, en la orilla izquierda del río Tiber, frente al Castel Sant’Angelo, y allí fue quemado en público, después de haber sido degollado. La ceremonia se llevó a cabo el 29 de septiembre de 1560.

A partir de allí, comenzó la persecución de los valdenses de Calabria, que concluyó con el genocidio del que fueron víctimas unos dos mil fieles, entre ellos los 88 mártires de Guardia Piemontese que fueron degollados a las puertas de su templo, ubicado en la parte alta de la población, de tal manera que la sangre que corría hacia abajo alcanzó la principal puerta de acceso al pueblo amurallado, la que más tarde sería bautizada como Porta del Sangue (Puerta de la Sangre) en referencia  al río rojo que se deslizó hasta ella. Estos trágicos y escalofriantes hechos ocurrieron el 5 de junio de 1561. Los valdenses de La Gàrdia, sin embargo, fueron los únicos sobrevivientes de todas las poblaciones de Calabria donde radicaban  personas de esa fe, y ahí siguen en nuestros días.

 

Turín

En idéntico deambular sin rumbo fijo por las calles de la antigua capital del otrora Ducado de Saboya, me topé de pronto con una gigantesca mole de ladrillo rojo, una fortaleza medieval de las que abundan en Italia y que siglos atrás servían de bastión de defensa a las capitales de los diferentes reinos. Su nombre: la Cittadella (la Ciudadela). Cuál no sería mi sorpresa cuando, al acercarme a una placa de mármol adosada a uno de los muros del colosal edificio, me encuentro con una placa de mármol cuya inscripción rezaba:

 

DOSCIENTOS VALDENSES, CON SUS PASTORES,

SUFRIERON ENTRE ESTOS MUROS

UNA CRUEL Y TRÁGICA PRISIÓN

A CAUSA DE SU FE.

1686-1687

 

                                      INSTALADA POR EL  MUNICIPIO EL 18-5-2002

 

   En 1686, Vittorio Amedeo II, cabeza del Ducado de Saboya, sobrino político del rey francés Luis XIV (aliado de la Iglesia y  acérrimo perseguidor de protestantes), decreta fuera de la ley a los valdenses que estaban asentados en su territorio desde hacía varios siglos, profesando en paz sus creencias Los habitantes de los valles alpinos, después de una tenaz, si bien inútil resistencia, fueron diezmados por el ejército del duque y los sobrevivientes hechos prisioneros el 3 de junio de 1686 u obligados a huir hacia la cercana Suiza, donde el intenso movimiento protestante garantizaba su supervivencia. Es muy probable que la comunidad valdense de los valles alcanzara entonces la cifra de 14 mil almas: hacia junio de 1686, más de dos mil habían sido asesinados y 8 mil 500 arrojados a las cárceles del Piemonte, entre ellas, la terrible Ciudadela de Turín, donde durante 10 meses se debatieron entre la vida y la muerte 200 valdenses entre los que se contaban hombres, mujeres, niños y pastores. En la cárcel de Carmagnole fueron hacinados mil 400 prisioneros y en la de Trino, un millar. De ellos sobrevivieron, en la primera 400 y 46 en la segunda. Entre los sobrevivientes de la Ciudadela se encontraba Bartolomeo Salvagiot, quien dejó un estrujante testimonio de lo que fueron esos terribles meses en las mazmorras de los Saboya. Los que sobrevivieron a la ordalía fueron liberados el 27 de febrero de 1687, cuando el duque decidió aflojar la mano vis á vis sus recientes diferencias con el monarca francés.

 

Jacinto Aráuz

El 14 de julio de 1976 se desata en la población de Jacinto Aráuz, departamento de Hucal, La Pampa, Argentina, una “moderna” cacería de brujas propiciada por un grupo de vecinos que veían con muy malos ojos la presencia de algunos forasteros, casi todos ellos docentes del Instituto José Ingenieros, de nivel secundario. Como consecuencia, varias personas, en su mayoría profesores del Instituto, fueron secuestradas, torturadas en dos centros clandestinos de detención improvisados en el pueblo y algunas de ellas privadas durante meses ilegalmente de su libertad. El Operativo, dirigido personalmente por el Mayor Luis Enrique Baraldini, Jefe de la Policía de La Pampa, estuvo integrado por alrededor de 150 efectivos de tres fuerzas: el Ejército de la Subzona 14, la Policía Provincial y la Policía Federal. Llevado a cabo por un número desmesurado de uniformados en vivo contraste con un pueblo perdido en la Pampa seca argentina de poco más de mil habitantes, fue la culminación de un trabajo de meses de los servicios de inteligencia, primero de Bahía Blanca, a través del SIN (Servicio de Inteligencia Naval), y después del Golpe del 24 de marzo de 1976, por la Subzona 14, constituida a partir de fines de octubre de 1975, ahora con jurisdicción militar plena sobre el territorio provincial en su misión de combatir la “subversión apátrida”.

Todas las víctimas provenían de fuera de Jacinto Aráuz, si bien hubo una importante excepción: Samuel Bertón, un hombre de profesión mecánico, integrante de la Comisión de Padres que administraba la escuela, fue secuestrado, torturado en el Puesto Caminero situado a la vera de la Ruta 35, a poca distancia de Jacinto Aráuz, y recluido en  el penal de Santa Rosa, capital de la provincia, donde permaneció casi dos meses, al cabo de los cuales fue liberado, previa firma forzada de un documento donde asumía haber pertenecido a una célula subversiva y se comprometía a “portarse bien” en el futuro. Bertón nunca pasó por las instancias judiciales a las que posteriormente fueron sometidos los demás secuestrados, finalmente blanqueados a partir de octubre de 1976, y juzgados en los tribunales civiles cómplices de la represión, acusados de transgredir la ley 20840.

La peculiaridad que distinguía a Samuel Bertón de los demás encarcelados, además de ser alguien del pueblo, era su filiación valdense, fe que profesa un considerable número de habitantes de Jacinto Aráuz, descendientes de quienes durante siglos sufrieran  una encarnizada represión en Europa. También el pastor valdense de ese momento,  Gerardo Nansen, fue secuestrado y torturado en el Puesto Caminero, pero al cabo de varias horas fue liberado y muy pronto se marchó del pueblo.

¿Qué era lo que había sellado el destino de Samuel Bertón, hijo dilecto del pueblo, respetado por sus cualidades humanas y su culto al saber?  La respuesta es sencilla, aunque difícil de asimilar: en la comunidad valdense de Jacinto Aráuz había “hermanos” que no veían con buenos ojos las preocupaciones sociales que abiertamente mostraba Samuel Bertón. Una prominente figura de la comunidad, miembro del Consistorio local en algún momento, fue la que hizo llegar la voz de alarma a la inteligencia de Bahía Blanca, denunciando a Bertón y al anterior pastor valdense Carlos Delmonte –ambos fervientes promotores de la creación, a partir de 1970, del instituto secundario del pueblo- como “zurdos y che maoístas” (sic). Asimismo, fueron denunciados por este prominente valdense de Aráuz el párroco de la zona, Valentín Bosch, y el pastor de la Iglesia Reformada Suiza, Felipe Adolf, que en una ocasión visitara el pueblo conduciendo a un grupo de estudiantes secundarios de Capital, para propiciar un encuentro ecuménico con jóvenes locales que se llevó a cabo en el salón de actos de la comunidad valdense, muy activa por esos años en la promoción de eventos de significación social y cultural. También la profesora de geografía del Instituto, perteneciente a la comunidad valdense, fue denunciada, aunque por algún motivo quedó al margen de la represión. Las denuncias del prominente valdense estás registradas en la Causa 482/76 abierta a los que permanecieron detenidos en la Unidad Penal de Santa Rosa.

Samuel Bertón no pudo superar las heridas provocadas por las injustas y dolorosas  circunstancias a las que fuera sometido, lo cual provocó en él un estado de tristeza y melancolía que muy pronto lo condujeron a la enfermedad y la muerte. Sin embargo, poco antes de su fallecimiento, dejó registrados, ante escribano público, los nombres de quienes habían propiciado su calvario, entre ellos, algunos “hermanos” de su propia fe incluido el prominente valdense.

Es difícil de entender cómo una comunidad que fuera objeto de persecuciones implacables a los largo de siglos por parte de la intolerancia de los hombres del poder temporal y espiritual europeo, haya producido algunos especimenes que, olvidando ese largo camino de lucha contra la opresión, se hayan vuelto contra sus propios hermanos.

 

Colofón

Hace poco más de dos meses, el 5 de junio del corriente año, se llevó a cabo en Guardia Piemontese (Calabria), emblemática población para la fe valdense, la VI Jornada de la Memoria[1] destinada a conmemorar los trágicos acontecimientos de que fuera testigo la Puerta de la Sangre, ocurridos cuatro siglos y medio antes. El principal orador del acto, junto a la Roccia di Val Pellice, monumento que recuerda a los valdenses de los valles alpinos en Calabria, poniendo el acento en la trágica historia de persecuciones de que fueran objeto, se refirió sin embargo con optimismo al futuro afirmando con energía que el objetivo es construir entre todos una “sociedad solidaria”.

Si en Calabria, después de tantos siglos, se sigue manteniendo viva la llama sagrada de la Memoria, ¿cuándo en Jacinto Aráuz se hará un ejercicio colectivo semejante destinado a superar definitivamente hechos dramáticos de un pasado reciente que ensombrecen su breve historia?

 

(Fin)



[1] Véase el video en  http://www.youtube.com/watch?v=i0iKIEKMBuo.   La VI Jornada de la Memoria fue organizada por la administración comunal de Guardia Piemontese para recordar la persecución de los años 500 a los valdenses, en particular la masacre del 5 de junio de 1581 de la que fueran responsables las tropas del papa Pío IV y del cardenal Michele Ghislieri, máxima autoridad de la Inquisición y futuro papa Pío V.

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Fuga en el Oriente… de La Pampa

Fuga en el Oriente… de La Pampa

Tercera parte del menú, el Operativo Aráuz, en un tono más narrativo y, por lo tanto, menos pesado. ¡Esperemos que no le caiga mal al lector!

Segundo plato 

Fuga en el Oriente… de La Pampa

Por Guillermo Quartucci

 

Una de las obras más representativas de la literatura clásica japonesa son los Cuentos de Ise, escritos en el siglo IX por un aristócrata de nombre Ariwara no Narihira. Incluido en la colección Biblioteca Personal de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Edit. Hispamérica, 1985), el libro consta de 125 historias breves, en cada una de las cuales se combinan prosa y poesía, esta última del género tanka o “poema breve” de 5 versos. Cada una de las historias comienza invariablemente con la expresión  Había una vez un hombre… (Otoko arikeri, en japonés). A la manera de los Cuentos de Ise, presentamos al lector el siguiente relato:

 

Había una vez un hombre optimista  que se negaba a aceptar que la maldad reinara en el mundo. Cinéfilo admirador de Ingmar Bergman, su película El demonio nos gobierna le parecía fascinante como planteamiento filosófico, aunque consideraba que la realidad era mucho menos sombría y perversa que la propuesta por el director sueco: después de todo, el ser humano era una criatura destinada a alcanzar la luz y, con mucho esfuerzo, el estado de gracia, aunque en ocasiones la vida le pusiera obstáculos a primera vista insalvables.

El hombre, como se habrá notado, desconfiaba de los preceptos de la iglesia, y más bien su optimismo radicaba en la creencia de que el correcto funcionamiento de la naturaleza y la razón humana constituían los nutrientes de ese optimismo inveterado que canalizaba en la docencia, el camino elegido para estar en armonía con el prójimo y con los asuntos de este mundo, que son, en definitiva, lo único que consideraba auténtico.

A mediados de marzo de 1976 el hombre comenzó a enseñar historia en el colegio secundario de una pequeña población de la pampa seca argentina llamado Jacinto Aráuz, para lo cual viajaba una vez por semana en un desvencijado ómnibus desde Bahía Blanca, donde residía con sus padres. Así, transcurrieron cuatro meses sin que ningún sobresalto –a excepción del golpe militar del 24 de marzo- se interpusiera en el camino que se había trazado hasta las vacaciones escolares de invierno, que comenzarían a mediados de julio de ese año, después de las cuales emprendería su derrotero hacia tierras lejanas en búsqueda de nuevos horizontes que le ayudaran a perfeccionar el camino elegido.

La ruta 35, que une Bahía Blanca con Jacinto Aráuz, era el espacio físico por el que el hombre se desplazaba, en medio de un paisaje semiárido sembrado de paja vizcachera en el que sólo de vez en cuando se erguía a duras penas algún arbolito achaparrado cuya evolución de siglos le había permitido sobrevivir en el inhóspito erial al cual los pueblos originarios, antes de ser exterminados por el hombre blanco, denominaban Huecuvu Mapu, la “tierra del diablo”. Si bien aparecía nuevamente la palabra con la que los primitivos habitantes aludían a un ser equivalente a la criatura roja con cuernos y tridente imaginado por la iconografía cristiana, el hombre prefería interpretar aquella imagen como una metáfora de un lugar carente de agua, propicio sólo para ser habitado por seres siniestros nacidos de la superstición de los mortales.

La mañana del 14 de julio amaneció muy fría. El viaje hasta Jacinto Aráuz fue tranquilo, como era habitual. Cuando el ómnibus llegó a destino, el hombre enfiló hacia la escuela secundaria. Eran las once menos cuarto de la mañana y la clase en tercer año empezaba a las once. Tenía el tiempo suficiente para atravesar las vías del ferrocarril que dividían en dos al pueblo y tomar unos minutos de aliento antes de comenzar la tarea. Sentado en el andén de la estación se encontró con un empleado quien, al verlo, le dijo:

─ ¿Usted va a la escuela? Mire que desde la mañana temprano llegaron militares y policías, y se están llevando a los profesores.

El hombre, más que temor sintió sorpresa ante el comentario, pues en aquella pequeña población rural perdida en el desierto pampeano aparentemente nunca pasaba nada. Pese a las dudas, sin otro lugar adonde dirigirse más que a la escuela, echando mano al optimismo que lo caracterizaba, pensó que lo más prudente era hacerse presente con la seguridad de que no habría de tener ningún problema.

Los alumnos de tercer año acababan de sentarse, después del consabido “buenos días, profesor” exclamado al unísono, cuando se abrió la puerta del aula y entraron dos soldados jóvenes con sendas armas largas al hombro, que le preguntaron por su nombre. Al responderle que en efecto era a quien ellos buscaban, cada uno tomó por un brazo al profesor y lo sacaron al pasillo. Allí lo pusieron de cara a la pared para palpar su cuerpo, como buscando armas. Después lo condujeron hasta un vehículo estacionado pegado al mástil del patio, con una inscripción del gobierno provincial en la puerta, junto al cual estaba parado un uniformado. Éste, sin pronunciar palabras, le quitó los lentes y los guardó en el bolsillo del abrigo del hombre. Después de cubrirle los ojos con una venda improvisada, con la bufanda le ató bien fuerte las manos por detrás, y lo empujó a la parte posterior del vehículo. ¡El hombre estaba siendo secuestrado!

Lo que sucedió en el resto de la jornada parecía formar parte de un rompecabezas que al hombre optimista le costaba armar. Hubo interrogatorios en la comisaría local, siempre con los ojos vendados, en los que, golpe va, golpe viene, y un arma percutida en las sienes, el torturador le preguntaba cosas inverosímiles relacionadas con la subversión y le tiraba nombres de personas de Bahía Blanca, algunas de las cuales conocía de la universidad, siempre con la amenaza de que “no hablar te puede costar Rawson o la vida”. Después de esta sesión de tortura, fue llevado a la cocina de la comisaría, donde circulaban mujeres que diligentemente preparaban café o lavaban la vajilla. En un momento, un niño de nombre Claudio, al parecer hijo o nieto de una de las mujeres a la que algunos llamaban Negra y otros señora Arellano, se acercó al hombre inmovilizado que estaba sentado en una silla. La madre o abuela le dijo entonces:

─ ¿Viste? Así ha estado toda la mañana, sin moverse, como una estatua.

El niño parecía estar resfriado pues el hombre sentía muy cerca de él el sonido de su respiración dificultosa mientras lo observaba. Después, tras serle quitada la venda por unos instantes, al hombre le hicieron firmar una declaración mecanografiada que no tuvo tiempo de leer.

Las horas transcurrían y finalmente alguien, sacando al hombre del calabozo que había sido su último destino después de rodar por varios recintos de la comisaría, le cambió la bufanda que inmovilizaba sus muñecas por unas esposas de metal a las que ajustó con sumo cuidado, igualmente por detrás. Ni el hombre, ni el desconocido que ejecutaba con precisión la rutina, podrían haber imaginado que ese pequeño detalle del cambio de una bufanda por esposas jugaría un papel clave en los hechos que se sucederían un par de horas después.

El hombre fue sacado de la comisaría y subido al mismo vehículo de la mañana. La venda, al cabo de las horas, hacía que los ojos le ardieran. Pidió al conductor del vehículo, junto al cual iba sentado, el mismo que lo había llevado hasta la comisaría, que por favor le sacara la venda, a lo cual éste le respondió:

─ ¡Para qué si dentro de un rato te la va a sacar San Antonio!

Fue entonces cuando el hombre terminó de armar el rompecabezas y se dio cuenta de que ahora, más que nunca, debería actuar con la cabeza muy fría, ponerla en estado zen suprimiendo las emociones, si pretendía salir de aquello que se había ido transformando en un infierno, pero no en ese infierno metafísico del que descreía, sino  en el infierno construido por hombres como él. ¡El infierno eran los uniformados!

Finalmente, después de varios minutos de marcha, llegaron a un lugar en el que había otros secuestradores esperando. El hombre se dio cuenta de que en la habitación donde lo metieron había más personas secuestradas. De una dependencia continua, a través de una puerta, llegaban voces que se burlaban de ellos anunciándoles que cuando llegara el Gringo serían fusilados. De vez en cuando, uno de los secuestradores se asomaba y exclamaba perversamente: “¡Se están portando bien los muchachos!”.

Sin duda, quedaba muy poco tiempo. ¿Qué hacer? El hombre era muy delgado y sus manos pequeñas. Sin mayor esfuerzo, logró que la izquierda zafara de la esposa. Rápidamente, levantando ligeramente la venda, se colocó los anteojos que el conductor del vehículo había dejado en el bolsillo del abrigo. El lugar estaba en penumbras, sólo iluminado por la luz que, a través de una puerta, provenía de la habitación contigua, donde estaban los secuestradores que de tanto en tanto se asomaban para comprobar que todo estuviera en orden. El hombre vislumbró tres siluetas sentadas en el suelo apoyadas contra cada pared de la habitación, sin duda otros secuestrados que, al igual que él, estaban con las manos hacia atrás y los ojos vendados. Le llamó la atención que las presas estuvieran en la penumbra mientras los cazadores se movían en un espacio muy iluminado. “Usualmente es al revés”, pensó. “No parecen muy expertos estos cazadores” fue una reflexión que le dio ánimo.

Junto al hombre había una puerta. Sigilosamente, la abrió y vio que daba a un pasillo que comunicaba con otra habitación en la cual había una ventana. “¡Ojalá estuviera abierta”, pensó. Sería por ella que se escaparía de sus captores en el momento adecuado.

De pronto, al escucharse el motor de un vehículo que se aproximaba, los uniformados empezaron a gritar excitados que llegaba el Gringo. El hombre entonces, determinado a que a él no lo iban a fusilar tan fácil, se puso de pie, abrió la puerta, atravesó el pasillo y abriendo la ventana de la habitación saltó hacia la oscuridad. Corrió, corrió y corrió por el terreno cubierto de paja vizcachera hasta quedar sin aliento. Después de saltar un alambrado, ya lejos de la construcción de la cual se había fugado, se detuvo a mirar a su alrededor. ¿Dónde se encontraría?  A poca distancia vio luces de automóviles que se desplazaban raudos. “Sin duda, la ruta 35”, pensó. Más allá, en la noche diáfana de invierno, las luces de un caserío señalaban casi con certeza que se trataba de Jacinto Aráuz. Debía evitar dirigirse hacia allí.

Caminó hacia la ruta, pero antes de atravesarla observó el cielo y a lo lejos, en el horizonte, casi rozando la tierra, divisó la Cruz del Sur. ¡Hacia allá se dirigiría para tratar de llegar a Bahía Blanca! Rápidamente atravesó la ruta y se metió en el campo de lado derecho, buscando las vías del ferrocarril que corrían paralelas. Cuando las encontró, empezó a caminar por ellas, ya seguro de que a sus captores, por el momento, les sería muy difícil encontrarlo en aquella inmensidad helada. Las vías corrían por un terraplén a varios metros del suelo. El hombre empezó a forzar la esposa que colgaba de su muñeca derecha hasta que consiguió sacarla, no sin arrancarse la piel de la mano. Al hacer esto, las esposas cayeron en una corriente de agua que pasaba por debajo del puente que en ese momento atravesaba. Pero lo importante era que ya estaba libre de ellas.

Después de caminar varias horas, cuando empezaba a amanecer, se encontró con  un silo no lejos de las vías que, afortunadamente, estaba vacío. En el lecho formado por el escaso grano que quedaba dentro durmió hasta que el mugido de unas vacas lo despertaron. Según su reloj, que tampoco le había sido sustraído, era el mediodía, por lo que hasta que dieran las cinco, hora en que el sol se ponía, tendría que quedarse por precaución. El hombre había llegado a la conclusión de que la mejor forma de avanzar para no ser descubierto sería caminar de noche, aprovechando además que no había luna.

Al día siguiente consideró que las vías también podrían ser un lugar demasiado obvio para seguir huyendo, por lo que se desvió un poco hacia la derecha, hasta encontrar un camino vecinal de tierra flanqueado por alambrados. Desde allí podía ver las luces de los vehículos que a la distancia se desplazaban por la ruta 35, que era la que guiaba sus pasos hacia Bahía Blanca. Sin embargo, ya cercana la hora en que el sol empezaría a despuntar, vio que a lo lejos, por el mismo camino, se acercaban dos vehículos con las luces encendidas. En aquella inmensidad desprovista de vegetación en la cual esconderse, lo único que atinó el hombre fue echarse de espaldas en una zanja profunda cavada al costado del camino. Desde allí vio cómo, un par de metros arriba, pasaban los vehículos, el primero con un reflector muy potente que dos soldados movían apuntando hacia lo lejos en los campos adyacentes. ¡Sin duda, lo estaban buscando!

Por fortuna, no se dieron cuenta de que él estaba allí agazapado y siguieron la marcha. Nuevamente el hombre pensó que los cazadores no eran muy expertos por la manera demasiado ostensible con que señalaban su presencia. En momentos en que empezaba a amanecer, el hombre se metió en un campo junto al camino, cavó una zanja longitudinal en el suelo recién arado, se acostó en ella y con las manos empujó la tierra desplazada hasta quedar totalmente cubierto, con sólo la cabeza afuera. Desde allí pudo ver cómo los vehículos se metían en una chacra cercana y estacionaban los vehículos en un bosquecillo de eucaliptos. Allí permanecieron hasta que se ocultó el sol, para luego seguir su camino.

La cinefilia constituía para el hombre y los de su generación una suerte de culto rayano en lo religioso. En su huida, no podía dejar de sentirse dentro de alguna película de las miles que había visto en sus tres décadas de vida. La más recurrente era Figuras en el paisaje, de Joseph Losey, en la cual un  par de fugitivos tratan por los medios más ingeniosos de burlar a quienes los buscan, igualmente hombres uniformados. Pero a diferencia de esa magistral película, los cazadores pampeanos carecían de medios y de auténtica voluntad de alcanzar su objetivo. Por empezar, no llevaban perros, como los de la película, que habría sido la forma más sencilla de ubicar a la presa. Tampoco hubo desplazamientos de helicópteros que les hubieran permitido observar desde arriba el paisaje y cualquier cosa que se moviera en él.

Otra forma de dar con el evadido habría sido, como en la película de Losey, que formaran pelotones y caminaran a campo traviesa, como él lo estaba haciendo. Pero sin duda aquellos hombres buscaban la manera más fácil y sólo atinaban a montar un vehículo y observar cómodamente desde éste, sin el menor esfuerzo físico. Tampoco serviría, como de hecho lo hicieron, inspeccionar cada vehículo que circulaba por la ruta 35 en caso de que alguno hubiera levantado al fugitivo. El hombre sabía que sólo dependía de él llegar sano y salvo a su destino, para lo cual, lo único seguro era seguir caminando a pesar de carecer de agua y comida.

   Huecuvu Mapu y las maravillas que encierra serían la salvación del evadido, y los demonios que lo habitan resultarían ser no más que unos torpes individuos que sólo armados ante una presa inerme se debían de sentir héroes, a la manera de los marines de Vietnam que también habían fracasado en su intento de sojuzgar a un pueblo resuelto a ser libre.

Mientras caminaba por aquel paisaje desolado, pero a la vez acogedor, el hombre compuso mentalmente un par de poemas. El primero, dedicado las aves de la noche que lo acompañaban en la travesía decía:

 

Por querérseme acercar

las nocturnales lechuzas

rozando las vizcacheras

vuelan en círculos áulicos

encima de mi cabeza.

 

El otro poema estaba dedicado a la resiliente vegetación del páramo:

 

 En Huecuvu Mapu

si el humilde caldén

una persona fuera

“Ven conmigo”, le diría,

buscando su compañía.

 

    A 37 años de aquellos sucesos extraordinarios, el hombre sigue preguntándose qué fue lo que le permitió llegar sano y salvo a destino después de caminar durante seis noches, más allá de su voluntad de supervivencia: ¿la mente zen, el cine o los recursos infinitos que ofrece Huecuvu Mapu?

 

(Continúa mañana)

Francis Bacon-Figura en paisaje (1952)

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